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Diccionario filosófico: “Máquina”.

 

En las Navidades de 2009 fui a Londres con mi hija Lucía. Allí tomé las primeras notas para un futuro ensayo sobre la metafísica de las máquinas. Mi intención era, y sigue siendo, visualizar el modelo de totalidad que presupone el hecho mismo de que hablemos de “máquinas”.

Creo, además, que se acercan tiempos que van a exigir un nuevo Logos respecto de lo que ahora se presenta como un dualismo hombre-máquina: un nuevo Logos al servicio de la ilusión y de la vida; en general. ¿Al servicio de qué si no?

Londres. La ciudad en la que Francis Bacon soñó un edén tecnológico para el ser humano. Es Francis Bacon quien aparece retratado, con 18 años, en el cielo de este texto.

Aquel invierno de 2009 Londres estaba casi blanco. Sereno. Bellísimo. Vibrante de pasado y de futuro. También lo estaba mi querida hija, que, con sus 13 años, no paraba de tomar fotos en rincones herrumbrosos del metro, o en muros medievales en los que vibraba el musgo artificial de grafitis con talento.

Entramos en la Royal Academy of Arts. Había una exposición de esculturas de  Jacob Epstein. Y allí estaba el famoso “Rock Drill”: una especie de ametralladora antropo-mimética que producía espanto maravillado.

Aquella noche, en casa de unos amigos, asistimos a un despliegue de tecno-magia interactiva en el universo Apple: todo artefactos amables, suaves al tacto, capaces de coordinarse entre sí para ofrecernos casi infinitos contenidos de conciencia: música, películas, Youtube… todo configurándose en una enorme pantalla casi mental que, en ocasiones, también reflejaba el fabuloso espectáculo de los tejados de Chelsea y los edificios del Támesis.

Nada que ver con el trípode de Epsein. Nada que ver con las “máquinas” hostilísimas de la triología “Matrix”.

“Máquina”.

¿Qué significado otorga la Real Academia Española a este vocablo? Reproduzco el primero de la lista:

Máquina (Del lat. machĭna, y este del gr. dórico μαχανά).

1. f. Artificio para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza.

Estamos en Filosofía y nos tenemos que abismar en preguntas así:  ¿Qué modelo del todo es necesario sostener -y respirar- para hablar siquiera de esas determinadas partes de lo real? ¿Hacen los hombres las máquinas? ¿Cabe construir máquinas fuera de las leyes de la Naturaleza? ¿Pero alguien conoce las leyes de la Naturaleza? ¿Tienen “alma” las máquinas o son meramente “materiales”? ¿Y qué es la “Materia”? ¿Tiene alma la Materia?

Hace algunos años impartí cursos de Filosofía apoyándome en la trilogía “Matrix”. Fue una experiencia muy vivificante y creo que pudimos acceder a privilegiadas visualizaciones de modelos metafísicos que solo se presentan en textos generalmente abstrusos. Creo que en esos cursos también pudimos sentir que el universal “máquina” quedaba desdibujado; y que se nos abría un mundo donde todo -todo modelo de universales- parecía posible. “Free your mind”, le decía Morpheo a Neo. ¿Y qué será eso de “liberar la mente”? ¿Sacarla de las “maquinarias cósmicas” que fabrica el lenguaje?

También Francis Bacon, cuyo retrato sobrevuela estas notas, quiso liberar las “mentes”. A él se le considera el profeta de la civilización tecnológica: un edén de hombres y de materia algoritmizada al servicio de la plenitud humana: un “i-Kosmos” amable, suave al tacto, divertido, colectivista, gentil.

La idea fundamental que intentaré exponer en este texto es la siguiente: vivimos (en cuanto “seres humanos”) en una máquina: vivimos en un Cosmos que se mueve, artificialmente, en función de una estructura de ideas [Véase “Idea“]. En realidad esto es lo que estaría sosteniendo el mecanicismo materialista: todo se mueve, ordenadamente, mecánicamente, según unas leyes naturales inmutables (que quizás puedan englobarse en una sola).

