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La magia: clave de acceso al sistema filosófico de Schopenhauer

 

 

Tras muchos años de (durísimo) trabajo está por fin disponible en Amazon mi obra “La magia: clave de acceso al sistema filosófico de Schopenhauer”.

Espero que la disfrutes y que te sea de utilidad. Yo he vivido, con ocasión de ella, una experiencia excepcional, decisiva sin duda en todos los planos de mi vida.

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 Prólogo

Empecé este estudio hace 14 años (la edad de mi hijo Nicolás) impactado ante unas ideas de Schopenhauer en virtud de las cuales los por él denominados “hechos mágicos”[1] serían “al menos desde el punto de vista filosófico, entre todos los hechos que nos ofrece la completa experiencia, sin ninguna comparación, los más importantes”;[2] y el magnetismo animal en concreto (también denominado por Schopenhauer simplemente “magia”), sería “por supuesto no contemplado desde el punto de vista económico o tecnológico, sino filosófico, el descubrimiento más rico de contenido jamás realizado”.[3]

Quise entonces comprobar si este gran pensador filosofaba con rigor, con seriedad, mientras afirmada que la magia (según él, la posibilidad de que las leyes de la naturaleza pudieran ser puntualmente suspendidas) era una posibilidad real, empíricamente verificada y, además, coherente con su propio sistema filosófico. Y descubrí, muy sorprendido, que la magia es la clave de acceso a un enorme, deslumbrante y poliédrico sistema filosófico donde el mundo (cualquier mundo) no agotaría la totalidad del ser.[4]

El núcleo de ese sistema intenté mostrarlo, aunque quizás de forma demasiado esquemática, en un artículo que, en 2014, publiqué en el Anuario de la Sociedad Schopenhauer [Jahrbuch der Schopenhauer-Gesellschaft] bajo el título “Die Magie in Schopenhauers Metaphysik: ein Weg, um uns als magisches Nichts zu erkennen” [“La magia en la metafísica de Schopenhauer: un camino para conocernos como nada mágica”]. [Véase aquí: _D.Lopez]. Debo decir que el contenido de este artículo se vio en gran medida beneficiado por las críticas de uno de los editores del citado anuario: el doctor Matthias Koßler.

No obstante, en estos últimos años mis perspectivas sobre la filosofía de Schopenhauer se han ampliado notablemente, y no solo por nuevas (y siempre sorprendentes) lecturas de las obras de este filósofo y de sus numerosos analistas, sino también por debates privados con algunos de ellos. A este respecto, debo decir que han sido cruciales las aportaciones que he recibido de mis directoras de tesis: las doctoras María Jesús Vázquez Lobeiras (Universidad de Santiago de Compostela) y Margit Ruffing (Johannes Gutenberg-Universität de Mainz). Han sido asimismo de enorme relevancia mis estancias de investigación durante el año 2017 en esta última universidad. También fueron para mí de gran ayuda, en las primeras fases de este proyecto, los consejos recibidos por los doctores Rafael Valeriano Orden Jiménez y Diego Sánchez Meca. Por ultimo, quiero dejar constancia de mi agradecimiento hacia Anke Ehlers, por su permanente apoyo y por poner a mi disposición sus grandes conocimientos de la lengua alemana.

La presente obra se apoya en la tesis doctoral que, debido a la situación excepcional provocada por el coronavirus, defendí telemáticamente el 9 de junio de 2020 en la Escuela de Doctorado Internacional de la Universidad de Santiago de Compostela. El tribunal estuvo formado por el doctor Diego Sánchez Meca (que actuó como presidente), la doctora Teresa Aizpún Bobadilla y el doctor Marco Segala (Universidad L´Aquila, Italia). La tesis, presentada bajo el título “El lugar de la magia en el sistema filosófico de Schopenhauer”, obtuvo mención internacional en virtud de mis estancias de investigación en la Johannes Gutenberg-Universität de Mainz y de los informes emitidos por los doctores Stascha Rohmer (Alemania) y Luan Corrêa da Silva (Brasil). Y tuve el gran honor de que me fuera concedida la máxima calificación (cum laude) por unanimidad.

