Filósofos míticos del mítico siglo XX: Hilary Putnam

Entrevista de Bryan Magee a Hilary Putnam en 1987 (BBC).

 

Hilary Putnam es un mítico filósofo del mítico siglo XX -extraordinariamente brillante y simpático- que está además vivo. Quizás lo esté también eso de lo que durante tantos años se ha ocupado: la “Ciencia”. En una entrevista que le hizo Bryan Magee (BBC-1987), Hilary Putnam admitió que la Ciencia es consciente de, y que incluso prevé, que todas las teorías que al día de la fecha acepta como válidas serán sustituidas por otras. ¿Todas? ¿Absolutamente todas? También admite que en la descripción de la realidad, en la construcción de eso de la “verdad”, los seres humanos tienen un papel decisivo: aportan su interior, interpretan. Ya no sería admisible según Putnam el modelo newtoniano basado en la creencia de que nuestra mente funciona como un espejo de lo objetivo, de lo exterior.

Si la Ciencia ya no se ocupa de una verdad objetiva, exterior, inmutable, ¿qué es entonces?, le pregunta Bryan Magee (que es considerado por cierto en el mundo anglosajón como el gran especialista en Schopenhauer). La pregunta es crucial, apocalíptica, genésica por lo tanto. Nos abre nuevos caminos de pensamiento y de sentimiento, nuevas miradas al infinito (a la Nada Mágica que nos envuelve y que nos constituye).

Me atrevo a sugerir que esa “energía” o “impulso” que llamamos “Ciencia” no sea descriptiva sino creativa. Algo desbordante de creatividad opera en eso que sean “los cerebros” de los científicos (que siempre piensan y miran en red con otros científicos) y crean mundos (miradas). Un mundo es una forma de mirar al infinito, una hermenética del infinito, un recorte entre los infinitos recortes posibles de esa barbaridad que tenemos delante (y dentro), todo el rato, pero que solo podemos ver de forma esquematizada, conceptuada, cientificada. En otro caso nos incineraríamos, perderíamos el ser individual.

Al ocuparme de las propuestas hermenéuticas de Gadamer [Véase] me detuve en su concepción de “texto eminente”. Según Gadamer un texto es eminente si no es susceptible de ser reducido a conceptos (de ahí la eminencia de un texto verdaderamente poético, que pierde por cierto su excelencia si puede ser interpretado del todo, si puede ser disecado en estructuras lógicas, en miradas ya aquietadas, domadas por el miedo a habitar en lo impensable, en lo inimaginable).

Desde la concepción de “texto eminente” que nos ofrece Gadamer cabría afirmar que los científicos son hermeneutas de una Poesía eminente (eso que se presenta ante nuestras conciencias en red, ante nuestras conciencias democratizadas). Y cada uno de los modelos que van ofreciendo los científicos (las “Big Pictures” de las que habla Putnam) no son sino temblorosas e hiperhechizantes interpretaciones del Gran Texto… que es lo que hay… ahí.

Ofrezco a continuación una especie de listado con las ideas de Putnam que me parecen por el momento más relevantes, más estimulantes, más genuinamente  filosóficas:

1.- Existe el mundo exterior, cree Putnam, pero nuestra mente (?) no es un espejo que debamos pulir para que refleje ese mundo lo mejor posible. Nuestra mente aporta también material a la verdad. Putnam afirma que las propuestas que Kant realizó en el siglo XVIII están siendo asumidas por los científicos del siglo XX y XXI. Se me ocurre sugerir que eso de “exterior” es un plano ontológico que cabe dentro de otro más grande que podríamos denomonar “la Gran Bolsa”… que sería algo así como “nuestra” conciencia, lugar donde entre otras cosas estaría ese “objeto” que identificamos momentáneamente con nuestro yo (el yo objetivo, o mental si se quiere).

2.- La Ciencia es un conjunto de teorías que están en permanente cambio. No termino de ver si Putnam considera siquiera la posibilidad de algún punto de llegada, de un gran final gnóstico, de un por el momento inefable orgasmo cognitivo: la gran visión del universo alcanzada por una de sus partes. En cualquier caso creo que es oportuno tener presente que Putnam, cuya madre era judía, y que ya en la madurez quiso recobrar la tradición judía, ha estado muy interesado en la Cabalah [Véase]. Y en la Cabalah la visión de la verdad final equivale a la muerte, a la incineración óntica mejor dicho.

3.- Putnam tiene cierta brillante originalidad como filósofo, como pensador en general. Así, es muy famosa su tendencia a someter todas sus ideas a una crítica despiadada, lo cual ha provocado numerosos y desconcertantes cambios en sus ideas. Es destacable que en política fuera miembro del Progressive Labor Party (un partido comunista de origen americano que consideraba que la URSS había traicionado el verdadero marxismo convirtiéndole en capitalismo de Estado). En 1997 Putnam, siguiendo su saludable tendencia a poner en duda todas sus concepciones (a arar su propio huerto infinito), afirmó que su vinculación con aquel partido fue un error.

4.- Twin Earth thought experiment. El experimento de pensamiento de la Tierra gemela. Este experimento fue propuesto por Putnam en 1973 (Meaning and reference) y desarrollado en 1975 (The Meaning of Meaning). Se trata básicamente de pensar/imaginar que existiera un planeta exactamente igual al nuestro, con habitantes exactos, todo exacto, incluidos los lenguajes; salvo una cosa: eso que los idénticos lenguajes de ambas tierras llamarían “agua” no sería en verdad, en la realidad objetiva de cada planeta, la misma cosa. En nuestro planeta la composición de ese líquido sería H2O. Y en el Tierra Gemela sería algo así como XYZ. Oscar, un personaje exacto en ambas tierras (según Putnam), creería siempre que con la palabra agua nombraba algo real, pero solo el Oscar de la Tierra estaría dando el nombre correcto al líquido real de su planeta. Putnam sugiere pensar esas dos tierras gemelas hace algunos siglos, cuando todavía no se sabía la composición molecular del agua (yo me pregunto si la conocemos ahora). Este experimento serviría, según Putnam, para demostrar que los contenidos del cerebro humano no son suficientes para determinar el significado de las palabras que usa. Eso sería el “externalismo semántico”. Se me ocurre señalar que Putnam sigue siendo un realista en el tema de los universales, y que por eso siente cierto vértigo en su experimento, el cual, por otra parte, ha criticado recientemente, siguiendo su dura e inagotable autoproblematización. Pero en cualquier caso sigue creyendo que hay agua “en sí”, más allá del cerebro humano. Sigue creyendo que existen las cosas aunque nadie las mire ni las piense. También -como feligrés del cientismo- cree que ese líquido puede ser reducido a sus “cualidades priamarias” (lo medible, lo matematizable, lo con-mensurable…); esto es: que todo puede ser medido con nuestras formas de medir… que todo puede ser reducido a lo que ya sabemos. Cree Putnam que el agua es solo H2O. Ahí veo la influencia de la Revolution in Philosophy que promovieron los filósofos ingleses de principio del siglo XX: la vuelta al sentido común, al mundo que ha sido apresado en el lenguaje común a lo largo de milenios (Moore [Véase]). No obstante, mirando algo más de cerca su experimento, se dice que esos líquidos que en ambos planetas se llaman agua serían sentidos como tal por quien los nombran. Pero hay que tener presente que si en el planeta gemelo el “agua” no tiene la composición H2O tampoco será parte integrante de los cuerpos de sus terrícolas, lo que hace difícil sostener que ante ese líquido (XYZ) los seres humanos sientan lo mismo que en nuestro planeta sentimos con el agua (H2O). En cualquier caso, Oscar, ese personaje “gemelo” en ambos mundos, no sería realmente gemelo, pues sus cuerpos no estarían compuestos por el mismo líquido. Habría un Oscar formado mayoritariamente con moléculas H2O. Y otro con moléculas XYZ. Si es que seguimos haciendo equivaler los esquemas útiles que se proponen sobre el cuerpo con lo que sea nuestro cuerpo “en sí”.

5.- Putnam admite que la Ciencia está aceptando teorías, que funcionan, que explican hechos, que permiten predicciones, pero que no son comprensibles (la mecánica cuántica en particular). Los filósofos de la ciencia, inspirados en esa anglosajona “revolución en la Filosofía” que se ve ya en Moore [Véase Moore], habrían abandonado por tanto el sentido común, estarían aceptando la existencia de cosas y de modelos de realidad que no son soportables por nuestra lógica, por nuestra capacidad de dar algo por existente, por lógico. En el fondo todos veneramos a la diosa Lógica. El propio santo Tomás le pidió permiso a esa gran divinidad para que Dios existiera. El caso es que, según Putnam se aceptarían esas ilógicas teorías científicas porque funcionan… Me parece que el utilitarismo anglosajón habría provocado efectos contrarios a sus presupuestos metafísicos; esto es: que todo es de sentido común, que todo es lógico.

6.- Según Putnam la Ciencia progresa. Cada vez explica más hechos. Son las “big pictures” las que están sometidas a cambios, a refutaciones. Cree, por ejemplo, que la medida de la distancia entre la Tierra y el Sol se puede ajustar, pero que es incuestionable el aumento en la precisión de nuestras medidas. Yo creo que cabría acceder a “big pictures” en las que esa medida fuera irrelevante porque tanto “Tierra” como “Sol” dejaran de ser cosas individualizadas en un sistema solar. También me parece obvio que en algún momento se modifiquen nuestros sistemas con-mensurabilidad (las imposiciones que los sistemas de medida realizan sobre lo que supuestamente creen estar midiendo). Y es más: me parece obvio que esa distancia entre la Tierra y el Sol, todavía dentro del modelo newtoniano, no puede ser medida con seriedad, ni siquiera dentro de nuestros sistemas de medida actuales y casi ontologizados. El sol no tiene bordes definidos, ni la Tierra tampoco. Pero de acuedo, puedo asumir el “compromiso ontológico” de que esas individualidades existen con claridad y que la distancia entre ellos es medible. Lo puedo asumir por amor a este mundo, a esta forma de mirar al infinito.

