Ha fallecido, se ha ocultado por el horizonte de lo visible, una gran amiga mía. Se llamaba Luz y tenía el nombre correcto. Vivía en un pueblo de Cádiz que se llama Facinas y que, desde hace milenios, como un multicúbico, no antropomórfico, asceta de cal y de jazmín, medita bajo una limpísima cascada de luz que viene de los cielos.
Me ha dolido en el fondo del alma el fallecimiento de mi querida amiga y, a la vez, he sentido una enorme gratitud por los momentos que viví con ella.
Que tu precioso Dios de estrellas y de jazmines te bendiga, más todavía.
Hace quince años publiqué en Diario 16 un artículo en el que hablé de Luz. Lo reproduzco a continuación: