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La bailarinas lógicas “Tapas” (Sufrimiento creativo).

 

 

Tapas. Una palabra, un concepto, que desencadena dentro de mi mente una excepcional fascinación filosófica. Viene del védico antiguo. Este lenguaje fue escrito en Devanagari (“la escritura de los dioses”). La belleza de su caligrafía se puede ver aquí:

नासदासीन नो सदासीत तदानीं नासीद रजो नो वयोमापरो यत |
किमावरीवः कुह कस्य शर्मन्नम्भः किमासीद गहनं गभीरम ||

Es el comienzo del famoso Himno a la Creación (10.129) del Rig Veda. Se puede encontrar en esta generosa página web:

www.sacred-texts.com

Sufrimiento. Creación. Nietzsche elevó el sufrimiento (por supuesto el sufrimiento no deseado, no buscado) a los más altos niveles de la naturaleza humana, y sacralizó a quien diera un  heroico “sí” a la vida, con todo su sufrimiento. El filósofo del martillo rindió culto a un sufriente esfuerzo artístico cuyo fin sería aumentar la potencia del hechizo estético de la vida, de la realidad única, de lo inmanente. Schopenhauer, por el contrario, dio un “no” radical a la vida, a este mundo, a este sueño/hechizo que tanto dolor nos causa; y proclamó no solo la urgencia de su completa aniquilación, sino también la posibilidad de la Creación de otro mundo, de otra realidad completa, impensable, incluso inimaginable, desde éste. [Véase aquí mi articulo sobre la metafísica de Schopenhauer, todavía en alemán].

Dolor. Sufrimiento. Creación de la realidad. Tapas

Estamos frente a un sustantivo sánscrito relacionado con el verbo tap (calentar). Recomiendo, a quienes aún no lo conozcan, este recurso de la universidad de Colonia:

https://www.sanskrit-lexicon.uni-koeln.de

Ahí encontramos estos significados para Tapas: “calor”, “los cinco fuegos a los que el devoto está sometido en la estación cálida”, “dolor”, “sufrimiento”, “austeridad religiosa”, “mortificación del cuerpo”, “el aprendizaje sagrado de los brahmanes “, “dar el alma a los brahmanes”, “servicio”, “alimentarse solo con raíces y hierbas”…

Pero un estudioso como Maurice Blomfield fue mucho más allá y, en su edición del Atharva Veda (Estrasburgo 1899, p. 87), tradujo Tapas como “fervor creativo”. 

Esta concepción de Tapas también se puede encontrar en el antes mencionado Himno de la Creación del Rig Veda, cuyo tercer verso canta así:

“La oscuridad estaba oculta por la oscuridad al principio; sin distinción, todo esto fue agua. La fuerza de vida que estaba cubierta de vacío, esa surgió a través del poder del calor.”

Para la cita anterior he utilizado la traducción y edición de parte de los himnos del Rig Veda de Wendy Donniger (Penguin, Londres 1981). Esta traductora incluye una nota en la palabra “calor” que dice lo siguiente:

“Tapas designa calor, en particular el calor generado por la actividad ritual y por la mortificación física del cuerpo” (La traducción del inglés al español es mía).

Pero resulta que nos enfrentamos a un himno que quiere explicar el misterio de que haya algo en lugar de nada: algo, además, que surge de la nada: la Creación. Y la clave parece estar en un cierto tipo de sufrimiento; o, mejor dicho, en una canalización creativa del sufrimiento extremo.

Este poder creativo del sacrificio ascético, el “calor” del ascetismo, también se muestra en otro famoso himno del Rig Veda, el Purusa-Sukta (10.90), que describe la Creación como el resultado de un violento desmembramiento del hombre primordial. Leamos su noveno verso:

“De ese sacrificio en el que se ofreció todo, nacieron los versos y los cantos, nacieron de él los metros, y de él nacieron las fórmulas”.

Parecería que el enorme sufrimiento de ese ‘proto-humano’ que fue desmembrado sería la energía fundamental de toda la Creación, incluida la palabra primigenia [Véase la introducción de este diccionario filosófico].

Ahora procedo a transmitir algunos pensamientos personales sobre el misterio del sufrimiento. (He vivido lo suficiente como para haberlo experimentado plenamente, varias veces, en su asombrosa plenitud):

1.- La realidad del sufrimiento, incluso del sufrimiento extremo, es sin duda uno de los elementos centrales de nuestra existencia. Por otro lado, cabría afirmar que la intensidad que puede alcanzar ese ‘dolor del alma’ es una de las experiencias más sorprendentes, más desconcertantes, de nuestra vida.

