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Pensadores vivos: Peter Sloterdijk

 

 

Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) es un pensador que, desde hace varios años, me ha acompañado en muchos de mis solitarios desayunos ante los indecibles horizontes de Castilla, la Vieja. Me ha acompañado Sloterdijk, sin materia, desde la pantalla de mi ordenador, sentado él en un sofá de dos plazas colocado frente a otro sofá gemelo en el que siempre estaba mi tan admirado Rüdiger Safranski. Las dos plazas restantes las ocupaban los pensadores invitados. Me estoy refiriendo al programa Philosophisches Quarttet (ZDF). Este programa se dejó de emitir en 2012, pero gracias a YouTube se pueden rescatar muchas de sus emisiones, supongo que ya por los siglos de los siglos. ¿O no? ¿Qué sustituirá a eso de “Internet”? ¿Adónde vamos?

La obra de Sloterdijk me provoca un gran interés, a pesar de que este pensador legitima plenamente a Rajneesh-Osho como gran figura espiritual del siglo XX. Llega incluso Sloterdijk a considerar que Rajneesh-Osho como el Wittgenstein de la religión. Una afirmación para mí completamente inaceptable. Sí comparto con Sloterdijk la fascinación por Nietzsche, por Deleuze [Véase] y por Foucault [Véase]. A Heidegger [Véase] le considera el filósofo más relevante del siglo XX y le ubica al nivel de Nietzsche, Hegel y Platón. Yo tengo mis dudas. 

Me parece en cualquier caso decisiva, grandiosa y crucial esta pregunta de Sloterdijk: “¿Adónde venimos cuando venimos al mundo?” Esta pregunta fue tratada con especial profundidad por Kitaró Nishida [Véase]. Él habló de una Nada prodigiosa. Pero no de una desesperante nada de corte materialista-existencialista.

Esa Nada sería nuestro hábitat real — y a la vez nuestra esencia —: una “nada relativa” diría Schopenhauer, que es tal en cuanto que no es nada de lo que se conoce, de lo que es de este mundo, de lo que se puede incluso imaginar desde este mundo. Diríamos que su inmensidad revienta por dentro cualquier sustantivo, o cualquier sistema organizado de sustantivos. Una Nada sacra y sacralizante que es más de lo que cualquier ‘algo’ puede ser jamás. Ahí es donde estamos. Y eso es lo que somos. Me parece a mí.

Ofrezco unas breves reflexiones sobre algunas ideas de algunas obras de Sloterdijk. Estas ideas las he extraído básicamente de su obra capital: la trilogía Esferas. Las citas que aparecen en el presente texto se refieren a la edición alemana de Suhrkamp (Frankfurt am Main 1998). También haré referencias a un diálogo entre Sloterdijk  y Hans-Jürgen Heinrichs publicado en 2001 bajo el título Die Sonne und der Tod [El sol y la muerte]. Mis citas se refieren a la edición española de Siruela (Madrid 2003), la cual ofrece la traducción de German Cano. 

Estas son algunas de las ideas de Sloterdijk que burbujean por el momento en eso que sea mi mente (las traducciones de la trilogía Esferas, siempre muy mejorables, son mías):

1.- La metáfora de las esferas.

Esferas está compuesta por tres libros, tres metáforas esféricas: Burbujas, Globos y Espumas. Esferas… Serían hábitats geométricos artificiales — digamos míticos— pero imprescindibles para la vida humana. Creo que debe prestarse especial atención al prólogo que Sloterdijk ofrece como puerta de entrada a su trilogía, y en el que recuerda la famosa inscripción que, según se dice, se podía leer en la entrada de la academia de Platón: “Manténgase alejado de este lugar quien no sea geómetra”. Sloterdijk termina su prólogo afirmando que él redactaría así el cartel de entrada a su trilogía: “Manténgase alejado quien no esté dispuesto a elogiar la transferencia y a rechazar la soledad”.

2.- Transferencia [Übertragung]. Y Filosofía.

