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Pensadores vivos: Stephen Hawking

 

 

La noche del 10 de septiembre de 2013, mi hijo Nicolás y yo, en vez de asomarnos al infinito de la imaginación humana (?) desde las páginas de un cuento de papel, salimos al jardín para contemplar el cielo medieval que todavía arde en Castilla la Vieja. La luna estaba en el centro de una gigantesca serie de anillos concéntricos, en los que creímos encontrar colores como el rojo, el malva, el marrón y hasta el oro. Nicolás estaba estremecido por aquella belleza. Papá, ¿cómo se ha hecho algo tan maravilloso en el cielo?, me preguntó. La verdad es que no sé cómo se ha hecho, le respondí. Y añadí: pero sí sé que es maravilloso.

El cielo tenía espacio de sobra en ese rincón de Castilla como para que brillaran también las estrellas. Las contemplamos arracimadas entre las ramas de los abedules: biología y astrofísica fundidas en un abrazo silencioso, glorioso. Y entonces recordé ese titánico agujero negro que los científicos han encontrado en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea (una anchísima calzada de piedras blancas en las que a veces se engancha la iglesia de Sotosalbos).

Dice Hawking que por esos agujeros negros quizás se puede salir de este universo y entrar en otro, pero que sería un camino sin retorno que él no está dispuesto a recorrer. Y dice también que los hay pequeños. Todo mundo estaría agujerado y conectado con otro mundo. Todo sería membranoso, transparente.

No obstante estas matematizadas afirmaciones que parecen ir cerrando la esencia de los cielos que arden sobre Castilla la Vieja (los que yo ahora más contemplo), el propio Hawking reconoce que la realidad de sus leyes, de sus verdades, son “dependientes de modelo”: la realidad depende del modelo que se utilice para analizarla, para mirarla, para decirla. Estaríamos ante una prodigiosa plasticidad: el cielo convertido en una pizarra donde juegan con sus tizas matemáticas los físicos teóricos: un lugar de fantasía capaz proporcionar a las tribus humanas modelos útiles para satisfacer sus necesidades (y no olvidemos que el ser humano necesita desear lo que no necesita).

Hawking es un pensador, un piadoso cientista, un poeta que se cree sus poesías (diría Machado), un ser humano que me ha proporcionado grandes momentos, grandes espectáculos de fantasía. Leí hace tiempo, extasiado, su Una breve historia del tiempo (1988). También extasiado, pero algo más crítico — algo mejor amarrado al mástil que utilizó Ulises para no ser mentalmente aniquilado por el canto de las sirenas — leí su obra El gran diseño (2010), la cual está redactada, y probablemente pensada, en colaboración con Leonard Mlodinow.

En esta obra se puede leer lo siguiente:

“Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto. La filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda del conocimiento”.

Pero lo cierto es que este libro, como cualquier otro libro de religión, ofrece un precioso templo para asomarse a lo que se transparenta desde el más allá de sus vidrieras, de sus dogmas arquitectónicos, protectores. Hay Filosofía en el pensamiento de Hawking; y en su religiosidad. Entendamos ahora la Filosofía como una mirada que mira las miradas, que contempla desde no se sabe dónde eso que se cree el físico (o algunos físicos) que es la Física, ‘la realidad’ de la que hay que ocuparse para “saber a qué atenerse” (diría Ortega y Gasset). La Filosofía, creo yo, intenta explicitar esa fantasía donde se cree que está cualquier emisor, o retransmisor, de modelos de mundo. La Filosofía aparta modelos, con respeto, con fascinación hacia la belleza de la Física, con admiración a su capacidad de poetizar la Nada Mágica (de interpretarla, si se quiere decir así). La Filosofía desbroza caminos (Jaspers) para que no se cierre el acceso a lo inefable, a lo metamodélico, a lo que de verdad es inmediato ahí, aquí. A lo que yo llamo “Nada Mágica”.

La Filosofía propicia un modelo de mente en el que se admite que todo es posible, porque, si somos serios y rigurosos, debemos afirmar que son lógica y empíricamente insostenibles todos los modelos conocidos de posibilidad. No sabemos qué es imposible porque no conocemos las reglas que rigen lo posible. Ese modelo de mente es el que en los comienzos de este siglo XXI está extendiéndose, como un bellísimo y sorprendente amanecer, entre los mejores científicos del momento. Hawking está en ese grupo, como veremos, pues ya no necesita pensar en una estructura legaliforme fija donde estaría desarrollándose eso que llamamos “mundo” o “realidad” o “vida”. La magia, lo prodigioso, la inmensidad, han inflacionado, como un Big Bang hawkingniano, en el pensamiento científico de principios del siglo XXI. Pienso yo.