2.- Buena parte de los sistemas religiosos, e incluso filosóficos, son gigantescas farmacéuticas que ofrecen todo tipo de remedios contra el sufrimiento (‘el dolor del alma’). Y, en muchos casos, se medirá su ‘nivel de verdad’  en función de la eficacia que dichos sistemas tengan a la hora de diseñar sus productos (los cuales además suelen estar fabricados solo con palabras).

3. Veo dos tipos básicos de sufrimiento: el ‘protector’ y el ‘creativo’.

El ‘sufrimiento protector’ sirve para proteger, para sostener, nuestro mundo, nuestro modelo actual de existencia (por ejemplo, el dolor que nos impide realizar actos que puedan amenazar la integridad de nuestro cuerpo físico, o la estabilidad de nuestra dimensión financiera, o la supervivencia de nuestro arquetipo de familia, o la pureza de nuestro modelo de sexualidad, o la supuesta sacralidad de la bandera de nuestra nación). Los mundos y sus hechizados habitantes están protegidos por un sistema dual de placer/sufrimiento. Cualquier cosa que amenace o rompa nuestro cosmos causa sufrimiento. Pensemos en el sufrimiento (sufrimiento lógico podría llamarse) causado por los discursos que derivan de ideas políticas radicalmente diferentes de aquellas que estructuran, que sostienen, la comodidad político-ideológica del oyente.

El ‘sufrimiento creativo’, por el contrario, propiciaría la necesidad de huir de un mundo ya insoportable y crear otro, e incluso tomar algunas joyas esenciales del primero y llevarlas al nuevo. Me refiero a algo así como una emigración metafísica (no necesariamente física, o territorial) que, en su duro viaje, transporta lo que no es renunciable: un hijo, por ejemplo, o ciertos valores éticos. Este tipo de creación/migración requiere sufrimiento extremo. Pensemos en la idea de Marx de utilizar el sufrimiento extremo de las masas trabajadoras para dinamitar completamente lo que él consideraba como un sistema capitalista (y, por lo tanto, anti-humano, maligno). De hecho, el sufrimiento extremo, cuando supera ciertos umbrales, funciona como un arado (y también como una barita mágica) en el jardín infinito de nuestra conciencia. Ese sufrimiento extremo puede incluso romper los diques de contención que nos separa de ‘lo otro’. De todos modos, si, como dicen Buda o Schopenhauer, la vida es un sufrimiento extremo, podríamos afirmar que la vida es Creatividad (con mayúsculas). Creatividad ubicua y permanente. Creatividad que también presupone (necesita) destrucción, dolor. Estoy hablando de un infierno personal involuntario que, al mismo tiempo, es la fábrica de cualquier cielo, y no solo de nuestro cielo privado, sino también de un cielo que podría ser compartido.

4.- Muchos de nosotros podemos recordar esto: sufrir intensamente dentro de un sueño y, de repente, ser conscientes, desde una misteriosa y radical lucidez, de que podemos escapar de ese torturante sueño en cualquier momento. Solo con quererlo. Y de hecho lo hacemos. En realidad lo ya lo hicimos, porque de lo contrario no estaríamos leyendo este texto.

5.- Se podría decir que todos los mundos están abiertos. Es posible salir, escapar a otro Maya, o a la ‘Nada’ de la que brotan y a la que regresan todos los mundos. ¿Podemos crear mundos? Sí. Y no solo eso: podemos re-crearnos a nosotros mismos. Y parece que la fuerza decisiva para ello es un sufrimiento anterior, insoportable: una prodigiosa catapulta emocional. Una catapulta que hay que manejar con cuidado si se quiere que cause los efectos deseados. Paradójicamente, el sufrimiento extremo puede ser una oportunidad para realizar milagros supuestamente imposibles dentro del mundo que estaba protegido por el ‘sufrimiento protector’. El sufrimiento extremo (no voluntario, insistamos) puede considerarse magia pura. Eso parecen indicar los himnos a la Creación del Rig Veda a los que me he referido anteriormente.

A continuación ofrezco un enlace en el que se puede ver un fragmento de Todas las mañanas del mundo, una película dirigida por Alain Corneau. Cuenta la asombrosa historia de Saint Colombe, un músico del siglo XVII que canalizó su sufrimiento extremo (y su autodisciplina extrema) para crear una música capaz de convocar, y también de estremecer, a su esposa muerta. La música es interpretada para la película por Jordi Savall. Disfrutad en plenitud de este sublime fruto del sufrimiento creativo:

 

 

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Pensadores vivos: Michel Hulin.

