Archivo de la etiqueta: Germán Cano

Pensadores vivos: Peter Sloterdijk

 

 

Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) es un pensador que, desde hace varios años, me ha acompañado en muchos de mis solitarios desayunos ante los indecibles horizontes de Castilla, la Vieja. Me ha acompañado Sloterdijk, sin materia, desde la pantalla de mi ordenador, sentado él en un sofá de dos plazas colocado frente a otro sofá gemelo en el que siempre estaba mi tan admirado Rüdiger Safranski. Las dos plazas restantes las ocupaban los pensadores invitados. Me estoy refiriendo al programa Philosophisches Quarttet (ZDF). Este programa se dejó de emitir en 2012, pero gracias a YouTube se pueden rescatar muchas de sus emisiones, supongo que ya por los siglos de los siglos. ¿O no? ¿Qué sustituirá a eso de “Internet”? ¿Adónde vamos?

La obra de Sloterdijk me provoca un gran interés, a pesar de que este pensador legitima plenamente a Rajneesh-Osho como gran figura espiritual del siglo XX. Llega incluso Sloterdijk a considerar que Rajneesh-Osho como el Wittgenstein de la religión. Una afirmación para mí completamente inaceptable. Sí comparto con Sloterdijk la fascinación por Nietzsche, por Deleuze [Véase] y por Foucault [Véase]. A Heidegger [Véase] le considera el filósofo más relevante del siglo XX y le ubica al nivel de Nietzsche, Hegel y Platón. Yo tengo mis dudas. 

Me parece en cualquier caso decisiva, grandiosa y crucial esta pregunta de Sloterdijk: “¿Adónde venimos cuando venimos al mundo?” Esta pregunta fue tratada con especial profundidad por Kitaró Nishida [Véase]. Él habló de una Nada prodigiosa. Pero no de una desesperante nada de corte materialista-existencialista.

Esa Nada sería nuestro hábitat real — y a la vez nuestra esencia —: una “nada relativa” diría Schopenhauer, que es tal en cuanto que no es nada de lo que se conoce, de lo que es de este mundo, de lo que se puede incluso imaginar desde este mundo. Diríamos que su inmensidad revienta por dentro cualquier sustantivo, o cualquier sistema organizado de sustantivos. Una Nada sacra y sacralizante que es más de lo que cualquier ‘algo’ puede ser jamás. Ahí es donde estamos. Y eso es lo que somos. Me parece a mí.

Ofrezco unas breves reflexiones sobre algunas ideas de algunas obras de Sloterdijk. Estas ideas las he extraído básicamente de su obra capital: la trilogía Esferas. Las citas que aparecen en el presente texto se refieren a la edición alemana de Suhrkamp (Frankfurt am Main 1998). También haré referencias a un diálogo entre Sloterdijk  y Hans-Jürgen Heinrichs publicado en 2001 bajo el título Die Sonne und der Tod [El sol y la muerte]. Mis citas se refieren a la edición española de Siruela (Madrid 2003), la cual ofrece la traducción de German Cano. 

Estas son algunas de las ideas de Sloterdijk que burbujean por el momento en eso que sea mi mente (las traducciones de la trilogía Esferas, siempre muy mejorables, son mías):

1.- La metáfora de las esferas.

Esferas está compuesta por tres libros, tres metáforas esféricas: Burbujas, Globos y Espumas. Esferas… Serían hábitats geométricos artificiales — digamos míticos— pero imprescindibles para la vida humana. Creo que debe prestarse especial atención al prólogo que Sloterdijk ofrece como puerta de entrada a su trilogía, y en el que recuerda la famosa inscripción que, según se dice, se podía leer en la entrada de la academia de Platón: “Manténgase alejado de este lugar quien no sea geómetra”. Sloterdijk termina su prólogo afirmando que él redactaría así el cartel de entrada a su trilogía: “Manténgase alejado quien no esté dispuesto a elogiar la transferencia y a rechazar la soledad”.

2.- Transferencia [Übertragung]. Y Filosofía.

Oigamos a Sloterdijk en Burbujas (Primera parte de su trilogía): “De los excedentes del primer amor, el cual se desprende de su origen para, recomenzando libremente, avanzar en otro lugar, se nutre también el pensamiento filosófico, del que debe saberse especialmente que es un caso de transferencia de amor al todo. Nada ha dañado tanto el pensamiento filosófico como esa patética reducción temática que con razón y sin razón se basa en modelos psicoanalíticos. Por el contrario, hay que insistir en que la transferencia es la fuente formal de los procesos creadores, los cuales dan alas al éxodo de los seres humanos hacia lo abierto. No transferimos tanto incorregibles afectos [unbelehrbare Affekte] a personas extrañas, como tempranas experiencias espaciales a nuevos lugares y movimientos primarios a escenarios lejanos. Los límites de mi capacidad de transferencia son los límites de mi mundo” (p. 14).