Pero el mecanicismo materialista no contempla que esa máquina pueda ser modificada, como por arte de magia: valdría con modificar la estructura ideológica de la maquinaria cósmica para que aflorara -como por arte de magia- otra maquinaria entera: otro universo en “nuestra” conciencia, que es donde opera toda máquina.

También sospecho que vivimos en una maquina gramatical. Vak -la diosa védica de la Palabra- sería la voz de una máquina prodigiosa; pero que cabe desactivar, simplemente, apretando -desde “dentro”- el botón de la Meditación [Véase]. Y -desde “fuera”- el de la Gracia [Véase].

Antes de ocuparme con algo más de detalle de esta intuición, creo que puede sernos útil hacer el siguiente recorrido:

1.- Aristóteles. El primer motor. El mundo entero se mueve por atracción hacia ese Dios inmóvil, bellísimo, gélido. El mundo entero es una maquinaria enamorada, movilizada por ese imán metafísico. Ineludible. Somos máquinas enamoradas sin saberlo.

2.- Francis Bacon. La Nueva Atlántida (1626) El ser humano, agrupado en sociedades científicas, puede crear un nuevo mundo. Pero tiene que observar la Naturaleza con la mente liberada de prejuicios, de “falsos ídolos”. “Un hombre que conozca las formas puede descubrir y obtener efectos jamás conseguidos con anterioridad; efectos que las mutaciones naturales, el azar o la experiencia y laboriosidad de los hombres nunca produjeron y que tampoco habría podido prever la mente humana”. Bacon vio en la “Materia” (lo que no es “hombre” ni “Dios”) posibilidades de Creación casi infinitas: de Creación, ni más ni menos, de nuevas esencias: nuevas “Ideas” podríamos decir: nuevos pobladores de ese Kosmos Noetós que Platón -pero no Schopenhauer- creyó inmutable.

3.- Nietzsche. En un apunte de su Nachlass [Legado manuscrito], escrito por el filósofo del martillo entre mayo y junio del año 1888, leemos: “¡Y cuántos dioses son todavía posibles!” ¿Propiciará la tecnología humana el nacimiento de nuevos dioses? Eso parece estar ocurriendo hoy (18 de septiembre de 2023) mientras repaso estas notas, y tras la sacudida que ha provocado la empresa OpenAI con su ChatGPT.

4.- Heidegger [Véase].  La pregunta por la técnica. El técnico en realidad no hace nada, lo hace, por así decirlo, el Ser a través de él. El error estaría en admitir un dualismo que reduciría la naturaleza a “objeto”, a “rex extensa”, a cosa ahí, muerta, dispuesta a ser invadida y usada por un ser humano “externo”.

5.- Nishitani (Religion and Nothingness). Efectos del dualismo materialista-cartesiano implícito en la visión moderna de la tecnología: “[…] el hombre queda rodeado de un mundo frío y sin vida. Inevitablemente, cada ego individual pasa a ser una isla solitaria, aunque bien fortificada, flotando en un mar de materia muerta. […] la corriente de vida que fluía nutriendo las raíces del hombre y de las cosas se secó”. La cita la he sacado de esta obra: Mónica Cavallé: “La sabiduría de la no-dualidad”, Kairós, Barcelona 2000.

6.- Juan David García Bacca. Este filósofo tiene una obra cuyo título es Elogio a la Técnica (Antrophos). En el siguiente enlace de internet se puede acceder, gratuitamente, a su obra “Ciencia, Técnica, Historia y Filosofía”:   http://www.garciabacca.com/bibliode.html. García Bacca fue un enamorado de la técnica. Y de la Poesía. Creo que es lo mismo. [Véase “Poesía” y “Materia“]. La máquina canaliza, dirige, una fuerza. La Poesía también. Y fabrica mundos enteros en nuestra conciencia.

Con las palabras construimos mundos: maquinarias que canalizan la Fuerza. ¿Qué Fuerza es esa? ¿De quién es? Es la fuerza de la Ilusión.

