Filósofos míticos del mítico siglo XX: Ortega y Gasset

 

 

Ortega y Gasset es un pensador sorprendente (fertilísimo) y un escritor excepcional. Yo lo he leído casi siempre en contraste con María Zambrano. Y creo que ninguno de los dos se puede leer demasiado tiempo. Ortega y Gasset hace frases con demasiada solidez, con demasiada luz. María Zambrano, que huyó expresamente de “los infiernos de la luz”, ofrece en sus frases demasiados tramos de penumbra: tramos donde hay que andarse con cuidado para no pisar alguna misteriosa rana bañada por la luz de luna.

Pensar con Ortega vitaliza la mente, limpia el caos (el gran enemigo de los pitagóricos, y por lo tanto de los platónicos-dogmáticos): digamos que Ortega en cierta medida exorciza las sombras del irracionalismo, pero yo veo cierta bulimia de luz (esto es, un exceso de “verdad”). Parecería que Ortega siempre pensó con el cerebro duchado, limpio, musculado… sobre una mesa de madera sólida donde los documentos y las notas emularían el (anhelado) orden intrínseco y extrínseco del universo… pero a la vez sintiendo el latido viscoso de su propio corazón (y de todos los demás corazones que componen la sociedad humana); y sintiendo también eso que, simplificando mucho, algunos filósofos llaman “vida” (y que Ortega casi llevó a la nada de la Mística).

Ortega en cualquier caso me produce un gran placer intelectual: es algo así como un osteópata para los huesos de la mente. Y creo que su pensamiento político, hoy día sobre todo (tiempo de quejosos cenobios plurihumanos, esclavistas, suspicaces, resentidos, que se colectivizan, se unifican con frases muy cortas y sonidos muy estridentes), puede ser muy saludable.

Entre sus escritos puramente filosóficos yo destaco sin duda los que se agrupan bajo el título Qué es Filosofía. Se trata de una compilación de las once conferencias que Don José pronunció en 1929. La primera tuvo lugar en la universidad central de Madrid. Tras la renuncia de Ortega a su cátedra por razones políticas, aquellas conferencias siguieron en teatros: sala Rex, teatro Beatriz. Sobre la Razón Histórica (1944) es otra obra puramente filosófica de Ortega. Hay quien la considera decisiva para entender su pensamiento.

Estamos en cualquier caso ante un pensamiento delicioso. Y creo, insisto, que muy salubre; a pesar de sus a mi juicio alicortos acercamientos a la Mística.

Algunas de sus ideas

1.- “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Esta conocidísima frase la expresó Ortega en su primera obra publicada: Meditaciones del Quijote. Es una frase sugerente, pero excesivamente ilógica. Si aplicamos la simple teoría de los conjuntos, Ortega parece hablar de dos “yoes”: 1. Un yo “grande”, “global” “omniabarcante”; y 2.- Un yo “pequeño”, el que comparte el conjunto “yo grande” con eso que sea “la circunstancia”. Por otra parte, y como les ocurría a los existencialistas (y a los marxistas del negativismo) se corre el peligro de creer que eso de “circunstancia” puede ser narrado desde simplismos como “situación social”, “momento histórico”, etc. Nuestra “circunstancia” (entendida como lo que nos rodea, como aparente objetividad diferenciable de nuestro “yo pequeño”) podría ser algo inmensamente más grande y prodigioso de lo que se puede narrar desde el periodismo (Ortega fue un fabuloso periodista) o desde la Física (la enamorada de los modelos, de los bocetos, de los dibujos, de las reducciones en definitiva). Creo que el neologismo de Heidegger “In-der-Welt-sein” (estar-en-el mundo) [Véase], entendido como concepto unitario, no divisible ontológicamente, quizás fue menos “ilógico” que el de Ortega. Cierto es que el filósofo español quiso con su reputada frase estimular el sentido de lo social, el “compromiso”: no cabría una vida aislada dichosa, por así decirlo, porque estaríamos siempre en una circustancia que, casi como si fuera nuestro “cuerpo exterior”, requeriría nuestra atención y nuestro cuidado. Ortega fue claramente un filosofo involucrado en la política: creyente, podríamos decir, en que somos libres y capaces de configurar nuestros hábitats civilizacionales. Schopenhauer no lo creía. Yo sí.

2.-El perspectivismo. Se suele decir que con este posicionamiento gnoseológico Ortega quiso superar la tensión entre el idealismo (el mundo existe solo en mi mente) y el realismo (el mundo es objetivo, exterior al ser humano, pero cognoscible por él). El perspectivismo apuntaría a una objetividad gigantesca -pero existente y con forma determinada- de la que cabría ir obteniendo “perspectivas” parciales. Creo que estamos ante un simple objetivismo; y, sobre todo, ante un “fijismo” físico-metafísico que convertiría el Ser en prisionero de una forma. Le estaríamos negando al Ser (a lo que hay) su libertad y su creatividad.

3.- El raciovitalismo. Es un concepto que parece definir al segundo Ortega (desde 1924 hasta su muerte). La Filosofía nace de la vida y debe ponerse a su servicio. El hombre filosofa como respira. El hombre necesita saber a qué atenerse, por eso cuestiona, razona. Pero la razón no está aislada de la vida: es viviente, está viva. Algo así encontramos en Nietzsche: el filósofo debe coadyuvar al hechizo que es la vida, ponerse al servicio del espectáculo (no de la Verdad, que nunca puede existir -aunque sí, ojo, la veracidad). Se trataría (en el caso de Nietzsche) de entusiasmar, de hechizar, de convertir el mundo en un fabuloso teatro de guiñol donde los seres humanos no salgan de su asombro, no dejen de maravillarse… ¿Para qué si no es todo esto?, me pregunto yo. ¿Para qué traemos niños a este mundo?

4.- La vida. Ortega -al menos en su segunda etapa- quiso filosofar desde eso de “la vida”; y poner la Filosofía así nacida al servicio de su matriz esencial. Pero fue lo suficientemente sutil como para intuir que la vida no era, en realidad, nada, sino un auto-fabricarse del hombre. Así, aunque Ortega negó toda transcendencia (todo “más allá” de lo dado), convirtió esa Vida-Nada inmanente en algo muy similar a lo que algunas tradiciones de la Mística han entendido por “Dios”. Mi problema -ya lo he repetido en varios lugares de este blog-  es que todavía no soy capaz de adscribir un significado al significante “vida”. Por eso he elegido el término “Hipervida” [Véase “Sueño”]: no creo que solo “vivamos”; o, mejor dicho quizás, no creo que “vivir” sea eso que entienden por tal los existencialistas (Ortega está entreverado de existencialismo). Yo no creo que nos despleguemos en un vector temporal ni en un marco espacial limitados (y susceptibles de incorporarse a una narración). Sospecho que creamos y habitamos a la vez muchos mundos, que somos algo así como los señores -y los esclavos- del infinito.

5.- Universo. Así lo entendió Ortega en la cuarta lección de las que, posteriormente, se editaron bajo el título ¿Qué es Filosofía?:

Entiendo por universo formalmente “todo cuanto hay”. Es decir, que al filósofo no le interesa cada una de las cosas que hay por sí, en su existencia aparte y diríamos privada, sino que, por el contrario, le interesa la totalidad de cuanto hay, y, consecuentemente, de cada cosa lo que ella es frente y junto a las demás, su puesto, su papel y rango en el conjunto de todas las cosas -diríamos la vida pública de cada cosa, lo que vale y representa en la soberana publicidad de la existencia universal. Por cosas entederemos no solo las reales físicas y anímicas, sino también las irreales, la ideales y las fantásticas, las transreales, si es que las hay. Por eso elijo el verbo “haber”; ni siquiera digo “todo lo que existe”, sino “todo lo que hay”.