Hawking. Es extraordinariamente sugestivo el conjunto formado por cuatro elementos que, simplificando, podríamos denominar “el cerebro”, “el cuerpo”, “la máquina” que sujeta a Hawking  y “la computadora” que le permite comunicarse con su mundo exterior. La religión de la Ciencia que anunció, entre otros, Francis Bacon, estaría ofreciendo una prueba de su verdad, de su eficacia. Su soteriología (su capacidad de salvación, o de acceso a paraísos todavía inéditos) quedaría demostrada en ese conjunto prodigioso. Sin el avance de la Ciencia, sin la aplicación de modelos matemáticos a una realidad observable que se supone intrínsecamente matematizada, sin esa progresiva Gnosis, no habría tenido lugar la creación del prodigio tecnológico que permite al cerebro de Hawking exteriorizar (encarnar en sonidos y en frases escritas) lo que ocurre en ese cerebro; aunque lo cierto es que en el modelo físico-metafísico de Hawking el cerebro humano es una máquina biológica carente de libertad, lo que, finalmente, lo ubicaría en el mismo nivel ontológico que la propia máquina que completa su cuerpo o, incluso, en un nivel inferior (por estar algo más atrás en la línea de la evolución).

La enorme importancia que Hawking otorga a la baconiana computadora que le permite hablar queda quizás constatada por el hecho de que en su página de internet, en la pestaña “About Stephen“, lo primero que aparece es “The computer“. Recomiendo entrar en esa página. Ofrece mucho. Y hay algunas sorpresas. El enlace es el siguiente:

www.hawking.org.uk

En esta página hay una lecture cuyo contenido me ha sorprendido favorablemente. Y me ha emocionado. Sinceramente. Digamos que me ha permitido ‘perdonar’ a Hawking esa gamberra y beata frase en la que se afirma que “la Filosofía ha muerto”.

Esa lecture se presenta en la página con el título Godel and de End of Physics, aunque luego el texto se titula Godel and the end of the universe. No sé si se trata de un despiste (?). Lo interesante de este texto, lo sorprendente, es que, habiendo sido dictado en 2002 (ocho años antes de la publicación de El gran diseño), Hawking afirme en él lo siguiente:

Some people will be very disappointed if there is not an ultimate theory that can be formulated as a finite number of principles. I used to belong to that camp, but I have changed my mind. I’m now glad that our search for understanding will never come to an end, and that we will always have the challenge of new discovery. Without it, we would stagnate. Godel’s theorem ensured there would always be a job for mathematicians. I think M theory will do the same for physicists. I’m sure Dirac would have approved.

Creo que lo decisivo aquí es que Hawking confiesa haber cambiado de opinión (eso le engrandece); y que se siente feliz ante el hecho de que nuestra búsqueda del conocimiento nunca llegará a su fin, que siempre tendremos el desafío de nuevos descubrimientos. Esto me recuerda esa alada imagen que ofreció Kant del ser humano: un ser que vuela hacia el infinito, que está condenado al pensamiento metafísico, al pensamiento que no puede ser constatado empíricamente, ni matemáticamente. Kant hubiera disfrutado mucho leyendo esta lecture de Hawking pues en ella, apoyándose en la incineración mística que Gödel provocó en la Matemática, se llega a sugerir que esta ciencia (la salvífica Matemática) no puede fundamentarse a sí misma. Y no solo eso: el propio Hawking da cuenta, como no podía ser de otro modo a comienzos del siglo XXI, de que ninguna ley o teoría científicas queda validada, demostrada, aunque sea capaz de explicar hechos y de realizar exitosas predicciones.

En mi bailarina lógica “Física” (Véase) ofrezco reflexiones sobre algunas de las ideas que Hawking/Mlodinow han expuesto en El gran diseño. Las traigo aquí -creo que más pulidas y desarrolladas- y añado algunas más:

1.- “La filosofía ha muerto”. Lo dicen en la página 11. Pero esta obra tiene algo ‘cuántico’ (una cosa puede ser a la vez onda y partícula… la Filosofía está muerta y viva a la vez…). Creo que merece la pena reproducir aquí unas frases que aparecen en la p. 53 de El gran diseño (poético/chamánico) de Hawking/Mlodonow: “George Berkeley (1685-1753) fue incluso más allá cuando afirmó que no existe nada más que la mente y sus ideas. Cuando un amigo hizo notar al escritor y lexicógrafo inglés Samuel Johnson (1709-1784) que posiblemente la afirmación de Berkeley no podía ser refutada, se dice que Johnson respondió subiendo a una gran piedra para, después de darle a ésta una patada, proclamar: “lo refuto así”. Naturalmente, el dolor que Johnson experimentó en su pie también era una idea de su mente, de manera que no estaba refutando las ideas de Berkeley. Pero esta reacción ilustra el punto de vista del filósofo David Hume (1711-1776), que escribió que a pesar de que no tenemos garantías racionales para creer en una realidad objetiva, no nos queda otra opción sino actuar como si dicha realidad fuera verdadera”. No obstante estos breves temblores de lucidez, es cierto que esta obra de Hawking/Mlodinow no es filosófica, sino religiosa: no hay en ella un análisis o problematización de los presupuestos desde los que se construyen sus teorías: no hay conciencia del modelo de totalidad desde el que se generan sus modelos de universo o de multiverso. Hay devoción y fe. Que no es poco, por cierto.

2.- La teoría unificada — la así llamada teoría M — es plausible (p. 16). Predice que nuestro universo no es el único, que otros miles de millones de universos fueron creados de la nada (algo así como 10 elevado a la 500 universos). Hay que excluir la intervención de un Dios o cualquier otro ser sobrenatural. Me pregunto: ¿Qué es “natural”? ¿Lo visible? La “Naturaleza” que hoy describen los científicos ya no me parece ‘natural’ y, en cualquier caso, creo que la Física ha sido siempre una Metafísica pura y dura: ha ofrecido modelos de lo que no se ve (el electrón no se ve, ni la ley de la gravedad, ni el Bosón de Higgs) para explicar lo que se ve… No, es más: lo que se ve se ve así porque hay instalado un modelo de mirada. Volvemos a los universales [Véase “Universales“]. Y al “realismo dependiente de modelo” que propone Hawking.

