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Filósofos míticos del mítico siglo XX: Feyerabend

Feyerabend. Viena 1924/Zúrich 1994.

Un teniente del ejército alemán (en la segunda guerra mundial) que empezó hechizándose con el neopositivismo del Círculo de Viena y que terminó por pensar que la Ciencia no progresa, sino que sufre cambios. Tan válido sería el modelo de universo de Aristóteles como el de Einstein o el de los esquimales. Estamos ante el “anarquismo epistemológico”. La libertad y la lucidez extremas.

Se me ocurre ver en el esfuerzo intelectual de Feyerabend una especie de upanisádica liberación de los confinamientos, de las esclavitudes, que las sagradas escrituras de la ciencia baconiana provocan en la mente del ser humano. Y en su mirada. Y hasta en su corazón. Creo, desde Feyerabend, y no solo desde él, que la Ciencia, que es fascinante e ineludible, corre el peligro de crear un totalitarismo intelectual, una nueva escolástica, de forma que habría algo así como unas Sagradas Escrituras (en perpetuo proceso de redacción) y unas autoridades interpretativas de esas escrituras que ofrecerían el material, las verdades (ninguna de ellas probadas, ninguna realmente “racional”), a partir de las cuales debe empezarse a pensar. Habría, según la ideología cientista, unos suministradores oficiales de verdades. El filósofo, como cualquier otro obligado feligrés de la religión de la Ciencia, debería aspirar a conocer esos datos y a componer con ellos dibujos de la realidad lo más amplios que le fuera posible. Sería, el filósofo, algo así como experto en esos pasatiempos en los que se ofrecen puntos numerados y dispersos en un papel para que se descubra, uniendo esos puntos, la figura oculta: un pájaro, un león, lo que sea. Eso sí: sin cuestionar la validez de esos puntos, su numeración y, sobre todo, el porqué del juego.

La Ciencia nos exige que solo pensemos a partir de los datos, las verdades, que ella nos va suministrando y, a la vez, cambia esos datos constantemente y hasta llega a ser incapaz de dar por probado ninguno de ellos. Cada “avance” parece re-instaurar las fronteras de lo posible y lo imposible, de lo real y de lo no real, pero visto desde “fuera” el espectáculo no deja de ser estremecedor, precioso, sublime en sentido kantiano: todas las fronteras de todos los mundos se mueven sin cesar, aparecen nuevos mundos, desaparecen otros… En cualquier caso, y en contra de lo que señalaba Quine [Véase], creo que la Filosofía no debe dedicarse exclusivamente a la Ciencia. Si lo hace, cualquier proposición filosófica dejará de tener interés con el paso de los siglos, se convertirá en una curiosidad cultural pretérita. Un fósil. La Filosofía debe ocuparse del temblor que sacudirá a cualquier ser consciente que viva dentro de cinco mil años. La Filosofía debe generar textos eminentes, en el sentido que dio a este término Gadamer [Véase].

La obra fundamental de Feyerabend es Against Method [Contra el método]. La escribió en 1975. Hubo una segunda edición en 1988 y una tercera en 1993. Antes de analizar las ideas fundamentales de esta obra voy a ocuparme de unas notas preparadas por Feyerabend para una conferencia del 20 de marzo de 1973. Este texto lo he obtenido de una obra que lleva por título For and against method (el título que hubiera llevado un texto que querían escribir juntos el propio Feyerabend y su gran amigo/gran rival Lakatos, pero que no pudo ver la luz por la muerte de este último). El editor de la obra de la que yo he sacado esas notas es Matteo Motterlini (The University of Chicago Press, 1999).

Ofrezco a continuación algunos momentos especialmente elevados del borrador de conferencia que escribió Feyerabend (la traducción es mía):

1.- “La fe en la ciencia está parcialmente justificada por el papel revolucionario que la ciencia jugó en los siglos diecisiete y dieciocho. Mientras que los anarquistas predicaban destrucción, los científicos golpearon [smashed] el armonioso cosmos de las épocas anteriores, eliminaron el “conocimiento” estéril, cambiaron las relaciones sociales y ensamblaron los elementos de un nuevo tipo de conocimiento que era a la vez verdadero y beneficioso para el hombre. Esta ingenua e infantil aceptación de la ciencia (que se encuentra incluso entre izquierdistas “progresistas” como Althusser) está hoy a amenazada por dos avances: (1) por el cambio de la ciencia como investigación filosófica a negocio empresarial, y (2) por ciertos descubrimientos relativos al estatus de los datos científicos y las teorías” (PP. 113-114).

2.- “También hemos descubierto que la Ciencia no tiene resultados sólidos, que tanto sus teorías como sus enunciados sobre hechos son hipótesis que a menudo son no solo localmente incorrectas sino enteramente falsas, haciendo afirmaciones sobre cosas que nunca han existido” (P.114).

3.- “Detrás de todo este atropello [del atropello ejercido por el anarquismo epistemológico] yace la convicción de que el hombre dejará de ser un esclavo y ganará una dignidad que es más que un ejercicio de cauteloso conformismo, solo cuando sea  capaz de salirse de sus convicciones más fundamentales, incluidas esas convicciones que supuestamente le hacen humano” (P. 115).

4.- “Las personas y la naturaleza son entidades muy whimsical [este adjetivo cabe ser traducido al español como “caprichoso”, “fantástico” “improbable”] que no pueden ser conquistadas y entendidas si uno decide limitarse por adelantado” (P.116).