 

 

Michel Hulin publicó en 1993 un libro excepcional: La mystique sauvage (Paris, PUF). En España fue editado por Siruela y cuenta con una exquisita traducción del francés llevada a cabo por María Tabuyo y Agustín López.

La mística salvaje, tal y como la entiende Michel Hulin, toca el nervio crucial de mi pensamiento, de mi sentimiento y de mi Filosofía toda. Yo tuve en Lyon una experiencia de “mística salvaje”. Este acontecimiento crucial en mi vida puede leerse [Aquí].

Michel Hulin fue profesor de Filosofía en la universidad Paris-Sorbonne entre 1981 y 1998. Ha estudiado especialmente de la filosofía india, pero el texto del que me voy a ocupar aquí transciende ese ámbito civilizacional y se asoma con potencia y con brillantez a lo que ya no es siquiera “humano”: la mística salvaje. No olvidemos que eso de “humano” es un sustantivo, un símbolo tribal, un confinamiento imprescindible. Buena parte de mi trabajo filosófico consiste en ampliar, dilatar, des-socializar en lo posible eso que somos: otorgarle (o, mejor, devolverle-reconocerle) una dignidad, un tamaño, que por ejemplo la sociología le niega. Nadie es “uno” y hace “dos” con otro. Somos un sacro infinito, irreductibles a ninguna aritmética, a ningún modelo psíquico o social. La experiencia mística -salvaje o no- permite conocerse, ser consciente de la inmensidad que se es.

Ofrezco a continuación algunas de las ideas que ofrece Michel Hulin en La mística salvaje (las citas se refieren a la edición española realizada por Siruela en 2007):

1.- William James [Véase aquí] y sus conferencias de 1901-1902 sobre las “variedades de la experiencia religiosa”. Michel Hulin reconoce que a partir de ahí “se han multiplicado los estudios consagrados a los diversos aspectos del misticismo, y nuestro conocimiento del fenómeno místico ha aumentado de forma considerable, al menos en extensión. Pero, ¿se ha afinado en la misma proporción nuestra comprensión íntima del fenómeno?” (P. 9). Michel Hulin cree que no, pues ve una escisión entre dos corrientes de eruditos que se ignoran y desprecian entre sí: la del historiador que “está como prisionero de las codificaciones psicológicas, teológicas, etc., que los grandes místicos utilizan inocentemente para dar forma a su experiencia y comunicarla a los otros”; y la de quienes, apoyándose en una tradición que arranca en el siglo XIX “trata de interpretar la experiencia mística siguiendo el hilo conductor de la patología mental” (p. 10). Y esta escisión, esta imposibilidad de diálogo, sería una ruina para la inteligibilidad misma del fenómeno místico. Michel Hulin es un filósofo: quiere ver, saber, qué es eso de la experiencia mística ( o, al menos, qué no es).

2.- Lo salvaje. Afirma Michel Hulin que es salvaje aquello que “surge espontáneamente, por oposición a lo que debe ser cultivado” (p.12). Habría por tanto que distinguir entre mística salvaje y místicas religiosas: “por una parte, una forma fundamental, en bruto, siempre igual a sí misma puesto que expresa ciertas posibilidades esenciales del espíritu humano; antihistórica, pues; y, por otra, una serie de variaciones sobre un mismo tema, definidas por la valoración de ciertos aspectos del tema básico en función de condiciones históricas determinadas, siempre nuevas” (Ibíd.)

3.- Mística y “estados modificados de conciencia” (EMC): “Sólo revestirán, a nuestros ojos, un significado místico aquellos EMC en los cuales el sujeto experimenta la impresión de despertarse a una realidad más elevada, de atravesar el velo de las apariencias, de vivir por anticipado algo semejante a una salvación” (pp.14-15)

4.-La beatitud como contenido del éxtasis místico. Creo que merece la pena transcribir ahora una cita algo extensa de Michel Hulin: “El enfoque que seguimos aquí implica dos aspectos. Por un lado, trataremos de mostrar que el valor propio del fenómeno místico, a saber, su poder de revelación, es indisociable de ese lado “patológico” que invoca el reduccionismo para desmitificarlo: si el místico accede, en ciertas condiciones, a una realidad de orden superior, no es “a pesar” de ese aspecto de su experiencia que comparte con los neuróticos o los delirantes, sino a través de él, y, por decirlo así, gracias a él. Esto implica que algunas estructuras del estar-en-el-mundo “normal”, “mentalmente sano” o “no alterado” conllevan de hecho un significado negativo y que la destrucción de esas estructuras, a través del desarreglo mental que prepara el éxtasis, recibe el estatuto de una “negación de la negación”, restituyendo una positividad latente. Ese positivo oculto, que se revela aprovechando la crisis extática, toma la forma de una beatitud que constituye el verdadero contenido del éxtasis, su núcleo inmutable del que nada, en el contexto de la experiencia, permite dar cuenta” (p.16). Se me ocurre sugerir que esa “beatitud” es una felicidad que se descubre como realmente eterna, subyacente, inamovible.

5.- “Freud, Romain Roland y el sentimiento oceánico”. Así se titula uno los capítulos de La mística salvaje de Michel Hulin. En él leemos la fascinación de Freud por Romain Roland a pesar de que el fundador de psicoanálisis (siempre tan cientista y recalcitrántemente decimonónico) redujo el fenómeno místico a un desequilibrio psíquico.  Fue Romain Roland, al parecer, quien inventó la expresión “sentimiento oceánico” para nombrar la experiencia mística. Freud admitió como imposible reconocer en sí mismo semejante sentimiento. Freud era un hombre frío, muy confinado en las exigencias algorítmicas de una inteligencia demasiado disciplinada. ¿Siempre? Parece que no. Michel Hulin rescata una frase de Freud escrita en 1938 (un año antes de morir): “Misticismo, la oscura autopercepción, más allá del Yo, del reinado del Ello.” Y se pregunta el propio Michel Hulin: “¿Habría ahí, en Freud, un indicio de descubrimiento tardío de una dimensión oculta del Ello?” […] “En el caso de que Freud hubiera terminado verdaderamente por pensar que la entidad situada “más allá del Yo” constituye una forma superior de ipseidad, el conjunto de las afirmaciones sobre el alcance del fenómeno místico se presentaría bajo una luz diferente” (p.58).

6.- “Paraísos e infiernos artificiales”. En el capítulo que lleva este nombre Michel Hulin se ocupa con singular brillantez de la relación entre la Mística y las drogas: sustancias que permiten cruzar una frontera “quizás prohibida” (p. 87). ¿Por qué prohibida? ¿Por quién? Michel Hulin cree en cualquier caso que “parece difícil expulsar la experiencia de la droga del campo de la mística, al menos en su versión “salvaje.” Todas las características localizables” en las formas espontáneas del éxtasis, o que parecen tales, se encuentran en efecto aquí: lo súbito, el extrañamiento radical, la sensación de ser  sustraído al curso normal del tiempo, la certeza intuitiva de haber entrado en contacto con una Realidad de ordinario oculta, la alegría superabundante, la serenidad, el maravillamiento. Pero esto no hace sino reforzar, volver todavía más intolerable para la razón, la paradoja de la que hemos partido: las experiencias más elevadas accesibles al hombre traducirían solamente la acción mecánica, o más bien química, sobre el cerebro de sustancias identificables, sintetizables, negociables” (pp. 101-102). Y cita Michel Hulin a De Quincey como “primero de una serie de exploradores ingenuos”, el cual, al parecer, gritaba: “Yo poseía el secreto de la felicidad, y ese secreto, sobre el que los filósofos habían disertado durante tantos siglos, se desvelaba de golpe. La felicidad podía comprarse en adelante por unas monedas; se podían ver encerrados éxtasis portátiles en un frasco de una pinta; la paz del espíritu se expediría por galones, por medio de un trámite”. Pero Michel Hulin sale rápido a desactivar esta euforia y escribe a renglón seguido: “Sin embargo, muy pronto debía desencantarse. ¿Por qué? ¿Cuál es la cara sombría de la droga y, ante todo, por qué implica necesariamente una cara sombría?” (P.102) Michel Hulin nos los explica así: “¿Cómo comprender entonces que la droga pueda también -y con mucha más frecuencia- hundir el espíritu en la angustia, volverlo miserable y, para terminar, arrastrarlo a la decadencia? Es que el gusano está escondido en el fruto, a saber, en esa certeza irradiante de “haber comprendido todo”, en esa manera de sentirse volar por encima de la condición humana. En realidad, no se tiene más que la ilusión de haber comprendido y no se ha superado la condición humana más que en la imaginación. No es que el discurso que la droga suscita en la estela inmediata de su rapto sea necesariamente engañoso -más adelante, trataremos, por el contrario, de establecer su validez fundamental- , pero es un discurso histriónico y sacrílego por prematuro” (pp. 108-109). “La droga deja vislumbrar al hombre lo que “podría” llegar a ser, pero lo hace siempre en el modo alucinado, escamoteando a sus ojos la inmensa distancia que todavía le separa de esa inmensa versión de sí mismo. Abandonarse a la droga es pues, en cierto sentido, vivir a crédito. Es disfrutar en lo inmediato alegrías a las que no se tiene derecho, que no se han “merecido”. Pero todo se paga.” (P. 109). Y cierra Michel Hulin este interesante capítulo con una inquietante pregunta: “Todo induce a pensar que la humanidad que ya crece bajo nuestros ojos tratará, más que nunca, de lanzar a su vez una mirada por encima de la valla del Jardín del Edén y que las prohibiciones, políticas, ideológicas u otras, no pesarán mucho frente a tal deseo. Si, por desgracia, no se hace nada para canalizar ese previsible desencadenamiento, la droga tendría todas las posibilidades de ejercer una vez más, y a una escala jamás alcanzada, sus terribles poderes de justicia inmanente. ¿Será ella la Némesis del siglo XXI?