3.- Miles de millones de millones de universos surgen naturalmente de la “ley física” (¡De la invisible ley de la gravedad!): “Cada universo tiene muchas historias posibles y muchos estados posibles en instantes posteriores, es decir, en instantes como el actual, transcurrido mucho tiempo desde su creación” (p. 16). El modelo de totalidad donde se vertebra la conciencia (al menos ‘pública’) de Hawking/Mlodinow tiene un presupuesto crucial y muy ‘ciudadano’, muy ‘socrático’: la ley. La Física se basa en la creencia en una Naturaleza legaliforme, determinista, donde no hay libertad, solo obediencia, obediencia a entes platónicos (las leyes físicas, o la teoría M) que no son visibles, sino presupuestas, narradas (esas leyes, esas diosas) por los chamanes de este credo eficacísimo en nuestra tribu… Tan eficaz como lo fueron y los son todos los credos en todas las tribus. Veo en la Física un monoteísmo radical, único en la historia de las religiones. Se trataría de admitir la existencia y el poderío absoluto de una especie de Faraón cósmico, no antrópico morfológicamente, que tendría sometidos todos los rincones posibles del Ser (de lo que hay), por muy descomunal que sea eso que hay: miles de millones de universos, todos existiendo a la vez: pero todos esclavizados en definitiva. Creo que algunos físicos tienen una conciencia esclavista: observan fascinados el reino de su señor invisible y se contentan con hacer predicciones, como esclavos que conjeturan cuándo vendrán sus amos a darles la comida o cuando llegará el momento de su ejecución.

4.- “Este libro está enraizado en el concepto de determinismo científico, que implica que la respuesta a la segunda pregunta es que no hay milagros, o excepciones a las leyes de la naturaleza”. La afirmación que acabamos de leer merece ser unida a ésta: “Si ya nos parece difícil conseguir que los humanos respeten las leyes de tráfico, imaginemos lo que sería convencer a un asteroide a moverse a lo largo de una elipse” (p. 29). Esta frase es contradictoria en una narración que establece el determinismo radical. Si no hay libertad en esta matriz matemática de multiversos que parece ser la “Naturaleza”, no cabe cumplir o no una ley de tráfico, la cual (me refiero a esa ley ‘humana’) estaría vertebrada en el descomunal corpus jurídico que amordazaría el Ser en su totalidad. Por otra parte: si todavía no conocemos las leyes de la Naturaleza (y ni siquiera sabemos si existen como tales), ¿cómo podemos saber qué las transgrede, qué es imposible?

5.- Ideas/sorpresa que he encontrado en este libro importante: “Los realistas estrictos a menudo argumentan que la demostración de que las teorías científicas representan la realidad radica en sus éxitos. Pero diferentes teorías pueden describir satisfactoriamente el mismo fenómeno a través de marcos conceptuales diferentes”. Y proponen estos autores una especie de estrategia gnoseológica que denominan “realismo dependiente de modelo” (p. 54). Esta estrategia nos exigiría aceptar que no hay teorías físicas válidas en sí (que no hay una verdad física fuera del cerebro humano, si es que es humana esa cosa). En las pp. 59-60 se llega a decir incluso que, para teorizar el origen del universo, el modelo de Física de San Agustín es tan válido como el que acoge al Big Bang. (!)

6.- “El verdadero milagro”.  En la página 204 de El gran diseño (la última) leemos lo siguiente: “La teoría M es la teoría unificada que Einstein esperaba hallar. El hecho de que nosotros, los humanos -que somos, a nuestra vez, meros conjuntos de partículas fundamentales de la naturaleza-, hayamos sido capaces de aproximarnos tanto a una comprensión de las leyes que nos rigen a nosotros y al universo es un gran triunfo. Pero quizás el verdadero milagro es que consideraciones abstractas conduzcan a una teoría única que predice y describe un vasto universo lleno de la sorprendente variedad que observamos. Si la teoría es confirmada por la observación, será la culminación de una búsqueda que se remonta a más de tres mil años. Habremos hallado el Gran Diseño”. Este párrafo cierra el poema de Hawking y de Mlodinow. En él aparece algo -una emoción, un fascinante desconcierto- que permitió a Kant construir su teoría de los juicios sintéticos a priori. ¿Cómo es posible que sean válidas, demostrables, leyes, sistemas matemáticos, que alguien ha sacado en un papel, sin más, de forma abstracta, sin conexión con la experiencia exterior? A partir de aquí Kant realizó una verdadera revolución metafísica y física: las leyes de la Naturaleza las podemos descubrir simplemente pensando, escribiendo sobre un papel, o en una pizarra, porque la Naturaleza está dentro de nosotros: es un constructo nuestro. Las leyes de la Naturaleza las ponemos nosotros para, según Kant, ordenar algo misterioso que llega ‘de fuera’ (la cosa en sí).

