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Filósofos míticos del mítico siglo XX: “Jaspers”

Jaspers: un médico psiquiatra que quiso entrever lo transcendente -lo omniabarcante- en el fondo mismo de la más desgarrada y naufragante subjetividad humana: en eso de la “existencia”, que sería lo otro por completo de cualquier objeto. Y eso “transcendente” y “omniabarcante” se mostraría no en un acto cognoscitivo sino a través de lo que Jaspers llamó “situaciones límite”.

Jaspers fue un médico-psiquiatra-filósofo, como lo quiso ser también Nietzsche (respecto de Occidente entero, enfermado por ideas desvitalizadoras). Y ambos soñaron el advenimiento de una nueva lógica (una nueva forma de pensar y de decir… una nueva poesía colectiva) que sublimara la condición humana. Porque es -yo creo- en poesías donde vivimos. Jaspers creyó que el ser humano estaba determinado, casi preso, en una “situación” fija, inamovible, que como mucho cabía conocer para, desde ahí, vislumbrar lo que transciende todo -y lo que es omniabarcante de todo. Jaspers creyó en un mundo objetivable en virtud de los hechos suministrados por el método científico, aunque sólo compresible y vivificado desde la subjetividad del hombre -concreto, individual, tú, yo-. No consideró Jaspers, creo, la posibilidad de la re-poetización estructural de eso que se presenta como “existencia”.

Yo sí creo en esa posibilidad.

Jaspers pasó buena parte de su vida pensando y enseñando Filosofía -con mayúscula-en una ciudad especial para mí: Heidelberg. Allí se puede recorrer el “Philosophen Weg” (el camino de los filósofos) y quizás hasta sentir lo sentido por tantos seres humanos que se permitieron a sí mismos, sin miedo, sin codicia, sin necesidades previas, eso que llamamos Filosofía: esa “situación límite”, pero límite de verdad; aunque se trataría de un límite glorioso, sublimador por completo de la condición humana… un límite al que hay que acercarse sin ansia de “conocer” (de cerrar, de empequeñecer)… sin ansia de sosiego y de confort mental.

Quizás Heidelberg sea una “situación límite”. La leyenda dice que en esa ciudad mágica o se enamora uno o se pierde el amor que se tenía. A mí me pasó lo segundo.

Creo que Jaspers elevó la dignidad existencial del filosofar humano; y lo hizo además integrando en esa actividad un -a mi juicio ingenuo- esquema del existir humano.

Al ocuparme de la palabra “Sueño” en mi diccionario filosófico [Véase aquí], sugiero una explosión de la palabra “vida”, la cual yo quisiera sustituir por “hiper-vida”. Como veremos, Jaspers traza un esquema de la existencia humana desde una visión no auto-problematizada: hay en su visión del existir una negatividad que apunta a una ineludible y palpitante tragedia -en el mundo- que, eso sí, permitiría asomarse -sin conocimiento posible- a lo que ya no es mundo: a lo transcendente. Veo ecos agustinianas y hasta hindúes: el mundo que se presenta como real es, básicamente, un infierno; pero cabe salir de él: cabe regresar a la Fuente… al Ser… a Dios para los que aceptan este vocablo.

La idea fundamental que intentaré expresar en este brevísimo ensayo sobre Jaspers es la siguiente: el ser humano no está en ninguna “situación” determinada. Para delimitar cualquier situación y cualquier mundo hay que aceptar, acríticamente, un determinado hechizo poético: frases, modelos de lo visible y de lo invisible. Pero, ¿qué vemos? ¿Ve alguien algo que no sea construcción de la Poesía en la que vive? ¿Es cierto que el ser humano se enfrenta a la muerte (la horripilante finitud)? ¿Es cierto que no puede modificar su “situación”? ¿No será que ya estamos, siempre, y somos, siempre, la transcendencia, lo omniabarcante, aquello para lo cual todo mundo, toda existencia, no es más que un juego? [Véase “Lila“]

¿No será que “la transcendencia”, el fondo de toda luz, no solo no es perseguible, o alcanzable, sino que es ineludible…? ¿Cómo no ser el Ser?