Oigamos a Sloterdijk en Burbujas (Primera parte de su trilogía): “De los excedentes del primer amor, el cual se desprende de su origen para, recomenzando libremente, avanzar en otro lugar, se nutre también el pensamiento filosófico, del que debe saberse especialmente que es un caso de transferencia de amor al todo. Nada ha dañado tanto el pensamiento filosófico como esa patética reducción temática que con razón y sin razón se basa en modelos psicoanalíticos. Por el contrario, hay que insistir en que la transferencia es la fuente formal de los procesos creadores, los cuales dan alas al éxodo de los seres humanos hacia lo abierto. No transferimos tanto incorregibles afectos [unbelehrbare Affekte] a personas extrañas, como tempranas experiencias espaciales a nuevos lugares y movimientos primarios a escenarios lejanos. Los límites de mi capacidad de transferencia son los límites de mi mundo” (p. 14).

3.- Estar en lo inmenso.

Así termina Burbujas: “De este modo cambia otra vez el sentido de En; teniendo en cuenta las guerras de globalización y los avances técnicos que darían su carácter a nuestro siglo, Ser-En significa: habitar lo inmenso. Kant había enseñado que la pregunta con la que el ser humano se asegura su lugar en el mundo debía ser: ¿Qué podemos esperar? Tras las des-fundamentaciones [Entgründungen] del siglo XX sabemos que la pregunta suena así: ¿Dónde estamos cuando estamos en lo inmenso?” (Burbujas, p. 644).

3.- Vida, construcción de esferas y pensamiento como distintas expresiones para lo mismo (Burbujas, p. 12). Me viene a la cabeza el comentario que Vivekananda hizo al segundo Yoga-Sutra de Pantañjali. Vivekananda afirmó en su ineludible obra Raja-Yoga (Ramakrishna-Vivekananda Center, Nueva York 1956) que el Yoga busca la eliminación de las formas de la mente, llamadas en sánscrito “Writtis” (literalmente “burbujas”). La eliminación de esas burbujas permitiría la contemplación de nuestro verdadero yo, el que es eterno, omnisciente, todopoderoso, libre… Cabría incluso confundirse, identificarse, con unas burbujas concretas de las que se forman en nuestra mente: identificarse con el yo ‘artificial’, el yo pensado, construido, burbujeante… Pero: ¿Quién/Qué fabrica esas burbujas tan hechizantes? Si, según Sloterdijk, la vida y el pensar y el construir esferas (burbujas) es lo mismo, ¿no podría apuntar el Raja Yoga a un estado de conciencia carente de vida?

4.- Esferas II (Globos).

Dice Sloterdijk: “Si te tuviera que expresar en una sola palabra el motivo dominante del pensamiento europeo en su época metafísica, dicha palabra solo podría ser: globalización”. “Tener un lugar en la Naturaleza significa, ahora, a partir del encuentro entre Ser y Círculo, tener un lugar en una gran bola, sea central o periférico” (Globos, pp. 47-48). Parecería, no obstante, que Sloterdijk fomenta una salida de cualquier modelo de “gran bola”: la libertad y el vuelo del pensamiento y del sentimiento humanos hacia “lo abierto”: lo no abarcado por geometría alguna, terrenos vírgenes para… ¿Crear nuevas esferas?… ¿Siempre por transferencia de ese primer amor sentido dentro del seno materno?

La Edad Moderna como cambio de situación cósmica del hombre. El modelo antiguo, según Sloterdijk, consideraba al planeta Tierra como la cloaca del cosmos en cuyo centro final estaría el infierno. Sloterdijk señala que la antigua imagen europea de mundo  sería “infernocéntrica”. Copérnico habría emancipado la Tierra, la habría sacado de esa miserable situación central. La Era Moderna, a diferencia de lo sostenido por Freud, no habría herido el narcisismo del ser humano al proclamar que la Tierra no era el centro del universo. La herida, según Sloterdijk, habría venido de la “incesante expansión del mecanismo, en detrimento de la ilusión del alma” (El sol y la muerte, pp. 187-193). Una humillación producida por las máquinas. 

Desaparición del firmamento, de la imagen de universo-contenedor. Según Sloterdijk la historia de las ideas en Europa habría dejado el globo terráqueo solo, en mitad de lo indefinible, del caos. Se perdería así “el confort del contenedor”, “la idea confortable de habitar en una casa bien organizada para todos”. Sloterdijk cree que con estas pérdidas — motivadas por las “evidencias” de la Ciencia — se “agudiza el problema de adónde vamos realmente cuando nosotros venimos al mundo”. Yo creo que creemos que venimos a la leyenda que nos cuenten los que nos acojan al nacer. Las leyendas serán nuestra comida, nuestra segunda matriz nutricia, en este caso puramente lógica. Esas leyendas quizás puedan ser ubicadas en una Biología, en un gran sistema secretor de fantasías. Pienso en una síntesis entre Levi-Strauss [Véase] y Humberto Maturana.

Máquinas enemigas del hombre. Sugiero aquí la lectura de mi aún no bien perfilada bailarina “Máquina” [Véase]. Yo creo que todo mundo (en cuanto conjunto ordenado de sustantivos) es una fantasía poética, una máquina poética, capaz de encajar en la primera definición que de máquina ofrece la Real Academia Española: “Artificio para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza”. Esa fuerza es la ilusión humana (ilusión de grandes placeres futuros, alcanzables, programables). Y es también el Eros. Ambos (Ilusión y Eros) requieren siempre un mundo montado y dado por real, una estructura de ideas ya convertida en cielo, algo que amar, un foco al que dirigir ‘nuestra’ energía. Cualquier arte-facto (si es que son obra del hombre, si es que son artificiales) sería un producto de esa gran máquina ilusionante, erotizante. No creo, por otra parte, que haya diferencia ontológica entre lo que Sloterdijk llama “máquina” o “mecanismo” y lo que llama “Naturaleza”. Bailarinas lógicas. La magia de Vak.

La globalización. “La globalización actual es la consecuencia del movimiento del capital especulativo que circunda la tierra bajo la forma de noticias a la velocidad de la luz. De ahí que este tipo de globalización equivalga a una suerte de destrucción del espacio. El concepto de globalización actual tiene, pues, connotaciones amenazadoras, por mucho que sea alabado por los retóricos del neoliberalismo como una gran oportunidad para la humanidad (El sol y la muerte, pp. 196-197). No veo yo claro que exista realmente algo novedoso en la historia de la humanidad que deba ser denominado “globalización”. En cualquier caso, Sloterdijk parece ser un filósofo del espacio, como Heidegger lo fue del tiempo. El problema es que no es fácil detener nuestra inteligencia en qué sea exactamente eso de “Espacio” o “Tiempo”. Son dos realidades que se presuponen, pero que no se pueden pensar, ni mirar, ni sentir siquiera, por mucho que leamos a Kant. E, incluso, a Newton.

4.- Esferas III (Espumas).

Según Sloterdijk este tercer libro ofrece “[…] una teoría de la época actual bajo el punto de vista de que la vida se despliega de forma multifocal, multiperspectivista y heterárquico. Su punto de partida está en una no-metafísica y no-holística definición de la vida: su inmunización ya no puede ser pensada con los medios de la simplificación ontológica, del resumen en la pulida bola total. Si la Vida opera sin límite formando múltiples imágenes espaciales, no es solo porque cada mónada tiene su propio medioambiente, sino más bien porque todas están entrelazadas con otras formas de vida y están compuestas por incontables unidades [de vida]” (Espumas,  pp. 24-25).

“La alegre imagen mental [Denkbild] espuma nos sirve para recuperar postmetafísicamente los descubrimientos premetafísicos del mundo” (Espumas, p. 26)

5.- El seno materno.

Según Sloterdijk los seres humanos vienen “de dentro”, y vienen demasiado pronto. En la medida en que son criaturas entregadas al éxtasis del mundo, los seres humanos quedan marcados por su nacimiento prematuro y por su inmadurez. “Las madres humanas conceden a sus descendientes un mecenazgo biológico al poner a su disposición sus propios cuerpos como refugios originarios, o a modo de un arca íntima, una ciudad previa a la ciudad; es más, incluso, como yo trato aquí de mostrar, como un cosmos previo al cosmos”. “¿Cómo puedo arrojar luz sobre el hecho de que tengamos que vérnolas con la sustitución de una forma pequeña relativamente maternal por otra forma más grande, relativamente no maternal? Y es que, a decir verdad, nunca podemos tener constancia del momento en el que comenzó a despuntar nuestra propia vida”. Ese misterioso momento estaría, según Sloterdijk, “lejos del recuerdo lingüísticamente organizado […]”. La más importante de todas las tesis filosóficas sería, para Sloterdijk: “el hombre viene al mundo”. Las citas anteriores pueden encontrarse en las páginas 199-201 de El sol y la muerte

6.- Biotecnología.

Sloterdijk considera la idea de que la creación, digamos, ‘natural’, fuera obra de un Dios chapucero, y se remite a teologías mediterráneas de los siglos II. y IV. a.C. “A partir de ese momento resultaba factible la idea de que lo existente podía haberse creado de la mano de un Dios chapucero […] Los modernos ingenieros genéticos argumentan aquí, dicho sea de paso desde una posición de fuerza, pues ellos pueden con toda razón apuntar al hecho, que los hombres aquejados de enfermedades hereditarias no representan buenos ejemplos de un arte divino de creación. Si estos hombres son simples productos defectuosos de una mano azarosa, ¿por qué no han de ser legítimas a priori las medidas encaminadas a la compensación del azar? […] Los cabalistas fueron los primeros a los que quedó claro que Dios no era ningún humanista, sino un informático. Él no escribe textos, escribe códigos. Quien pudiera escribir como Dios, daría al concepto de escritura un significado que ningún escribiente humano ha entendido hasta el momento. Los genetistas y los informáticos escriben ya de otra manera. También en este sentido ha comenzado una época poshumanística” (El sol y la muerte, pp. 133-136).

En 1999 Sloterdijk generó una polémica en Alemania con ocasión de su posicionamiento respecto de las cuestiones éticas que plantea la ingeniería genética. Ante la posibilidad de que el ser humano sea “chapucero” en sus obras, en la creación de sus “homúnculos”, propone Sloterdijk una moratoria; algo así como un tiempo prudencial para que la tecnología se desarrolle lo suficiente. Es interesante la forma cómo Sloterdijk conecta este debate con los clásicos debates teológicos. Los monoteísmos creacionistas considerarían que Dios despliega la Creación de forma perfecta, que no cabe la chapuza. Otras líneas teológicas sí considerarían la posibilidad de dioses chapuceros. La ingeniería genética convertiría de alguna forma al hombre en un Dios que podría mejorar las “chapuzas” que hace la Naturaleza (enfermedades hereditarias, v.gr.) pero que, a su vez, aun siendo ya Dios,  tendría que tener cuidado con sus propias chapuzas. Sí considera Sloterdijk que estamos en el fin de una civilización, de un mundo, y el comienzo de otro (una síntesis entre Naturaleza y tecnología). Y considera como fecha decisiva para ese cambio la clonación de la oveja Dolly (el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta; 1996).

7.- Un conocimiento “extrafilosófico, preferentemente poético o mítico”.

“De ahí que Esferas sea, en términos generales, y a pesar de sus rasgos narrativos e imaginativos, una empresa que no descuida la argumentación y que no puede renunciar a tomar parte en el envite que se desarrolla en la cúspide de esa pirámide legitimadora de los juegos de la verdad” (El sol y la muerte, p. 202). Sloterdijk parece estar desplegando lo que María Zambrano [Véase] llamó “razón poética” (ya desplegada explícitamente por Nietzsche, entre otros, e inconscientemente por todos). En cualquier caso, creo yo, no habría posibilidad de salir de la gramática, de ese infinito reglado del que habla Chomsky [Véase]: ahí dentro — en el infinito modulado por la Gramática — debería ocurrir, si ocurre, que sea dicho lo que es, lo que hay, lo que pasa, y a quién le pasa, y dónde le pasa: que acontezca, por fin, el advenimiento de una semántica perfecta: que alguien diga el Ser. Hegel lo intentó.

8.- ¿Dónde estamos?, se pregunta Sloterdijk con genuino temblor filosófico.