7.- Universo/universos. Hawking me desconcierta cuando utiliza la palabra “universo”. No estoy seguro, pero tengo la sensación de que utiliza esa palabra para referirse a dos realidades distintas: 1.- Universo entendido como totalidad de lo que hay, como matriz absoluta de la que pueden brotar infinitos universos; y 2.- Universo como, por así decirlo, maquinaria legaliformizada, como mundo concreto con sus leyes físicas específicas, como ‘burbuja’ que puede salir o no de la nada. Lo sorprendente en Hawking es que parece dejar vigente la ley de la gravedad en el universo en sentido amplio, en lo que podríamos llamar “Gran Matriz” (al menos la ley de la gravedad cuántica, que es ahora la que está más legitimada en la Ciencia). Leamos el final de la página 203 y el comienzo de la 204:

“Cuerpos como las estrellas o los agujeros negros no pueden aparecer de la nada. Pero un universo entero sí puede. En efecto, como la gravedad da forma al espacio y al tiempo, permite que el espacio-tiempo sea localmente estable pero globalmente inestable. A escala del conjunto del universo, la energía positiva de la materia puede ser contrarrestada exactamente por la energía gravitatoria negativa, por lo cual no hay restricción para la creación de universos enteros. Como hay una ley como la de la gravedad, el universo puede ser y será creado de la nada en la manera descrita en el capítulo 6. La creación espontánea es la razón por la cual existe el universo. No hace falta invocar a Dios para encender las ecuaciones y poner el universo en marcha. Por eso hay algo en lugar de nada, por eso existimos”.

Pregunto: ¿Dónde está esa ley de la gravedad que rige el surgir o no de los universos, que parece darles permiso para ser o no? ¿En el universo en sentido amplio? ¿Y cómo conceptuar esa omnipotente ley? A mí me huele a una gran Diosa: una Diosa lógica porque parece que puede ser entendida por la lógica humana y expresada en palabras, o al menos en símbolos humanos. ¿La diosa Vak? Sugiero la lectura de la introducción a mi diccionario filosófico, accesible desde [Aquí].

8.- “Realismo dependiente de modelo”. Cito textualmente a Hawking (Mlodinow): “Según la idea de realismo dependiente de modelo introducida en el capítulo 3, nuestros cerebros interpretan las informaciones de nuestros órganos sensoriales construyendo un modelo del mundo exterior. Formamos conceptos mentales de nuestra casa, los árboles, la otra gente, la electricidad que fluye de los enchufes, los átomos, las moléculas y otros universos. Estos conceptos mentales son la única realidad que podemos conocer. No hay comprobación de realidad independiente del modelo. Se sigue que un modelo bien construido crea su propia realidad” (P. 194). Deleuze (con Guattari) afirmó que la labor propia de la Filosofía era la creación de conceptos. Dicho ahora desde Hawking: sería creación de lo único que luego podrá ser conocido (el objeto del conocimiento): “moléculas”, “átomos”, “la otra gente”… todo eso serían fantasías, creaciones, Mayas creados en virtud de una Creación que, si negamos la libertad al ser humano, debe ser llevada a una profundidad mayor que la que puede tener un agujero negro en el universo hawkiniano. ¿Quién/qué crea en el crear de los filósofos (Deleuze), o de los científicos (Hawking)? En cualquier caso, este último pensador, al redactar el párrafo antes transcrito, no ha considerado la posibilidad de que su modelo de cerebro-hombre-universo sea un modelo más, otra fantasía. Quizás quepa mirar ahí de otra forma, quizás sea superable esa imagen de cerebro-máquina formada por partículas que mira hacia fuera de sí mismo y que luego edita dentro sí misma un modelo-mundo. Como siempre, tengo la sensación de que lo que hay es infinitamente más complejo. Y más bello. Si cabe.

9.- Agujeros negros. Dice Hawking que permiten salir de un universo y entrar en otro. Apliquemos ahora lo que yo creo que es, dentro de su pensamiento, el universo como “burbuja”, como maquinaria legaliformizada (no como gran todo absoluto del que surgen y al que vuelven esas “burbujas”). Si recordamos ahora, por ejemplo, a Wittgenstein, o a Unamuno, y caemos en la obviedad de que todo “mundo” no es sino una narración, un límite de lenguaje, una tradición social…, podemos afirmar, sentir, que cabe salir de una de esas narraciones y entrar en otra, en otro mundo (pensemos en las conversiones religiosas que llevan a otro mundo). Se me ocurre que cabría también acceder a un hiper-agujero negro mediante el silencio de la meditación, o mediante ese taladro de palabras que es un Koan (Zen). En estos casos, a diferencia de la conversión religiosa, no se cambiaría de mundo, no se cambiaría de hechizo: se accedería a lo que no es solo ‘mundo’: a la fuente y soporte y destino de todos los mundos. Dicho quizás desde el modelo monoteísta: se pasaría de creer en Dios a sentir a Dios. Y, finalmente, a saberse Dios.

10.- Al final del libro de Hawking/Mlodinow aparece un glosario. En realidad, se trata de un desfile de bailarinas lógicas [Véase] seleccionadas para una determinada coreografía mental.