Algo sobre su persona y sobre su vida

1883 (Oldenburg)-1969 (Basilea). Su familia pertenecía a una burgesía liberal vinculada a la banca. Jaspers, ya anciano, hablaba de su padre con devoción. Eso es siempre precioso. Admiraba Jaspers de su padre sobre todo su capacidad de enseñar con su propia conducta. También recordaba el anciano filósofo, emocionado, el día en que su padre le llevó hasta el mar: un día en el que la marea estaba muy baja (una “situación límite”, un especial “desocultamiento”). Y aquel niño-filósofo que quiso ver el Todo sintió, de la mano de su amado padre, algo inolvidable: sintió en su carita de niño la brisa de lo transcendente. Y no pudo olvidarlo jamás. El infinito estaba ahí delante, palpitando con un corazón invisible y descomunal, mostrando algas y medusas y sonidos de mundos de profundidad infinita. Recomiendo ver y escuchar a Jaspers hablando del mar en este link (hay subtítulos en español):

Entrevista a Jaspers

Sigamos esquematizando -poetizando, reduciendo- la “vida” de Jaspers. En Oldenburg estudió medicina. Y en Heilderberg trabajó como psiquiatra en el Hospital psiquiátrico. Fue Privat-dozent en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Heidelberg hasta 1937. Los nazis no soportaron su oposición -muy valiente al parecer-.  Jaspers fue grande, en mi opinión. Jaspers recupera su puesto al terminar la segunda guerra mundial: 1945. Muere en Basilea.

Jaspers no sólo merece un lugar de honor en la historia de la Filosofía, sino también en la historia de la Psiquiatría. Su obra Psicopatología general (en dos volúmenes) es un clásico en esta ciencia de la “psique”.

Después de la segunda guerra mundial escribió una obra de “compromiso político”: Die Schuldfrage [El problema de la culpa]. Es una obra desagarrada. Imponente. Creo que debe leerse. En español hay una edición en Paidós (traducción de Román Gutierrez e introducción de Ernesto Garzón Valdés).

Jaspers publicó treinta libros y dejó 35.000 páginas sin publicar. Sugiero, aparte la ya citada, estas obras en español:

La filosofía (trad. José Gaos, Fondo de Cultura Económica, 1953).

– Los grandes filósofos (trad. Pablo Simón, Tecnos, 2002).

Cifras de la transcendencia (trad. Jaime Franco, Alianza Editorial, 1993).

Origen y meta de la historia (trad. Fernando Vela, Alianza Editorial, 1985).

– La filosofía desde el punto de vista de la existencia (Fondo de Cultural Económica, 1981).

Algunas de sus ideas fundamentales

1.- “Situación”. Jaspers forma parte de la filosofía existencialista que habría arrancado con Kierkegaard. Y afirma que el ser humano debe conocer su “situación” (algo así como su lugar en el mapa total del mundo, entendido en sentido muy amplio, más allá de lo que las ciencias delimitan). Y ese conocimiento permitiría tomar conciencia de que nuestra “situación” está caracterizada por la finitud, por la contradicción, por el naufragio. Toda existencia naufraga; y todo pensamiento. Estaríamos, por así decirlo, en un valle de lágrimas ineludible e inamovible. Sólo cabría conocer esa -trágica- “situación”, aceptarla y, desde ella, vislumbrar lo que la trasciende. Las “situaciones límite” serían la mejores ventanas para entrever esa transcendencia, la cual se mostraría, con menos nitidez, en el propio mundo de la existencia, aunque lo haría a través de “cifras” (símbolos susceptibles de ser descifrados).

2.- La Filosofía. Practicada con radicalidad -como metafísica- no ofrecería enunciados con pretensión de veracidad sobre ninguna objetividad. Sería una actividad del ser humano, practicada desde su naufragante existencia, que, curiosamente, no le ofrecería ningún conocimiento, sino que “desbrozaría” los caminos hacia la transcendencia. Jaspers afirmó que “ningún ser sabido es el Ser”. No cabría conocimiento, sino, por así decirlo, la práctica de una metafísica de expansión, de apertura de horizontes hasta el  infinito (que es donde cabría quizás ubicar lo transcendente, el Ser, la posibilidad única de libertad para lo que es existencia). La “verdad” -ya ahí- sería algo muy superior a la exactitud científica. Y a la sistematización metafísica.

