Las bailarinas lógicas: “Bailarina lógica”.

 

 

“Bailarina lógica”. ¿Qué es eso? No lo sé muy bien, pero quizás pueda afirmar con cierta contundencia que esos seres -que carecen en realidad de “ser”- necesitan ser amadas, como es amada la bailarina que aparece sobre estas líneas. Hay que creérselas para crearlas, o para compartir las emociones que discurren por las algas lógicas en las que viven todos aquellos que se las creen. Pensemos en la palabra “España”. O “Cataluña”. O “United States of America”. O “Dios”. O “Materia”.

Yo las amo, amo el hecho de su prodigiosa existencia (aunque algunas de ellas me espanten). Y las amo tanto como amo la vida, tanto como amo los sueños (que son lo mismo que la vida). Las amo cada vez más, a pesar de lo peligrosas que son. Ellas dan (son) la vida; y el placer y el dolor (¿no las veis ahí, viviendo en una simple frase?).

“Bailarina lógica”. Es un término con dos palabras que ha nacido en este diccionario filosófico y ha crecido dentro de él…  hasta el punto de darle nombre.

Desde que, en 2009, inicié este diccionario, he intentado comprobar el poder de la diosa Vak, la cual, en uno de los himnos de Rig Veda, afirma que vivimos en ella, que comemos en ella, que respiramos en ella… ¿Es eso posible? ¿No estaremos ante una demencial exageración de los filósofos y de los poetas?

Pero, ¿qué es una “palabra”? Cabría adoptar una postura hiper-materialista y decir que las palabras son símbolos y que los símbolos –unas letras, unos sonidos, una bandera- no son más que determinadas configuraciones de la materia que sirven para comunicar otras determinadas configuraciones de la misma. El problema de este razonamiento es que todo él respira -sobrevive- en una atmósfera onírica: todo él es fruto de un hechizo: el hechizo que es capaz de desplegar una bailarina lógica cuyo precioso baile contemplamos hace unos meses: “Materia” [Véase].

Hay una bailarina lógica que ayer (el 11 de julio de 2010) fue capaz de insuflar una gran cantidad de energía (de vida, de magia, de cohesión social, de Maya) a todas las conciencias que están en red con ella: la palabra (el símbolo gráfico) es “España”.

“España”. Otra bailarina lógica. ¿Hay que librarse de todas la bailarinas lógicas para ver lo que somos en realidad? ¿Es eso la sabiduría? ¿Vale con saberlo, con saber que son puntuales y delicuescentes formas de configuración de nuestra conciencia? ¿No es “conciencia” otra bailarina lógica?

¿Hay bailarinas positivas y bailarinas negativas? La respuesta de Nietzsche a esta pregunta sería, quizás, que hay que elegir aquellas bailarinas (o dejarse elegir por aquellas bailarinas) que aumenten nuestra salud, nuestra vitalidad… nuestra “ilusión”. Pero, ¿no fue eso precisamente lo que conseguían las bailarinas lógicas del poeta/coreógrafo Hitler? Él consiguió insuflar mucha ilusión a todas las conciencias que soñaron su sueño lógico.

¿De dónde salen esos seres prodigiosos? ¿Los inventa de pronto un ser humano –un poeta? ¿Surgen mecánicamente, socio-biológicamente, de los grupos humanos? ¿Los inoculan los dioses a través de poetas? ¿Son determinadas formas de conexión neuronal que pueden ser compartidas tribalmente?

Creo que antes de acercarnos a estas criaturas lógicas, a estas hadas gramaticales, puede ser útil tratar los siguientes temas:

1.- Concepto de Maya en la especulación filosófica india.

2.- La negación de la semántica en Gorgias.

3.- San Pedro Damián: la demonización de la gramática.

4.- Berkeley: la materia como membrana lógica (membrana de palabras) que impide ver a Dios pero que, a la vez, sirve para que Dios instale “realidad” (y también sueños) en la mente de sus amadas criaturas.

5.- Wittgenstein: la Filosofía es la lucha de la inteligencia contra los hechizos del lenguaje. ¿Debemos luchar contra las bailarinas lógicas? El segundo Wittgenstein abrazado, abnegado, extático, a las bailarinas lógicas

6.- Simone Weil: casi todos los vocablos políticos están vacíos por dentro. Simone Weil creía en la palabra certera; en los peligros de la fantasía. Finalmente fue abrazada por Cristo, físicamente, meta-lógicamente.

7.- Los koanes en el Zen: el silencio de las bailarinas. Quizás el Satori (el objetivo final del Zen) ocurra cuando sabemos/sentimos (desde algo que ya no es mente ni es cuerpo ni es “ser humano”) que las bailarinas lógicas son carne de nuestra carne mental: que somos (ahí donde ya no cabe hablar de “ser humano”) el secreto coreógrafo de todas ellas: lo que les da la vida; y lo que les puede dar la muerte.

A partir de aquí, creo que puedo ir esbozando algunos rasgos comunes de las “bailarinas lógicas”:

1.- Dejándome llevar por las posibilidades expresivas de los “mitos” (como si hubiera algo en nuestro discurso que no fuera “mito”), podría decir que las bailarinas lógicas son algo así como sacerdotisas de Vak: la diosa de la palabra que se sabe omnipotente. O casi. Sacerdotisas o autodifractaciones de su esencia.

2.- Creo que, efectivamente, vivimos en un sueño lógico: en un cosmos construido por una estructura de palabras. Desde este punto de vista, la palabra sería no sólo genésica, como afirma el arranque del Evangelio de San Juan, sino también, y sobre todo, mágica: capaz de configurar cualquier contenido de conciencia (cualquier “existencia”).

3.- Buena parte de las propuestas soteriológicas (propuestas de salvación o de elevación de la condición humana si se quiere) insisten en el silencio como puerta a lo sagrado (como puerta a nuestro verdadero ser, que sería coincidente con el verdadero ser de Dios). Así, el silencio, la retirada de las bailarinas lógicas, permitiría ver lo que hay detrás de ellas, permitiría tomar conciencia de que lo que hay no coincide con sus cuerpos ni con el ritmo matemático de su baile. Ese silencio cósmico llevaría a la libertad: sería un despertar. Pero, ¿por qué despertar? ¿Para no sufrir? ¿Para salir del sufrir-gozar que, por ejemplo, sacudía ayer (11 de julio de 2010) a los seguidores de la selección española?

4.- Ya vimos en conferencias anteriores que a las bailarinas lógicas no les gusta que nos acerquemos demasiado a su cuerpo. Quizás sea que su piel es demasiado transparente. Se ve su nada. Su nada apasionada. Pero esa piel suda y vibra: hay en ellas un descomunal esfuerzo por vivir en nuestra conciencia, por tener “realidad”, por ser “de verdad”. Al ocuparme de la palabra “realidad” ofrecí un corte de la película Mulholland Drive (David Linch) que me sirvió para imaginar a una bailarina lógica llorando; llorando por su vacuidad ontológica [Véase].

5.- Creo que hay razones, al menos sistémicas, para diferenciar “bailarina lógica” de “concepto”, “universal” o “idea”. Quizás la clave esté en insistir en la “materialidad” de la bailarina lógica: es símbolo, algo que se percibe dentro del marco perceptivo ordinario, no tiene abstracción: se ve, o se oye, como se ve o se oye un pájaro.

6.- Un cosmos [Véase] es el fruto tangible, perceptible, de un determinado logos [Véase]. Y un logos es un poetizar [Véase Poesía] que ha conseguido modelar unas conciencias hasta el punto de hacerles creer que su sueño lógico es lo real. Las bailarinas lógicas son la parte visible de un poetizar. Son semillas de mundos (de sueños, porque todo mundo es un sueño en realidad). Podríamos decir que las bailarinas lógicas son Poesía viva, hambrienta de conciencias, necesitada del hábitat que les ofrece el interior de eso que una bailarina denomina “ser humano”.

Al ocuparme de “concepto” [Véase] he reproducido Génesis 2.16-17: “De todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Yo en ese momento interpreté que en el momento en que un concepto toma la mente ( en el momento en el que la agarra) se produce la muerte, la muerte de la conciencia por así decirlo.

Cabría otra interpretación: “De todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente te dormirás”.

Pero quizás vida y sueño sean lo mismo. ¿Sólo hay dos opciones: soñar o despertar a la nada/el infinito que somos? Muchas tradiciones hablan de una tercera: seguir soñando, sí, pero sabiendo que es un sueño, y que todas las bailarinas lógicas bailan atentas a nuestras manos: fabricar entonces preciosos hechizos, como diría Nietzsche.

Hay un video de Kylie Minogue que me ha aparecido extraordinariamente útil para visualizar lo que, a duras penas, voy entendiendo por bailarina lógica. En él se puede ver a una bailarina lógica cantando, bailando, hechizando conciencias, siendo progresivamente amada, creando un cosmos de mentes y de cuerpos dormidos, pero gozosos, aparentemente libres. Por fin libres. La gente de la calle, de pronto, abandona a otras bailarinas lógicas (las que, supongo, les impedían desnudarse en plena calle y abrazarse con la persona que tuvieran más cerca). Y es que todas las personas, gracias a esa bailarina prodigiosa, son bellas, tienen cuerpos bellos. Y sus zonas más “oscuras” (oscuras desde la visión ofrecida por otras bailarinas lógicas) son ahora completamente blancas y limpias: toda la gente de la calle, al desnudarse, muestra ropa interior blanca. Y no solo eso: la bailarina, con su poder, es capaz de convertir en un caballo blanco el caballo negro al que se refería Platón con su imagen del carro: el caballo negro de las pasiones es ahora el blanco: lo más puro, lo más limpio.

Y todos los seres humanos que oyen la música lógica se abrazan, armónicamente, en un erotismo hiperarmónico donde la belleza -esto es, el orden ilusionado- quiere reinar sin límite. La diosa sigue cantando, exultante de su poder, y bajo sus pies se van entrelazando cuerpos, cuerpos armónicamente estremecidos por el deseo sexual (un deseo que transciende y enciende al sujeto que desea). El delirio crece, y crece, y de pronto, atónitos, vemos que se está creando algo así como un organismo pluricelular, gigantesco, monstruoso, tan grande como uno de los edificios de una gran metrópoli. Entonces sentimos estupor maravillado, vértigo, horror incluso. Es la mirada filosófica: la que, por así decirlo, se asoma a los mundos que anidan en el espacio infinito de la conciencia. Dentro de ese hiper-erótico cosmos de mentes y de cuerpos entrelazados parece haberse instalado la plenitud, algo así como un paraíso sensual, un delicioso orden donde merece la pena fundirse, donde brilla el éxtasis de la supresión de la individualidad. Es destacable cómo mueve sus manos Kylie Minogue por encima de los ojos de sus hechizados; y cómo éstos se estremecen de cosmicidad, de orden, de amor, sintiendo que se elevan hacia el cielo al bailar el baile de la bailarina lógica que ha entrado en sus conciencias.

Desde fuera, no obstante, vemos un monstruo inquietante, una especie de virus lógico que quiere toda la materia humana para sí. Al final la bailarina, consciente del éxito de su baile y de su música, desde lo alto de su montaña de cuerpos y mentes, lanza una sonrisa de poder.

Quizás sea esa la sonrisa de Vak, la diosa que habla desde el Rig Veda, encarnada en una de sus sacerdotisas.

Imagino también la palabra “España” (O “Cataluña”), sonriendo desde una gigantesca pirámide de cuerpos y de corazones entrelazados por la euforia futbolística. Una pirámide onírica, lógica, hiper-vital, que, por el momento, no me inquieta.

Este es el vídeo de Kylie Minogue:

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