Yo no creo que estemos en un “universo”, pero probablemente sí que “vivamos” (es decir “soñemos”) en lo que parece ser tal. Ortega parece que cree en “las cosas”: individualidades platónico-aristotélicas que, por cierto, solo pueden ser sostenidas desde las palabras. Ni siquiera el ser humano, en cuanto “cuerpo”, resiste una mirada demasiado atenta. De hecho hay miradas -no muy atentas por cierto- que ven ese cuerpo como una especie de océano donde palpitan miles de millones de seres vivos “individuales”… y no todos con el mismo código genético.

6.- Filosofía y Física. La Filosofía no sería un tipo de pensamiento que sigue pensando y explorando a partir de donde se ha quedado la Física. Estamos ante dos formas diferentes de pensar. Según Ortega, la Filosofía ofrece una verdad suficiente pero incompleta; la Física, por el contrario, ofrecería una verdad exacta pero insuficiente. La Filosofía según Ortega no sería una meta-física, sino una ante-física: se ocupa de algo mucho más cercano e inmediato que aquello de lo que se ocupan los métodos estandarizados de las ciencias naturales.

7.- Ideas y creencias. Las primeras se cuestionan, las segundas no porque son el hábitat, digamos mental,  y probablemente no solo mental, del ser humano. Las creencias son algo así como ese Lebenswelt (“mundo de la vida”) del que habló Husserl [Véase]. Una idea puede pasar a ser creencia cuando ya no se cuestiona. Pero puede ocurrir también lo contrario. La Filosofía pone todo en duda: evidencia la textura ideológica de lo incuestionado. Por eso, en mi opinión, se destesta cuando -por debilidad- se necesita dogma, creencia… y todos somos débiles en algún momento. Todos.  Y muchas veces. Una creencia sería una idea que ya ha tomado una conciencia. Sugiero la lectura de la bailarina lógica “Concepto” [Véase]. Cuando alguien afirma que “ha comprendido” en realidad ha sido “comprimido” por unas ideas: ha ingresado en un cielo protector pero cerrado. Todos los necesitamos, para dormir tranquilos; al menos por la noche, que no es poco.

8.- La Historia. Ortega escribió un prólogo brillante a la edición española de una obra excepcional de Hegel: las Lecciones sobre la filosofía de la historia universal (traducción de José Gaos). En ese prólogo toma Ortega una cita de Goethe utilizada a su vez por Hegel: “Todo hecho es ya teoría” . Y dice Ortega: “Hegel devuelve a los historiadores la acusación que estos dirigen a los filósofos de “introducir en la Historia invenciones a priori””. Ahora cita Ortega al propio Hegel: “El historiador corriente, mediocre, que cree y pretende conducirse receptivamente, entregándose a los meros datos, no es, en realidad, pasivo en su pensar. Trae consigo sus categorías y ve a través de ellas lo existente”. ¿Qué es un hecho? ¿Qué es la Historia? [Véase] “¿Cuál es la textura ontológica de esta?”, se pregunta Ortega mostrando un magistral manejo del arte de la Filosofía. Respecto de la filosofía de la Historia ofrezco mi crítica de un gran libro que escribió Jacobo Muñoz. Puede accederse a ella desde [Aquí].

