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Pensadores vivos: Saskia Sassen

 

 

En la noche del pasado domingo tuve un sueño especial. De pronto me vi nadando entre gigantescas olas de un océano que me pareció cercano a la Antártida. No tenía miedo porque podía ver una isla llena de gente donde yo sabía que estaría a salvo; que sería especialmente cuidado, respetado y amado. Me costó mucho esfuerzo físico llegar a esa isla porque la corriente del mar me lo impedía. Finalmente pude aproximarme a unas rocas. Allí había una mujer de raza negra. Me tendió su mano. Agarré su mano salvífica. Nos miramos intensamente a los ojos. Gracias, le dije. Esto no lo olvidaré jamás.

Éramos amigos, aunque nunca nos habíamos visto; y aunque nuestro encuentro humanísimo ocurría bajo la viscosa cúpula de un sueño. ¿Cabría sustituir la palabra “Humanidad” o “Sociedad” por otra tan simple y poderosa como “Amistad”? ¿No será que somos todos realmente -secretamente- amigos, salvo que alguna estupidez discursiva lo impida?

Con ocasión de Saskia Sassen me estoy asomando al pensamiento, a la mirada, de eso que sea “la Sociología”. Esta palabra, literalmente, significa “conocimiento de la sociedad.” Y socius, en latín, significa “socio” o “compañero”. Se presupone aquí que somos socios, compañeros; todos. Todos si -como en el caso de Saskia Sassen- nos atrevemos a analizar y a pensar y a repensar una sociedad global.

En la bailarina lógica “Humanidad” [Véase] sugiero que existen unas prodigiosas algas formadas por cerebros y por corazones humanos que, en la noche, iluminan los paisajes. Hay quien se atreve a estudiar ese prodigio, como conjunto, presuponiendo que se comporta según lógicas que pueden esquematizarse, comprenderse y quizás hasta reorientarse (desde una libertad de acción que, por otra parte, les niega el determinismo materialista que muchos sociólogos profesan).

La Sociología. Se dice que el término lo acuñó Auguste Compte en 1824, quien, en su jerarquía de las ciencias, ubicó la Sociología en lo más alto, por ser la más compleja. Llegó a ver Compte en esa “nueva” ciencia algo así como una religión laica. En mi opinión toda disciplina de estudio, toda “ciencia”, termina por esencializar el objeto de su estudio y, a la vez, por confinar provisionalmente la Nada Mágica (que es lo que hay) en sus estanterías mentales.

Yo nunca he visto una sociedad (ni por supuesto un país). Sí he visto personas (como la mujer negra de esta noche) o algas de luz en la noche (los pueblos encendidos en los paisajes oscuros que suelo recorrer con mi coche). Cierto es que “persona” y, por supuesto, “alga de luz”, son también constructos poéticos que cabría deshacer bajo los focos del análisis hiper-filosófico. Pero yo he optado por sujetarlos desde una irracionalidad puramente religiosa. Son, en mi caso, nadas sublimadas por el amor.

Lo que me preocupa de esas “sociedades” de las que se ocupan los sociólogos es que raramente veo seres humanos individuales, sino números (por muy cualitativos que quieran mostrarse). Cuando se dice que alguien es “uno”, y otro alguien ya es “dos”, y así sucesivamente, se está cometiendo a mi juicio un gran error aritmético y antropológico (y físico y metafísico). Nadie es uno, sino infinito, no solo en profundidad y complejidad, sino incluso en identidad.

Estas sensaciones no me han impedido disfrutar de la mirada y de lo mirado por Saskia Sassen. Todo buen científico -como ella- muestra impactantes galerías en la ineludible -y a mi juicio sacra- caverna de Platón. La Sociología abre nuevas maravillas en Maya, nuevos hechizos, útiles, claro, por qué no. Y yo los disfruto enormemente… siempre que no minoren la grandeza, la sacralidad, la inconmensurabilidad del “ser humano”. Me remito a mi artículo sobre el paro [Véase aquí] y vuelvo a insistir en que nadie es “un parado”. Cuidado con las categorías, con las narrativas, de “lo social”. Habría incluso una acepción simple de la palabra “socialismo” que significaría culto a lo social, a lo grupal, a lo que no es exactamente “ser humano”, a lo que empequeñece lo humano al convertirlo en elemento de un comjunto que le transciende.

Los modelos de realidad que ofrecen los sociólogos (como los de los físicos) pueden ser sin duda muy útiles, serios, certeros, pero existe el peligro de que alguien se los crea por completo (como los marxistas o los neoliberales) y que sustituya lo que hay por el esquema creado por un brillante académico. De ahí surgen las necroseantes ideologías, los fanatismos y, en definitiva, la estupidez (que puede activarse por una mente brillante).

Saskia Sassen (La Haya, 1949) es una mujer con una bellísima sonrisa que dice ser “horriblemente feliz” a pesar de que, como socióloga, se ocupa de realidades muy desagradables. El pasado 15 de mayo recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en reconocimiento a sus estudios sobre el fenómeno de la globalización.

Su vida personal, y ella misma, tienen un gran atractivo: su padre, Willem Sassen, fue nazi y miembro de las SS. Después de la guerra fue encarcelado, pero consiguió huir a Bélgica y hacerse pasar por un judío superviviente. Le pillaron y le deportaron a Holanda. También allí consiguió escapar y, con papeles falsos, salió hacia Argentina vía Dublín. En Buenos Aires Willem Sassen realizó una serie de históricas entrevistas a Eichmann (el banal genocida nazi). Saskia Sassen ha afirmado que tanto ella como su hermana odiaban a aquel tipo (a Eichmann), el cual, al parecer, irradiaba algo muy desagradable. Probablemente era simple estupidez.

Willem Sassen fue asesor del propio Pinochet. Ni más ni menos. Una derecha radical y aparentemente explícita. Saskia, su hija, parece estar ubicada en una izquierda más o menos explícitada. Su motor fundamental, como pensadora, parece ser la lucha contra la injusticia. Contra lo que ella entiende como “injusto”. Para ello estudia -fascinada, eso sí- dos planos de “la realidad” que ella parece haber conectado con brillantez: la globalización (tecnológica, electrónica, casi meta-espacial) y las ciudades (físicas, llenas de personas y calles y cafés donde sentarse a mirar lo que pasa).

Como parece que está costando superar la aburridísima (y yerma) trilogía derecha-izquierda-centro, creo oportuno señalar que el izquierdismo de Saskia Sassen es un algoritmo mental, una estructura de creencias (en el sentido orteguiano), una esfera (en el sentido de Sloterdijk), que considera que el mundo (el humano, lo social) está muy mal, que no encarna el ideal de justicia. Este ideal, según voy leyendo y escuchando a Saskia Sassen, parece ser la igualdad, al menos la igualdad de oportunidades. El mal, hoy día, sería una “lógica”, un algoritmo meta-humano que mueve mentes y manos humanas y que, sobre todo, hace mucho daño a grandes masas de población (dicho en la terminología marxista que Saskia Sassen no elude: que hace mucho daño a los “trabajadores nacionales”). Esa lógica maligna sería la del “neo-liberalismo” (o neo-neo-liberalismo), el cual, utilizando las posibilidades de globalización que ha generado la tecnología, estaría causando estragos en el planeta humano. Y no solo en el humano (pensemos en eso de la “bioesfera”). De esa lógica, que dice Saskia Sassen que es muy eficaz por su simpleza, habría surgido un capital financiero global que estaría creando niveles históricos de desigualdad y de injusticia; llevándose además  por delante los principios básicos de ese Estado liberal que se autocontrolaba en virtud del principio de división de poderes y que daba cuenta de sus actividades a los ciudadanos. La desigualdad se mediría, me parece ver, por la renta, por lo que se gana. Por números. El marxismo es un producto burgués, como lo es el propio neo-liberalismo. La gente se mide a sí misma y a los demás por lo que gana, por lo que puede comprar. Todo economías. Números. Esquemas de simplificación y de deshumanización, creo yo.

El tema de la pobreza, que es de inmensa complejidad, lo acometeré en breve a través de mi diccionario filosófico. ¿Qué hay que entender, exactamente, por “pobreza”? ¿Y por “riqueza”?