7.- Expansión salvaje de la mística salvaje. Michel Hulin concluye su obra así (de nuevo una cita larga que creo que merece la pena transcribir): “El problema planteado por la mística salvaje es pues, ante todo, de orden cultural e histórico. Allí donde grupos sociales homogéneos -tradiciones iniciáticas o iglesias- han sabido poner a punto, generación tras generación, técnicas de inducción y códigos de desciframiento de la experiencia extática, el fenómeno “mística salvaje” no aparece prácticamente, o se encuentra confinado en zonas marginales de la existencia individual o social. Así ocurrió, por no hablar más que de Occidente, en el marco de la cristiandad entre el siglo XII y el siglo XVII. Reaparece, en cambio, desde el momento en que los códigos se desvanecen y pierden su eficacia. Es lo que se produce en todos los períodos de transición histórica y de crisis religiosa. Es lo que sucede actualmente, en un grado de profundidad y una escala que, según parece, la historia no había nunca conocido con anterioridad. Está ahí como un desafío al pensamiento filosófico y religioso. Una cosa es lamentarse por la actual explosión del sentimiento oceánico en sus formas más bastas, y otra concebir los diques y canales capaces de contener mañana su expansión salvaje”.

8.- El niño de seis años que se desmayó ante un exceso de belleza. Trae Michel Hulin a su libro la experiencia que tuvo Ramakrishna de niño ante la belleza de un cielo monzónico, cuyo azul prodigioso lleva en sánscrito el nombre de Niila. El niño vio una bandada de grullas blancas atravesando ese azul. Y cayó al suelo. Contó luego que había sentido una alegría sofocante. Ve Michel Hulin aquí los elementos de la mística salvaje: “lo súbito de la experiencia, una cierta desproporción entre su intensidad y la aparente banalidad de la señal que la desencadena, la misteriosa efusión de felicidad que la corona” (p. 13).

Todos los seres humanos hemos experimentado la sensación de belleza. Imaginemos que esa sensación se pudiera multiplicar por un millón: obviamente caeríamos desmayados. Creo que Ramakrishna simplemente vio. Vio lo que hay, y lo que hay tiene una belleza insoportable, letal si la contempla demasiado tiempo. Solo cabe acceder a pequeños destellos.

Creo que por eso existe la ignorancia (ese prodigio del que es especialista la Filosofía): para no diluirse en la Belleza Infinita, para seguir siendo algo aparentemente finito.

David López

 

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Conferencia sobre el Yoga desde una perspectiva histórica y filosófica


 

Este próximo viernes 18 de octubre impartiré una conferencia sobre el Yoga contemplado desde una perspectiva histórica y filosófica. Lo haré en la escuela de Yoga de mi hermano Alfonso, en Torrelodones (Madrid), a las siete de la tarde. Durará dos horas, supongo.

Siento haber avisado con tan poca antelación. Lo siento de verdad.

Ofrezco a continuación la estructura de mi conferencia:

 

1.- La civilización del Indo. ¿Origen del Yoga? Imagen de un proto-Shiva en meditación. Las investigaciones de Asko Parpola.