Voy a exponer a continuación algunas ideas sueltas, meros esbozos por el momento:

1.- Repito las intuiciones fundamentales que adelanté al comienzo de este texto: vivimos (en cuanto “seres humanos”) en una máquina: vivimos en un Cosmos que se mueve, artificialmente, en función de una estructura de ideas [Véase “Idea”]. En realidad esto es lo que estaría sosteniendo el mecanicismo materialista: todo se mueve, ordenadamente, mecánicamente, según unas leyes naturales inmutables (que quizás puedan englobarse en una sola). Pero este modelo no contempla que esa máquina pueda ser modificada, como por arte de magia: valdría con modificar la estructura ideológica de la maquinaria cósmica para que aflorara -como por arte de magia- otra maquinaria entera: otro universo. También sospecho que vivimos en una maquina gramatical. Vak -la diosa védica de la Palabra- sería la voz de una máquina prodigiosa; pero que cabe desactivar, simplemente, apretando el botón de la Meditación. O el de la Gracia. Eso ya desde “fuera”.

2.- El Hatha-Yoga es una tecnología que permite al “hombre” (por decir algo) transformar su cuerpo y su mente (y el mundo entero por tanto) en su propia máquina sagrada.

3.- Puede que el universo entero, y cualquier universo (cualquier cosmos bailando cualquier música ideológica) sean máquinas en manos de algo que quizás el vedanta denominaría Brahman: el gran soñador: el gran constructor de máquinas-Maya. Todo mundo (toda forma de finitización en el infinito de “nuestra” conciencia”) sería la canalización de una Ilusión. La Ilusión de “Dios”. O de la “Tiniebla” [Véase “Luz”].

4.- Desde el monismo metafísico -el vedanta advaita entre otros- todo lo que hay (coches y teléfonos móviles incluidos) es algo así como una vibración en el alma única que lo penetra todo. Una máquina, cualquier máquina (si es que seguimos manteniendo ese universal), tendría el mismo grado de espiritualidad que el corazón de un niño y el mismo frescor natural que el pétalo de una rosa o un anillo de Saturno. ¿Podemos soportar esta visión? Yo no. Por el momento. Pero quizás haya que abrir la mente a nuevas bailarinas: nuevos hechizos para seguir viviendo (para seguir subyugados por una ilusión). No otra cosa es vivir.

5.- Hay un tipo de máquina que me fascina especialmente. Es una especie de exo-esqueleto humano que llamamos “coches”. Mi hobby más secreto es comprar revistas de coches, o contemplarlos por internet. Lo que me subyuga es su tensión estética: el hecho de que vayan modificándose sus formas, como si a través de ellos se estuviera desplegando una “evolución de las especies” filtrada, aparentemente, por el cerebro tecnológico y creativo de los seres humanos. Lo sorprendente es que esa evolución no se detiene y que lo nuevo siempre parece encontrar un misterioso beneplácito estético en la colectividad implicada en ese mercado. Vicente Verdú en su obra Capitalismo funeral [Véase mi crítica aquí] se lamenta de que pudieran estar irrumpiendo coches que no serían “coches-coches”: nuevas esencias, como dijo Francis Bacon. Nuevas esencias demasiado “light”. Pero todo Génesis implica un Apocalipsis. Ese es el gran baile de Maya. La Gran Bailarina. Tormentas incesantes en el Kosmos Noetos de Platón.

En Londres, aquel invierno de 2009, los musgos de los muros y de los adoquines, las estatuas de Epsein, los edificios de Forster, las aguas del Támesis, el i-world de mis amigos, los preciosos ojos de mi hija Lucía y la tinta de mis notas construyeron, en mi conciencia, en mi pecho, una maquinaria poética que cuidaré, que puliré, mientras viva: un mundo custodiable.

Recordemos la primera definición de la palabra “Máquina” que nos ofrece la Real Academia Española:

1. f. Artificio para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza.

Creo que en realidad, eso que llamamos mundo, es una maquina sagrada, un artificio, una Creación, que permite dirigir -aprovechar, regular- la acción de una fuerza desmesurada.

David López

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Diccionario filosófico: “Lenguaje”.

 

Al fondo, la casa de Wittgenstein en Skjolden, Noruega.

 

“Lenguaje”. Ofrezco a continuación algunas notas sobre este monstruo prodigioso. Sagrado y sacralizador… si es que existe más allá de la propia palabra que lo designa.

