Archivo por meses: abril 2010

Las bailarinas lógicas: “Poesía”.

 

 

Poesía. Póiesis es la palabra griega. Significa “creación”  en sentido extenso. La poética sería crear algo con la palabra.

Impresiona la palabra Póiesis si se la relaciona con Hyle (materia). Hyle se utilizaba para compartir un concepto que sería algo así como “materia prima para construir cualquier cosa”. Mis reflexiones sobre la materia se pueden leer [aquí].

¿Cabe analizar filosóficamente eso que sea la Poesía? ¿Cabe ubicarla en un modelo de totalidad? Creo que sí. Aunque ese modelo de totalidad, finalmente, se hará con palabras. Palabras siempre creativas.

Una pregunta fundamental es si las cosas y el mundo están ya, ahí, antes de ser nombrados, o no.  ¿Hay “cosas” y “mundos de cosas” o lo que hay es materia: materia prima para construir, crear, mundos de cosas con la palabra? ¿No es “mundo” una palabra? ¿No es “nación” una palabra? ¿No son “hombre” y “humanismo” también palabras? Sí, son palabras, constructos poéticos que maximizan sus hechizos para que no se evidencie su origen poético: quieren ser metalingüísticos: quieren tener un ser en sí más allá de que un poeta les de un nombre. Pero no lo tienen. Lo que haya más allá del lenguaje no puede decirlo el lenguaje.

Y ni siquiera puede el lenguaje decirse a sí mismo.

Un primer acercamiento filosófico a esta flor azul nos obliga a deternernos en una obviedad: eso que comúnmente se entiende por Poesía se presenta, fenomenológicamente al menos, como una simple combinación de palabras: símbolos acústicos o gráficos que, en contacto con nuestro cerebro, y una vez decodificados, pueden provocar modificaciones en nuestro estado de conciencia.

Y, algunas veces, el lenguaje, la Poesía, puede reventarnos de belleza por dentro. En esos momentos el poeta es un mago porque transmuta nuestros estados de conciencia, nos sublima, a nosotros, y también eso que llamamos mundo. Pero la Poesía no siempre consigue hacer Magia con nuestra psique y con nuestro sistema sanguíneo. Todo lo contrario: la mayoría de las veces los constructos de palabras que se presentan explícitamente como “poemas” son tediosos, absurdos, azucarados en exceso, ácidos en exceso, necroseados… ¿De qué depende que ocurra el milagro poético? Me refiero al milagro de que unas simples palabras -símbolos combinados- nos provoquen estupor maravillado. Hagamos una prueba. Dejemos que nos posean estas palabras de Hölderlin:

En suave azul florece

con su metálico techo la torre de la Iglesia.

¿Qué nos ha pasado? ¿Ha retumbado en nuestra kantiana bóveda interior algo así como un trueno de belleza casi mortal? ¿O no hemos sentido nada porque no compartimos con Hölderlin su vibración poético-símbolica, sus miradas, sus sobrecogimientos cósmico-cristianos?

En este  texto intentaré compartir mi sensación -¿pre-poetizada ya por algún poeta cuyas poesías hayan anidado en mi interior?- de que todo es Poesía: incluido ese ámbito de lo “real” que denominamos “prosaico”. En uno de sus más famosos poemas Bécquer dice:

¿Qué es poesía? –dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

Creo que ese “tú” es todo. No solo la belleza femenina que suponemos brillando y vibrando en torno a esa pupila azul. Todo: el “mundo” y sus “cosas”, los “dioses” (dioses lógicos, lógicamente) y hasta algo que podríamos llamar nuestro “yo objetivo” o “lógico”: esa cosa con la que nos identificamos, que observamos, desde una mirada tomada por una forma de poetizar.

¿Diferencia entre Logos y Poesía? Quizás la Poesía se hace Logos cuando ya ha nacido y no quiere cambiar ni morir. Cuando se aferra a una forma (o, mejor, a una forma concretas de ser música). El Logos es el resultado del poetizar. El poetizar, si es auténtico, sería libre, genésico… o apocalíptico. Por eso los dogmatismos -los totalitarismos de la mente- quieren (necesitan) expulsar a los poetas. Porque por las bocas de los poetas pueden entrar nuevas formas de decir el mundo: nuevas músicas, quizás imbailables para nuestros cuerpos actuales.

Pero, ¿qué/quién habla a través de los poetas? ¿Son los poetas, los verdaderos poetas, esclavos de la creativa libertad de los dioses? ¿Son elegidos? ¿Elegidos para qué? ¿Para aumentar la potencia de los hechizos de lo real? ¿Por qué quieren tenernos hechizados en deliciosas cavernas platónicas?

Creo que cabe acerarse a la Poesía desde las palabras de estos poetas:

1.- Platón (con la lectura de su diálogo Ion).

2.- Novalis: Henrich von Ofterdingen: el fondo de lo real es la Poesía (y la Magia).

3.- Heidegger [Véase aquí]. Qué es Poesía. El poetizar como fundamento de todo lenguaje y como actividad del Ser (no del hombre).

4.- María Zambrano [Véase aquí]. Filosofía y Poesía (ineludible). También lo es Algunos lugares de la Poesía. En esta antología hay un texto que lleva por título San Juan de la Cruz: de la “noche oscura” a la más clara mística. Sobre esta deliciosa pócima de palabras hice yo una crítica que se puede leer [Aquí].

5.- Baudrillard. Todo es mapa. Ya no hay territorio. Y el mapa es además falso. Braceamos, perdidos, desconcertados, engañados por mentirosos que han sido a su vez previamente engañados… en un océano de símbolos entremezclados que nos han alejado de lo real. De lo real de verdad. Sostendré que Baudrillard fue un dogmático pesimista que no soportó la fertilidad ubicua de las palabras: que no soportó las consecuencias del eterno poetizar que arde en el fondo de lo real.

Algunas de mis ideas sobre eso que sea el misterio de la Poesía:

1.- Hölderlin -cuyo retrato vigila este texto- dijo: “Poéticamente habita el hombre sobre la tierra”. Tenía razón. Y de hecho, “hombre”, “habitar” y “tierra” son constructos poéticos. Muy antiguos -fundacionales diría Heidegger-, pero no por ello menos creativos, menos artísticos, menos hechizantes.

2.- Creo que sería útil distinguir entre Poesía consciente (o explícita) y Poesía inconsciente (o implícita). La primera la encontramos en las combinaciones de palabras que se presentan como poemas (o, en sentido más amplio, como obras literarias de ficción). En la segunda estaría, según Machado, la Filosofía (“Los grandes filósofos son poetas que creen en la realidad de sus poemas”). Yo creo que habría que extender también la Poesía (inconsciente, implícita) a las teorías científicas y a los constructos matemáticos. El universo de Aristóteles ahora nos parece una fantasía. Pero era evocador. Hacía sentir ahí dentro todo un mundo. Las cosmovisiones actuales también son poesías. Inconscientes. Platón, el gran político-poeta, no quiso más Poesía. Quiso que su poetizar -el suyo y el de los suyos- fuera ya Logos: fuego eterno, matemático, dando orden inamovible al cosmos eterno.

3.- Desde el discurso del materialismo cerebralista (que es también Poesía) se podría decir que un poema -explícito- ofrece un determinado recorrido de conexiones neuronales. Así, leyendo a Rilke, o a San Juan de la Cruz -o a Marx, otro poeta- nos veríamos obligados a componer conceptos, y relaciones entre conceptos, que nos provocarían sensaciones singulares. O no. En algunos casos, esas sensaciones nos elevarían, transmutarían nuestra conciencia: nos llevarían a una especie de paraíso lógico.

4.- Los universales [Véase]. Cabe preguntarse por el origen de esas formas de recortar -de crear- lo real. Quizás el poeta más poderoso sea aquel capaz de instaurar nuevos universales (nuevas cosas, nuevos dioses, nuevos hombres), con energía, con Magia, tanta que se presentarán como obvios para los miembros de su “alga lógica” (cerebros en red, cerebros y corazones que vibran en un mismo tejido lingüístico-poético). El que cree en la realidad de los universales -el que cree que las cosas existen en sí, antes del lenguaje- está ortorgando una especie de eternidad y autonomía meta-antrópica a un Poema: un Poema que querría alcanzar ese estado de divinidad que tendría el Logos [Véase Logos].

5.- Se ha dicho muchas veces, y desde hace milenios, que los poetas están en manos de los dioses. O del Uno primordial. O del Ser. No es una hipótesis descartable. Cabría imaginar que las mentes de los hombres -y los corazones también- estuvieran manipulados por inteligencias no accesibles a la nuestra  (programadores sobrehumanos entrando en el sistema de nuestras mentes). O por poderosísimas fuerzas de la naturaleza igualmente inaccesibles a nuestra inteligencia. Uno primordial. Ser. Dios. Dioses. Naturaleza. Vida. Leyes (teoría “M”). Todo palabras. Todo Poesía. Todo Magia (otra palabra más).

6.- Heidegger pensó que el hombre (el hombre post-socrático al menos) ya no escucha a los verdaderos poetas (a los dioses en definitiva) porque se pierde en lo humano (lo útil). La Poesía probablemente es anterior a lo humano (a lo que ahora metemos en el conjunto que preside este universal). Foucault lo dijo así: “no son los hombres los que hacen los discursos, sino los discursos los que hacen a los hombres”. ¿Y de dónde salen esos discursos capaces de crear hombres?

7.- No existiría lo “prosaico” (ni siquiera sería prosaica la prosa del manual de un frigorífico). Todo se mira y se siente a través de un lenguaje, de un resultado concreto del poetizar. Lo prosaico sería algo así como un poetizar inconsciente, rutinizado, mimético y robotizado, ya deslucido y desdivinizado por el uso. Decir, simplemente, que “el vaso está lleno de agua” es reproducir, inconscientemente, un poetizar. Y creo que no debería olvidarse -al hablar- el origen divino de ese acto genésico que es el poetizar. Recomiendo leer mis notas sobre “Cosa” [aquí].

Poesía. Palabras. Palabras. Pero, ¿cabe poetizar el silencio? ¿No es el silencio otra palabra, otro “concepto” [véase]? Creo que no. Quien medita, quien medita de verdad, sabe que el silencio al que se llega en meditación es “algo” mucho más allá del silencio que puede crear el lenguaje. Y se llega a “Eso” si se es capaz de desactivar todas las poesías: incluidas las que explican y celebran el prodigio de la propia meditación.

Uno de los espectáculos más impresionantes que se presenta ante mi conciencia es, sin duda, lo que le ocurre al lenguaje cuando quiere decir lo que hay, en su totalidad: el Ser, o Dios, o … En esos momentos el lenguaje -el poetizar- se retorsiona, ruge, suda, explota dentro de sí mismo en infinitos y deslumbrantes bigbangs lógicos, fabrica fabulosos paraísos lógicos; y también infiernos. Pero nunca puede ver nada fuera de sí mismo, porque el lenguaje -y sus Poesías- no ven, sino que fabrican la mirada. Todo se ve -en realidad se crea- a través de ellos. Incluso crea a ese niño abandonado en la selva que no conoce el lenguaje pero que, sin embargo, ve, y sobrevive. No. Ese “niño” y esa “selva” son constructos poéticos. Lo que se vea desde eso que haya detrás de las palabras “niño abandonado en la selva” es inefable; incluso si aceptamos la -kantiana- hipótesis de Chomsky de que todos los seres humanos nacemos ya, de serie, con el lenguaje aprendido.

Retorsión. Sudor lógico. Estallidos infinitos canalizados por algoritmos sintácticos. Creatividad -si es que eso es posible- desde sistemas con leyes lógicas determinadas a priori. Es el espectáculo que ofrecen los sistemas filosóficos: esos imponentes poemas. Pero la inefabilidad es ubícua; y el lenguaje más excelso es aquel que, desde la lucidez y la impotencia, desde la docta ignorancia, desde la pobreza absoluta a la que se refería Eckhart, se serena y, en silencio, asumiendo su nada, su materia onírico-mágica, trata de oír, oler, eso que haya más allá de las palabras.

En esos momentos, un árbol deja de ser un “árbol” y el poeta que lo contempla deja de ser un “ser humano”.

Y ambos -árbol y poeta- se disuelven en lo sagrado.

David López

 

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Las bailarinas lógicas: “Parapsicología”.

 

Emanuel Swedenborg

 

“Parapsicología” (del griego “para“: “junto a…”: ¿Junto a la psicología?).

Se trata de una bailarina lógica creada por Max Dessoir en 1889. Lo hizo en un artículo publicado por la revista Sphinx; y su intención fue dar nombre a una parte de la psicología que no pertenecería ni al ámbito de lo ordinario ni al de lo patológico.  

Psique/Normalidad/Patología. Muchas bailarinas. Mucho hechizo.

¿Es que hay estados psíquicos que no sean ni normales ni patológicos? Y, sobre todo: ¿eso que sea la Parapsicología —y el objeto de su estudio— merecen ser analizados desde la Filosofía?

Creo que sí. La Filosofía deja de serlo si rechaza cualquier hecho (“científico” o no), cualquier sensación, cualquier contenido de conciencia… e incluso cualquier perspectiva que no considere que existe algo así como la “conciencia”. La Filosofía es la mirada absoluta: la absoluta exposición de la mente y del corazón (y de la imaginación) al infinito empírico. La Filosofía, cuando se practica de forma radical, no se reduce a considerar lo útil (útil para un nivel de conciencia), ni en lo que solo ocurre a todos y siempre, ni en lo que ya a priori disponga de hábitat lógico u ontológico en un modelo acreditado de totalidad (o de parcialidad).

Hay una “ciencia” (las comillas las exige la ciencia que no se pone comillas a sí misma) que pretende estudiar fenómenos que parecen no estar sometidos a las leyes de la Naturaleza tal como estas leyes son concebidas actualmente. Uno de los nombres que se le ha dado a esa ciencia es Parapsicología. Hay otro: Ocultismo. ¿Es que hay cosas, realidades, que se ocultan? Quiero decir: ¿cabe considerar que haya regiones de la totalidad que no se muestren siempre, a todos, o que, incluso, su no mostrarse siempre y a todos fuera una exigencia sistémica?

Mi acercamiento estrictamente filosófico a lo “oculto”  — o “parapsicológico” o “paranormal” — se lo debo a Schopenhauer. Llevo muchos años estudiando el lugar de la magia en su metafísica. En este tiempo he tenido el privilegio de leer trabajos extraordinarios. Uno de esos trabajos es este:

Andrea Kropf: Philosophie und Parapsychologie -Zur Rezeptionsgeschichte parapsychologischer Phänomene am Beispiel Kants, Schopenahuers und C. G. Jungs- [Filosofía y Parapsicología -Sobre la historia de la recepción de los fenómenos paranormales en los casos de Kant, Schopenhauer y C. G. Jung-], Lit Verlag, Hamburgo 1999. No hay edición española (que yo sepa). Se trata de una tesis doctoral leída en Basilea que propone preciosos desafíos a nuestra inteligencia filosófica.

¿Hay algo libre de verdad en ese Todo que se nos muestra, que nos constituye, que nos envuelve? El tema de la libertad es crucial para considerar la legitimidad de las ciencias de lo oculto… si es que por oculto entendemos aquello que se muestra, que se des-oculta, de pronto, saltándose todas -todas- las leyes de lo real.  Un análisis filosófico de la legitimidad de la parapsicología como ciencia exige afrontar esta pregunta descomunal: ¿Hay algo libre y creativo; o todo está sometido a leyes (más o menos cognoscibles por eso que sea el ser humano)?

Antes de exponer mis propias reflexiones, creo oportuno señalar las siguientes vías de investigación:

1.- Historia del ocultismo como ciencia. Agrippa von Nettesheim. Mesmer. Swedenborg. Kant. Schopenhauer. Blavatsky. El espiritismo (Andrew Jackson Davis). La parapsicología en las universidades.

2.- ¿Qué se entiende por fenómeno paranormal? Percepciones extrasensoriales, visiones, psicokinesis, materialización de personas fallecidas, sueños premonitorios, telepatía… Pero, ¿es que hay algún fenómeno normal, en el sentido de sometido a normas eternas e inmutables (o a leyes que mutan en virtud de leyes que rigen esa mutación)?

