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Filósofos míticos del mítico siglo XX: William James

 

William James. Creo que fue un psicólogo-filósofo muy generoso: legitimó gnoseológicamente cualquier experiencia humana. Luchó contra la censura en el mirar (y en el “ocurrir”). Y miró también hacia algo grande con lo que cabría establecer un vínculo -una privilegiada conexión que nos llenaría de energía-. Estamos ante la experiencia religiosa. ¿Qué es eso?

William James se estudia dentro de una corriente de pensamiento que se denominó a sí misma -por ocurrencia de Peirce- “pragmatismo”. Esta corriente midió los niveles de verdad de las ideas por su capacidad motriz: por su eficacia a la hora de enlazar hechos de modo satisfactorio, por su fuerza… A Unamuno se le suele relacionar con esta corriente. Él dijo eso de que “creer es crear”. Algo similar afirmó Paracelso.

Cabe preguntarse si esa “experiencia religiosa” que tanto interesó al médico-psicólogo-filósofo William James sería el resultado de la activación de una idea en la conciencia (de una idea poderosísima, eficacísima, la más eficaz entre las ideas) o si, por el contrario, sería algo que ocurriría solo bajo un cielo despejado (una conciencia provisionalmente despejada de ideas). ¿Podemos decir, a partir del pragmatismo que profesa William James, que la idea de Dios es la mejor para el ser humano? ¿Se puede insertar artificialmente… con frases, aunque se trate de frases provenientes de lo que ya no es mundo?

Me viene a la memoria un apunte secreto de Wittgenstein, tomado en el frente de batalla: “Hoy, durante un ataque de artillería por sorpresa, vuelvo a ir con los exploradores. Dios es lo único que el ser humano necesita.” Dios… La “idea” de Dios. Después de presentar al hombre “William James”, y antes de mostrar algunas de sus propuestas fundamentales, haré un breve repaso del tratamiento que Kant hizo de las ideas en su “Crítica de la razón pura”.

Algunas notas sobre su persona y su vida

1842 (Nueva York)-1910 (New Hampshire). Su padre es un excéntrico acomodado, muy vinculado a la teología del sueco Swedenborg (tan criticado en su tiempo por Kant). Su hermano llegará a ser uno de los más famosos escritores del siglo XX (Henry James). Un ambiente familiar repleto de estímulos intelectuales, de elitismo y de excentricidad. William James padece graves depresiones en su juventud. Se plantea incluso el suicido durante largos períodos de tiempo. Estudia en USA y en Alemania. Desarrolla una larga y prestigiosa carrera en Harvard: estudia medicina, fisiología y psicología. Allí será luego un reputado profesor en varias disciplinas: fisiología, anatomía, psicología y Filosofía.

En su obra “Principios de psicología” (1890) saca a la psicología de la Filosofía y la entrega a las ciencias experimentales (coloca la “mente” en un entorno físico, como si fuera una galaxia).

Entre 1901 y 1902 impartió las famosas conferencias Gifford sobre religión natural. A partir de ellas se editó una obra que considero ineludible: “Las variedades de la experiencia religiosa” (En español: edit. Península, Barcelona, 2002, traducción de  J. F. Ybars, Prólogo de José Luis L. Aranguren).

Otra obra en español que puede ser de gran interés: “Pragmatismo: un nuevo nombre para viejas formas de pensar” (Alianza).

Recomiendo finalmente una obra sobre la atmósfera intelectual que respiró William James (una obra merecedora del premio Pulitzer). Es de Luis Menand y lleva por título “The Metaphysical Club” (Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 2001).

Una breve referencia a Kant

Kant luchó contra sí mismo y contra los demás para poner freno a los excesos de la razón (Vernunft), la cual, como facultad humana irrenunciable, iría siempre más allá de lo que ofrece la experiencia sensible (que es la que permite hacer ciencia; conocimiento verificable). La razón sería según Kant la facultad de silogizar: deduce conclusiones (aparentes verdades) a partir de principios que considera indudables. Y esa facultad humanísima (la razón) tendría una estructura, digamos, predeterminada. Estaría “programada” en virtud de las ideas. De tres ideas en concreto: 1.- Idea de alma; 2.- Idea de mundo (o cosmos); 3.- Idea de Dios. Ninguna de estas piezas estructurales pueden demostrarse ni refutarse. Están más allá de la experiencia sensible (que es, insistamos, donde puede hablarse propiamente de “ciencia” o conocimiento verificable) y, además, tanto su afirmación como su negación pueden ser refutadas lógicamente. Pero, aun así, las ideas, esas tres ideas en concreto, son cruciales para el “sistema humano”: lo unifican, estimulan el intelecto (Verstand) y empujan -nos empujan- para que sigamos buscando… en una búsqueda que se dirige hacia el infinito.

Creo que el pragmatismo, como corriente filosófica, considerará modificable esa trinidad ideológica kantiana. Y establecerá un método de medición de la “verdad” de esas piezas estructurales (pero indemostrables). Así, una idea será “mejor” o “más verdad” que otra si proporciona plenitud, posibilidad, certidumbre, equilibrio, al ser humano (o a “la conciencia humana” si se quiere).