Saskia Sassen es una pensadora de un enorme interés, aunque su preciosa mirada esté demasiado tomada por un discurso demonizante que, incluso, podría incitar a cierta ira, a cierto odio (a cierta estupidez por lo tanto, aunque ella en absoluto me parece estúpida, sino todo lo contrario). Cierto es que Saskia Sassen no parece culpabilizar a nadie de los grandes males de este mundo. No habla de malos concretos, sino de “lógicas”, de procesos profundos que, moviéndose más allá de lo que se puede detectar desde los enfoques ortodoxos (pero sin ignorarlos, dice ella), pueden estar provocando cambios estructurales en la Humanidad. Saskia Sassen quiere ver esos procesos, quiere entender lo que pasa (ni más ni menos), para que podamos conducir la globalizada Humanidad hacia fines más dignos (más dignos que el enriquecimiento salvaje, el espionaje masivo o el lanzamiento de drones). Uno de esos fines más dignos, según un artículo de Saskia Sassen publicado en Aljazeera (19 feb. 2013), sería la lucha contra la pobreza global.

Doy un enlace al citado artículo: Saskia Sassen en Aljazeera

La obra quizás fundamental de Saskia Sassen es The Global City: New York, London, Tokyo (1991). Hay una segunda edición, actualizada, de 2001. La portada es impecable, bellísima (Princeton University Press). Esta obra, según el editor, es una crónica de cómo estas ciudades se convirtieron en centros de la economía global y cómo en ese proceso experimentaron una serie de cambios masivos y paralelos. También se habla de “un marco teórico que hace énfasis en la formación de dinámicas transfronterizas a través de las cuales estas ciudades, y un número creciente de otras ciudades transfronterizas, empiezan a formar redes estratégicas transnacionales”.

Lo que me preocupa de este marco teórico, de esta -honesta y erudita- forma de mirada, es que no considera a los seres humanos como nodos cruciales de cualquier red global. Veo un exceso de transpersonalización, un alejamiento -explícito por cierto en el caso de Saskia Sassen- del eje psicológico (de las “almas” humanas). Demasiadas “ciudades”. Las “ciudades” son abstracciones, creo yo, veo yo. Imposible ver sus límites interiores ni exteriores. Quizás esto explique mi toponimofobia. Una vez más sospecho que todo es mucho más complejo y más bello. Y sospecho que la bella y brillante Saskia Sassen también lo sospecha. De hecho se la ve fascinada, maravillada, cuando contempla el objeto de su estudio, por muy “malista” que sea el modelo desde el que trabaja.

Esto son primeras notas. Ofrezco a continuación algunas ideas que he obtenido de una muy inteligente entrevista realizada por Katja Gentinetta a Saskia Sassen en la televisión suiza (Sternstunde Philosophie, 24 de junio de 2012):

1.- Las ciudades juegan un papel muy importante en la globalización. En los años noventa, Saskia Sassen se preguntó qué pasa cuando esa tecnológica/electrónica globalización toca el suelo. Y descubrió que ese suelo era el territorio de las grandes ciudades: en particular Nueva York, Londres y Tokyo (aparte de fenómenos puntuales como el Silicon Valley). En 2007 Saskia Sassen hablaba ya de “unas cuarenta” ciudades globales.

2.- Admite que no analiza las cosas “psicológicamente” y que quizás por eso puede ser “horriblemente feliz”, aunque se ocupe de cosas muy malas. Afirma sin embargo tener sólidos principios que no provienen de ninguna religión.

3.- Desde niña quiso entender, investigar, ver: formas, procesos. Yo creo que Bertrand Russell [Véase] diría que por eso es feliz: porque es una científica: alguien fascinado, enamorado del objeto de su estudio.

4.- Reconoce que le gustan los números. Pero sobre todo porque permiten entender. A mí me preocupa la capacidad de hechizo simplificante y homogenizador de esos seres de tiza. Una persona no puede ser representada con el número 1, creo yo, sino con el infinito, ese ocho tumbado, tranquilo, glorioso.

5.- Los Estados no están haciendo política en “el sentido fuerte de la palabra”. La están haciendo actores políticos informales: las multinacionales, las empresas financieras, los emigrantes, los homosexuales, las minorías… Ni los Estados, ni los partidos políticos, ni los votantes, están haciendo política, según Saskia Sassen.

6.- Los actores políticos informales están haciendo verdadera política en las grandes ciudades globales, no en las pequeñas ciudades.

7.- Los EE.UU. como lugar brutal, extremo, que permite ver a lo que se puede llegar. Las desigualdades -en rentas percibidas por el trabajo- entre los habitantes de Nueva York se habrían disparado en los últimos años. Una desigualdad -económica- que Saskia Sassen considera insoportable. Saskia Sassen, como el propio Noam Chomsky [Véase], viven en ese lugar brutal, extremo.