En cierta ocasión, explicando el decisivo tema de los “Universales” [Véase], pregunté a una alumna qué es lo que veía, en ese mismo instante, más allá de los posibles recortes que podía hacer su mente con el impacto brutal de ‘lo que se presenta’. Respondió: “Nada”. Esa fue la respuesta más sabia y libre que he oído jamás. Esto nos llevaría a la nada que quiso pensar Kitarô Nishida [Véase].

Lo que se nos presenta, creo yo, no es un “universo”, ni “Naturaleza”: es pura singularidad, puro infinito, pura no-legaliformidad, pura magia/creatividad/libertad.

En el glosario a que antes he hecho referencia aparece una curiosa bailarina lógica. Se llama “Renormalización”: “Técnica matemática diseñada para eliminar los infinitos que aparecen en las teorías cuánticas”.

Decir “la Filosofía ha muerto” (que es una gran estupidez dicha por Hawking) es una forma de re-normalización; porque la Filosofía nos abisma en la más prodigiosa e insoportable inmensidad.

Insoportable por excesivamente misteriosa y bella.

David López

 

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Pensadores vivos: Peter Sloterdijk

 

 

Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) es un pensador que, desde hace varios años, me ha acompañado en muchos de mis solitarios desayunos ante los indecibles horizontes de Castilla, la Vieja. Me ha acompañado Sloterdijk, sin materia, desde la pantalla de mi ordenador, sentado él en un sofá de dos plazas colocado frente a otro sofá gemelo en el que siempre estaba mi tan admirado Rüdiger Safranski. Las dos plazas restantes las ocupaban los pensadores invitados. Me estoy refiriendo al programa Philosophisches Quarttet (ZDF). Este programa se dejó de emitir en 2012, pero gracias a YouTube se pueden rescatar muchas de sus emisiones, supongo que ya por los siglos de los siglos. ¿O no? ¿Qué sustituirá a eso de “Internet”? ¿Adónde vamos?

La obra de Sloterdijk me provoca un gran interés, a pesar de que este pensador legitima plenamente a Rajneesh-Osho como gran figura espiritual del siglo XX. Llega incluso Sloterdijk a considerar que Rajneesh-Osho como el Wittgenstein de la religión. Una afirmación para mí completamente inaceptable. Sí comparto con Sloterdijk la fascinación por Nietzsche, por Deleuze [Véase] y por Foucault [Véase]. A Heidegger [Véase] le considera el filósofo más relevante del siglo XX y le ubica al nivel de Nietzsche, Hegel y Platón. Yo tengo mis dudas. 

Me parece en cualquier caso decisiva, grandiosa y crucial esta pregunta de Sloterdijk: “¿Adónde venimos cuando venimos al mundo?” Esta pregunta fue tratada con especial profundidad por Kitaró Nishida [Véase]. Él habló de una Nada prodigiosa. Pero no de una desesperante nada de corte materialista-existencialista.

Esa Nada sería nuestro hábitat real — y a la vez nuestra esencia —: una “nada relativa” diría Schopenhauer, que es tal en cuanto que no es nada de lo que se conoce, de lo que es de este mundo, de lo que se puede incluso imaginar desde este mundo. Diríamos que su inmensidad revienta por dentro cualquier sustantivo, o cualquier sistema organizado de sustantivos. Una Nada sacra y sacralizante que es más de lo que cualquier ‘algo’ puede ser jamás. Ahí es donde estamos. Y eso es lo que somos. Me parece a mí.

Ofrezco unas breves reflexiones sobre algunas ideas de algunas obras de Sloterdijk. Estas ideas las he extraído básicamente de su obra capital: la trilogía Esferas. Las citas que aparecen en el presente texto se refieren a la edición alemana de Suhrkamp (Frankfurt am Main 1998). También haré referencias a un diálogo entre Sloterdijk  y Hans-Jürgen Heinrichs publicado en 2001 bajo el título Die Sonne und der Tod [El sol y la muerte]. Mis citas se refieren a la edición española de Siruela (Madrid 2003), la cual ofrece la traducción de German Cano. 

Estas son algunas de las ideas de Sloterdijk que burbujean por el momento en eso que sea mi mente (las traducciones de la trilogía Esferas, siempre muy mejorables, son mías):

1.- La metáfora de las esferas.

Esferas está compuesta por tres libros, tres metáforas esféricas: Burbujas, Globos y Espumas. Esferas… Serían hábitats geométricos artificiales — digamos míticos— pero imprescindibles para la vida humana. Creo que debe prestarse especial atención al prólogo que Sloterdijk ofrece como puerta de entrada a su trilogía, y en el que recuerda la famosa inscripción que, según se dice, se podía leer en la entrada de la academia de Platón: “Manténgase alejado de este lugar quien no sea geómetra”. Sloterdijk termina su prólogo afirmando que él redactaría así el cartel de entrada a su trilogía: “Manténgase alejado quien no esté dispuesto a elogiar la transferencia y a rechazar la soledad”.

2.- Transferencia [Übertragung]. Y Filosofía.