Vuelvo a los primeros párrafos de este texto. Kitaró Nishida [Véase] se ocupó con brillantez de “la lógica del lugar”. Y propuso la expresión Zettai Mu. Estaríamos en la Nada, sí, pero esa nada superaría cualquier “algo” pensable o imaginable.

9.- Cuerpos sociales vertebrados por los grandes medios de masas como conjuntos dispuestos a autoexcitarse.

“Es precisamente aquí donde cabe cifrar la misión del filósofo en la sociedad […]: demostrar que un sujeto puede ser interruptor de la información, y no un simple canal de transmisión que sirva de paso a las epidemias traumáticas y oleadas de excitación. Los clásicos expresaban esto con la palabra reflexión”.

10.- Crítica de la razón participativa.

La cuestión de cómo pertenece el hombre al mundo, o a lo que sea que le envuelve y transciende. Sloterdijk está en contra de la recuperación de modelos pretéritos, de ideas históricamente pasadas, que sirvan para dar sentido a la participación del hombre en lo que le transciende, en el todo, por decir algo. A este respecto hace una lúcida referencia a la necesidad de simplificación (recordemos a María Zambrano afirmando que cuanto más miedo tiene el ser humano, más busca el sistema). Sloterdijk, por su parte, afirma que en “las reducciones de la complejidad solo cabe elegir entre lo terrible y lo no tan terrible del todo”. ¿Por qué terrible? Mi opinión es justamente la contraria. A más empatía con la complejidad, más belleza, hasta llegar a empatizar con la complejidad infinita que nos subsume y que nos nutre, lo cual implicaría la empatía con la belleza infinita, que es lo que hay; creo yo. Pero sigamos oyendo a Sloterdijk: “Lo que aquí está en liza no es sino una participación en la complejidad como tal”. “Al fin y al cabo, no podemos vivir en ninguna otra parte que no sea el caos, en una caos compensado, eso sí, con ordenaciones”. “En realidad, no son los dioses los que nos faltan, ellos no son más que grandes simplificadores; lo que falta es un arte del pensar que sirva para orientarnos en un mundo dotado de complejidad. Lo que falta es una lógica que fuera suficientemente poderosa y dúctil para empezar a acoger la complejidad, la ausencia de definición última y la inmersión”. “Yo preferiría hablar a este respecto de inteligencia informal, toda vez que bajo este epígrafe se incluyen las filosofías poéticas y el pensamiento ligado a las obras artísticas”. El sol y la muerte,  pp. 345-347.

Pero esa lógica que añora Sloterdijk para que el ser humano pueda por fin decir el mundo, no podrá ser otra cosa que una forma de hacer frases gramaticalmente correctas. Quizás Nietzsche se equivocó y sí cabe librarse de Dios aunque no nos hayamos librado de la Gramática. Del Dios contra el que lucha Nietzsche quizás sí, al menos en su versión menos profunda. Pero hay una Diosa de la que no podrá librase nunca la Filosofía, entendida como actividad lingüística. Me refiero a la diosa Vak: la Palabra consciente de sí misma. Quizás toda Filosofía no es más que una Teología cuyo objeto es esa diosa.

Novalis dijo que la Filosofía tradicional era Logología. Él quiso proponer otra: una Filosofía mágica, creadora de mundos, no ‘conocedora’ de mundos previos a la propia actividad filosófica.

Y el mundo ‘creado’ en los textos de Sloterdijk tiene una luz especial, tiene algo salvaje, gigantesco, muy atractivo y subyugante, en la línea salvaje de Heidegger. A mí me gusta leerle y escucharle, casi siempre, a pesar de lo mucho que discrepo con él.

Creo en cualquier caso que Sloterdijk es un pensador realmente vivo. Y vivificante. Es un placer leerle y escucharle, casi siempre, porque es realmente un filósofo.

David López

 

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Diccionario filosófico: “Lenguaje”.

 

Al fondo, la casa de Wittgenstein en Skjolden, Noruega.

 

“Lenguaje”. Ofrezco a continuación algunas notas sobre este monstruo prodigioso. Sagrado y sacralizador… si es que existe más allá de la propia palabra que lo designa.