Esta breve referencia a Kant creo que nos permite visualizar un lugar decisivo en el sistema humano: su “cielo platónico”: la estructura de imanes metafísicos que van a arrastrar todo su razonar, todo su sentir, y todo su soñar. [Véase “Idea” y “Belleza” en mi diccionario filosófico].

Algunas de las propuestas fundamentales de William James

– Pragmatismo. El nombre lo acuñó Peirce (aunque luego lo quiso cambiar por “pragmaticismo”). William James ayudó mucho a la expansión de este posicionamiento gnoseológico: las ideas son verdad si funcionan como tales: el pragmatismo “aspira a la concreción y a los hechos, a la acción, a la fuerza”. Se busca libertad y posibilidad contra dogmas que puedan ser paralizadores para la condición humana. Estamos ante un método que mira resultados, consecuencias. Se renuncia a profundizar, a la metafísica en definitiva (a la verdad de verdad que buscan y a veces proclaman los dogmáticos). El ser humano necesita ver coherencia entre los hechos de su experiencia; y necesita vivir y avanzar entre ellos. Una buena idea es la que satisface necesidades humanas. Son herramientas, no “verdades” abstractas, no fines en sí mismas.

– Ética. La ciencia aquí no tiene nada que decir. Pero el ser humano se ve en la necesidad de tomar decisiones (William James no abandonó la creencia en la libertad humana, a pesar de arrojar la psique a la Física). Y creyó que hay que elegir aquellos ideales cuya puesta en práctica impida la destrucción de la menor cantidad posible de otros ideales. Y no solo eso: también deberían ser ideales que propicien un universo más rico en posibilidades (que son energía para el individuo). Las sociedades fenecen si los individuos no tienen impulso creativo e innovador. Nietzsche ya dijo que el filósofo debe coadyuvar a los hechizos: hacer lo más fascinante y atractivo posible eso del “vivir”. ¿A qué otra cosa cabe aspirar que no sea vivir en plenitud… aunque sea en mundos que ahora no podemos siquiera imaginar…? ¿Qué es “vivir”? Sugiero la lectura de la palabra [“Sueño”] en mi diccionario filosófico.

– El ”empirismo radical”. En sus Essays in Radical Empiricism (editados y publicados póstumamente por Ralph Barton Perry en 1912) William James hace un intento de legitimar todo tipo de experiencia. Estamos ante la gran generosidad a la que me refería al comienzo de este artículo.  Y estamos ante algo similar a lo que Jaspers consideró propio de la razón filosófica [Véase “Karl Jaspers“]. En definitiva: cabe abrir más los ojos, los de fuera y los de dentro. Y la Filosofía debe enlazar en lo posible lo que se va presentando en esa experiencia sin límites: esa experiencia “radical”. Pero hay que ser muy valientes. O tener mucha fe.

– La experiencia religiosa. James sorprendió al mundo con su desprejuiciado estudio del fenómeno religioso. En sus conferencias Gifford (editadas bajo el título “Las variedades de la experiencia religiosa”) ubicó esa experiencia en una zona íntima, no siempre comunicada, de la que habrían surgido los sistema religiosos. Y dio cuenta también de la dimensión patológica de algunas de esas experiencias; pero no por eso las desestimó como material para su investigación. Para William James esas experiencias -aunque patológicas algunas- tenían un gran valor para el conocimiento profundo de la condición humana. ¿Qué sería la “experiencia religiosa”? ¿Cómo describirla? Así lo hizo Willian James: sensación de existencia de algo más con lo que se establece conexión individual. De esta conexión se derivarían efectos físicos/psicológicos: 1.- Afluencia de energía; 2.- Paz; 3.- Amor: compasión hacia todo (una especie de empatía universal).

– La realidad de lo no visible. William James se ocupó del “sentimiento de presencia”. Se trata de una experiencia individual muy testimoniada. Esa “presencia” (cuando acontece) tiene para el individuo humano más “verdad” que cualquier discurso… y ocurre además rodeada por cualquier discurso es inmune a ellos. El racionalismo contra eso -contra la “verdad” de es experiencia- se convierte en pura palabrería. Pero, ¿presencia de qué? Me remito a la palabra “Dios” en mi diccionario filosófico.

– Estado de gracia/conversión. El individuo humano descubre de pronto en su interior un estado de amor y de humildad, de infinita confianza en Dios. ¿Confianza en “qué” exactamente? Creo que se trataría de confianza en la omnipotencia. Sentirse amado, asistido, por el poder absoluto.

– El todo de lo real. El yo consciente no abarcaría el todo del yo real. ¿Hasta dónde llega? ¿De qué es capaz? “Mientras tanto, las necesidades y experiencias prácticas de la religión me parecen satisfechas por la creencia de que más allá de todo hombre, y de alguna manera, en continuidad con él, existe un poder superior, amigo de él y de sus ideales; todo lo que exigen los hechos es que ese poder sea otro y superior a nuestros yoes conscientes”.

La presencia… Yo la he sentido algunas veces. Y he dado cuenta de esas experiencias en mi diccionario filosófico. Hay personas que me han asegurado que ellos también la ha sentido (“la presencia”), pero que no se habían atrevido nunca a confesarlo. Recuerdo ahora lo sentido por un alumno-amigo en la Antártida.

¿Qué era aquello? No lo sé. Nadie lo sabe. Pero considero que es lo más grandioso que se puede soportar desde la condición humana.

David López

 

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