8.- Hay un nuevo proyecto neo-liberal. El sistema financiero global estaría sostenido por los Estados. Y sería, ese pecaminoso sistema, lo que de verdad se ha salvado -no a los “trabajadores” de los Estados nacionales- y eso estaría causando enormes daños a mucha gente. Saskia Sassen se pregunta qué ocurre, a nivel profundo, cuando por ejemplo China compra miles de hectáreas de terreno en Zambia.

9. Afirma Saskia Sassen que hay distintos tipos de globalización. Y que los activistas son un fenómeno global (yo creo que los apóstoles de Jesús también fueron activistas globales… pensemos en la misiones). Pero en opinión de Saskia Sassen hay que distinguir entre global y cosmopolita. Habría muchos activistas globales que no son cosmopolitas. No sería por ejemplo cosmopolita el ejecutivo que, siempre presionado por el tiempo, ve las ciudades extranjeras desde la lujosa habitación de su hotel. Ser cosmopolita sería, según Saskia Sassen, ser consciente de que hay otras formas de ser padre o madre, de que hay tantas posibilidades como seres humanos. ¡Seres humanos por fin!

A mí me viene ahora a la memoria mi época de abogado, mis viajes a otros países como ejecutivo de maletín y corbata. Y recuerdo paseos por “lo otro” del hotel y del asunto del que me estuviera ocupando: un baño de horas o minutos en el océano de lo no modelizable. Recuerdo también el olor a insólito mar de alguna mujer local, completamente “otra”, que, alguna vez, brilló y voló sobre mi cama en algún hotel global. Creo imposible no ser alcanzado por las olas del impensable -y sacro- océano que nos envuelve y que nos constituye.

En estos días he estado leyendo una interesante obra de Saskia Sassen cuyo título original es A sociology of globalization (Nueva York, 2007). La he leído en una edición argentina (Katz, Buenos Aires, 2007, traducción de María Victoria Rodil). Ofrezco ahora algunas frases que he subrayado y algunas notas que he realizado en los márgenes del libro (en esta próxima semana completaré este texto hasta un mínimo aceptable):

1.- “Cuando se abandona la consideración de globalización en términos de la interdependencia y la formación de instituciones exclusivamente globales para concebirla como algo que también reside en el interior de lo nacional, se abre el campo para una amplia gama de posibilidades de investigación hasta hoy casi inexploradas”(p. 12). Y dice Saskia Sassen, en la misma página, que la “premisa crítica que organiza el presente trabajo no reside ni en los métodos ni en los marcos conceptuales basados en el supuesto de que el Estado-nación es una unidad cerrada con autoridad exclusiva sobre su territorio”. Y seis páginas más adelante concluye que “las estructuraciones de lo global dentro de lo nacional implican una desnacionalización de ciertos componentes particulares de lo nacional, aunque ella resulte parcial, específica y, a menudo, muy especializada” (p.18).

2.- Nuevos actores. “Las teorías existentes no alcanzan a trazar un mapa de la multiplicidad de prácticas y actores que hoy contribuyen a la reformulación de las escalas. Entre ellos se encuentra una variedad de organismos no estatales y de formas transfronterizas de cooperación y conflicto, como las redes empresariales globales, el nuevo cosmopolitismo, las ONG, las diásporas y los espacios -tales como las ciudades globales y las esferas públicas transfronterizas (p. 27). “[…] lo que en realidad se está produciendo es una multiplicación de actores no estatales y de procesos transfronterizos que generan cambios en el alcance, la exclusividad y la competencia de la autoridad estatal sobre el territorio nacional”. Me pregunto: ¿qué hemos de entender por “actor” desde un punto de vista sociológico? ¿Sujetos de una acción de relevancia social? ¿Dónde se ubica la libertad, la decisión de actuar, el foco de acción? ¿Quién-qué tiene esa capacidad de mover? Sospecho que hay un solo actor, una sola fuera básica que, autodifractada, mueve todas las demás fuerzas. La verdad es que eso mismo sospechan los físicos, cuyo modelo de materia creo que dan por válida la mayor parte de los sociólogos actuales, si no son rigurosamente marxistas y, por tanto, simplistamente newtonianos.