Dijo Heidegger (bueno, él no en realidad, sino el propio lenguaje) que el lenguaje es la “casa del Ser”.  Wittgenstein afirmó, por su parte -en sus frases, en su propio sueño lógico- que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Pero tengo la sensación de que  “casa”,  “Ser”,  “mundo”  o  “lenguaje” no son más -ni menos- que palabras. Bailarinas lógicas. Hechizantes nadas dispuestas a ser amadas y a fabricar en nuestra conciencia universos enteros.

Estamos, por tanto, ante otra bailarina lógica. Y cabe cuestionarse incluso la existencia misma del lenguaje más allá de ese sustantivo que presiona nuestra conciencia para obtener realidad.

He dudado de si realmente la palabra “lenguaje” merece una entrada específica en este diccionario. Y he estado a punto de ampliar lo que tengo escrito en “Logos” [Véase]. Pero creo que a esta bailarina hay que dejarla bailar sola… y disfrutar de sus hechizos específicos. Adelanto ya lo que creo que la distingue de “Logos”: su inmanencia. El “lenguaje” sería un logos detectable, estudiable, sistematizable, desde eso que llamamos “inteligencia humana”. Sería un momento concreto del Logos total. Y, por tanto, cabría hablar de lenguajes, en plural, en un plural segregado desde un Logos Único (¿La teoría unificada que ansía la Física contemporánea?).

“Lenguaje”. De los distintos significados que a esta palabra otorga la Real Academia destaco el primero y el sexto:

“1.- Conjunto de sonidos con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente.”

“6.- Conjunto de señales que dan a entender algo.”

¿Es el lenguaje un vehículo de pensamientos y de sentimientos… o el sistema que los condiciona; que los fabrica incluso?

El siglo veinte (esa sorprendente abstracción cuantitativa) colocó el pensamiento filosófico en el abismo de lo que ese pensamiento no pudo menos que llamar “lenguaje”. La Filosofía, para muchos, no sería ya sino pensamiento sobre el lenguaje. Todo sería lenguaje -solo eso… ni más ni menos que eso. Pero ¿qué es el lenguaje? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuál es su textura ontológica?

¿Alguien ha visto el lenguaje?

Filosofar entorno a la enormidad del lenguaje -de esa cárcel prodigiosa- ofrece espectáculos que, por sí solos, justifican el hecho mismo de la existencia. Dicho con palabras absurdas y autocontradictorias -como todas-: es fabuloso contemplar a ese ser (con sus mundos y sus dioses y sus hombres) retorcerse sobre sí mismo para mirarse, para saber qué demonios es él mismo más allá de los simples sustantivos. De dónde viene. Qué o quién lo ha creado.

Tengo la sensación de que el lenguaje, en sí, no cabe en el concepto de lenguaje. ¿Cómo nombrar, aquietar, el lenguaje -cualquier lenguaje- en uno de sus sustantivos?

Pero aunque no sé lo que es,  amo el lenguaje -esa fuerza que nos hechiza- porque en él vibran, al menos en su parte visible, seres a los que amo perdidamente: seres que pueden ser momentáneamente señalados con sustantivos como “personas”, “bosques”, “sueños” o “cielos”. Esta sensación me llevará a reivindicar una sacralización de este lenguaje; aunque consciente de sus hechizos y de su delicuescencia. Creo que el cosmos -entero- es tan frágil y moldeable como una simple frase. Como esta frase en la que ahora estamos.

Antes de desarrollar estas ideas y sensaciones personales creo que puede ser útil observar algunos lugares del tejido lingüístico en el que soñamos:

1.- Vak. La diosa de la palabra según la tradición védica. Este diccionario en realidad es una especie de teología -confesadamente expresionista- cuyo objeto específico es esa divinidad. Repitamos las palabras de Vak (lo que ella misma dice de sí misma y dentro de sí misma):

Himno 10.125,verso 4, del Rig Veda:

“El que come comida, el que verdaderamente ve, el que respira, el que oye lo que se dice, lo hace a través de mí. Aunque ellos no se dan cuenta, habitan en mí”.

2.- Upanayana. Creo que es oportuno volver sobre este ritual védico. Algunas de mis notas se pueden leer [aquí]. La idea fundamental es que la tradición védica habría tomado conciencia de la necesidad de custodiar un texto concreto -un lenguaje aquietado- para salvar un cosmos entero en la memoria de sus estudiantes védicos.

3.- Los sofistas griegos. Gorgias: el lenguaje no expresa nada. El lenguaje como instrumento de poder.

4.- Platón (Cratilo): los nombres están relacionados con las cosas sin necesidad de que los hombres lo acuerden. Y consiguió Platón un cierto acuerdo a este respecto.

5.- Edad Media. Tema de los universales [Véase]. Los realistas creerían que los árboles existen más allá del lenguaje, que ese sustantivo -árbol- existe per se y que recorta con sus tijeras ontológicas los confines de ese ser en la placa empírica que se nos presenta.

6.- Voltaire. Diccionario filosófico. En la entrada “Lenguas” este sacerdote de la Ilustración francesa afirma: “Dícese que los indios empiezan casi todos sus libros con estas palabras: Bendito sea el inventor de la escritura:   nosotros también podríamos empezar este artículo bendiciendo al autor del lenguaje.” Y el artículo que escribe Voltarie en realidad es una declaración de amor a su lengua madre (el francés)… la lengua en la que le habló su madre,  Marie Marguerite d’Aumary, que murió cuando el futuro filósofo tenía solo siete años. Vak -la diosa de la palabra en la tradición védica- es también un ser femenino.

7.- Lenguaje y lenguajes. ¿Hubo una primera lengua madre en la especie humana? ¿Qué podemos encontrar recorriendo para atrás la cadena causal de los lenguajes? Hay buenos artículos sobre el lenguaje en Wikipedia. Pero Wikipedia -como cualquier otra enciclopedia- está confinada en el interior de los círculos de los lenguajes.   En la versión española se define lenguaje así:  “Se llama lenguaje (del provenzal lenguatgea) a cualquier tipo de código semiótico estructurado, para el que existe un contexto de uso y ciertos principios combinatorios formales. Existen contextos tanto naturales como artificiales”. Wikipedia es lenguaje que habla de sí mismo: es algo que le ocurre al lenguaje -o una parte del lenguaje- de una parte de la humanidad.

8.- Real Academia Española: una energía cosmizadora porque se trabaja para que un lenguaje -el español- se mantenga unido e identificable como tal en las redes humanas en las que vive y hace vivir. Sus reglas son descriptivas y, a la vez, prescriptivas. Sugerencias en realidad. Leyes no coercitivas decretadas por amor a la lengua española, desde la lengua española. Y se cree que ese producto particular del lógos humano tiene una esencia que puede custodiarse e identificarse a pesar de su evolución. Allí, en esa Academia, algunos seres humanos escogidos debaten sobre el verdadero baile que bailan las bailarinas lógicas. Algunas de ellas tardan en ser aceptadas en ese prestigioso salón de baile. Algunas no entran nunca.

9.- Wittgenstein (primero y segundo), Nisargadatta, Heidegger (último Heidegger)… Un muy lúcido y sólido estudio de las intuiciones que estos tres ‘pensadores’ expusieron -dentro del lenguaje- con ocasión de la palabra “lenguaje” lo ofrece Mónica Cavallé en esta obra: La sabiduría de la no-dualidad (Kairós, Madrid 2008). Leer lo dicho por Mónica Cavallé sobre lo dicho por esos tres sobrecogedores poetas es una gran experiencia filosófica. Y poética:

“El Oriente no-dual siempre se ha asombrado del poder de la palabra y de su surgimiento desde el silencio. El jnanin [con la primera “a” larga] ha sabido que su palabra no es suya -¿quién elige cada palabra que dice o cada pensamiento que piensa?- y ha rastreado este surgir hasta sumergirse en el acto impersonal de creación de la Palabra Una. Y el Oriente no-dual se ha maravillado, igualmente, ante la capacidad de la palabra para ocultar su propio surgimiento impersonal y alumbrar mundos estrictamente personales, separados y autónomos; una infinidad de sueños entrecruzados, pero que nunca confluyen; cárceles de ignorancia construidas por palabras oscurecidas en su carácter clausurado y auto-enfático […] (pp. 599-600).