3.- Estar en lo inmenso.

Así termina Burbujas: “De este modo cambia otra vez el sentido de En; teniendo en cuenta las guerras de globalización y los avances técnicos que darían su carácter a nuestro siglo, Ser-En significa: habitar lo inmenso. Kant había enseñado que la pregunta con la que el ser humano se asegura su lugar en el mundo debía ser: ¿Qué podemos esperar? Tras las des-fundamentaciones [Entgründungen] del siglo XX sabemos que la pregunta suena así: ¿Dónde estamos cuando estamos en lo inmenso?” (Burbujas, p. 644).

3.- Vida, construcción de esferas y pensamiento como distintas expresiones para lo mismo (Burbujas, p. 12). Me viene a la cabeza el comentario que Vivekananda hizo al segundo Yoga-Sutra de Pantañjali. Vivekananda afirmó en su ineludible obra Raja-Yoga (Ramakrishna-Vivekananda Center, Nueva York 1956) que el Yoga busca la eliminación de las formas de la mente, llamadas en sánscrito “Writtis” (literalmente “burbujas”). La eliminación de esas burbujas permitiría la contemplación de nuestro verdadero yo, el que es eterno, omnisciente, todopoderoso, libre… Cabría incluso confundirse, identificarse, con unas burbujas concretas de las que se forman en nuestra mente: identificarse con el yo ‘artificial’, el yo pensado, construido, burbujeante… Pero: ¿Quién/Qué fabrica esas burbujas tan hechizantes? Si, según Sloterdijk, la vida y el pensar y el construir esferas (burbujas) es lo mismo, ¿no podría apuntar el Raja Yoga a un estado de conciencia carente de vida?

4.- Esferas II (Globos).

Dice Sloterdijk: “Si te tuviera que expresar en una sola palabra el motivo dominante del pensamiento europeo en su época metafísica, dicha palabra solo podría ser: globalización”. “Tener un lugar en la Naturaleza significa, ahora, a partir del encuentro entre Ser y Círculo, tener un lugar en una gran bola, sea central o periférico” (Globos, pp. 47-48). Parecería, no obstante, que Sloterdijk fomenta una salida de cualquier modelo de “gran bola”: la libertad y el vuelo del pensamiento y del sentimiento humanos hacia “lo abierto”: lo no abarcado por geometría alguna, terrenos vírgenes para… ¿Crear nuevas esferas?… ¿Siempre por transferencia de ese primer amor sentido dentro del seno materno?

La Edad Moderna como cambio de situación cósmica del hombre. El modelo antiguo, según Sloterdijk, consideraba al planeta Tierra como la cloaca del cosmos en cuyo centro final estaría el infierno. Sloterdijk señala que la antigua imagen europea de mundo  sería “infernocéntrica”. Copérnico habría emancipado la Tierra, la habría sacado de esa miserable situación central. La Era Moderna, a diferencia de lo sostenido por Freud, no habría herido el narcisismo del ser humano al proclamar que la Tierra no era el centro del universo. La herida, según Sloterdijk, habría venido de la “incesante expansión del mecanismo, en detrimento de la ilusión del alma” (El sol y la muerte, pp. 187-193). Una humillación producida por las máquinas. 

Desaparición del firmamento, de la imagen de universo-contenedor. Según Sloterdijk la historia de las ideas en Europa habría dejado el globo terráqueo solo, en mitad de lo indefinible, del caos. Se perdería así “el confort del contenedor”, “la idea confortable de habitar en una casa bien organizada para todos”. Sloterdijk cree que con estas pérdidas — motivadas por las “evidencias” de la Ciencia — se “agudiza el problema de adónde vamos realmente cuando nosotros venimos al mundo”. Yo creo que creemos que venimos a la leyenda que nos cuenten los que nos acojan al nacer. Las leyendas serán nuestra comida, nuestra segunda matriz nutricia, en este caso puramente lógica. Esas leyendas quizás puedan ser ubicadas en una Biología, en un gran sistema secretor de fantasías. Pienso en una síntesis entre Levi-Strauss [Véase] y Humberto Maturana.