2.- La invasión de los arios: la cultura védica. Primeros prodigios del pensamiento filosófico universal. El Rig Veda y su Nasadiya Sukta o “Canto a la Creación”.

3.- El ataque de los heterodoxos. Los charvakas. El jainismo. El budismo.

4.- La culminación del pensamiento filosófico hindú. El Vedanta. Las Upanishads. El Baghavad Gita.

5.- El Yoga. ¿Un chamanismo excepcional? Los Yoga-Sutras de Pantanjali. El Yoga como uno de los seis sistemas ortodoxos del hinduismo. El Raja-Yoga según Vivekananda. El Yoga como forma de conocimiento y de amor “absoluto” “hiper-erótico” hacia todo, hacia el absoluto que está en todo.

6.- El Hathayoga-pradiipikaa. Análisis y reflexiones físicas y metafísicas.

7.- El Yoga hoy y su adaptación al fenómeno de la inhibición religiosa.

 

Para inscribirse basta con entrar en la página web de mi hermano (que es, por cierto, un gran profesor de Yoga). Éste es el enlace:

http://runningyoga.es

 

Os espero,

 

David López

Sotosalbos, a 16 de octubre de 2013

 

Las bailarinas lógicas: लीला (“Lila”).

 

लीला

“Lila”. Las dos vocales se pronuncian largas, sin prisa, como si estuviéramos en un ritual de magia sacra. Es una palabra que en sánscrito significa, entre otras cosas, juego. Juego sagrado. ¿Juego de quién? ¿Dónde? ¿Juego de Dios en la mente del hombre? ¿Por qué y para qué ese juego?

¿Y qué es, exactamente, eso de “jugar”?

Una pregunta fundamental en Filosofía es la siguiente: ¿Qué pasa aquí? ¿Qué es todo esto que se nos presenta como mundo ante la conciencia? ¿Cuál es el gran secreto del mundo? Por cierto: ¿Lo queremos saber?

Quizás esta preciosa palabra sánscrita nos ofrezca una sobrecogedora  inmersión en el  corazón del mismísimo Dios.

“Lila”. Ella quiere decirnos que estamos dentro de un juego: dentro del juego de Brahman. Dentro de nuestro propio juego. Porque somos, en realidad — en nuestro ser verdadero — un mago descomunal auto-ocultado que opera en su propia carne/mente.

Me encontré por vez primera con una versión escrita de esta idea leyendo un libro de Luis Renou (El hinduismo, Paidós, Barcelona 1991). Y leí lo siguiente:

“El Linga-purana hace hablar a éste [a Brahman] en los siguientes términos: ‘La conciencia fue creada por mí, y también la noción-de-yo en sus tres formas, la cual proviene de la conciencia; de ahí los cinco elementos sutiles, de ahí el espíritu y los sentidos corporales, el éter y las demás esencias, y lo que de ellas ha surgido: todo eso lo he creado yo, jugando” (p. 64).

Jugando.

Y pensé entonces en la seriedad y la inmensidad de mis juegos de niño. Yo recuerdo haber permanecido eternidades en mi habitación, con no más de cuatro años, sintiendo que estaba en el taller de los dioses: una zona muy seria, seria de verdad, fabricando realidad: entrando y saliendo de ella, con mis soldados y mis indios y mis vaqueros de plástico.

Un niño jugando en solitario es un Dios visible, disfrazado de animal vulnerable, que opera (que oficia) en un mundo invisible para los adultos.

Muchos años más tarde — ya autoexpulsado de ese taller sagrado — me sorprendí, casi me asusté, leyendo estas frases de Novalis:

“La naturaleza es, por tanto, puramente poética, y así el cuarto de un mago, de un físico, un cuarto de niños, un trastero y una despensa” (Novalis; Escritos escogidos, edición de Ernst-Edmund Keil y Jenaro Talens, Visor, 1984, p.120).

Y, finalmente, creo que debo decir que he sentido algo inexpresable ante los fenómenos de Second Life o los SIMS.

Este diccionario lo he ido denominando “Las bailarinas lógicas”. El término lo tomé precisamente de la mitología hindú: quería visualizar las palabras-bailarinas como sacerdotisas de un juego que Vak (la diosa de la palabra) juega en nuestra mente. Pero ¿es nuestra nuestra mente?