9.- La rebelión de las masas. Con esta gran obra política, escrita y publicada en 1929 (en pleno auge de los totalitarismos europeos), Ortega alcanzó un merecido prestigio internacional. En ella describe al “hombre-masa” como aquel que manifiesta una “radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia […] El hombre masa es el niño mimado de la Historia”. Creo que la lectura de esta obra es urgente ahora en España.  Algunos miles de seres humanos, en nombre del “Pueblo”, desde una autoconciencia de ser “los puros”, y sin respetar el principio básico de la democracia (cada hombre un voto), parecen estar queriendo derribar el sistema entero porque creen que debería nutrirles más de lo que les nutre, convertir su vida en mejor de lo que es: son revueltas de faraones que, habiéndose olvidado sí mismos, de su grandeza, se comportan como esclavos -no siempre tan hipernutridos e hiperconsentidos como ellos quisieran-. El exceso de mimo puede provocar que se pierdan generaciones enteras: necrosea la musculatura del alma. En España (el país más generoso del mundo) nos ha perdido el exceso de mimo. Falta espíritu olímpico [Véase]. Falta nobleza (noble es aquel que se exije más a sí mismo que a los demás). Y creo que falta generosidad y ecuanimidad hacia “arriba”. Pero escuchemos a Ortega; con antención (La rebelión de las masas, primera párte, capítuo VI, último párrafo):

Mi tesis es, pues, esta: la perfección misma con que el siglo XIX ha dado organización a ciertos órdenes de la vida es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo son insolidarias con las causas de ese bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que solo con grandes esfuerzos y cautelas se puede sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos. En los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que en más vastas y sutiles proporciones usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre.

Ortega fue, sin duda, un gran pensador político. Y un buen antropólogo. Ineludible hoy en España, donde esas “masas orteguianas” -cuantiosas, pero minoritarias por cierto- se han autodivinizado. Se han fanatizado. Y pueden destruir las panaderías que les dan el pan.

10.- La Filosofía versus la Mística. Dijo Ortega:

El misticismo tiende a explotar la profundidad y especula con lo abismático; por lo menos, se entusiasma con las honduras, se siente atraído por ellas. Ahora bien, la tendencia de la filosofía es de dirección opuesta. No le interesa sumergirse en lo profundo, como a la mística, sino al revés, emerger de lo profundo a la superficie. Contra lo que suele suponerse, es la filosofía un gigantesco afán de superficialidad, quiero decir, de traer a la superficie y de tornar presente, claro, perogrullesco si es posible, lo que estaba subterráneo, misterioso, latente. Detesta el misterio y los gestos melodramáticos del iniciado.

La filosofía es un enorme apetito de transparencia y una resuelta voluntad de mediodía.

Podría ser que “el mediodía” al que se está refiriendo Ortega fuera una dogmática (ciega) activación de un cosmos noetos platónico: una luminosa excitación de un cielo: unas ideas ya hechas creencias, ya convertidas en matriz vital (ya convertidas en una cárcel para la mente).

Creo que la verdadera “transparencia”, y la verdadera “superficialidad”, nos ofrecen el espectáculo de una nada (aquí mismo), con olor a infinitud, a inefabilidad: a tinieblas mágicas.

En la superficie se ve la nada. Si te pregunto, querido lector, qué ves ahora mismo, en general, ahí, sin enfocar tu mirada desde ningún observatorio pre-esquematizado, probablemente me respondas: nada. No veo nada.

Estamos en la Mística. La verdadera superficialidad, entendida por lo que está aquí, ahora, palpable, es lo inefable. Esa tiniebla que es, en realidad, la verdadera luz (fuente de toda luz) [Véase “Luz”].

Luz. Somos -en cuanto seres humanos en el mundo- una luz irradiada por esa prodigiosa tiniebla que constituye nuestro yo esencial. Por eso creo que es un simplismo irrespetuoso llamar a un ser humano “ciudadano” o incluirlo en abstracciones disolventes como “Pueblo”. Insisto en que está pendiente una radical re-dignificación de la condición humana: poner al hombre a la altura de sí mismo (altura prodigiosa creo yo). El hombre-masa arruina toda posibilidad de crear una sociedad a la altura humana; y se arruina a sí mismo porque se transforma en un esclavo mendicante y resentido: renuncia a su libertad y a su honrabilidad y las pone al servicio de una masa en la que, normalmente, beben sangre faraones camuflados (los líderes populistas).

Seguiré pensando y anotando cosas aquí a lo largo de lo que me quede de vida. Y quedo abierto al debate: ese incómodo arado metafísico que fertiliza el huerto de nuestras mentes.