Dijo Heidegger (bueno, él no en realidad, sino el propio lenguaje) que el lenguaje es la “casa del Ser”.  Wittgenstein afirmó, por su parte -en sus frases, en su propio sueño lógico- que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Pero tengo la sensación de que  “casa”,  “Ser”,  “mundo”  o  “lenguaje” no son más -ni menos- que palabras. Bailarinas lógicas. Hechizantes nadas dispuestas a ser amadas y a fabricar en nuestra conciencia universos enteros.

Estamos, por tanto, ante otra bailarina lógica. Y cabe cuestionarse incluso la existencia misma del lenguaje más allá de ese sustantivo que presiona nuestra conciencia para obtener realidad.

He dudado de si realmente la palabra “lenguaje” merece una entrada específica en este diccionario. Y he estado a punto de ampliar lo que tengo escrito en “Logos” [Véase]. Pero creo que a esta bailarina hay que dejarla bailar sola… y disfrutar de sus hechizos específicos. Adelanto ya lo que creo que la distingue de “Logos”: su inmanencia. El “lenguaje” sería un logos detectable, estudiable, sistematizable, desde eso que llamamos “inteligencia humana”. Sería un momento concreto del Logos total. Y, por tanto, cabría hablar de lenguajes, en plural, en un plural segregado desde un Logos Único (¿La teoría unificada que ansía la Física contemporánea?).

“Lenguaje”. De los distintos significados que a esta palabra otorga la Real Academia destaco el primero y el sexto:

“1.- Conjunto de sonidos con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente.”

“6.- Conjunto de señales que dan a entender algo.”

¿Es el lenguaje un vehículo de pensamientos y de sentimientos… o el sistema que los condiciona; que los fabrica incluso?

El siglo veinte (esa sorprendente abstracción cuantitativa) colocó el pensamiento filosófico en el abismo de lo que ese pensamiento no pudo menos que llamar “lenguaje”. La Filosofía, para muchos, no sería ya sino pensamiento sobre el lenguaje. Todo sería lenguaje -solo eso… ni más ni menos que eso. Pero ¿qué es el lenguaje? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuál es su textura ontológica?

¿Alguien ha visto el lenguaje?

Filosofar entorno a la enormidad del lenguaje -de esa cárcel prodigiosa- ofrece espectáculos que, por sí solos, justifican el hecho mismo de la existencia. Dicho con palabras absurdas y autocontradictorias -como todas-: es fabuloso contemplar a ese ser (con sus mundos y sus dioses y sus hombres) retorcerse sobre sí mismo para mirarse, para saber qué demonios es él mismo más allá de los simples sustantivos. De dónde viene. Qué o quién lo ha creado.

Tengo la sensación de que el lenguaje, en sí, no cabe en el concepto de lenguaje. ¿Cómo nombrar, aquietar, el lenguaje -cualquier lenguaje- en uno de sus sustantivos?

Pero aunque no sé lo que es,  amo el lenguaje -esa fuerza que nos hechiza- porque en él vibran, al menos en su parte visible, seres a los que amo perdidamente: seres que pueden ser momentáneamente señalados con sustantivos como “personas”, “bosques”, “sueños” o “cielos”. Esta sensación me llevará a reivindicar una sacralización de este lenguaje; aunque consciente de sus hechizos y de su delicuescencia. Creo que el cosmos -entero- es tan frágil y moldeable como una simple frase. Como esta frase en la que ahora estamos.

Antes de desarrollar estas ideas y sensaciones personales creo que puede ser útil observar algunos lugares del tejido lingüístico en el que soñamos:

1.- Vak. La diosa de la palabra según la tradición védica. Este diccionario en realidad es una especie de teología -confesadamente expresionista- cuyo objeto específico es esa divinidad. Repitamos las palabras de Vak (lo que ella misma dice de sí misma y dentro de sí misma):

Himno 10.125,verso 4, del Rig Veda:

“El que come comida, el que verdaderamente ve, el que respira, el que oye lo que se dice, lo hace a través de mí. Aunque ellos no se dan cuenta, habitan en mí”.