5.- “No hay razón para deprimirse por este resultado. La Ciencia, después de todo, es nuestra criatura, no nuestra soberana; ergo, debería ser la esclava de nuestros caprichos y no la tirana de nuestros deseos”. ¿Quiénes somos “nosotros”? me pregunto yo apoyado en el modelo de universo y de hombre que presupone la Ciencia.

Feyerabend en realidad no deja de ser un escolástico de la Ciencia. No cuestiona sus presupuestos metafísicos fundamentales. De hecho, en el prólogo a la edición china de su obra capital (Contra el método), Feyerabend afirma que la Ciencia -al menos como él la entiende- es “una de las más maravillosas invenciones de la mente humana”. ¿Qué es eso de “mente”? ¿Debemos “reducirla” a eso que esta civilización ahora llama “cerebro”? ¿Es materia el cerebro? ?Puede la materia ocuparse de sí misma “sacando” modelos de sí misma más o menos certeros? ¿Alguien se atreve a decir qué demonios es eso de la “Materia”? [Véase “Materia“].

La cuestión fundamental que me plantea pensar con Feyerabend y otros cientistas más o menos liberados es la siguiente: ¿qué es la Ciencia como fenómeno dentro de los distintos modelos de realidad que ofrece esa actividad humana? ¿Qué le ocurre a la Materia (o a la energía o a lo que sea) cuando ocurre el fenómeno de la Ciencia? ¿Qué es físicamente una teoría física?

En cualquier caso Feyerabend es un excepcional estímulo filosófico. A mí me gusta mucho leerle. Su obra Contra el método es un texto especialmente cómodo y refrescante, cuyas ideas principales se muestran en un índice analítico que sirve como esquema de sus tesis fundamentales. Ofrezco a continuación las que me han parecido más brillantes, más fertilizantes:

1. Prólogo a la edición china: “Mi principal motivo para escribir el libro era humanitario, no intelectual […] Progreso del conocimiento en muchas ocasiones significa asesinato de mentes. Hoy están siendo revividas antiguas tradiciones y hay gente que intenta adaptar sus vidas a las ideas de sus ancestros […] La Ciencia bien entendida no tiene argumentos contra ese procedimiento. Hay muchos científicos que actúan así. Físicos, antropólogos, medioambientalistas, están empezando a adaptar sus procedimientos a los valores de la gente a la que se supone que están aconsejando. No estoy contra una Ciencia así entendida. Esa Ciencia es una de las más maravillosas invenciones de la mente humana. Pero estoy en contra de las ideologías que usan el nombre la la Ciencia para el asesinato cultural”.

2.- “La Ciencia es esencialmente una empresa anárquica: el anarquismo teorético es más humanitario y más capaz de promover el progreso que sus alternativas de ley y orden”.

3.- “El único principio que no inhibe el progreso es: todo vale.” Me pregunto con Feyerabend si cabe hablar aquí de límites éticos para la Ciencia. ¿Cuáles serían? ¿Para qué queremos por cierto eso de “la Ciencia”?

4.-  Sería válido y necesario para la Ciencia “[…] usar hipótesis que contradigan teorías confirmadas”. Sí.

5.- “La Ciencia no es la única tradición, ni la mejor tradición que existe, excepto para la gente que se ha acostumbrado a su presencia, a sus beneficios y a sus desventajas. En una democracia debería estar separada del Estado de la misma forma como hoy está separada del Estado la Iglesia”.

6.- En la última de las frases de su índice analítico Feyerabend afirma que su intención es denunciar la destrucción de logros culturales de los que podemos seguir aprendiendo. Y habla de fechorías de algunos intelectuales.

¿Cuál es la amenaza contra la que lucha Feyerabend? Creo que lucha contra el confinamiento, contra los legisladores de lo posible y lo imposible. Recuerdo unas frases de Jung, escritas con ocasión de su desinhibido prólogo a la edición americana del I Ching de Richard Wilhelm: “La plétora irracional de la vida me ha enseñado a no descartar nada”.

¿Qué estaremos descartando, ahora mismo, sin darnos cuenta?

En cualquier caso tengo la sensación, creciente, de que eso que llamamos “realidad” no se va configurando por la acción de leyes que vamos conociendo más o menos. Lo decisivo no son las leyes de la Física, sino las de la Ética; y las de la Lúdica. Lo que mañana viviremos se configurará según la altura a la que seamos capaces de elevar nuestro “corazón” y nuestra “lucidez”, por decir algo (nuestra “consciencia” si se quiere). Estamos en un lugar curioso, extraño, fabuloso y atroz: una especie de descomunal videojuego donde se nos va inoculando realidad virtual (no otra puede existir) según vamos jugando mejor o peor. La Ciencia no descubre nada: recibe mundos, recibimos mundos, según nuestra ética, nuestra magia, nuestra capacidad de actuar sobre la Materia (entendida como lugar de Creación). Quizás habría que expandir el concepto de trabajo, como acción transformadora (siempre por “cuenta propia”: transformamos nuestra “mente” con trabajo, y nuestro corazón, que forman, juntos, por así decirlo, el hábitat de eso que se nos va a presentar como realidad “exterior”.

Algo prodigioso ocurre siempre. La Filosofía es un intento de decir ese prodigio indecible.

No descartemos nada. Seamos capaces de pensar y de sentir a lo grande. Cuando más a lo grande mejor.

David López