3.-. Walter von Loucadou: “Es evidente que cada éxito de la parapsicología como ciencia natural convierte a la parapsicología en algo superfluo”. La paradoja de que la parapsicología pretenda ser ciencia (explicitación de leyes fijas en modelos lógico-humanistas) y, a la vez, se enfrente a lo que no respeta leyes (ocultas o no).

4.- La parapsicología y la posibilidad de realizar experimentos en sentido galileano.

5.- Posibles relaciones entre la Filosofía y la parapsicología desde la perspectiva de Andrea Kropf.

6.- La causalidad. ¿Todo ocurre por una causa inmediata? ¿Estamos inmersos en cadenas causales desplegadas —diacrónica o sincrónicamente— en eso que sean el espacio y el tiempo? La parapsicología como ocasión para imaginar nuevos modelos de causalidad. O modelos sin causalidad. Despertemos del sueño dogmático con Hume: la causalidad no es experimentable.

7.- El caso de la James Randi Educational Fundation (www.randi.org): un millón de dólares a quien pueda desmostrar algún fenómeno paranormal. Solo existe, o ha existido, lo que pueda demostrar el método científico galileano/newtomiano. Pero, ¿hay algo que haya demostrado el “método científico”? 

Expongo ahora algunas ideas mías, provisionalísimas:

1.- El millón de dólares que ofrece la fundación de James Randi no podría ser entregada a ningún científico. Esta reflexión es una consecuencia necesaria (una seriedad necesaria) que me asalta tras la lectura de las obras de este vector de inteligencias: Hume-Popper-Lakatos-Feyerabend. El escepticismo de esa bienintencionada asociación de heresiólogos que ha creado James Randi debería aplicarse a sus propios dogmas. De esta forma, ni a ellos mismos se les podría hacer entrega del millón de dólares en el momento en que acreditan, científicamente,  la falsedad de un fenómeno paranormal. No dispone la ciencia de hipótesis indubitables —sacras/incuestionables— que sirvan para falsar a otras. Ni siquiera el “método científico” puede validarse a sí mismo. El hecho de que un suceso se repita muchas veces no implica, ni siquiera lógicamente, que vaya a hacerlo siempre. Y la ley que parecería explicar esa repetición está sometida siempre a esa tensión óntica. Puede no ser ley en cualquier momento. El que algo quede demostrado no implica que sea “real”; o, mejor expresado quizás: el hecho de que una sucesión de fenómenos parezca expresar que una ley les obliga a hacerlo nunca permitirá sostener la existencia real de esa ley. Y el hecho de que un fenómeno no se repita más, o que no responda a teoría alguna, o que solo sea percibido por una persona en un estado alterado de conciencia, no implica que no haya existido.

2.- En cualquier caso, si lo que hay está sometido a leyes férreas (sean o no accesibles al intelecto humano) es irrelevante debatir si a alguien se le aparecieron o no personas fallecidas, o si fue capaz de visualizar un hecho futuro, o si leyó un pensamiento o un sentimiento acaecido a miles de kilómetros de distancia. Esas experiencias, según los que las niegan, serían patológicas o, peor aún, falsas: engaños. Timos. La palabra psicología ya indicaría desde dónde se quisieron estudiar los fenómenos no “normales”: la psique, o la “subjetividad” para quien necesite abandonar el psicologismo de la Metafísica clásica (recordemos a Kant). Los fenómenos paranormales serían, como mucho, algo que ocurre en una psique. En un cerebro… pura materia. Pero resulta que no hay ningún científico que sepa qué es la materia. Y si alguien dice que lo sabe está cometiendo un fraude… o está hechizado por un sueño dogmático… o ha dejado de estudiar hace muchos años.

3. ¿Es simplemente falso que alguien haya sabido lo que pensaba y sentía otra persona situada a miles de kilómetros de distancia? ¿Es un embuste o una alucinación que alguien haya visto lo que iba ocurrir en el futuro; o que haya sido visitado por personas fallecidas? ¿Es esto serio, más allá de que haya que ocuparse de las patologías mentales y de los embaucadores?

4.- Las evidencias. La parapsicología es considerada pseudociencia porque no se basa en hechos evidentes ni aporta teorías comprobables… ni engarzables en el conjunto de teorías que hoy vertebran el conocimiento humano (al menos, el conocimiento humano oficial, estatal). Pero me temo que no hay evidencias de nada, sino “videncias” que en algunos casos se pueden compartir con el estado de conciencia en el que participa la tribu. Y en otros no.

5.- Creo que cabe empatizar con inmensidades ocultas no accesibles al método científico. Creo que no debemos descartar incluso un modelo hiperteísta (hiper-poli-teísta) como el que, según la narración ortodoxa de la historia de la Filosofía, habría sido superado, infantilizado, por los que primero filosofaron: por los que empezaron a usar eso de la “razón” (esa diosa imponente, psico-antropomórfica, que lo quiere todo para ella). “Todo está lleno de dioses”, dijo Aristóteles que había dicho Tales de Mileto. ¿Descartamos esa hipótesis? ¿Y si esas diosas omnipotentes que los cientístas llaman “leyes naturales” tuvieran conciencia, vida, emociones…? ¿Podemos descartar que lo que nos pasa, lo que en este mismo momento nos está pasando, fuera fruto de la acción de dioses invisibles?