Oigamos a Sloterdijk en Burbujas (Primera parte de su trilogía): “De los excedentes del primer amor, el cual se desprende de su origen para, recomenzando libremente, avanzar en otro lugar, se nutre también el pensamiento filosófico, del que debe saberse especialmente que es un caso de transferencia de amor al todo. Nada ha dañado tanto el pensamiento filosófico como esa patética reducción temática que con razón y sin razón se basa en modelos psicoanalíticos. Por el contrario, hay que insistir en que la transferencia es la fuente formal de los procesos creadores, los cuales dan alas al éxodo de los seres humanos hacia lo abierto. No transferimos tanto incorregibles afectos [unbelehrbare Affekte] a personas extrañas, como tempranas experiencias espaciales a nuevos lugares y movimientos primarios a escenarios lejanos. Los límites de mi capacidad de transferencia son los límites de mi mundo” (p. 14).

3.- Estar en lo inmenso.

Así termina Burbujas: “De este modo cambia otra vez el sentido de En; teniendo en cuenta las guerras de globalización y los avances técnicos que darían su carácter a nuestro siglo, Ser-En significa: habitar lo inmenso. Kant había enseñado que la pregunta con la que el ser humano se asegura su lugar en el mundo debía ser: ¿Qué podemos esperar? Tras las des-fundamentaciones [Entgründungen] del siglo XX sabemos que la pregunta suena así: ¿Dónde estamos cuando estamos en lo inmenso?” (Burbujas, p. 644).

3.- Vida, construcción de esferas y pensamiento como distintas expresiones para lo mismo (Burbujas, p. 12). Me viene a la cabeza el comentario que Vivekananda hizo al segundo Yoga-Sutra de Pantañjali. Vivekananda afirmó en su ineludible obra Raja-Yoga (Ramakrishna-Vivekananda Center, Nueva York 1956) que el Yoga busca la eliminación de las formas de la mente, llamadas en sánscrito “Writtis” (literalmente “burbujas”). La eliminación de esas burbujas permitiría la contemplación de nuestro verdadero yo, el que es eterno, omnisciente, todopoderoso, libre… Cabría incluso confundirse, identificarse, con unas burbujas concretas de las que se forman en nuestra mente: identificarse con el yo ‘artificial’, el yo pensado, construido, burbujeante… Pero: ¿Quién/Qué fabrica esas burbujas tan hechizantes? Si, según Sloterdijk, la vida y el pensar y el construir esferas (burbujas) es lo mismo, ¿no podría apuntar el Raja Yoga a un estado de conciencia carente de vida?

4.- Esferas II (Globos).

Dice Sloterdijk: “Si te tuviera que expresar en una sola palabra el motivo dominante del pensamiento europeo en su época metafísica, dicha palabra solo podría ser: globalización”. “Tener un lugar en la Naturaleza significa, ahora, a partir del encuentro entre Ser y Círculo, tener un lugar en una gran bola, sea central o periférico” (Globos, pp. 47-48). Parecería, no obstante, que Sloterdijk fomenta una salida de cualquier modelo de “gran bola”: la libertad y el vuelo del pensamiento y del sentimiento humanos hacia “lo abierto”: lo no abarcado por geometría alguna, terrenos vírgenes para… ¿Crear nuevas esferas?… ¿Siempre por transferencia de ese primer amor sentido dentro del seno materno?

La Edad Moderna como cambio de situación cósmica del hombre. El modelo antiguo, según Sloterdijk, consideraba al planeta Tierra como la cloaca del cosmos en cuyo centro final estaría el infierno. Sloterdijk señala que la antigua imagen europea de mundo  sería “infernocéntrica”. Copérnico habría emancipado la Tierra, la habría sacado de esa miserable situación central. La Era Moderna, a diferencia de lo sostenido por Freud, no habría herido el narcisismo del ser humano al proclamar que la Tierra no era el centro del universo. La herida, según Sloterdijk, habría venido de la “incesante expansión del mecanismo, en detrimento de la ilusión del alma” (El sol y la muerte, pp. 187-193). Una humillación producida por las máquinas. 

Desaparición del firmamento, de la imagen de universo-contenedor. Según Sloterdijk la historia de las ideas en Europa habría dejado el globo terráqueo solo, en mitad de lo indefinible, del caos. Se perdería así “el confort del contenedor”, “la idea confortable de habitar en una casa bien organizada para todos”. Sloterdijk cree que con estas pérdidas — motivadas por las “evidencias” de la Ciencia — se “agudiza el problema de adónde vamos realmente cuando nosotros venimos al mundo”. Yo creo que creemos que venimos a la leyenda que nos cuenten los que nos acojan al nacer. Las leyendas serán nuestra comida, nuestra segunda matriz nutricia, en este caso puramente lógica. Esas leyendas quizás puedan ser ubicadas en una Biología, en un gran sistema secretor de fantasías. Pienso en una síntesis entre Levi-Strauss [Véase] y Humberto Maturana.

Máquinas enemigas del hombre. Sugiero aquí la lectura de mi aún no bien perfilada bailarina “Máquina” [Véase]. Yo creo que todo mundo (en cuanto conjunto ordenado de sustantivos) es una fantasía poética, una máquina poética, capaz de encajar en la primera definición que de máquina ofrece la Real Academia Española: “Artificio para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza”. Esa fuerza es la ilusión humana (ilusión de grandes placeres futuros, alcanzables, programables). Y es también el Eros. Ambos (Ilusión y Eros) requieren siempre un mundo montado y dado por real, una estructura de ideas ya convertida en cielo, algo que amar, un foco al que dirigir ‘nuestra’ energía. Cualquier arte-facto (si es que son obra del hombre, si es que son artificiales) sería un producto de esa gran máquina ilusionante, erotizante. No creo, por otra parte, que haya diferencia ontológica entre lo que Sloterdijk llama “máquina” o “mecanismo” y lo que llama “Naturaleza”. Bailarinas lógicas. La magia de Vak.