3.- La nueva lógica filosófica. Jaspers quiso desarrollar una nueva forma de pensar y de hablar para aproximarse, lo más posible, al borde de ese mar que le enseñó su padre. Jaspers quiso crear una nueva lógica filosófica que, aunque no pudiera conocer nunca nada (de ningún objeto), sí fuera capaz de despejar los caminos que llevan a ese mar de prodigios: lo “transcendente” (que sería quizás lo completamente otro de cualquier objetividad). Esa nueva lógica, según Jaspers, debería ser omnicomprensiva (debería ocuparse de todo lo que se presenta en la conciencia, y de todo el saber que hay en la civilización). También debería resistir la no nivelación (soportar los saltos y los vacíos de la inmensidad por la que se quiere mover). Pero, a la vez, debería rechazar las parcelaciones en el saber. Estaríamos ante una mirada total, dispuesta a contemplar el horizonte en toda su inmensidad, en toda su posibilidad. Una lógica -creo yo- que dejaría espacio libre en lo que vengo llamando “pista de baile de las bailarinas lógicas”. Y creo que ese horizonte “marítimo” no puede ser visto si se quiere conocer -esquematizar en definitiva- cualquier existencia (como me temo que hizo el propio Jaspers, en la línea  sufriente y ácida del existencialismo europeo… que tanto se parece a cierto cristianismo y a cierto hinduismo).

4.- Achsenzeit. Era axial. Se trata de una hipótesis que es comúnmente atribuida a Jaspers (aunque podría haber sido acuñada por Anquetil Duperrón a finales del siglo XVIII). La encontramos en su obra Vom Ursprung und Ziel der Geschichte [Sobre el origen y la meta de la historia). La hipótesis sería la siguiente: entre los siglos VIII y II antes de Cristo se habría producido un fenómeno único y decisivo en varias partes del planeta; pero sin conexión aparente entre esas partes. Se trataría de una era “axial” que delimitaría el advenimiento histórico de un salto cualitativo de gran importancia en la evolución de la Humanidad. El hombre se habría hecho consciente de sí mismo y habría iniciado una actividad reflexiva (filosófica) de la que habrían surgido muchas corrientes de pensamiento (de cuestionamiento de lo dado por las civilizaciones de forma irreflexiva). Esos debates, esos cuestionamientos, habrían mostrado que las concepciones sobre la vida serían modificables. En China aparecerían Confucio y Lao Tse. En India Buda, los sabios de las Upanisads (como Yagnavalka), Mahavira. En Persia Zarathustra. En Grecia los presocráticos. En Oriente Medio los profetas judíos: Elías, Isaías, Jeremías. Todos ellos -en mi opinión- diciendo básicamente: “Así no. Así sí”. Diciéndolo además desde una individualidad humana consciente y crítica con la Poesía de su tribu. Sobre esta hipótesis -que yo he expuesto con poca precisión y con mucho añadido personal- hay al menos dos trabajos que merecen ser leídos. El primero es de José Antonio Antón (un profesor de Filosofía de la Universidad de Sevilla al que tuve el gusto de conocer el año pasado en Arenas de San Pedro, dentro del Círculo de Estudios Espirituales Comparados):

http://symbolos.com/cg5anton1.htm

El segundo ensayo que recomiendo sobre la “Era axial” es de Dieter Metzeler. Puede leerse aquí (en alemán):

http://www2.hu-berlin.de/nilus/net-publications/ibaes10/publikation/metzler_ibaes10.pdf

Sensaciones provisionales sobre Jaspers

Mi sensación ahora con Jaspers es que este filósofo no estuvo dispuesto a diluir la aparente contundencia de ese “mundo” o “existencia” que, tan trágicamente, describen los existencialistas.

Creo que la -salvífica- epojé de Husserl [Véase aquí] tendría la misma eficacia que esas “situaciones límite” a las que tanto valor metafísico atribuyó Jaspers.

En cualquier caso considero que la Filosofía, practicada con la suficiente radicalidad (como creo que Jaspers quiso practicarla) sería la situación más “límite” en la que puede ubicarse el ser humano (pensante). Ahí ya sí se siente de lleno el mar. Desde su orilla. Lo místico sería entrar ahí. Sin miedo. Sabiendo que ese mar somos nosotros donde ya no cabe pluralidad. La meditación sería precisamente un baño en ese mar prodigioso que tanto impresionó al niño Jaspers: un “mar interior”, interior a todo.

Los musgos y los árboles y el río y los muros de Heidelberg tienen también el olor de ese mar transcendente y omniabarcante.

En realidad todo -todo lo que se presenta como mundo- lleva ese olor.  El “olor de Dios” diría quizás Jaspers.

David López

 

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