Por eso agradezco el interesantísimo comentario que sobre el texto del lunes pasado (un texto todavía en fase de obras) realizó Antonio Martín de Arriva. Tomo buena nota de sus ideas, las cuales me han ayudado a pulir algo más este ensayo.

Animo a todos los lectores a que hagan lo mismo. Sería para mí un fabuloso privilegio que este blog se convirtiera en un templo invisible donde celebrar el sacro ritual de la Filosofía: esa actividad que sublima la condición humana porque nos exige una constante apertura de la mente; y del corazón. Una actividad (una religión, por qué no) que puede ser salvífica hoy en España. Y es que tengo la sensación de que podría haber dado comienzo a un sutil “Big-Crunch” en las mentes y en los corazones. La crisis económica puede estar generando simplemente miedo. Y odio. Y el miedo-odio son la antítesis de la Filosofía (cuyo motor principal es la fasinación por lo otro, y por lo que no es “otro”, y por todo). El miedo, el odio, la conspiranoia, pueden desecar y envenenar un país entero. Debemos evitarlo con todas nuestras fuerzas. Por favor…

Dijo Ortega: “La vida es, esencialmente, un diálogo con el entorno; lo es en sus funciones fisiológicas más sencillas, como en sus funciones psíquicas más sublimes”.

Desde el odio no cabe dialogar; no cabe vivir, dicho incluso en un sentido radicalmente fisiologista.

Algunos alumnos míos me han confesado que la Filosofía -literalmente- les da la vida. Quizás sea porque no hay un diálogo con el entorno más radical que el que ofrece esta hiper-ciencia (esta religión).

David López

 

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2 comentarios en “Filósofos míticos del mítico siglo XX: Ortega y Gasset

  1. Antonio

    Estimado David,

    Mis comentarios:

    1- Sobre la Mística, no creo que Ortega la infravalorare en los términos que apuntas. Pienso que su ataque es simplemente formal desde el ejercicio profesional de la Filosofía (para Ortega tal actividad era cuestión muy seria). He leído en él, cuando enumera las razones que le hacen rechazar la Mística para la Filosofía, que no enjuicia las experiencias místicas de cada, que como raciovitalista, debe reconocer, pues es lo que hay, sino que tales experiencias personales son inefables y por tanto indefinibles, sin utilidad racional hacia el prójimo; sólo queda una aproximación tangencial (sin ser tangente) a través de la poesía, la metáfora, como hicieron Santa Teresa o San Juan, pero sin poder utilizar un simil, pues, no hay experiencia común que comparar. Estoy de acuerdo contigo que tal argumento no invalida las experiencias místicas como vía de conocimiento personal e individual, pero exclusivamente individual. Recordemos que unos de los compañeros alemanes de Ortega durante su estancia universitaria germánica le achacó que padecía de un altruísmo intelectual. Ortega es ante todo un comunicador, parte de su proyecto de vida fue aclarar la realidad, no sólo a sí mismo, sino a toda la Humanidad, en especial a los españoles, su circunstancia más directa.
    2- El leitmotiv de Ortega ciertamente es ilógico, pero es una glosa, la mejor abreviatura de su doctrina metáfisica. Utiliza términos fácilmente comprensibles del lenguaje vulgar para designar sus conceptos metafísicos, esto es, utiliza imagenes comunes para cargarlas de toda la profundidad de su filosofía ontológica. Quizás se debiera empezar diciendo:” yo y mi circunstancia, es yo”; esto es lo que normalmente llamamos mi yo y mi circunstancia es un todo ontológico, es el verdadero yo, una unidad ontólogica, el Ser, por que lo que hay es ese yo con mi circunstancia, y esa unidad que Ortega acaba rebautizando como yo, es mi vida, la vulgar de cada cual, pero mi vida soy yo, no otra cosa puede ser mi vida que yo. Ojo, que tal es una conclusión tras dos milenios de un desprendimiento hercúleo de prejuicios metafísicos, en el que se busca cuál es la verdad radical, la incuestionable, el Ser, aquello que Descartes se preguntó a sí mismo. Esto es, un punto de partida formal, sin más prueba que la que se da a sí misma, apodíctica. Descartes afirmó “cogito ergo sum” y continuó diciendo que somos pensamiento. Ortega, dió un paso más hacia atrás: cierto, cogito ergo sum, pero la realidad primera, el ser, no es el pensamiento, porque tal es ya una construcción, un concepto, un aditivo; si lo quitamos lo que queda, con lo que se queda el hombre es a sí mismo con la cosa, con la circunstania, con lo otro que él. Ese sí mismo con la cosa, no es otra cosa que la vida del hombre. El hombre es su vida, puede sonar una perogrullada, pero es que Ortega alza su dialéctica mano en un ademán de aviso y añade que además lo es ontológicamente. Esta es la primera conclusión que abrevia su famoso adagio, la afirmación ontológica de que el Ser es la vida, y todo lo demás, exista o no, se debe manifestar en la vida. Qué deba ser ese Ser, la vida, la sustancia, la esencia, son ya construcciones adicionales que parten de el hecho incuestionable de que la vida es el ser radical. La cuestión es que la estructura de ese Ser, de esa vida, que es mía, que soy yo, pues sólo la vivo yo, es sentirme siempre yo (el yo vulgar, común) enredado con otra cosa que yo, llamémosle mundo, experiencia mística. La vida consiste en eso algo que llamamos yo con otras realidades que siento distinta a mí. Es una dicotomía ontológicamente unidas de manera inexorable. Pero es una dicotomía porque es así como nos es la vida, es una prisión metafísica si se prefiere utilizar tal expresión para expresarla. La segunda conclusión es ya aquella apuntada: la verdad incuestionable no es cogito ergo sum, sino que pienso porque vivo, aunque viva sólo ilusiones o ensoñaciones. La tercera conclusión, más profana, que expresa Ortega, es que la circunstancia, al vivir, yo, al ser yo, actúa sobre mí y yo sobre mi circunstancia. Existe una interdeoendencia mutua, yo soy como soy por mi circunstacia y ésta es así porque yo actúo sobre ella: es una delimitación recíproca: la caída de la bolsa supone un horizonte distinto para un broker que para un ingeniero.