“Lila”. Antes de exponer mis ideas sobre esta palabra crucial, creo que debemos detenernos en los siguientes lugares:

1.- “Lila” en en el hinduismo. Se dice que como concepto aparece, por primera vez, en el Brahmasutra 2.1.33. El Gita, por su parte, en mi opinión, explicita una especie de videojuego sagrado. Hay que jugar al karma, pero con distancia, con conciencia de su sagrada artificialidad. Brahman sería el gran mago que se transforma a sí mismo en el mundo. La fuerza dinámica del juego-mundo sería karma (acción condicionada y condicionante… todo conectado con todo en el gran juego del universo). Hay instrucciones para jugar bien. Instrucciones que se envía el Gran Jugador a sí mismo.

2.- El libro de Job (en mi opinión, un desagradable juego entre Dios y el Demonio). Estudié este libro de la Biblia con especial profundidad gracias a un brillante curso de doctorado que impartió la profesora Isabel Cabrera en la Universidad Complutense de Madrid (“Un modelo para el estudio de la mística”). Hoy creo que, dentro de la narración cristiana, la histórica entrada de Dios en el mundo — Jesucristo — podría significar un insólito acto de amor (compasión, identidad incluso) hacia simples criaturas de su propio juego creativo.

3.- Novalis. En el fondo del mundo habría un mago jugando. Recomiendo, aparte de la ya citada, estas dos publicaciones:

  • Novalis (Plilosophical writings), traducción de Margaret Mahony Stoljar, State University of New York Press, Albany, 1997.
  • Novalis (Gesammelte Werke), edición de Hans Jürgen Balmes, Fischer Verlag, Frankfurt, 2008.

4.- Schiller. “Expresado con toda brevedad, el ser humano sólo juega cuando es hombre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es enteramente ser humano cuando juega”. Esta frase de Schiller la recoge Rüdiger Safranski en su obra Romantik (Eine deutsche Affare). Edición española: Rüdiger Safranski: Romanticismo (Una odisea del espíritu alemán), Tusquets, Barcelona 2009. Schiller cree que en el juego del arte el ser humano es verdaderamente libre. La belleza -el arte bello- conduce a la libertad porque aumenta la sensibilidad. Y el juego crea distancia, perspectiva, civilización en su grado máximo. El hombre como “homo ludens”. Safranski utiliza estas palabras: (p. 43 edición española): “Por ejemplo, la sexualidad se sublima como juego erótico, ya así deja de ser meramente animal para volverse verdaderamente humana”. Sobre Schiller, aparte la ya citada de Safranski, creo que pueden ser interesantes las siguientes publicaciones:

  • Schiller: Cartas sobre la educación estética del hombre (trad. J.Feijóo y J. Seca), Anthropos, Barcelona 1990. Esta obra está disponible, gratis, y en su versión original aquí: http://gutenberg.spiegel.de/buch/3355/1
  • Rüdiger Safranski: Friedrich Schiller, oder die Erfindung des deutschen Idealismus, Munic, Hanser, 2004. Edición española: Rüdiger Safranski: Schiller o la invención del idealismo alemán, Tusquets, 2006.
  • F. C. Beiser: Schiller as philosopher, Oxford University Press, 2008.
  • Schiller: arte y política, Antonio Rivera García (editor), Editum (Ediciones de la Universidad de Murcia), 2010.

* Mi artículo sobre Rüdiger Safraski puede leerse [Aquí].

5.- Kierkegaard. Dios creó el mundo por aburrimiento. Más adelante me ocupo brevemente de esta sorprendente palabra (y del sorprendente concepto que ella simboliza)

6.- Sartre. En su obra “La náusea” este filósofo expresa el hastío ante un determinado cosmos, ante una determinada configuración de universales [Véase “Universales”]. Le acecha un aburrimiento pre-creacional. Necesita un juego que le estimule para seguir jugando el juego de la vida. Necesita un nuevo mundo con sus desafíos lúdicos. [Véase “Ser/Nada”].

7.- Emilio Lledó [Véase]. En su obra Ser quien eres (Ensayos para una educación democrática), este autor apuntaba la necesidad de un nuevo discurso.  Nuevos hechizos en realidad (nuevos juegos en nuestra mente). Sugiero la lectura de la crítica que en su día hice de la citada obra de Emilio Lledó. Se puede acceder a ella desde [Aquí].