La globalización. “La globalización actual es la consecuencia del movimiento del capital especulativo que circunda la tierra bajo la forma de noticias a la velocidad de la luz. De ahí que este tipo de globalización equivalga a una suerte de destrucción del espacio. El concepto de globalización actual tiene, pues, connotaciones amenazadoras, por mucho que sea alabado por los retóricos del neoliberalismo como una gran oportunidad para la humanidad (El sol y la muerte, pp. 196-197). No veo yo claro que exista realmente algo novedoso en la historia de la humanidad que deba ser denominado “globalización”. En cualquier caso, Sloterdijk parece ser un filósofo del espacio, como Heidegger lo fue del tiempo. El problema es que no es fácil detener nuestra inteligencia en qué sea exactamente eso de “Espacio” o “Tiempo”. Son dos realidades que se presuponen, pero que no se pueden pensar, ni mirar, ni sentir siquiera, por mucho que leamos a Kant. E, incluso, a Newton.

4.- Esferas III (Espumas).

Según Sloterdijk este tercer libro ofrece “[…] una teoría de la época actual bajo el punto de vista de que la vida se despliega de forma multifocal, multiperspectivista y heterárquico. Su punto de partida está en una no-metafísica y no-holística definición de la vida: su inmunización ya no puede ser pensada con los medios de la simplificación ontológica, del resumen en la pulida bola total. Si la Vida opera sin límite formando múltiples imágenes espaciales, no es solo porque cada mónada tiene su propio medioambiente, sino más bien porque todas están entrelazadas con otras formas de vida y están compuestas por incontables unidades [de vida]” (Espumas,  pp. 24-25).

“La alegre imagen mental [Denkbild] espuma nos sirve para recuperar postmetafísicamente los descubrimientos premetafísicos del mundo” (Espumas, p. 26)

5.- El seno materno.

Según Sloterdijk los seres humanos vienen “de dentro”, y vienen demasiado pronto. En la medida en que son criaturas entregadas al éxtasis del mundo, los seres humanos quedan marcados por su nacimiento prematuro y por su inmadurez. “Las madres humanas conceden a sus descendientes un mecenazgo biológico al poner a su disposición sus propios cuerpos como refugios originarios, o a modo de un arca íntima, una ciudad previa a la ciudad; es más, incluso, como yo trato aquí de mostrar, como un cosmos previo al cosmos”. “¿Cómo puedo arrojar luz sobre el hecho de que tengamos que vérnolas con la sustitución de una forma pequeña relativamente maternal por otra forma más grande, relativamente no maternal? Y es que, a decir verdad, nunca podemos tener constancia del momento en el que comenzó a despuntar nuestra propia vida”. Ese misterioso momento estaría, según Sloterdijk, “lejos del recuerdo lingüísticamente organizado […]”. La más importante de todas las tesis filosóficas sería, para Sloterdijk: “el hombre viene al mundo”. Las citas anteriores pueden encontrarse en las páginas 199-201 de El sol y la muerte

6.- Biotecnología.

Sloterdijk considera la idea de que la creación, digamos, ‘natural’, fuera obra de un Dios chapucero, y se remite a teologías mediterráneas de los siglos II. y IV. a.C. “A partir de ese momento resultaba factible la idea de que lo existente podía haberse creado de la mano de un Dios chapucero […] Los modernos ingenieros genéticos argumentan aquí, dicho sea de paso desde una posición de fuerza, pues ellos pueden con toda razón apuntar al hecho, que los hombres aquejados de enfermedades hereditarias no representan buenos ejemplos de un arte divino de creación. Si estos hombres son simples productos defectuosos de una mano azarosa, ¿por qué no han de ser legítimas a priori las medidas encaminadas a la compensación del azar? […] Los cabalistas fueron los primeros a los que quedó claro que Dios no era ningún humanista, sino un informático. Él no escribe textos, escribe códigos. Quien pudiera escribir como Dios, daría al concepto de escritura un significado que ningún escribiente humano ha entendido hasta el momento. Los genetistas y los informáticos escriben ya de otra manera. También en este sentido ha comenzado una época poshumanística” (El sol y la muerte, pp. 133-136).

En 1999 Sloterdijk generó una polémica en Alemania con ocasión de su posicionamiento respecto de las cuestiones éticas que plantea la ingeniería genética. Ante la posibilidad de que el ser humano sea “chapucero” en sus obras, en la creación de sus “homúnculos”, propone Sloterdijk una moratoria; algo así como un tiempo prudencial para que la tecnología se desarrolle lo suficiente. Es interesante la forma cómo Sloterdijk conecta este debate con los clásicos debates teológicos. Los monoteísmos creacionistas considerarían que Dios despliega la Creación de forma perfecta, que no cabe la chapuza. Otras líneas teológicas sí considerarían la posibilidad de dioses chapuceros. La ingeniería genética convertiría de alguna forma al hombre en un Dios que podría mejorar las “chapuzas” que hace la Naturaleza (enfermedades hereditarias, v.gr.) pero que, a su vez, aun siendo ya Dios,  tendría que tener cuidado con sus propias chapuzas. Sí considera Sloterdijk que estamos en el fin de una civilización, de un mundo, y el comienzo de otro (una síntesis entre Naturaleza y tecnología). Y considera como fecha decisiva para ese cambio la clonación de la oveja Dolly (el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta; 1996).

7.- Un conocimiento “extrafilosófico, preferentemente poético o mítico”.

“De ahí que Esferas sea, en términos generales, y a pesar de sus rasgos narrativos e imaginativos, una empresa que no descuida la argumentación y que no puede renunciar a tomar parte en el envite que se desarrolla en la cúspide de esa pirámide legitimadora de los juegos de la verdad” (El sol y la muerte, p. 202). Sloterdijk parece estar desplegando lo que María Zambrano [Véase] llamó “razón poética” (ya desplegada explícitamente por Nietzsche, entre otros, e inconscientemente por todos). En cualquier caso, creo yo, no habría posibilidad de salir de la gramática, de ese infinito reglado del que habla Chomsky [Véase]: ahí dentro — en el infinito modulado por la Gramática — debería ocurrir, si ocurre, que sea dicho lo que es, lo que hay, lo que pasa, y a quién le pasa, y dónde le pasa: que acontezca, por fin, el advenimiento de una semántica perfecta: que alguien diga el Ser. Hegel lo intentó.

8.- ¿Dónde estamos?, se pregunta Sloterdijk con genuino temblor filosófico.

Vuelvo a los primeros párrafos de este texto. Kitaró Nishida [Véase] se ocupó con brillantez de “la lógica del lugar”. Y propuso la expresión Zettai Mu. Estaríamos en la Nada, sí, pero esa nada superaría cualquier “algo” pensable o imaginable.

9.- Cuerpos sociales vertebrados por los grandes medios de masas como conjuntos dispuestos a autoexcitarse.

“Es precisamente aquí donde cabe cifrar la misión del filósofo en la sociedad […]: demostrar que un sujeto puede ser interruptor de la información, y no un simple canal de transmisión que sirva de paso a las epidemias traumáticas y oleadas de excitación. Los clásicos expresaban esto con la palabra reflexión”.

10.- Crítica de la razón participativa.

La cuestión de cómo pertenece el hombre al mundo, o a lo que sea que le envuelve y transciende. Sloterdijk está en contra de la recuperación de modelos pretéritos, de ideas históricamente pasadas, que sirvan para dar sentido a la participación del hombre en lo que le transciende, en el todo, por decir algo. A este respecto hace una lúcida referencia a la necesidad de simplificación (recordemos a María Zambrano afirmando que cuanto más miedo tiene el ser humano, más busca el sistema). Sloterdijk, por su parte, afirma que en “las reducciones de la complejidad solo cabe elegir entre lo terrible y lo no tan terrible del todo”. ¿Por qué terrible? Mi opinión es justamente la contraria. A más empatía con la complejidad, más belleza, hasta llegar a empatizar con la complejidad infinita que nos subsume y que nos nutre, lo cual implicaría la empatía con la belleza infinita, que es lo que hay; creo yo. Pero sigamos oyendo a Sloterdijk: “Lo que aquí está en liza no es sino una participación en la complejidad como tal”. “Al fin y al cabo, no podemos vivir en ninguna otra parte que no sea el caos, en una caos compensado, eso sí, con ordenaciones”. “En realidad, no son los dioses los que nos faltan, ellos no son más que grandes simplificadores; lo que falta es un arte del pensar que sirva para orientarnos en un mundo dotado de complejidad. Lo que falta es una lógica que fuera suficientemente poderosa y dúctil para empezar a acoger la complejidad, la ausencia de definición última y la inmersión”. “Yo preferiría hablar a este respecto de inteligencia informal, toda vez que bajo este epígrafe se incluyen las filosofías poéticas y el pensamiento ligado a las obras artísticas”. El sol y la muerte,  pp. 345-347.

Pero esa lógica que añora Sloterdijk para que el ser humano pueda por fin decir el mundo, no podrá ser otra cosa que una forma de hacer frases gramaticalmente correctas. Quizás Nietzsche se equivocó y sí cabe librarse de Dios aunque no nos hayamos librado de la Gramática. Del Dios contra el que lucha Nietzsche quizás sí, al menos en su versión menos profunda. Pero hay una Diosa de la que no podrá librase nunca la Filosofía, entendida como actividad lingüística. Me refiero a la diosa Vak: la Palabra consciente de sí misma. Quizás toda Filosofía no es más que una Teología cuyo objeto es esa diosa.

Novalis dijo que la Filosofía tradicional era Logología. Él quiso proponer otra: una Filosofía mágica, creadora de mundos, no ‘conocedora’ de mundos previos a la propia actividad filosófica.

Y el mundo ‘creado’ en los textos de Sloterdijk tiene una luz especial, tiene algo salvaje, gigantesco, muy atractivo y subyugante, en la línea salvaje de Heidegger. A mí me gusta leerle y escucharle, casi siempre, a pesar de lo mucho que discrepo con él.

Creo en cualquier caso que Sloterdijk es un pensador realmente vivo. Y vivificante. Es un placer leerle y escucharle, casi siempre, porque es realmente un filósofo.

David López

 

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