Máquinas enemigas del hombre. Sugiero aquí la lectura de mi aún no bien perfilada bailarina “Máquina” [Véase]. Yo creo que todo mundo (en cuanto conjunto ordenado de sustantivos) es una fantasía poética, una máquina poética, capaz de encajar en la primera definición que de máquina ofrece la Real Academia Española: “Artificio para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza”. Esa fuerza es la ilusión humana (ilusión de grandes placeres futuros, alcanzables, programables). Y es también el Eros. Ambos (Ilusión y Eros) requieren siempre un mundo montado y dado por real, una estructura de ideas ya convertida en cielo, algo que amar, un foco al que dirigir ‘nuestra’ energía. Cualquier arte-facto (si es que son obra del hombre, si es que son artificiales) sería un producto de esa gran máquina ilusionante, erotizante. No creo, por otra parte, que haya diferencia ontológica entre lo que Sloterdijk llama “máquina” o “mecanismo” y lo que llama “Naturaleza”. Bailarinas lógicas. La magia de Vak.

La globalización. “La globalización actual es la consecuencia del movimiento del capital especulativo que circunda la tierra bajo la forma de noticias a la velocidad de la luz. De ahí que este tipo de globalización equivalga a una suerte de destrucción del espacio. El concepto de globalización actual tiene, pues, connotaciones amenazadoras, por mucho que sea alabado por los retóricos del neoliberalismo como una gran oportunidad para la humanidad (El sol y la muerte, pp. 196-197). No veo yo claro que exista realmente algo novedoso en la historia de la humanidad que deba ser denominado “globalización”. En cualquier caso, Sloterdijk parece ser un filósofo del espacio, como Heidegger lo fue del tiempo. El problema es que no es fácil detener nuestra inteligencia en qué sea exactamente eso de “Espacio” o “Tiempo”. Son dos realidades que se presuponen, pero que no se pueden pensar, ni mirar, ni sentir siquiera, por mucho que leamos a Kant. E, incluso, a Newton.

4.- Esferas III (Espumas).

Según Sloterdijk este tercer libro ofrece “[…] una teoría de la época actual bajo el punto de vista de que la vida se despliega de forma multifocal, multiperspectivista y heterárquico. Su punto de partida está en una no-metafísica y no-holística definición de la vida: su inmunización ya no puede ser pensada con los medios de la simplificación ontológica, del resumen en la pulida bola total. Si la Vida opera sin límite formando múltiples imágenes espaciales, no es solo porque cada mónada tiene su propio medioambiente, sino más bien porque todas están entrelazadas con otras formas de vida y están compuestas por incontables unidades [de vida]” (Espumas,  pp. 24-25).

“La alegre imagen mental [Denkbild] espuma nos sirve para recuperar postmetafísicamente los descubrimientos premetafísicos del mundo” (Espumas, p. 26)

5.- El seno materno.

Según Sloterdijk los seres humanos vienen “de dentro”, y vienen demasiado pronto. En la medida en que son criaturas entregadas al éxtasis del mundo, los seres humanos quedan marcados por su nacimiento prematuro y por su inmadurez. “Las madres humanas conceden a sus descendientes un mecenazgo biológico al poner a su disposición sus propios cuerpos como refugios originarios, o a modo de un arca íntima, una ciudad previa a la ciudad; es más, incluso, como yo trato aquí de mostrar, como un cosmos previo al cosmos”. “¿Cómo puedo arrojar luz sobre el hecho de que tengamos que vérnolas con la sustitución de una forma pequeña relativamente maternal por otra forma más grande, relativamente no maternal? Y es que, a decir verdad, nunca podemos tener constancia del momento en el que comenzó a despuntar nuestra propia vida”. Ese misterioso momento estaría, según Sloterdijk, “lejos del recuerdo lingüísticamente organizado […]”. La más importante de todas las tesis filosóficas sería, para Sloterdijk: “el hombre viene al mundo”. Las citas anteriores pueden encontrarse en las páginas 199-201 de El sol y la muerte

6.- Biotecnología.