6.- Si todo -todo-, incluidos los procesos cerebrales, puede ser reducido a una materia que hace solo lo que puede hacer, tanto las alucinaciones como las mentiras serían efecto necesario de una causa (químico-física finalmente: ineludible en cualquier caso). Así, la aparición de gente fallecida en el dormitorio de un ser humano ocurriría con la misma necesidad causal que la evaporación del agua sometida a calor.

7.- El debate importante es si cabe practicar una ciencia de lo no legaliforme: de lo espontáneo, de lo que ocurre sin permiso de leyes. Y más aun: si permitimos que algo haya ocurrido, que sea real, serio, aunque ese ocurrir no pueda ser repetido (provocado por un experimento); o no pueda ser percibido siempre por quien lo percibió… o nunca por el estado de conciencia que, en un momento determinado, comparta una tribu humana. O no humana.

8.- Creo que es crucial diferenciar entre fenómenos inexplicados y fenómenos inexplicables. La ciencia, tal como parece sobrevivir en el paradigma actual, asume la posibilidad de explicación de todo lo que ocurre, convencida, desde su fe, desde su sólida metafísica legaliforme, que todo ocurre por una causa inteligible. Aunque esa inteligibilidad no se llegue a actualizar nunca. Aquí creo que estaría Popper.

9.- Desde mi tratamiento de los conceptos de cosmos, libertad y magia cabría sugerir que lo que se presenta ante una conciencia (eso del “mundo”) tiene una textura mágica, creativa, libre, no legaliforme. No esun todo dinámico de piezas, o energías, muertas y sometidas a leyes muertas. Desde esta perspectiva, cabe sostener que todo lo que ocurre tiene una sola causa: magia libre, inimaginable omnipotencia imaginativa. ¿De quién/qué? ¿Dios? ¿Dioses? ¿Fuerzas innombrables? ¿El abismo creativo de mi yo esencial?

10.- Es irrelevante desde el punto de vista metafísico si hay o no otro mundo donde “habitan” nuestros seres queridos (ya me ocupé de este tema en “Muerte”).  Lo decisivo es si asumimos o no la posibilidad de que estemos en algo, o de que seamos algo, capaz de hacer lo que quiera, siempre, en cualquier rincón de sus mundos infinitos. Lo decisivo es si somos capaces de digerir el concepto de “Cracia”, tal y como lo usó Simone Weil. Eso que atraviesa la legaliformidad de cualquier cosmos: la omnipotencia y omnicreatividad que lo penetra todo.

11.- Insisto: tengo la sensación de que toda ciencia se ocupa siempre de lo paranormal, toda vez que no creo que haya ley alguna que someta/esclavice/deje sin vida lo que se nos presenta en la conciencia. Podríamos decir incluso que todo momento de aparente paz y lucidez en los modelos de la física teórica son espejismos (deliciosos, muy útiles para satisfacer necesidades que surgen de determinados niveles de conciencia).

12.- El desafío está en soportar intelectualmente —y místicamente— algo tan prodigioso como la omnipotencia y la omni-libertad. De algo. De lo que sea. Es igual. Si se consigue sujetar esta maravillosa burrada en nuestra conciencia filosófica todo es posible. Yo creo que vivimos en un mundo donde todo es posible.

¿He experimentado yo fenómenos como la telepatía, la visión de hechos futuros, los sueños premonitorios o la presencia de seres ya fallecidos?

Sí. Pero no lo puedo demostrar a través del “método científico”. Me quedo sin el millón de dólares. Pero no voy a aplicarme la autocensura paradigmática. Ya sugerí con ocasión de “Muerte” algo que podría ser denominado “hiper-empirismo”.

Aprovecho estas últimas líneas para proponer una ética que quizás podría denominarse “metafísica” (por dirigirse a lo que no es de este mundo, tal y como este mundo -este cosmos- se construye en la conciencia que ahora supongo que compartimos). Mi propuesta es que  hay que respetar a los fantasmas, amarlos (aunque sean ‘solo’ fantasmas/fantasías de nuestra mente), e incluso rogarles, si fuera necesario, que se salgan de la habitación (¿de la mente? Es igual). Y hacerlo siempre con cariño, siempre con respeto. Supongo que algo me debe de haber influido el concepto de piedad tal y como lo trató María Zambrano en El hombre y lo divino: compasión con lo infrahumano, con lo que no tiene del todo realidad, con lo que la metafísica cientista clásica expulsa de su selecto club de lo real.

Respeto. Siempre. Porque estamos en algo prodigioso. Sagrado.

Y libre.

David López

 

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Las bailarinas lógicas: “Moksa”.

 

 

Moksa. Es una palabra que proviene del sánscrito: una lengua que ha ofrecido, y sigue ofreciendo, grandes tesoros a la mente humana.

Y al corazón humano también.

Moksa se debe escribir con un punto bajo la “s”, pues se trata de una sibilante retrofleja que se pronuncia haciendo una cabriola con la lengua: algo así como doblarla y pegar su punta al fondo del paladar.

Significa “liberación”. La raíz es “muc” (desatar, liberar). Aprovecho para recomendar, otra vez, una obra imprescindible: Francisco Rodriguez Adrados: Védico y sánscrito clásico (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1992). También aprovecho para animaros a estudiar esas lenguas (esas llaves). ¿Por qué no?

Hay que liberarse del autoconfinamiento en la celda de lo que creemos posible.

Moksa. Una palabra, un concepto, cruciales en la filosofía india.

Liberación. ¿Liberación de qué? ¿Hacia qué? ¿Qué es lo que pasa, tan malo, que nos obliga a querer escapar?

Desatar, desatarse. ¿Qué/quién nos ata? ¿Qué/quién se desata? ¿Eso que se denomina “ser humano”?