Debo por último confesar que a lo largo de los años que he dedicado a este estudio he ido contemplando, con creciente estupor, cómo aumentaba el tamaño y la belleza del sistema filosófico que brotó del atormentado, pero también excepcionalmente lúcido (y sorprendentemente esperanzado) corazón de Schopenhauer. E, inesperadamente, he encontrado una gran belleza, una muy singular belleza, en su descripción del mundo, que sería una parte minúscula, inesencial, del Todo.

Espero haber ofrecido una idea -una imagen- de ese modelo de totalidad que Schopenhauer, a lo largo de su vida, fue construyendo y perfilando con sus frases, el sumatorio de las cuales constituye una de las más grandes obras maestras de la literatura filosófica universal.

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[1] P I, 283.

[2] P I, 284.

[3] P I, 285.

[4] W II, 740.

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La bailarinas lógicas: “Humanidad”

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Casi todas las noches contemplo el horizonte desde mi casa de Sotosalbos.

En ese oscuro límite brillan las luces de dos pueblos dormidos: dos misteriosas algas. Me fascina esa imagen. Su fuerza estética y filosófica es extraordinaria.

Cuando viajo en coche también me quedo hipnotizado por esas extrañas algas de luz y de sombra que se extienden por nuestro planeta. Muchas veces he tratado de imaginar los ríos internos que corren por el interior de esos seres: hombres, mujeres, niños, ancianos: dormidos, soñando, tocándose, amándose, odiándose, hablando, soñando, llorando, riendo…

Todas esas algas de luz, de sombras y de sueños, ahí, en silencio, sobre el planeta Tierra. Rodeadas de galaxias y de dioses.

Recuerdo ahora la última vez que sobrevolé Delhi. Era de noche. La ciudad tenía zonas no iluminadas por energía eléctrica. Yo la vi cubierta por una materia onírica, la vi sumergida en un océano no físico. Recuerdo que traté de imaginar el rugido onírico de todas aquellas almas en red. Y recuerdo que tuve la sensación de estar contemplando a un viejísimo dios sucio, o una amalgama de dioses amontonados, o un animal gigantesco y mórbido.

Son imágenes de eso que sea la “Humanidad”. Una palabra que me propongo estudiar -gozar y sufrir- con vosotros, en este texto.

Se me ocurre ya una definición:

“Humanidad”: cuerpos, corazones y mentes humanos vibrando en red.

En cualquier caso, creo que estamos ante una de las bailarinas más preciosas de este diccionario. Yo la amo. Absoluta e irracionalmente. Y creo que merece la pena creer en ella: en esas algas de luz que aparecen en la oscuridad de los horizontes y de las carreteras.

Un recorrido previo:

 

1.- Humanismo. Origen del concepto. El humanismo como sacralización de textos latinos y griegos. Uso de la palabra “humanismo” en el siglo XX. Anti-humanistas: el estructuralismo y el marxismo.

2.- Sartre [Véase aquí]: el existencialismo es un humanismo. La divinización de la nada humana.

3.- Demonizaciones y huidas de la humanidad. El fenómeno de los renunciantes en la India védica. El Raja Yoga o el abandono de la conciencia humana (y, por tanto, del hechizo implícito en la creencia en que haya “humanidad”).

 

4.- El club “Humanidad” y sus posibles invitados. Reflexiones sobre los derechos de los animales. Para reflexionar sobre este asunto me permito recomendar la lectura de una crítica que hace algunos meses hice de un libro de Adela Cortina: Las fronteras de la persona (Taurus). Esta crítica, que abrió nuevos y muy fértiles espacios a mi reflexión filosófica, es accesible desde  (aquí).

 

5.- Posibles transformaciones –culminaciones- de la humanidad. San Agustín y la Ciudad de Dios. Schopenhauer: la humanidad, que es malvada, no tiene futuro. El proyecto cientista-democratista-ilustrado. Jane Leade: la salvación por la magia.