Lo que el baile -el juego- de la palabra “Lila” provoca en mi mente y en mi corazón es más o menos lo siguiente:

1.- ¿Qué es, exactamente, “jugar”? Creo que con esa palabra nos referimos a la creación de dificultades artificiales, inexistentes, para generar determinadas emociones. Se juega para emocionarse (para provocar determinadas secreciones hormonales, dirían quizás los materialistas/hormonalistas). Quizás no se pueda vivir, en un cuerpo físico, sin determinadas secreciones. El sistema humano no estaría preparado para la ausencia de peligros, desafíos, conquistas, victorias, etc. Estamos ante creaciones de realidades virtuales. Jugar sería huir del aburrimiento, del horror del no-horror, del no-estímulo, de la no-vida. Una definición de juego podría ser esta: “creación artificial de situaciones estimulantes”. En cualquier caso, no debemos olvidar que los animales también juegan.

2.- La clave de un buen juego estaría en ilusionar. La vida es ilusión en el sentido más amplio que pueda tener esta palabra. El mejor juego es el que más ilusiona: el que permite entrar -virtualmente- en un mundo de promesas y de amenazas.

3.- Pero creo que también se juega cuando no se juega. El juego meramente artificial supliría carencias del juego de la vida. ¿Qué juego es ese? ¿A qué estamos jugando? Creo que se trata de la lucha, constante, fascinante, por fabricar nuestro cosmos soñado, por hacerlo visible, habitable, para nosotros, y para nuestros seres queridos. Jugamos a cosmizar el infinito, el caos que nos amenaza. Jugamos el gran juego de la vida, que es jugar con Dios a que se perfeccione su Creación.

4.- La palabra española “aburrimiento” lleva dentro  el prefijo ab (que suele significar la idea de separación o abstracción respecto de algo) y el verbo horrere (que significa “tener miedo”). “Separase, abstraerse del miedo”. No emociones ante algo supuestamente amenazante. Quizás lo único de lo que carece Dios es de carencia, y de amenaza, y de otredad. Quizás todo esto, para recibir existencia, requiere una fabuloso acto de auto-engaño, de auto-olvido: la omnipotencia quiere sacar de sí un lugar donde jugar a la impotencia. Y crea un mundo, que no es sino un fabuloso juego sagrado.La gran amenaza (decía Schopenhauer). Creo que dentro de no muchos años habrá seres humanos bostezando de tedio -sufriendo de absurdidad- frente a los ventanales de una casa construida en algún anillo de Saturno, al atardecer. El ser humano rutiniza, banaliza, cualquier prodigio. Por eso tiene que crear nuevos mundos, para no aburrirse. Tiene que crear nuevos cielos y nuevos infiernos muy ilusionantes. Las grandes narraciones de las ideologías políticas juegan ahí: creando grandes malos, grandes amenazas, grandes causas… para jugar, para seguir vibrando de emoción en el juego sagrado de la vida.

5.- En estados de meditación profunda no existe el aburrimiento, quizás porque no hay separación de nada [Véase “Meditación“]. Se podría decir entonces que solo se aburre la mente, o una determinada función del cerebro. Pero siempre regresamos al mundo -yo al menos-porque amamos este juego, esta ilusión. Lo cierto es que si convertimos la meditación en un elemento fundamental de nuestra rutina diaria, el juego de la vida aumenta su capacidad de fascinarnos. Y no sólo eso, sino que aumentan también nuestras capacidades de jugar bien. Es curioso: el juego de la vida se puede jugar mejor o peor. Si se juega bien, hay grandes premios: grandes experiencias. Y las instrucciones del juego están repartidas en varios soportes. Recordemos el Gita, entre otros manuales de ayuda.

6.- Las bailarinas lógicas. Los hechizos de las palabras. Los juegos del lenguaje. Creo sostenible que el mundo entero que se presenta como tal ante “nuestra conciencia” -el universo, todos los dioses o no dioses, materia o energía, etc.- no es más, ni menos, que un juego del lenguaje: un gran juego de bailarinas lógicas a las órdenes de Vak (que sería uno de los avatares de Brahman; o de Dios, si se quiere). Nuestro mundo es un juego de palabras. Un juego del lenguaje, si se quiere evocar a Wittgenstein.

Y creo que cabe crear nuevos juegos, nuevos mundos, nuevos cielos bajo los que seguir ilusionándose sin perder el respeto al principio de veracidad. Caben honestas irrupciones de prodigios todavía por estrenar. Me refiero a nuevas ilusiones para ser compartidas por eso que llamamos “Humanidad” [Véase].

Porque creo que sin ilusión no hay sacralidad; y que sin sacralidad no hay Humanidad.

David López

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