7.- Standards of certainty. En la antes citada entrevista con Brian Magee (1987-BBC-disponible en Youtube) Putnam acepta la dificultad de hablar de “la verdad objetiva y probada” una vez admitida la enorme carga de subjetividad con la que se desarrolla eso de la “Ciencia”. Y habla de “standards de certeza”, que estarían determinados por las necesidades prácticas de cada momento. Hay que tener presente, creo yo, que Putnam ha estudiado especialmente el pragmatismo norteamericano de finales del siglo XIX, y que, junto a su esposa, ha escrito varios textos sobre el tema. El pragmatismo norteamericano considera que un atributo esencial de la verdad es su fuerza, su motricidad, su capacidad de producir efectos, de provocar sensaciones. Yo, por mi parte, tengo la sensación de que “la verdad” es una sensación, un sentimiento necesario e inestable, un prodigio más del Gran Mago.

8.- “El funcionalismo computacional”. Putnam quiso solucionar la relación mente-cerebro usando la terminología propia de la cibernética: la mente es el software; el cerebro es el hardware. Somos máquinas muy complejas, hechas con materia. No hay otra cosa que materia organizada hasta el punto de ser capaz de pensar, de hacerse preguntas sobe sí misma. La crítica de John Searle: la habitación china (Minds, Brains and Science, Harmondsworth, Penguin, 1984 [Edición española: Mentes, cerebros y ciencia, Cátedra, Madrid, 1994]). Esta crítica ha sido también aceptada por Roger Penrose (el gran matemático inglés que cree que hay cosas no computables en la actividad mental, y que por tanto la mente no es cuerpo, no es una porción especialmente compleja de la materia que compone el cuerpo). Mi posición ante este tema puede leerse [Aquí].

9.- Putnam tuvo como mentor a Quine [Véase]. Ambos filósofos son considerados como creyentes en la realidad de los entes matemáticos: una realidad objetiva, plural, exterior, más allá de la mente humana. Los números, las figuras geométricas, etc, existen en sí, ahí, en el universo (?), aunque no haya seres humanos que los piensen, los dibujen, los usen. El argumento de Quine y de Putnam para justificar esa maravillosa existencia se conoce como “Indispensability argument for realism“, y se presenta como un silogismo que tendría la siguiente estructura:

a.- Debemos aceptar, como compromiso ontológico, la existencia de todas las entidades que son indispensables para las mejores teorías científicas.

b.- Los entes matemáticos son indispensables para las mejores teorías científicas.

c.- Conclusión: hay que estar comprometido ontológicamente con las entidades matemáticas, con su existencia objetiva.

De acuerdo, pero: ¿qué son los entes matemáticos? ¿Cuál es su textura ontológica?

Según este famoso argumento de Quine-Putnam las verdades, los modelos de realidad, serían consecuencia de actos de voluntad (algo así afirmó Descartes, por cierto, dentro de la tradición voluntarista que quizás arrancó, en el siglo XIII d.C., con el Maestro Eckhart). Yo veo en el “Indispensability argument for realism” una especie de decisión genésica de que un mundo exista. Puro voluntarismo epistemológico. En cualquier caso Quine-Putnam creen que las teorías se validan o invalidan como conjunto, y que no se pueden ignorar ninguna de sus partes (los entes matemáticos son partes ineludibles de la teorías científicas, al menos de las teorías de la Física).

Hay otro argumento que se utiliza para otorgar realidad en sí a los entes matemáticos. Es el argumento de la Belleza, que no es poco. La Matemática [Véase] sería el Ser, y ese Ser tendría una belleza extrema, por su equilibrio, por su elegancia, por su potencia infinita. El matemático estaría contemplando constantemente Belleza infinita. Sería en realidad un teólogo, dado que, según esta cosmovisión, Dios sería un prodigioso fenómeno matemático.

A Putnam, por el momento, le veo más dispuesto a empatizar con la arrolladora creatividad de las teorías pasajeras, que con la belleza quieta pero fabulosa de un Ser ya matematizado de una determinada y prodigiosa forma.

Gracias otra vez a todos los que os asomáis a este blog, aunque a la gran mayoría no os conozca. Ya sabéis que estaré encantado de debatir con vosotros sobre el Prodigio en el que estamos implicados.

David López

 

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