Lo que la palabra lenguaje provoca en eso que sea mi inteligencia -y eso que sea mi corazón- quizás pueda expresarlo así:

1.- Como ya confesé antes, amo este lenguaje en concreto, con sus hechizos. Me refiero al lenguaje básico que vertebra mi inteligencia y mi sensibilidad, el cual, según nos dicen los buenos lingüistas, es común a toda la especie humana [Véase “Humanidad“].

2.- Ese amor hacia este lenguaje no me impide ser consciente de su textura onírica, de su inefabilidad en cuanto cosa en sí. El lenguaje, en sí, más allá del lenguaje mismo -más allá de esta frase y de otras que puedan configurarlo-no existe. No cabe hablar de lenguaje en sí, más allá de un acto concreto que lo sostenga -un acto de habla.

3.- Una pareja de enamorados acaba y termina en una matriz lingüística: un sueño compartido, una música común, única, irrepetible: un cosmos misterioso cuya estructura lógica está a disposición de los dos poetas que lo configuran a la vez. Por amor. Por amor a su sueño compartido: sueño de mentes y de cuerpos entrelazados en un universo para dos.

4.- ¿Cómo visualizar la estructura metafísica de un lenguaje? Yo lo veo como una forma de comunicar encadenamientos entre universales. “Mi mano tocó la nieve acumulada en las ramas de un fresno”. La frase es una música mágica que muestra el baile entrelazado de parcelaciones arbitrarias del infinito. Es prodigioso. Sobre todo porque la visión de ese baile puede llevarse a otra conciencia, al que escuche lo dicho.

5.- Al ocuparme de “Logos” [Véase] y “Humanidad” [Véase] ya compartí mi sensación -mi convicción- de que somos magos. Magos lógicos (también químicos). Y que tenemos acceso al Logos que vertebra nuestras almas y la de nuestros seres queridos. Una frase, sincera, enviada al sueño particular de la persona a la que amamos puede reconfigurar el color de todos los cielos de ese sueño. El lenguaje es sagrado y sacralizador. Se puede irrumpir en el sueño ajeno y llenarlo de belleza (de lo que según ese mismo sueño es belleza [Véase “Belleza“]). Eso sería agraciar [Véase “Gracia“].

6.- Si bien el lenguaje -como Logos observable y analizable por una inteligencia- es un sistema regido por leyes, su fuente es no legaliforme. Si aceptamos una sola libertad -la de “Eso” que, por ser nada, puede ser y hacer cualquier cosa- “nuestro” uso del lenguaje sería siempre sagrado: todo lo dicho estaría dicho desde las profundidades: desde “Dios” si se quiere este vocablo. Heidegger o Nisargadatta dijeron que nadie dice nada. Todo es escucha.

7.- Los lenguajes en plural se presentan como sistemas organizados en función de leyes gramaticales. Pero esos sistemas se han sistematizado ‘solos’: serían sistemas emergentes, universos legaliformes y legaliformizadores que han surgido de… ¿De dónde? ¿De la interacción entre las leyes de la naturaleza y la materia de los cerebros de la humanidad? ¿Será la teoría unificada de la Física el primer Verbo, esa palabra primera de la cual surge todo lo existente, lenguajes incluídos?

8.- Me fascinan especialmente los renglones del lenguaje escrito. Y todo lo escrito por los filósofos y poetas se me presenta como las yemas de los dedos de un ser que apenas puedo intuir, pero que parece que quiere tocar algo.

¿Qué quiere tocar? ¿Qué quiere decir el lenguaje en su totalidad? ¿Cuánto va a llegar a decirse con el lenguaje? ¿Qué sorpresas nos esperan en los renglones que todavía no han sido escritos a través de nosotros; y en nosotros? ¿Cuánto le queda a “Dios” (o al “hombre”) por decir/por crear?

¿Qué prodigios nos esperan gracias a los hechizos de las manos -humanas y divinas a la vez- del lenguaje?

Creo que muchos. Y creo que cabe decírselos, al oído, a las personas a las que amamos.

“Una palabra tuya bastará para sanarme”.

David López

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