Sloterdijk considera la idea de que la creación, digamos, ‘natural’, fuera obra de un Dios chapucero, y se remite a teologías mediterráneas de los siglos II. y IV. a.C. “A partir de ese momento resultaba factible la idea de que lo existente podía haberse creado de la mano de un Dios chapucero […] Los modernos ingenieros genéticos argumentan aquí, dicho sea de paso desde una posición de fuerza, pues ellos pueden con toda razón apuntar al hecho, que los hombres aquejados de enfermedades hereditarias no representan buenos ejemplos de un arte divino de creación. Si estos hombres son simples productos defectuosos de una mano azarosa, ¿por qué no han de ser legítimas a priori las medidas encaminadas a la compensación del azar? […] Los cabalistas fueron los primeros a los que quedó claro que Dios no era ningún humanista, sino un informático. Él no escribe textos, escribe códigos. Quien pudiera escribir como Dios, daría al concepto de escritura un significado que ningún escribiente humano ha entendido hasta el momento. Los genetistas y los informáticos escriben ya de otra manera. También en este sentido ha comenzado una época poshumanística” (El sol y la muerte, pp. 133-136).

En 1999 Sloterdijk generó una polémica en Alemania con ocasión de su posicionamiento respecto de las cuestiones éticas que plantea la ingeniería genética. Ante la posibilidad de que el ser humano sea “chapucero” en sus obras, en la creación de sus “homúnculos”, propone Sloterdijk una moratoria; algo así como un tiempo prudencial para que la tecnología se desarrolle lo suficiente. Es interesante la forma cómo Sloterdijk conecta este debate con los clásicos debates teológicos. Los monoteísmos creacionistas considerarían que Dios despliega la Creación de forma perfecta, que no cabe la chapuza. Otras líneas teológicas sí considerarían la posibilidad de dioses chapuceros. La ingeniería genética convertiría de alguna forma al hombre en un Dios que podría mejorar las “chapuzas” que hace la Naturaleza (enfermedades hereditarias, v.gr.) pero que, a su vez, aun siendo ya Dios,  tendría que tener cuidado con sus propias chapuzas. Sí considera Sloterdijk que estamos en el fin de una civilización, de un mundo, y el comienzo de otro (una síntesis entre Naturaleza y tecnología). Y considera como fecha decisiva para ese cambio la clonación de la oveja Dolly (el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta; 1996).

7.- Un conocimiento “extrafilosófico, preferentemente poético o mítico”.

“De ahí que Esferas sea, en términos generales, y a pesar de sus rasgos narrativos e imaginativos, una empresa que no descuida la argumentación y que no puede renunciar a tomar parte en el envite que se desarrolla en la cúspide de esa pirámide legitimadora de los juegos de la verdad” (El sol y la muerte, p. 202). Sloterdijk parece estar desplegando lo que María Zambrano [Véase] llamó “razón poética” (ya desplegada explícitamente por Nietzsche, entre otros, e inconscientemente por todos). En cualquier caso, creo yo, no habría posibilidad de salir de la gramática, de ese infinito reglado del que habla Chomsky [Véase]: ahí dentro — en el infinito modulado por la Gramática — debería ocurrir, si ocurre, que sea dicho lo que es, lo que hay, lo que pasa, y a quién le pasa, y dónde le pasa: que acontezca, por fin, el advenimiento de una semántica perfecta: que alguien diga el Ser. Hegel lo intentó.

8.- ¿Dónde estamos?, se pregunta Sloterdijk con genuino temblor filosófico.

Vuelvo a los primeros párrafos de este texto. Kitaró Nishida [Véase] se ocupó con brillantez de “la lógica del lugar”. Y propuso la expresión Zettai Mu. Estaríamos en la Nada, sí, pero esa nada superaría cualquier “algo” pensable o imaginable.

9.- Cuerpos sociales vertebrados por los grandes medios de masas como conjuntos dispuestos a autoexcitarse.

“Es precisamente aquí donde cabe cifrar la misión del filósofo en la sociedad […]: demostrar que un sujeto puede ser interruptor de la información, y no un simple canal de transmisión que sirva de paso a las epidemias traumáticas y oleadas de excitación. Los clásicos expresaban esto con la palabra reflexión”.

10.- Crítica de la razón participativa.