 

Algunas de mis ideas provisionales, siempre provisionales:

 

1.- “Humanidad” es un simple nombre. Una bailarina lógica. Algo que le ocurre a un lenguaje. Un hechizo en definitiva. Los distintos discursos lo utilizan y lo utilizarán según lo exijan sus modelos de cosmos. Una vez “sentido” ese cosmos –cosmos humano si se quiere- y una vez incorporada una mente y un corazón en una de esas redes de sueños –con sus modelos de pasado y de futuro-, se tiene acceso a las energías que ahí se mueven: el amor, el amor que fluye concretamente en ese cosmos de “personas” (tengo que utilizar esta palabra para entendernos). Quiero recordar aquí mis reflexiones sobre las palabras “amor” y “cosmos”. Y también mi insistencia en que observemos con atención el amor –sí, amor- con el que se abrazan los cuerpos y almas de personas pertenecientes a modelos de humanidad como el etarra o el de los talibanes.

2.- Me parece obvio que el sentimiento humanitario es una forma de egoísmo. Pero me parece un egoísmo bellísimo.

3.- Creo, a diferencia de los historicistas y los estructuralistas, que esas prodigiosas algas de luz que me hechizan en mis noches solitarias están formadas por magos. Quiero decir que ahí dentro se fabrican mundos, que late la aseidad: la potencia creativa infinita. Son algas autoconfiguradas. Son talleres de dioses. En ellos cabe hacer cosas prodigiosas: nuevos mundos, nuevos paraísos. Y nuevos infiernos.

4.- La clave estará, una vez más, en la textura lingüística de los sueños que se compartan dentro de esas algas. Esas algas se mueven por ideas, por modelos de belleza, por sueños compartidos. Como afirmé en mi pasada conferencia, aún son posibles nuevos tejidos poéticos que movilicen mentes y corazones: nuevas configuraciones de la luz de esas algas.

5.- Probablemente sea imposible –y hasta nocivo, como diría Heráclito- la paz absoluta entre todas las diferentes algas que están entrelazadas en eso que estoy llamando “humanidad”. Pero no hay que descartar el nacimiento de ideas que puedan ilusionar a todos. Aunque sea un momento.

Cuando camino por parajes solitarios y me cruzo con un miembro de la “humanidad” –de cualquiera de los modelos actuales- siento algo grande. La sonrisa que nos cruzamos es el símbolo de algo sagrado que debe custodiarse en todos los templos.

En un bosque de albaricoques del Ladakh –rodeado de desiertos y montañas sin tamaño- una indígena, joven, bellísima, me ofreció una taza de té. Dije que sí. Me lo trajo, me lo bebí a su lado, en silencio, sin tiempo, ante su atenta mirada, y quise pagar. Pero ella no aceptó mi dinero. Fue imposible darle una sola rupia a aquella hada agrietada y polvorienta.

Finalmente opté por darle las gracias. Y sonreír. Ella me devolvió la sonrisa en medio de aquel desierto.

Eso es la Humanidad.

 

David López

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La bailarinas lógicas: “Fe”

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Unamuno [Véase aquí] cosió esta frase en el tejido de mitos de que dispone ese precioso mito que llamamos “Humanidad”:

“La fe no es creer en lo que no se ve; sino crear lo que no se ve”.

Pero en realidad solo cabe crear lo que se ve en la imaginación. En la caja mágica de la esperanza.

Hay otra frase de Unamuno que dice más –más si cabe-: “Creer es crear”.

¿Debemos incluir también lo visible -“el mundo real”- en lo creable? ¿Qué es lo visible, por cierto? ¿No es algo que está ahí, siempre, cosmizado, independiente de lo que quiera creer o no el ser humano?

Parece que hay algo exclusivo del “ser humano” que ofrece posibilidades aterradoramente fértiles. Ese algo es de lo que pretendo ocuparme en este texto: la fe.

“Tú ten fe y verás cómo consigues lo que estás soñando”.

¿Qué es esa fuerza descomunal? ¿Dónde se ejerce, en qué espacio? ¿Dentro de nuestra mente? ¿Dentro de la mente de Dios? ¿Hay diferencia entre ambas?

La palabra fe se ha considerado en ocasiones como un tipo de creencia que se circunscribe a lo religioso. Pero, ¿qué es lo religioso? ¿Lo religioso es tomar conciencia de un vínculo con la Omnipotencia, con lo divino, con nuestro yo esencial –único-?

¿Se puede crear, mediante la fe, al propio Dios, en tanto “Dios existente” (yo le llamo “Dios lógico”), como aseguraron el Maestro Eckhart y el maestro Feuerbach?

