Las bailarinas lógicas: “Historia”.

 

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Me ha parecido oportuno unir a estas dos bailarinas lógicas: “Hecho” e “Historia”. Pedirles que bailen juntas ante nosotros.

Creo que un significado básico de “Historia” podría ser “sucesión de hechos susceptible de ser incorporada a una narración”. Otro podría ser “estudio del ser de eso que se despliega, se articula, en hechos narrables”.

Me gustaría reiterar que para ver –y para abrazar en lo posible- estas y otras palabras –a estas y a otras bailarinas lógicas- estoy nutriéndome de una preciosa, aunque gélida, galaxia lógica que me acompaña desde hace décadas: el Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora. Mando una sonrisa, desde aquí hacia allí. Allí donde este filósofo pueda haber perpetuado su conciencia. Allí donde pueda recibir mi agradecimiento.

¿Tenemos historia más allá de nuestra muerte –o de nuestra vida, de nuestra vida visible por otros aquí-? Algunas religiones creen que sí. Otras dicen creen que es mejor creer que no.

Ortega y Gasset, en su introducción a las Lecciones de Filosofía de la Historia de Hegel, citó a Goethe así[1]:

“Todo hecho es ya teoría.”

Y aclara esta cita con un pie de página en el que afirma lo siguiente:

“Hegel devuelve a los historiadores la acusación que estos dirigen a los filósofos de introducir en la Historia invenciones a priori”.

 

Y sigue Ortega citando a Hegel:

“El historiador corriente, mediocre, que cree y pretende conducirse receptivamente, entregándose a los meros datos, no es, en realidad, pasivo en su pensar. Trae consigo sus categorías y ve a través de ellas lo existente”.

Pero tanto Ortega como Hegel, a pesar de su lucidez filosófica, creyeron en la historia en sí: en que efectivamente ha habido una concatenación de hechos concretos, independientes del hecho de ser o no pensados por un ser humano.

¿Qué es un hecho? ¿Qué es la Historia?

 

“¿Cuál es la textura ontológica de esta?”, se pregunta Ortega en esa introducción a la obra de Hegel.

 

Y sigo yo preguntándome: ¿Estamos ante un fenómeno puramente narrativo, un prodigio poético de descomunal influencia en los corazones de los humanos, o realmente hay algo objetivo que se ha desplegado y se despliega en ese misterioso río entre físico y metafísico que es el tiempo?

Por el momento, me voy a acercar así a la palabra “hecho”:

1.- El hecho como fuente de lo verdadero: “Es un hecho”.

 

2.- Tipos de hechos: humanos y naturales. Reflexiones sobre el principio antrópico: el dualismo hombre-materia y la libertad.

 

3.- Wittgenstein: “El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”.

 

4.- El “hecho atómico” como relación entre cosas. Pero, ¿qué es una cosa?

 

5.- Los cartógrafos de Borges. Baudrillard. Los “conspiranoicos”: el poder miente y manipula ubicuamente.

 

6.- ¿Cuál es El Hecho Total: Eso (Esto) no parcelado con las tijeras de los universales? ¿Qué ha pasado siempre y pasa ahora y pasará siempre? ¿Pasa algo en realidad, en el sentido de acceder al ser y dejar de serlo?

Después de abrazar a la bailarina “Hecho” -y sentir el temblor de su nada-creo que cabe acercarse así a la bailarina “Historia”:

1.- Preguntas cruciales: ¿Existe la historia en sí, objetiva, más allá del pensamiento humano, más allá de la forma que tienen los lenguajes de recortar el infinito a través de los universales? ¿Es la historia humana un momento de la historia natural, un salto cualitativo en el devenir mecanicista que según algunos caracteriza a la naturaleza no humana?

 

2.- Filosofía formal de la Historia y filosofía material de la historia.

 

3.- Visiones de la Historia: “causalidad en la historia”, “motores de la historia”, “fases de la historia”… “fines de la historia”.

 

4.- El problema de la existencia del tiempo más allá de la mente humana.

Ahora algunos apuntes sobre mi propia visión sobre la Historia:

Siento, en mi mente, que, sin faltar a la honestidad ni al rigor ni al equilibrio mental, cabe la propuesta de modelos de pasado absolutamente diferentes de los que ahora están canonizados socialmente: modelos, además, escrupulosamente respetuosos con los “hechos” e implacablemente coherentes con la lógica que exigen las colectividades científicas.

 

Me parece que la narración canónica actual está construida con espejismos como “Edad Media”, “Renacimiento”, “Oriente”, “Occidente”, “Progreso”, “Lucha de clases”, “Capitalismo”, “Consumismo”, etc.

 

Pero, a su vez, los “modelos de pasado” que van a irrumpir estarán construidos con otros espejismos, otras palabras huecas pero poderosísimas. Y honestas.

 

Lo “ocurrido” es inefable, infinito. Lo que ocurre también lo es. Pero hay que vivir en algún cosmos. No cabe existencia sin cosmos; y no cabe cosmos sin hechizos.

 

Estas reflexiones son extensibles a lo que podríamos denominar historia vital de cada individuo pensante en un cosmos concreto. Creo que cabe la posibilidad de embellecer, desde el culto a la verdad, la autonarración vital: ponerla al servicio de la vida, de la ilusión, de la fascinación…Considero que toda vida ofrece material suficiente para transmutarla en belleza. Y hacerlo, además -insisto- sin faltar a la verdad de los “hechos”.

 

Esa posibilidad de transmutación poética de la propia vida podría ser considerada como una manifestación de nuestra condición de magos. Y una manifestación, también, del sentido de lo sagrado.

 

La fotografía que he elegido esta vez muestra un simple abrazo. Es lo que siento que pasa cuando abrazo con las manos de mi mente a cualquiera de las bailarinas lógicas. Es terrible y maravilloso a la vez: se diluyen, muestran la nada de su carne de palabras: su piel de arco iris.

 

Y es que la Filosofía tiene algo de terrible, pero también ofrece un erotismo extremo, cercano a lo divino: hay un momento en ese abrazo en el que siento que esa piel de arco iris que tienen las bailarinas lógicas palpita, suda, ama. Y la bailarina descansa un rato en los brazos de mi mente, agotada de tanto bailar, preparada para mostrar su no-ser: preparada para disolverse en el magma lógico de mis pensamientos.

 

Pero, en verdad, el objetivo que me propongo en este diccionario no es disolver a estos seres prodigiosos, sino explicitar su gloriosa materia onírica, su poder genésico, su capacidad de inocular mundos en las mentes.

David López

[1] Hegel, G.W.F., Lecciones sobre filosofía de la historia universal (traducción de José Gaos, introducción de José Ortega y Gasset), Alianza editorial, Madrid 1980.

 

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