La cuestión de cómo pertenece el hombre al mundo, o a lo que sea que le envuelve y transciende. Sloterdijk está en contra de la recuperación de modelos pretéritos, de ideas históricamente pasadas, que sirvan para dar sentido a la participación del hombre en lo que le transciende, en el todo, por decir algo. A este respecto hace una lúcida referencia a la necesidad de simplificación (recordemos a María Zambrano afirmando que cuanto más miedo tiene el ser humano, más busca el sistema). Sloterdijk, por su parte, afirma que en “las reducciones de la complejidad solo cabe elegir entre lo terrible y lo no tan terrible del todo”. ¿Por qué terrible? Mi opinión es justamente la contraria. A más empatía con la complejidad, más belleza, hasta llegar a empatizar con la complejidad infinita que nos subsume y que nos nutre, lo cual implicaría la empatía con la belleza infinita, que es lo que hay; creo yo. Pero sigamos oyendo a Sloterdijk: “Lo que aquí está en liza no es sino una participación en la complejidad como tal”. “Al fin y al cabo, no podemos vivir en ninguna otra parte que no sea el caos, en una caos compensado, eso sí, con ordenaciones”. “En realidad, no son los dioses los que nos faltan, ellos no son más que grandes simplificadores; lo que falta es un arte del pensar que sirva para orientarnos en un mundo dotado de complejidad. Lo que falta es una lógica que fuera suficientemente poderosa y dúctil para empezar a acoger la complejidad, la ausencia de definición última y la inmersión”. “Yo preferiría hablar a este respecto de inteligencia informal, toda vez que bajo este epígrafe se incluyen las filosofías poéticas y el pensamiento ligado a las obras artísticas”. El sol y la muerte,  pp. 345-347.

Pero esa lógica que añora Sloterdijk para que el ser humano pueda por fin decir el mundo, no podrá ser otra cosa que una forma de hacer frases gramaticalmente correctas. Quizás Nietzsche se equivocó y sí cabe librarse de Dios aunque no nos hayamos librado de la Gramática. Del Dios contra el que lucha Nietzsche quizás sí, al menos en su versión menos profunda. Pero hay una Diosa de la que no podrá librase nunca la Filosofía, entendida como actividad lingüística. Me refiero a la diosa Vak: la Palabra consciente de sí misma. Quizás toda Filosofía no es más que una Teología cuyo objeto es esa diosa.

Novalis dijo que la Filosofía tradicional era Logología. Él quiso proponer otra: una Filosofía mágica, creadora de mundos, no ‘conocedora’ de mundos previos a la propia actividad filosófica.

Y el mundo ‘creado’ en los textos de Sloterdijk tiene una luz especial, tiene algo salvaje, gigantesco, muy atractivo y subyugante, en la línea salvaje de Heidegger. A mí me gusta leerle y escucharle, casi siempre, a pesar de lo mucho que discrepo con él.

Creo en cualquier caso que Sloterdijk es un pensador realmente vivo. Y vivificante. Es un placer leerle y escucharle, casi siempre, porque es realmente un filósofo.

David López

 

[Echa un vistazo a mis cursos]

 

Las bailarinas lógicas: “Ética/Moral”.

 

 

“Moral” (Mos; costumbre). Moralis sería, según Cicerón, la traducción latina de Ethikós.

El caso es que los seres humanos repiten comportamientos sistemáticamente. Y también sistemáticamente emiten juicios de valor sobre los actos cometidos por ellos mismos y por los demás. El “cargo de conciencia”, visualizable con nitidez en obras como Crimen y castigo de Dostoievski, es uno de los huracanes más terribles que puede acontecer en el pecho de un ser humano. Es la “conciencia moral”: un tema crucial en las metafísicas de Kant y de Schopenhauer. Y también en la de Nietzsche, muy a su pesar.

Ser un ser humano es algo extraordinariamente vertiginoso y difícil [Véase “Ser humano”]. Pero sin duda es también un honor, como lo es tratarse con otros seres humanos. Tener siquiera esa opción. Pero ahí la dificultad es casi infinita. Se podría decir que el diario, constante desafío ético, sería algo determinante de la condición humana  y, a la vez, paradójicamente, una exigencia sobrehumana, un esfuerzo sobrehumano al servicio de la belleza. De la Gran Belleza. Quizás efectivamente el mundo solo tenga sentido en cuanto fabulosa, constante, sagrada obra de arte.

La imagen que flota sobre estas frases pertenece a una película de Stanley Kubrick: Eyes Wide Shut. En ella pude ver con claridad la diferencia entre moralidad y ética (al menos tal y como esos dos conceptos tienen tomada mi mente al día de la fecha).

La película es una especie de Bildungsroman (con un muy inelegante final) en la que el protagonista (Tom Cruise), tras ser consciente de una radical inmoralidad que estuvo a punto de cometer su esposa, se deja llevar, aturdido, por callejuelas mojadas por preciosas luces de neón y termina sentado en la cama de una prostituta. Los dos acuerdan, amablemente, una permuta de placer sexual por dinero. Empiezan a besarse. Ella tiene una belleza y una dulzura que sacuden los diques morales de ese marido que está a punto de ser infiel. ¿Es la infidelidad una falta de ética o una inmoralidad?

Suena un teléfono móvil. Tom Cruise se levanta para atender la llamada. Es su esposa, que le espera en casa. La moralidad -¿la ética?- activa su imán metafísico. Tom Cruise vuelve a la cama y le dice a la prostituta que él debe irse. No ha habido más contacto sexual que el beso (sublime, por cierto). Pero él quiere pagar de todas formas a la prostituta. Ella no acepta. Él insiste. La ética se sublima al mismo nivel de belleza que el beso inmoral que se ofició pocos minutos antes.

La soga del argumento de Eyes Wide Shut arrastrará a su protagonista a una especie de palacio donde hombres escondidos tras lúgubres máscaras participan, fríos, en una gelida ritualización de la transgresión de una determinada moral sexual: la puritana/anglosajona. Entre coreografías pornográficas frías como monedas, rituales de sociedad secreta y máscaras de espanto infantil, ocurre otro gran momento ético (ética sublimada en un ritual de sistemática transgresión de la moralidad sexual compartida por los asistentes). Ese otro gran momento ético lo representa una mujer desnuda, sin cara (sin “persona”), que da su vida para salvar la de Tom Cruise: un médico que, según nos es mostrado en la película, ama más a las personas que a los sistemas de moralidad.

Recordemos esa idea de Paracelso de que el médico solo puede serlo, solo puede curar, si ama a su paciente.

Así, cabría afirmar que la moral es un vínculo, una forma de amor si se quiere, entre un ser humano y un modelo de conducta compartido tribalmente (una determinada coreografía, un arquetipo social). La ética, según yo siento este concepto, es un vínculo intersubjetivo de sacralización mutua que trasciende las distintas formas de organización grupal que ha ido adoptando la condición humana para su supervivencia (física y psíquica).

La ética, como sacralización (no utilitarista) de la intersubjetividad, implica un individualismo radical y sagrado. Es un guiño entre personas por detrás del telón de la moralidad. Es una forma de amor puro y duro que podría encajar en la frase “ama al prójimo como a ti mismo”… sin condiciones, aunque no seas, como no lo soy yo mismo, cristiano. Estamos ante un amor meta-cívico, meta-nómico, meta-moral si se quiere. Es esa sonrisa que nos regalamos unos a otros cuando nos cruzamos por los caminos de las montañas [Véase “Humanidad”].

Antes de desarrollar con algo más de detalle estas intuiciones, creo que es necesario considerar los siguientes rincones de la historia del pensamiento:

1.- Yoga-Sutras de Patañjali: una ética al servicio del poder, la libertad y la inmortalidad. Creo que sigue siendo crucial la lectura de El Yoga (Inmortalidad y libertad), de Mircea Eliade. ¿Por qué una impecabilidad ética nos da poder y libertad? Tat twam asi. La ética, finalmente, se dirige siempre a uno mismo: porque todo -todo lo que existe- sería “uno mismo”. Siempre se escupiría contra el viento…

2.- Sócrates/Platón. El que conoce el bien hace el bien. Intelectualismo moral. El sabio es virtuoso y eso le conduce a la felicidad. ¿Por qué? En este punto me remito a esta obra: Beatriz Bossi: Saber gozar (Trotta); y a mi crítica sobre la misma, disponible  aquí: Saber gozar de Platón

3.- Aristóteles. Ética a Nicómaco. Ética a Eudemo. Magna Moralia. Aristóteles dibujó un modelo de totalidad en el cual el mundo y todas las cosas del mundo se movían irresistiblemente atraídas por un primer motor inmóvil (Dios) o idea del Bien. La ética virtuosa sería aquella que se dirige hacia la idea del bien. Sin más. Pero… ¿cabe resistirse a ese Imán metafísico (en realidad físico) del que habla Aristóteles… y obrar “mal”? Volvemos al problema de la libertad [Véase].

4.- Kant. Crítica de la razón práctica. Los juicios morales no pueden basarse exclusivamente en la experiencia. Se caería en el empirismo y en el utilitarismo. No hay libertad para el ser humano dentro del mundo. Es libre el ser humano nouménico, el que está ubicado fuera del mundo. Ahí sí es responsable por su conducta. El imperativo categórico: debes porque debes. El imperativo hipotético se basaría en un “si quieres… debes”. La conexión con la ética del Gita es evidente: cumplir con el deber sin esperar nada a cambio. Lo curioso es que esta actitud provoca la irrupción de la plenitud (de la “felicidad”)… siempre, creo, en otro mundo (porque el mundo del ser humano feliz es otro, absolutamente, que el del ser humano infeliz).

Dos fórmulas kantianas:

I. “Actúa de modo que la máxima de tu voluntad tenga siempre validez, al mismo tiempo, como principio de legislación universal”.

II. “Actúa de modo que consideres a la Humanidad, tanto en tu persona, como en la persona de los demás, siempre como un fin y nunca como un simple medio”.

Me gusta más esta segunda definición. En la primera estaría legitimada la violencia contra “los malos”. Legitimaría, por tanto, eso que desde “aquí” llamamos “terrorismo”. La segunda sacraliza a todos los seres humanos -buenos y malos- y los ubica en un altar meta-moral (muy nietzschano por cierto; y cristiano a la vez). De Kant quisiera recordar la importancia capital que otorgó -en su “fría moralidad”- al respeto. Yo ubico el respeto por encima del amor: es más sacralizador del otro, menos invasivo, menos interesado: en el amor siempre se busca, de alguna forma, un placer: el placer de amar. El respeto es más grande, más silencioso, más heroico.

Por último, dando por evidente esa conciencia moral, Kant considera necesario postular (postular, como hace la ciencia moderna) la existencia de tres cosas: 1.- La libertad humana; 2.- la existencia de Dios (que hace posible que las personas que han cumplido con el imperativo moral sin esperar nada a cambio reciban su premio en la eternidad); y 3.- la inmortalidad del alma para que sea efectivo ese premio.

6.- Schopenhauer. La ética es siempre descriptiva, no prescriptiva. Nadie va a ser virtuoso o no virtuoso por convicción. El intelecto humano está al servicio de la voluntad (algo, abisal, pero inmanetísimo a la vez, que le agarra como por debajo de su ser fenoménico y que le sacude como a una marioneta).

7.- Nietzsche. La moral de los esclavos: el resentimiento contra el que está pletórico de vida (de ilusión): el que culpabiliza de su pequeñez y de su escasez vital a un amo, permanente, que va cambiando de rostro con el paso de la historia: el que necesita cobijarse en un sistema fijo de verdades inmutables, objetivas, impuestas, de las que el esclavo no es creador ni, por tanto, responsable: el que carece de auto-nomía (capacidad de otorgarse una moral propia y de cumplir con ella heroicamente, más allá del placer y de sufrimiento… siempre teniendo como objetivo la creación de una vida/obra maestra). Recomiendo la -siempre sorprendente y siempre vivificante- lectura de estas dos obras de Nietzsche: La genealogía de la moral y Más allá del bien y del mal. Hay una edición de las obras de Nietzsche en la editorial Gredos con introducción y notas, muy interesantes, de Germán Cano. También sugiero la lectura de mi novela El nuevo filósofo del martillo.

8.- La ética más allá de los límites de lo humano. Los derechos de los animales. Recomiendo esta obra de Adela Cortina: Las fronteras de la persona (Taurus). Mi crítica puede leerse directamente aquí: Adela Cortina y las bailarinas de hierro.pdf.

Ofrezco a continuación algunas ideas, ya parcialmente diseminadas en los párrafos anteriores:

1.- Parto de una distinción entre ética y moral, tal y como la he enunciado al comienzo de este texto: la moral sería un vínculo con un modelo organizativo de una determinada tribu (que puede ser o no común con otras tribus). La ética es un vínculo interpersonal que transciende las puntuales formas de organizar los comportamientos de los individuos en las colectividades. Cabe incluso que la moralidad -lo social- tenga tanta fuerza que un individuo pueda arrasar -ignorar- éticamente a otro, sintiéndose con ello un auténtico héroe tribal (pensemos en un torturador al servicio de la democracia).

2.- No obstante lo anterior, creo que hay que tener presente la enorme fuerza configurativa que tienen las moralidades tribales: pueden llegar a convertirse en un órgano -como un hígado- que duele si es agredido. Una pareja de homosexuales, todavía hoy en España, retozando en la hierba, junto a parque de niños, produce dolor a muchas madres (y a muchas más abuelas). Ninguno a los niños, que celebran ubicuamente el sagrado juego nietzscheano (y el de Schiller, y el del Linga Purana también) más allá de las puntuales músicas morales que vayan sonando en las salas de baile civilizacional. Pero la ética, como respeto y sacralización del otro, puede ser un motor, muy bello, que convenza a los homosexuales de que merece la pena evitar daños innecesarios: que las ancianas están sufriendo, que hay sitios más retirados y más románticos en el parque para disfrutar de su recién estrenada moralidad sexual; que las moralidades, cuando han de ser cambiadas, es mejor cambiarlas “éticamente”; esto es: teniendo siempre presente, como el que está ante un altar, la piel exterior e interior de los demás seres humanos. Los principos éticos (los que rigen, o deberían regir, la intersubjetividad humana) pueden ser eternos, inamovibles. Las moralidades, por el contrario, mutan porque se basan en la utilidad.

3.- El ser humano es social. La sociedad es una especie de exo-cuerpo que nutre y que es nutrido por el propio ser humano. Toda sociedad necesita costumbres, morales. El hecho de que sean esencialmente mutantes no les quita a las moralidades -a todas- su dignidad.

4.- La palabra “moral” provoca normalmente una asociación inconsciente con “sexualidad”. Moral es, muchas veces, moral sexual. Creo que en este ámbito, y como he señalado con ocasión de la película Eyes Wide Shut, la tensión entre mis conceptos de ética y de moralidad se hace especialmente visible. Una revolución sexual pendiente, a mi parecer, es la que, trascendiendo cualquier modelo de interacción corporal (bilateral o multilateral, hetero u homosexual) se centrara la ética: la ética sexual. El ser humano, con independencia de qué universo sexual visite u ofrezca, debería –debería– sentir que está siempre entre dioses (o entre criaturas divinas, si se quiere bajar el tono). Creo que en nuestros sistemas educativos se ha insistido demasiado en la moral sexual. Falta elevar el tono ético de la sexualidad.

4.- Tengo la -poco original- sensación de que la actual crisis económico-financiera ha sido consecuencia directa de una falta de ética. Solo de ética, no de moralidad. Se han vulnerado principios éticos básicos, incuestionables, universales: no mentir, no robar, cumplir los pactos. La economía requiere confianza entre los seres humanos y fe en la posibilidad de construir y de compartir sueños. También requiere respeto. Lo dice el Tao Te Ching, con palabras misteriosas e inquietantes: “El imperio es un aparato muy espiritual. Cogerlo es ya perderlo”. Mientras escribo esto me doy cuenta, estupefacto, de que me he convertido en un iusnaturalista. Lo asumo sin demasiado problema. En cualquier caso, creo que no es imposible ganar dinero, incluso mucho dinero, desde una ética impecable. Conozco ejemplos. Seamos serios desde un punto de vista empírico y no eliminemos los hechos que no dan la razón a nuestras creencias. Existe también la honestidad intelectual. Es ardua, pero ineludible.

5.- Me inquietan de forma creciente los discursos que demonizan el ego. Creo que la ética, tal y como la estoy desarrollando en este escrito, implica una legitimación total de los egos (por muy fenoménicos u “oníricos” que sean). La ética intersubjetiva presupone un radical “alter-egoísmo” compatible con el “auto-egoísmo” (Ama al prójimo como a ti mismo). Estas reflexiones -estas emociones- nos llevan, creo, a algo que cabría denominar “multi-egoísmo sagrado” (algo insoportable para los colectivistas radicales). La cuestión crucial es si, de verdad, nos gustan, si amamos, si respetamos, a las personas, a los individuos humanos, más allá de toda moral (de toda puntual coreografía tribal).

6.- El gran misterio es que, como afirma el Raja-Yoga, la virtud transforma la materia del mundo (porque transforma nuestra mente, que es el hábitat de eso que llamamos mundo). Impresiona comprobar los efectos que nuestros actos realmente virtuosos (generosos, desinteresandos, amorosos por simplificar) producen en el despliegue del espectáculo de nuestras propias vidas. Kant se vio obligado a postular la existencia de Dios para dar sentido a ese prodigioso fenómeno: al hecho, muy sorprendente, de que la impecabilidad ética tiene efectos desbordantes. No buscados. Ni siquiera deseados. Quizás porque esa impecabilidad implica ya una plenitud previa: son síntomas, no efectos.

La virtud, la ética llevada al extremo, es genésica: es mágica. Eso es lo que no me queda más remedio que decir después de lo hecho, lo visto y lo vivido hasta ahora. También lo es la falta de ética: fabrica el infierno (un infierno siempre nutritivo, un dolor creativo… [Véase “Tapas”]...

Finalmente, quisiera compartir aquí la sensación (la creciente convicción) de que todo lo que hacemos es hecho por algo que conspira a nuestro favor. Los actos que nos llevan al infierno (¿quién no ha estado alguna vez en el infierno?) son pasos hacia el cielo.

David López

[Echa un vistazo a todos mis cursos]