La foto que sobrevuela estos apuntes muestra a un grupo de hombres construyendo un andamio en un espacio que parece infinito. Es una imagen que me produce un extraordinario sobrecogimiento estético y metafísico. Y es que veo en ella un sumatorio que resquebraja mi mente y la deja con olor a infinito; mejor dicho: a infinita creatividad. Si efectivamente nuestra fe, o nuestra voluntad de crear, tienen efectos creativos -configurativos de realidades objetivas-, cabría visualizar en un todo armónico la suma de los actos de fe de todos los seres humanos: de todos los que existieron y existirán (si es que insistimos en atribuirlos a ellos –a nosotros- esa facultad excepcional de creer/crear).

Uno de los obreros -uno de los creyentes- de la foto parece estar fabricando el propio sol, al propio Dios-Sol; o a lo mejor el sol como esfera ígnea dentro del dibujo mítico que la Ciencia hace todavía del universo. Ese obrero, en cualquier caso, parece estar creando un “sol”: un decisivo foco de fuerza en el todo en el que él cree.

Trato de imaginar el rugido final de todos los actos de fe emanados de todos los seres humanos que existieron, que existen y que existirán. Y trato de pensar cuál puede ser la energía genésica resultante de ese gigantesco coro de sueños. Quizás cabría ver ahí la Creación con mayúscula (con un solo soñador de fondo, autodrifactado). Creación siempre viva, siempre fertilizando la nada. Creación ubicua y omnipotente, pero autodifractada en cada ser humano que es capaz de creer/crear: de tener “fe”.

Schopenhauer, en su obra Sobre la voluntad en la naturaleza, incluyó un sorprendente capítulo titulado “Magnetismo animal y magia”. Una sola convicción ilumina todas las frases de este capítulo. Es ésta: el ser humano tiene acceso en su interior a la omnipotencia: a algo capaz de dejar en suspenso las leyes de la naturaleza y de provocar fenómenos imposibles. Pero para ello hay que creer. Creer, por ejemplo, que una barra de metal puede curar (mesmerismo). Basta con creer. Y con imaginar. Creer en que lo imaginado puede fecundar la nada.

Imaginación. Fe. Esperanza de lo inesperable. ¿Alguien conoce los límites lógicos de lo esperable?

¿Y quién/qué cree en nuestro creer? ¿Quién sueña en nuestro soñar? ¿Cuánto hay todavía por crear? ¿Es el ser humano, como pensó Sartre, una nada que se tiene que configurar a sí misma, darse sentido a sí misma ante la -para Sartre-obvia inexistencia de Dios?

Quiero compartir el sobrecogimiento que me produce imaginar, atisbar, el sumatorio de actos de fe de todos los seres humanos, el estruendo de esa descomunal catarata de actos de fe (de sueños).

Mis ideas básicas se han desplegado, supongo que casi algorítmicamente, a partir de estas palabras de la Biblia: “Si no creeréis, no existiréis” (Isaías VII, 9)[1].

1.- Toda existencia (todo Maya/ toda bailarina) requiere fe (fe en que existe lo objetivo: un mundo que no depende de nosotros). Y dentro de lo existente estarían esos hombres a los que da el aviso el citado párrafo de la Biblia: si ellos no creen, no hay existencia, y sin existencia no existen ni ellos mismos: los seres humanos. Ellos deben creerse que su ser es ese: que son seres humanos fenoménicos, ahí, en los existente. En lo objetivo.

2.- Tener fe es creer en que lo que no se ve (postularlo). En este sentido la Ciencia siempre exige actos de fe. Popper habló de la religión de la ciencia.

3.- Sin fe (sin creación en definitiva) no existiría lo existente, lo objetivo: no habría ninguna bailarina bailando ante ningún sujeto. La fe, cuando es creadora, es la antítesis de la sabiduría (de la iluminación si se quiere). La sabiduría, cuando es absoluta, diluye el dualismo sujeto-objeto: incinera los mundos en la hoguera de la nada.

4.- El regreso a la Nada requiere la ausencia absoluta de fe: un nihilismo radical que permitiría, utilizando una expresión de D.T. Suzuki, estar con Dios antes de que Él dijera “hágase la luz”. [Véase “Nada”]

5.- Pero ahora, ahora que escribo esto, hay algo. Y ese algo, en caso de que efectivamente la fe sea creadora, habría que considerarlo fruto de la fe: de la fe de alguien… ¿Nuestra en el pasado? ¿De nuestros padres u otros seres que nos amaron y que mediante la fe nos fabricaron, o nos fabrican, esta realidad?