Moksa es una palabra. Una bailarina lógica. Su objetivo, su razón de ser, como la de todas las demás bailarinas, es crear realidad: que su baile equivalga a lo real. Y ese baile presupone una especie de tensión dramática en la estructura de lo que hay: algo estaría en un estado de privación, de sufrimiento, de esclavitud; y ese algo podría salvarse, acceder a otra cosa que, en general, va a ser descrita como gloriosa: como felicidad infinita.

Moksa (liberación) es lo que ofrecen las así llamadas darsanas (con tilde sobre la primera “s” para indicar que es una sibilante palatal). ¿Será un concepto que debemos entender, o, todo lo contrario: un no-concepto? ¿Será algo que le va a ocurrir a nuestra mente (y corazón) como consecuencia de la instalación -encarnación neuronal- de un determinado conjunto de palabras (un Logos)?

¿Qué nos espera? ¿La gloria eterna? ¿El paraíso?

¿Cabe realmente el acceso a la felicidad absoluta? ¿Es eso el cielo? ¿Tienen sentido, dan cuenta de algo real y comprobable, las soteriologías?

Creo que cabe ocuparse del concepto de Moksa hindú siguiendo este orden:

1.- Las seis darsanas básicas y sus propuestas para acceder a la liberación: Nyaya, Vaisesika, Samkya, Yoga, Mimansa y Vedanta.

2.- La perspectiva de S.D. Dasgupta, expresada en su obra A History of Indian Philosophy (Motilal Banarsidass Publishers, Delhi, 1922).

3.- La liberación hindú según es tratada por A. B. Keith en su obra Religion and Philosophy of the Veda (Harvard University Press, Cambridge, 1925).

4.- Moksa según la introducción de Nikhilananda a las Upanisads (Ramakrishna-Vivekananda Center, Nueva York, 1949). Cita de Gaudapada: no hay nadie que necesite salvación ni nadie que esté salvado.

5.- Mircea Eliade: El Yoga, Inmortalidad y libertad (editado en español por el Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1991).

6.- Raimon Panikkar: Espiritualidad hindú (Kairós, Barcelona, 2004): “El último fin del hombre es la beatitud suprema, idéntica a la liberación definitiva de cualquier ligamen de orden trascendente”. La “desnudez óntica total”.

Comparto ahora algunas “darsanas” personales.

1.- Al ocuparme de la palabra “concepto” [Véase] cité el Génesis (2.16-17): “De todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres, morirás”. A partir de esta narración afirmé que un concepto es algo que toma la mente, no algo tomado por la mente. Moksa nunca puede ser un tipo de conocimiento, porque todo conocimiento es una forma de mente, o una música que regula distintas formas posibles, encadenadas [Véase “Logos“]. Y una forma de mente es siempre una forma de esclavitud, aunque esa esclavitud sea paradisíaca.

2.- Cabría preguntarse si hay algún concepto (o Logos completo como música de conceptos encadenados) que, conseguido por nuestra mente, permita el acceso a la salvación; esto es: la regeneración completa y la beatitud (digamos algo así como la felicidad absoluta). Creo que sí: los hay. Hay tipos de bailes de mente (Logos) que, encarnados en nuestras neuronas, transforman nuestro mundo: o crean un nuevo mundo. El mundo no es más que la encarnación de una forma determinada de encadenar formas mentales (conceptos). Ahí está la magia genésica de los distintos Logos. Cuesta instalarlos, cuesta mantenerlos, pero sin duda pueden propiciar estados de conciencia sublimes. Eso es el paraíso (mental, corporal incluso). Pero Moksa no es el paraíso, porque el paraíso todavía presupone una subjetividad, una individualidad anhelante de felicidad.

3.- Moksa es liberación: acceso a la libertad (a la natura naturans), a una libertad que se perdió, o que no se supo que se tenía. Moksa sería una toma de conciencia de esa monstruosa libertad que se tiene, que se es. Moksa es saber lo que se es. Conocerse. Sentirse. Sugiero ver la bailarinas “libertad” [aquí].

4.- Creo que esa libertad abisal permitirá amar a esa determinación inesencial de nuestro ser con la que ahora  nos identificamos. Y contemplarla con fascinación y respeto. Pero no “serla”. No confundir nuestro ser con la infinitas formas en que es capaz de existir. En realidad, Moksa implicaría saber que yo no soy David López y, aun así, amarlo, desde una distancia infinita, pero con infinita ternura.

5.- Moksa es un concepto que presupone sufrimiento. Aquí hay una obvia empatía intelectual y soteriológica con la visión budista: “todo es sufrimiento para el sabio”. Yo no estoy en absoluto de acuerdo con esta premisa, pero, en cualquier caso: ¿Es malo el sufrimiento? ¿Cabe que ocurra el prodigio del Moksa sin el sufrimiento?

6.- Moksa sería, desde la narración del Génesis, un estado en el que no se come el fruto del árbol prohibido (y no se es el fruto comido): ningún concepto apresa la conciencia “humana”. Así, cabría mirar el arbol, coger el fruto entre las manos, sentirlo, pero no finitizarse en él. Porque ese árbol es mi árbol: yo lo he creado (podría haber dicho el Maestro Eckhart).

8.- ¿Cómo ocurre la salvación? ¿Cómo se “decide”? Aquí la palabra clave es “Gracia”. Si solo tiene libertad -aseidad- el “Dios metalógico” (esa Nada omnipotente), solo Él podrá decidir, en libertad, dónde es libre y donde no, y qué modelos de salvación va a autoinocularse en los infinitos cerebros y corazones en que puede autodifractarse. Por arte de Magia.

He puesto en el cielo de estas frases una fotografía de máscaras venecianas. Me han parecido imágenes de existencias abandonadas, contempladas ya desde fuera/arriba por una conciencia que se ha liberado de la ilusión de identificarse con ellas. Pero ahí están: vacías pero bellas, generosas en su oquedad metafísica, dispuestas, si Dios quiere, a seguir sirviéndole como ventanas en sus Creaciones.

Creo que un liberado podría detenerse en esta visión de sus máscaras. Con ternura. Y que podría ser quizás compasivo, cariñoso, respetuoso, con esas máscaras venecianas que alguna vez creyó que agotaban su ser.

David López

 

Las bailarinas lógicas: “Muerte”.

 

 

“Muerte”.

¿Es la muerte, también, una simple palabra? ¿Se trata de una bailarina lógica, un puro hechizo lingüístico?

¿Es un “mero” concepto, una forma de nuestra mente, entre otras que hay que suponer infinitas? Parece que sí, pues cada discurso, cada cosmos, cada modelo de mente, tiene su propio modelo de muerte y lo siente con convicción… al menos ante la tribu. Otra cosa es lo que sentimos cada uno de nosotros en  nuestra “metafísica íntima”: esa zona privadísima que no publicitamos: eso que, según se suele decir, quedaría “manchado” si lo contamos a otros.

La muerte: uno de los más descomunales misterios. ¿Qué es? ¿Por qué es tan misteriosa? ¿Es el fin de una determinada configuración de Materia? ¿Es una transformación de la Materia? Lo que yo creo que es la Materia se puede leer entrando físicamente en este símbolo que he subrayado.

¿Es la muerte una puerta de entrada a otro mundo? ¿Podemos contactar con ese mundo? ¿Nos pueden seguir amando, y ayudando,  nuestros seres queridos, desde esa otra realidad? ¿Y nosotros a ellos desde aquí?

¿Hay vida después de la muerte? Pero, ¿alguien sabe exactamente qué es eso de “la vida”?

¿Cómo podemos saber que no hemos muerto y que no hemos ingresado en otro plano de lo real?

Recuerdo un “sueño” especialmente angustioso: una especie de samsara acelerado, arrollador, como una catarata de mundos sucesivos. Yo soñaba y creía despertar. Ese despertar me aliviaba porque el mundo en el que ingresaba me parecía sólido, “real”, fiable: vida verdadera por fin. Pero resultaba que aquello era también un sueño, una farsa de mi mente, y volvía a despertar en otra realidad ya sí verdadera, y de nuevo respiraba aliviado… y así fui despeñándome entre mundos que parecían infinitos, todos con olor a vida real, todos finalmente convertidos en materia delicuescente.

Materia delicuescente. Eso es un sueño. Eso es la vida.

Hay quien sostiene que las religiones sirven para calmar el miedo a la muerte. Yo creo que se tiene mucho más miedo a la vida. Moksa [Véase] significa precisamente liberación… de la vida: de la vida que hay siempre después de toda vida: la cadena de las reencarnaciones, al parecer movida por implacables leyes morales.

Schopenhauer confesó que tras la muerte quería acceder a la nada, pero se temía que esa nada no era lo que había tras la muerte: esa nada –tal y como él la teorizó en sus obras- solo sería accesible al asceta, al que ya ha sido capaz de no querer más, nada más. Y sabía también que tras la muerte no estaba la nada -no vivir más- porque lo había comprobado: en cierta ocasión había visto a sus padres, ya fallecidos.

Ante un tema como la muerte voy a sugerir un talante hiper-empírico, esto es: que dejemos ahí, sobre la mesa de nuestro taller de filósofos, todos los “hechos” que alguna vez se hayan presentado ante nuestra conciencia, no solo los que estén permitidos por uno u otro modelo de realidad. No seamos tan obedientes.

Mis dos padres fallecieron hace pocos años. Antes de su muerte nos unía un amor descomunal. Ese amor ha ido creciendo con los años. Y no solo eso: también ha ido creciendo la sensación de llevarlos “dentro” (¿dentro de qué?), como si yo estuviera misteriosamente embarazado de ellos, de los dos. También me ocurre que en ciertos momentos de mi vida siento su voz, su aviso, diciendo sí, o no, o que te vayas ahora mismo, o cuidado, que te están engañando.

Soy plenamente consciente de la facilidad con la que se podría desplegar un modelo de realidad que redujera mis sensaciones a pueriles fantasías, a mecanismos de mi mente capaces de proporcionar sedantes a mi dolor. Pero cualquiera de esos modelos, a su vez, podría ser reducido a una nada de palabras y de leyes huecas si son observados desde las atalayas de la epistemología moderna: la que nos dice, básicamente, que no descartemos ningún modelo de realidad: y que no demos por definitiva, por probada, ninguna ley física ni metafísica (si es que, en realidad, hay leyes que regulan lo que hay y lo que pasa).

Dolor. La muerte de nuestros seres queridos nos causa un dolor atroz. Pero hay quien al morir deja su habitación convertida en un  lago de luz. Fue el caso de mi madre. También ocurre a veces que un dolor puede ser más bello que un placer. La vida es una sofisticadísima obra de arte. La muerte también. Es lo mismo.

Empíricamente solo se ha comprobado la desaparición de lo objetivo, nunca de lo subjetivo: vemos morir a las personas y a otros seres vivos. Vemos que no están más ahí (en lo que se presenta ante nuestros sentidos “ordinarios”). ¿”Veremos” cómo muere ese ser (cuerpo-mente) con el que ahora nos identificamos?

Creo que sí.

Muerte. Vida. Los misterios arden –gloriosos, imponentes- en nuestras mentes de filósofos.

Este texto se basa en una conferencia que ofrecí a mi madre -Julia- en mayo de 2005. Murió un mes después. Mi padre -Alfonso- había fallecido seis años antes. A él le dediqué un artículo en Diario 16 que se puede leer en la página de “Artículos“.

Julia estaba segura de que se iba a reunir con su marido -Alfonso-, que además era el hombre del que estaba enamorada, aunque no le pudiera ver. Yo sé que ese encuentro ha ocurrido. Y asumo el riesgo –académico, ideológico, etc.- que se deriva de esta afirmación. Pero creo que en Filosofía está antes la honestidad intelectual y, digamos, hiper-empírica, que la buena imagen académica o ideológica.

Creo que se muere de belleza. La razón es simple: parece obvio que cuanto más disminuye el yo, la conciencia del yo, mayor es la belleza que inunda la “conciencia” (recordemos las teorías estéticas de Schopenhauer y de Hegel). La muerte es una radical disminución del yo –aunque solo sea porque se pierde un cuerpo, bienes materiales, etc. Es, por tanto, una forma de hipertrofiar la belleza. Supongo que para que ocurra este prodigio sensitivo será imprescindible morir en paz: contemplar serenamente cómo se extingue la imagen de nuestro propio yo en la imagen de nuestro propio mundo. Supongo que algo igualmente grandioso debe de ser la contemplación de “nuestra” entrada en un mundo: nuestro nacer.

La conferencia que dediqué a mi madre llevaba por título “La finitud”. En ella me ocupé de varios modelos de finitud (de muerte) que me limito ahora a nombrar:

1.- Materialistas: muerte como reorganización de piezas que ya estaban muertas. No hay muerte porque no hay vida.

2.- El alma individual. Su existencia y su inmortalidad. Metempsicosis y palingenesia.

3.- Confucio. Mejor ocuparse del más acá.

4.- Panteístas, hilozoístas, panpsiquistas: todo es vida, consciente, sagrada. Tales de Mileto (el alma entreverada en la Materia). Heráclito. Giordano Bruno. La Física del seiglo XX.

5.- El vedanta advaita de Shankara: no existe en verdad la muerte, porque no hay nada individual que pueda vivir ni morir. Pero sí existen paraísos para el alma que todavía no ha superado el principio de individualidad. Caben paraísos dentro del Maya prodigioso en el que también está la vida. Pero esos paraísos no ofrecen la libertad.

Ahora ofrezco un haiku japonés del siglo XVIII que arde eternamente en mi pecho. Lo escribió un poeta llamado Wakyu cuando ya sintió que se moría. No lo leáis. Entrad en él y permaneced un rato largo… sintiendo toda la grandeza de esa muerte serena e ilusionada.

Al fin
me abro paso por la nieve espesa:
el camino del pincel.

Los haikus se escribían –se dibujaban- con pincel. Wakyu comparó el momento de acercarse a la muerte con el camino de la Poesía: con el caminar configurativo del pincel.

Creo que la sacra magia que nos envuelve y que nos constituye permite afirmar que la obra de arte de nuestra realidad (de nuestra vida en el mundo) puede estar siendo asistida desde ‘fuera del mundo’ por los seres que nos aman, los cuales estarían actuando (moviendo sus pinceles) desde lugares cuya belleza solo sería soportable por los dioses; esto es: por los seres humanos en su estado puro.

Aquella conferencia de 2005 la concluí diciendo a mi madre: “Mamá: ¡Suerte con el pincel!” Ella me miró desde el público sonriendo, con los ojos anegados por las lágrimas. Ella se dedicaba a crear belleza con las flores: sabía muy bien lo que pueden conseguir las manos mágicas de los seres humanos.

Ahora sé que ella fue capaz de pintar un precioso poema metafísico en el que vive, otra vez, ya para siempre, junto a mi padre. Él también había luchado con todas sus fuerzas, desde el otro lado, para que ese prodigio fuera posible. Yo lo sé. Es todo lo que puedo decir.

Y ahora, en abril de 2013, quiero que este texto contenga un homenaje a una querida alumna que ha fallecido en lo que se me presenta como mundo. Se llamaba Loli Halcón. Ella me confesó, muchas veces, que vivía más tiempo fuera de su cuerpo que dentro: me dijo que ella habitaba casi ya del todo en “un jardín exterior”. Aquella mujer fue un lujo de alumna: un ser humano con las ventanas de la mente y del corazón abiertas de par en par.

Fuerza. Belleza. Esperanza. Amor. Libertad. Magia.

La imagen que se ve al comienzo de este texto pertenece a un anuncio de Levi´s dirigido por Jonathan Glazer: una obra maestra de nuestro tiempo, aunque se utilizara para vender pantalones. En ese anuncio se ve a dos jóvenes que son capaces de atravesar las paredes de una casa, hacer posible lo imposible, y volar juntos hacia el cielo. Parece que les une el amor y, sobre todo, una poderosa fe en su fuerza.

Entre los dos, con su fuerza, con su amor, con su fe, con su imaginación, pintan, sobre la nieve de lo real, un vuelo no permitido en este mundo.  ¿Pero es que hay algo imposible? ¿Quién/qué establece los límites de la posibilidad?

David López