    3- La superación del Idealismo y del Realismo lo consigue con lo que he apuntado más arriba: no puedo afirmar de antemano que las cosas son independientes de mí como decían los griegos (esto es son por sí y para sí), como muy bien apunta Descartes, pero tampoco puedo afirmar de antemano que yo soy idependiente de las cosas (esto es, soy por sí y para sí), no lo único que puedo decir es que lo que hay es algo que llamo yo, el sujeto, con las cosas, y siempre unidos de manera inexorable. Drenando aqui de las palabras yo y cosas, cualquier categoría metafísica helenica: sustancia, esencia, naturaleza, porque, a priori, yo no sé que es eso, ni a qué se refiere. La realidad es algo tan raro que sólo es un algo que incluye yo con las cosas, con lo otro que yo, porque me es así.
    4- El perspectivismo de Ortega es una corolario de su metafísica: como la única realidad radical, incuestionable, es la vida, si admitimos que la cosa otra que yo que llamamos prójimo, es una realidad ontológica similar a mi vida, esa vida le es a él, pero no a mí, y lo que viva no será menos real que la mia. Esto es un subejtivismo, pero que a la par es obejtivo, porque no se puede negar que lo que viva cada cual no sea verdad, aunque viva una ilusión, porque a la postre está experimentando el contenido de tal ilusión. Pondiendo el ejemplo de los nacionalismos: podremos argüir que las reclamaciones de los nacionalistas carezcan de fundamento real, y estar en lo cierto, pero es incuestionable que tales se sienten distintos al resto de los españoles, aunque en su comportamiento no se pueda observar ni una mínima desviación del denominador común de costumbres, usos, opiniones, etc. El Perspectivismo es una afirmación filosóficamente fundamentada de la verdad del prójimo, sin negar la existencia de verdades absolutas o incuestionables.
    5- Ortega nunca creyó en las cosas como realidades platónico-aristotélicas porque fue uno de sus caballos de batallas metafísicos, además que no sabía lo que son las cosas, ni nadie lo sabe. La palabra cosa, tal y como la utilizamos hoy en día, se encuentra galvanizada por la postura filosófica helénica, a saber, que las cosas son en sí y para sí y poseen una sustancia independiente de por sí, de las demás cosas. Que las cosas son por sí mismas, su ser se sustenta por sí mismo. Esta es la tedencia natural de nuestro intelecto (lo qué demonios sea el intelecto) considerar las cosas como algo dado, independiente de nosotros. Es más, es una hipótesis de trabajo implícito de todo el monumental edificio de La Ciencia. El error del Idealismo, de Descartes, según Ortega, fue considerar al yo como eso, como una cosa, y reveló el prejucio filosófico que actuaba desde las profundidades de Renato: presuponía sin saberlo que todo ser debe poseer una sustancia, y si el ser es yo pensando, ese pensamiento es la sustancia del ser, del hombre: el hombre es pensamiento, es lo que sustenta sus ser. Este fue el mayor error de Descartes, cosificar al hombre. ¿Qué es la sustancia, o la esencia, o las cosas? Lo que para Ortega tiene valor metafísico es la realidad, tal y como es, como se nos presenta, sin cuestionarse la esencia de la misma.
    6- El Universo también para Ortega es construcción, utiliza esa palabra para hacerse entender y luego poder liquidarla. Lo que hay es la vida, dentro de ella cabe todo lo posible, incluso lo físicamente imposible (entendiendo físicamente aquí como la disciplina teorica científica). No circunscribe la realidad, la realida es la que nos es, la que es y podría muy bien ser otra.
    7-Efectivamente ¿Qué es Filosofía? es muy bueno, pero el que mejor aclara el punto radical de toda su doctrina filosófica es Sobre la Razón Histórica, (con este libro aprendí más filosofía que en toda mi vida – a la sazón 20 años tampoco muchos). Donde sistematiza su filosofía es en el Hombre y la Gente, es bastante aclaratorio pero denso.
    8- Para entender su pensamiento sociológico o historiológico es muy recomendable la que apuntas, La Rebelión de las Masas, pero es fundamental complementarlo con España Invertebrada, Ideas y Creencias y En torno a Galileo. Su ensayo sobre Luis Vives es una sistematización de su Razón Histórica, también lo es En Torno a Galileo pero este último más expositivo y extenso.
    9- Es fundamental para terminar de citar su pensamiento sociológico o histórica su Principio de la Generaciones, expuesto en En torno a Galileo (también en otros ensayos sueltos). David, aquí debo ponerte una falta. El concepto de las Generaciones es vital en su concepción dinámica de la sociedad, en su concepción histórica de la sociedad, porque el hombre también es histórico. El Princioio de las Generaciones junto a su principio de Ideas y Creencias constituyen la interpretación más genial de la evolución histórica de cualquier sociedad que hasta ahora he leído; supone la charnela sobre la que gravita la evilución social de Ortega. Tengo algunos artículos, breves, escritos al respecto, que puedo linkar pero no sin tu aprobación David.