6.- Las masas de mitos que están ahí disponibles nos ofrecen modelos arquetípicos de realidad configurable en virtud de un acto de fe. Viviríamos en una especie de gigantesco mercado de sueños posibles. Un creador, un verdadero creador, sería alguien capaz de ofrecer sueños nuevos: nuevos modelos de mente: nuevas opciones de fe.

7.- Yo no sé qué se está construyendo con el soñar de todos los soñadores… con ese gigantesco andamio que están levantando, a la vez, todos los que creen en algo. ¿Qué está creando Dios a través del creer/crear de sus criaturas? ¿En qué cree Dios? ¿No sería maravilloso poder asomarse a su obra, con las manos entrecruzadas en la espalda, como si fuéramos jubilados?

8.- Salvador Paniker, en una obra titulada Asimetrías[2], afirmó que la fe es la confianza en la realidad. Es una preciosa definición.

Tener fe es confiar en que algo grandioso se está construyendo, siempre, a golpe de sueños. A golpe de creencias. Y que estamos implicados en esa grandiosa construcción.

David López

 

[1] Se trata de una cita de la Biblia que he encontrado en la siguiente obra: Raimon Panikkar, Mito, fe y hermenéutica, Herder, Barcelona, 2007. En ella hay un profundo estudio del fenómeno de la fe.

[2] En la sección de críticas literarias se pueden leer mis comentarios a esta obra.

 

Este blog de Filosofía no cuenta con publicidad ni con apoyo institucional. Y yo no tengo recursos financieros para sostenerlo y para desarrollarlo. Sí tengo, sin embargo, una  enorme cantidad de ideas y de proyectos filosóficos todavía por desarrollar y por comunicar. Por todo ello, si tú crees que tiene valor el trabajo que estoy ofreciendo aquí, por favor, considera la posibilidad de hacer alguna donación (a través del botón “Donate”). Tu ayuda puede ser decisiva para la supervivencia de este proyecto. Te doy mi palabra.


Sex Puncta Mystica

 

 

        

 

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         El próximo 9 de febrero de 2009, dentro del programa “Obras maestras del arte filosófico” que estoy desarrollando en la Escuela Libre de Filosofía (Ámbito Cultural), trataré de compartir lo que me hacen pensar, y sentir, algunos párrafos de un texto que Jakob Böhme escribió en 1620: Sex Puncta Mystica. Y para facilitar el trabajo y el placer filosófico no solo a mis queridos alumnos, he creído oportuno ofrecer aquí mi propia traducción de esos párrafos.

         Jakob Böhme, a pesar de su influencia decisiva en la filosofía alemana del siglo XIX (y por tanto en la filosofía “universal”), apenas ha sido objeto de atención por parte del pensamiento que se expresa en español. En este desierto, es justo decirlo, destaca una brillante obra de Isidoro Reguera: Jakob Böhme, edit. Siruela, Madrid, 2003.

         Supe de la existencia y de la relevancia de Sex Puncta Mystica gracias a Schopenhauer, el cual, en un sorprendente capítulo que lleva por título “Magnetismo animal y magia” –incluido en Sobre la voluntad en la naturaleza– trata de legitimar racionalmente su sistema metafísico con ideas de varios místicos, magos y visionarios. Ente ellos destaca Jakob Böhme y, de todo lo escrito por aquel zapatero, una cita de Sex Puncta Mystica: la obra que, en extracto, quiero compartir con vosotros.

         He realizado esta traducción a partir de la edición de Friedrich Schulze, Leipzig, 1938. La cita de Böhme que se incluye en la obra de Schopenhauer Magnetismo animal y magia sigue publicándose en español a partir de la traducción de Miguel de Unamuno, la cual es muy defectuosa. En ella encontramos la palabra alemana Wesen traducida como “esencia”, lo cual no es incorrecto. Yo, no obstante, y para facilitar la compresión de este texto, he optado por traducirla como “ser”. Por otra parte, he querido mantener en mayúscula la palabra Magia para que se explicite su enorme relevancia metafísica y teológica en el pensamiento de Jakob Böhme. Quiero también señalar que la presente traducción es provisional; esto es: intentaré pulirla con el tiempo, según avance en mi conocimiento sobre lo que vio aquel zapatero. Quedo obviamente abierto a críticas y a sugerencias.