2.- Upanayana. Creo que es oportuno volver sobre este ritual védico. Algunas de mis notas se pueden leer [aquí]. La idea fundamental es que la tradición védica habría tomado conciencia de la necesidad de custodiar un texto concreto -un lenguaje aquietado- para salvar un cosmos entero en la memoria de sus estudiantes védicos.

3.- Los sofistas griegos. Gorgias: el lenguaje no expresa nada. El lenguaje como instrumento de poder.

4.- Platón (Cratilo): los nombres están relacionados con las cosas sin necesidad de que los hombres lo acuerden. Y consiguió Platón un cierto acuerdo a este respecto.

5.- Edad Media. Tema de los universales [Véase]. Los realistas creerían que los árboles existen más allá del lenguaje, que ese sustantivo -árbol- existe per se y que recorta con sus tijeras ontológicas los confines de ese ser en la placa empírica que se nos presenta.

6.- Voltaire. Diccionario filosófico. En la entrada “Lenguas” este sacerdote de la Ilustración francesa afirma: “Dícese que los indios empiezan casi todos sus libros con estas palabras: Bendito sea el inventor de la escritura:   nosotros también podríamos empezar este artículo bendiciendo al autor del lenguaje.” Y el artículo que escribe Voltarie en realidad es una declaración de amor a su lengua madre (el francés)… la lengua en la que le habló su madre,  Marie Marguerite d’Aumary, que murió cuando el futuro filósofo tenía solo siete años. Vak -la diosa de la palabra en la tradición védica- es también un ser femenino.

7.- Lenguaje y lenguajes. ¿Hubo una primera lengua madre en la especie humana? ¿Qué podemos encontrar recorriendo para atrás la cadena causal de los lenguajes? Hay buenos artículos sobre el lenguaje en Wikipedia. Pero Wikipedia -como cualquier otra enciclopedia- está confinada en el interior de los círculos de los lenguajes.   En la versión española se define lenguaje así:  “Se llama lenguaje (del provenzal lenguatgea) a cualquier tipo de código semiótico estructurado, para el que existe un contexto de uso y ciertos principios combinatorios formales. Existen contextos tanto naturales como artificiales”. Wikipedia es lenguaje que habla de sí mismo: es algo que le ocurre al lenguaje -o una parte del lenguaje- de una parte de la humanidad.

8.- Real Academia Española: una energía cosmizadora porque se trabaja para que un lenguaje -el español- se mantenga unido e identificable como tal en las redes humanas en las que vive y hace vivir. Sus reglas son descriptivas y, a la vez, prescriptivas. Sugerencias en realidad. Leyes no coercitivas decretadas por amor a la lengua española, desde la lengua española. Y se cree que ese producto particular del lógos humano tiene una esencia que puede custodiarse e identificarse a pesar de su evolución. Allí, en esa Academia, algunos seres humanos escogidos debaten sobre el verdadero baile que bailan las bailarinas lógicas. Algunas de ellas tardan en ser aceptadas en ese prestigioso salón de baile. Algunas no entran nunca.

9.- Wittgenstein (primero y segundo), Nisargadatta, Heidegger (último Heidegger)… Un muy lúcido y sólido estudio de las intuiciones que estos tres ‘pensadores’ expusieron -dentro del lenguaje- con ocasión de la palabra “lenguaje” lo ofrece Mónica Cavallé en esta obra: La sabiduría de la no-dualidad (Kairós, Madrid 2008). Leer lo dicho por Mónica Cavallé sobre lo dicho por esos tres sobrecogedores poetas es una gran experiencia filosófica. Y poética:

“El Oriente no-dual siempre se ha asombrado del poder de la palabra y de su surgimiento desde el silencio. El jnanin [con la primera “a” larga] ha sabido que su palabra no es suya -¿quién elige cada palabra que dice o cada pensamiento que piensa?- y ha rastreado este surgir hasta sumergirse en el acto impersonal de creación de la Palabra Una. Y el Oriente no-dual se ha maravillado, igualmente, ante la capacidad de la palabra para ocultar su propio surgimiento impersonal y alumbrar mundos estrictamente personales, separados y autónomos; una infinidad de sueños entrecruzados, pero que nunca confluyen; cárceles de ignorancia construidas por palabras oscurecidas en su carácter clausurado y auto-enfático […] (pp. 599-600).

Lo que la palabra lenguaje provoca en eso que sea mi inteligencia -y eso que sea mi corazón- quizás pueda expresarlo así:

1.- Como ya confesé antes, amo este lenguaje en concreto, con sus hechizos. Me refiero al lenguaje básico que vertebra mi inteligencia y mi sensibilidad, el cual, según nos dicen los buenos lingüistas, es común a toda la especie humana [Véase “Humanidad“].

2.- Ese amor hacia este lenguaje no me impide ser consciente de su textura onírica, de su inefabilidad en cuanto cosa en sí. El lenguaje, en sí, más allá del lenguaje mismo -más allá de esta frase y de otras que puedan configurarlo-no existe. No cabe hablar de lenguaje en sí, más allá de un acto concreto que lo sostenga -un acto de habla.

3.- Una pareja de enamorados acaba y termina en una matriz lingüística: un sueño compartido, una música común, única, irrepetible: un cosmos misterioso cuya estructura lógica está a disposición de los dos poetas que lo configuran a la vez. Por amor. Por amor a su sueño compartido: sueño de mentes y de cuerpos entrelazados en un universo para dos.

4.- ¿Cómo visualizar la estructura metafísica de un lenguaje? Yo lo veo como una forma de comunicar encadenamientos entre universales. “Mi mano tocó la nieve acumulada en las ramas de un fresno”. La frase es una música mágica que muestra el baile entrelazado de parcelaciones arbitrarias del infinito. Es prodigioso. Sobre todo porque la visión de ese baile puede llevarse a otra conciencia, al que escuche lo dicho.

5.- Al ocuparme de “Logos” [Véase] y “Humanidad” [Véase] ya compartí mi sensación -mi convicción- de que somos magos. Magos lógicos (también químicos). Y que tenemos acceso al Logos que vertebra nuestras almas y la de nuestros seres queridos. Una frase, sincera, enviada al sueño particular de la persona a la que amamos puede reconfigurar el color de todos los cielos de ese sueño. El lenguaje es sagrado y sacralizador. Se puede irrumpir en el sueño ajeno y llenarlo de belleza (de lo que según ese mismo sueño es belleza [Véase “Belleza“]). Eso sería agraciar [Véase “Gracia“].

6.- Si bien el lenguaje -como Logos observable y analizable por una inteligencia- es un sistema regido por leyes, su fuente es no legaliforme. Si aceptamos una sola libertad -la de “Eso” que, por ser nada, puede ser y hacer cualquier cosa- “nuestro” uso del lenguaje sería siempre sagrado: todo lo dicho estaría dicho desde las profundidades: desde “Dios” si se quiere este vocablo. Heidegger o Nisargadatta dijeron que nadie dice nada. Todo es escucha.

7.- Los lenguajes en plural se presentan como sistemas organizados en función de leyes gramaticales. Pero esos sistemas se han sistematizado ‘solos’: serían sistemas emergentes, universos legaliformes y legaliformizadores que han surgido de… ¿De dónde? ¿De la interacción entre las leyes de la naturaleza y la materia de los cerebros de la humanidad? ¿Será la teoría unificada de la Física el primer Verbo, esa palabra primera de la cual surge todo lo existente, lenguajes incluídos?

8.- Me fascinan especialmente los renglones del lenguaje escrito. Y todo lo escrito por los filósofos y poetas se me presenta como las yemas de los dedos de un ser que apenas puedo intuir, pero que parece que quiere tocar algo.

¿Qué quiere tocar? ¿Qué quiere decir el lenguaje en su totalidad? ¿Cuánto va a llegar a decirse con el lenguaje? ¿Qué sorpresas nos esperan en los renglones que todavía no han sido escritos a través de nosotros; y en nosotros? ¿Cuánto le queda a “Dios” (o al “hombre”) por decir/por crear?

¿Qué prodigios nos esperan gracias a los hechizos de las manos -humanas y divinas a la vez- del lenguaje?

Creo que muchos. Y creo que cabe decírselos, al oído, a las personas a las que amamos.

“Una palabra tuya bastará para sanarme”.

David López

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