    Muchas gracias.

    Saludos,

    Antonio

  2. Antonio

    Hola David,

    Un comentario respecto al In-der-Welt-sein, “estar en el mundo”, de Heidegger ( o el da-sein, “estar ahí”, que para mí es análogo):
    La realidad ontológica a la que se refiere Heidegger es la misma a la que se refiere Ortega con “la vida” la de cada cual. Esta realidad ontológica es una, es el ser tan tenaz y milenariamente buscado desde los Aqueos. La cuestión es que a tal conclusión unitaria del ser se llega tras varias operaciones fenomenológicas. Aún así, el ser se presenta de una manera peculiar, posee una constitución propia: es una unidad que se presenta como una dicotomía ontológica.
    En filosofía, sobre todo en las nuevas conquistas intelectuales de la realidad, se fuerzan los vocablos y los conceptos que encierran hasta descoyunturarlos. Puesto que al poner el pien en una nueva playa, en una visión más elevada sobre la comprensión de la realidad, no se dispone de un arsenal lingüístico ad hoc para designar las nuevas conquistas, es preciso utilizar el vocabulario a mano, que por desgracia, designa visiones e interpretaciones de la realidad antiguas e inexactas. Es un reto importante para el filósofo original tener que utilizar aperos inadecuados para cosechar frutos hasta ahora desconocidos. Mucho más hacerse entender por los demás, que normalmente se mueven en los lugares comunes de la lengua (que ya supone una postura filosófica concreta que pasa desapercibida). Por eso el pensador que osa adentrarse en terra incognita debe deshacerse de todo concepto, prejucio o prenoción sobre la realidad. Es ponsible “ver” sin poner palabras, esto es, es posible el nudo pensamiento para referirse a la desnuda realidad. ¿No te ha sucedido alguna vez haberse representado en tu mente un concepto, una idea, al que te resultaba difícil poner palabras, pero, por el contrario, estabas muy seguro de tu idea? Se puede pensar sin palabras, sólo que, el lenguaje son un catalizador muy potente de la genésis intelectual, en definitiva son unas muletas del pensar, un vehículo, y cuanto más sofisticado sea el lenguaje utilizado mayor potencialidad en sus resultados, así la notación matemática sería al pensamiento lo que un automóvil al movimiento.
    Pues bien, la fenomenología, a mi juicio, es un procedimiento intelectual que persigue precisamente eso, la nuda representación intelectual de la desnuda realidad. Hay que olvidarse de manejar conceptos desgastados por el uso y el pudor de la Lógica humana (que impone una operación intelectual concreta al hombre). El objetivo es la representación más exacta posible de la realidad tal y como se “ve”, siendo secundario la lógica de los términos utilizados para ello. Quizás por eso grandes pensadores han sido tan oscuros como Heráclito.
    Voy pues ahora a describir a modo de esquema, para no extender demasiado la participación, las distintas operaciones fenomenológicas (que son movimientos cartesianos pero se añade uno más) aplicadas para llegar a la conclusión ontólogica de los “hijos” de Husserl.
    1- Me descubro a mí mismo haciendo cosas, actuando con otros hombres otras cosas.
    2- Me doy cuenta que la realidad de las cosas con las que trato, incluso con las otros hombres, es problemática, no puedo formalmente afirmar si son reales o no. No puedo aseverar su ser en sí.
    3- Lo único que puedo afirmar sin riesgo a equivocarme es que yo, al menos, hago cosas, siento, percibo, sean o no ilusiones, pero es indubitable que yo las hago, las siento.
    4- Por lo tanto la única realidad, ser en sí, es yo tratando con las cosas, yo con las cosas, yo con el mundo, yo en el mundo. Hasta aquí Heidegger.
    5- Ahora Ortega añade: esta es la única realidad en sí, el ontós griego, y es una unidad, pero en esa unidad, fenomenológicamente, se el caso, de que, yo me soy a mí mismo como algo distinto con las cosas, y que las cosas me son como algo distinto a mí. La unidad ontológica consta de dos términos, si se quiere, fenomenológicos, el yo que actúa con lo otro que yo, y esa es la estructura básica del ser. Esta afirmación en el exclusivo estrato de la lógica lingüística es ilógica, pero representa con mejor exactitud la realidad “vista”.
    Además este ser, esta vida, tiene algo de Mónada.

    Saludos,

    Antonio

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