         Finalmente, quisiera advertir de la extraordinaria complejidad lingüística de Jakob Böhme, la cual, “afortunadamente”, no se manifiesta con demasiada virulencia en este abismático texto.

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Sex Puncta Mystica*

Jakob Böhme

(Extracto)

 

         La Magia es la madre de la eternidad, del ser de todos los seres, pues se hace a sí misma; y se hace comprensible en el deseo [Begierde].

         Ella es en sí misma nada más que una voluntad; y esa misma voluntad es el más grande misterio de todas las maravillas y de todos los secretos y se conduce a sí misma a través de la imaginación del hambre deseante en el ser [begierigen Hungers in Wesen].

         Ella es el origen de la Naturaleza, su deseo hace una imaginación, la imaginación es solo la voluntad del deseo: pero el deseo hace en la voluntad un ser tal y como la voluntad es en sí misma.

         La verdadera Magia no es ningún ser, sino el espíritu deseante de los seres. Ella es una matriz insubstancial, pero se revela en el ser.

         Magia es espíritu, y el ser es su cuerpo, y sin embargo los dos son solo uno, de igual manera que cuerpo y alma solo es una persona.

         Magia es el más grande secreto, pues ella está por encima de la Naturaleza; ella hace la Naturaleza según la imagen de su voluntad: ella es el misterio de la Trinidad, entiende la voluntad en el deseo de ir hacia el corazón de Dios.

         Ella es la modelación en la sabiduría de Dios como un deseo en la Trinidad, en el cual la eterna maravilla de la Trinidad desea revelarse con la Naturaleza: así es el deseo, que se introduce en la Naturaleza tenebrosa y a través de la Naturaleza en el fuego y a través del fuego, a través de la muerte o la rabia, en la luz que va a la Majestad.

         Ella no es Majestad, sino el deseo de la Majestad. Ella es el deseo de la fuerza divina, no la propia fuerza, sino el hambre o el desear en la fuerza; ella no es la omnipotencia, sino lo que conduce la fuerza y el poder. El corazón de Dios es la fuerza, y el Espíritu Santo es la revelación de la fuerza…

         A través de la Magia se realiza todo, el bien y el mal. Su forma de operar es la nigromancia, pero se distribuye en todas las cualidades. En el bien la Magia es buena, y en el mal es mala.

         Ella sirve a los niños para llegar al reino de Dios y a los brujos para llegar al reino del Diablo; pues el entendimiento puede hacer con ella lo que quiera; ella carece de entendimiento y sin embargo lo conceptúa todo, pues ella es el concepto de todas las cosas.

         No se puede expresar su profundidad, pues ella es desde la eternidad el fundamento y sostén de todas las cosas; ella es a la vez un maestro de Filosofía y también una madre.

         Pero la Filosofía conduce a la Magia, su madre, como quiere. Así como el poder divino, como el Verbo (o el corazón de Dios), lleva al padre severo a la suavidad: así también la Filosofía (como entendimiento) lleva a su madre a un suave tormento divino [sanfte göttliche Qual].

         Magia es el libro de todos los estudiantes: todos los que quieren aprender, sea un alto o bajo oficio, deben aprender primero Magia. También el labriego en su campo debe ir a la escuela mágica, si quiere cultivar su campo.

         Magia es la mejor Teología; pues en ella se fundamenta y se encuentra la verdadera fe. Y ella se burla del bufón; porque no la conoce y blasfema contra Dios y contra sí mismo y es más un charlatán que un sabio teólogo.

         Como quien mira a un espejo y no se entera de cuál es la disputa; pues mira desde fuera; así mira también la Magia el falso teólogo a través de un reflejo y no entiende nada de la fuerza: pues ella es divina y él no divino, más bien demoníaco, según la propiedad de cada principio. In Summa: Magia es la actividad en el espíritu deseante [Willensgeiste].

 

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                           Jakob Böhme (1575-1624)