3.- Microambientes. “Gracias a estas nuevas tecnologías, cada empresa de servicios financieros se convierte en un microambiente con alcance global continuo, pero lo mismo sucede con los hogares y los organismos de escasos recursos, como por ejemplo las organizaciones de activistas. Estos microambientes pueden conectarse con otros microambientes ubicados en un territorio lejano, con lo cual se desestabiliza la noción de contexto, generalmente ligada al concepto de lo local, así como la noción de que la proximidad física constituye uno de los atributos de lo local. Para una reconceptualización crítica de lo local en estos términos, es necesario rechazar al menos en parte la idea de que la escala local esté inevitablemente inmersa en una jerarquía anidada en las escalas regional, nacional e internacional” (p. 33). Me pregunto dónde se ubica la escala “humana”, o “individual”. Ese “microambiente” es el crucial (y la palabra “Psicología” es poca para él). ¿Por qué no hablar de la globalización como interconexión -consciente- de esos lugares mágicos, de esos cuartos de mago?

4.- Internet. De esa “cosa” (?) se encarga Saskia Sassen con especial lucidez entre las páginas 103 y 104 del citado libro Una sociología de la globalización. Me refiero a un epígrafe que lleva por título “Internet y la regulación estatal”. Ahí leemos lo siguiente: “La idea de Internet como red de redes descentralizada ha contribuido a reforzar la noción de que posee una autonomía intrínseca con respecto al poder estatal, además de una gran capacidad para mejorar la democracia desde la base mediante un fortalecimiento de las dinámicas del mercado y del acceso a ella por medio de la sociedad civil”. Saskia Sassen ve la necesidad de “un gobierno justo para garantizar que el interés público también incida en el desarrollo de internet” (p. 110). Pero es consciente de que las “opiniones acerca de Internet y su gobernabilidad están bastante divididas” (p. 111). ¿Cómo gobernar algo que no se sabe muy bien qué es?

A mi juicio, un tema crucial que se plantea hoy con ocasión de eso que sea Internet es el del anonimato. No me gustan las máscaras, las auto-ocultaciones, sobre todo si tienen como objetivo atentar contra la dignidad del ser humano: insultarle, vejarle. El respeto es un valor crucial del proyecto humanitario. Hay que dar la cara. Y sacralizar la cara ajena (sea de quien sea). La cara es un lugar sagrado, una ventana fundamental. Creo oportuno recordar la metafísica y la teología del rostro humano que desarrolló Levinas [Véase].

No me gusta el anonimato en Internet. Ni en ningún ámbito de lo social. Es una despersonalización, una cobardía. Pienso ahora en esos seres humanos que aparecen en algunas manifestaciones ocultos tras la misma sonriente -y sin duda carismática- careta de “Anonymous”. Pienso también en la “Darknet”.

Creo que hay que dar la cara -es decir, el alma y el corazón- a esta sociedad: a este grupo de socios, de amigos.

Seguiré leyendo y escuchando a Saskia Sassen con gran interés. Lo que ofrezco por el momento en este artículo son algunas notas sueltas sobre su pensamiento.

David López

 

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Pensadores vivos: Peter Sloterdijk

 

 

Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) es un pensador que, desde hace varios años, me ha acompañado en muchos de mis solitarios desayunos ante los indecibles horizontes de Castilla, la Vieja. Me ha acompañado Sloterdijk, sin materia, desde la pantalla de mi ordenador, sentado él en un sofá de dos plazas colocado frente a otro sofá gemelo en el que siempre estaba mi tan admirado Rüdiger Safranski. Las dos plazas restantes las ocupaban los pensadores invitados. Me estoy refiriendo al programa Philosophisches Quarttet (ZDF). Este programa se dejó de emitir en 2012, pero gracias a YouTube se pueden rescatar muchas de sus emisiones, supongo que ya por los siglos de los siglos. ¿O no? ¿Qué sustituirá a eso de “Internet”? ¿Adónde vamos?

La obra de Sloterdijk me provoca un gran interés, a pesar de que este pensador legitima plenamente a Rajneesh-Osho como gran figura espiritual del siglo XX. Llega incluso Sloterdijk a considerar que Rajneesh-Osho como el Wittgenstein de la religión. Una afirmación para mí completamente inaceptable. Sí comparto con Sloterdijk la fascinación por Nietzsche, por Deleuze [Véase] y por Foucault [Véase]. A Heidegger [Véase] le considera el filósofo más relevante del siglo XX y le ubica al nivel de Nietzsche, Hegel y Platón. Yo tengo mis dudas. 

Me parece en cualquier caso decisiva, grandiosa y crucial esta pregunta de Sloterdijk: “¿Adónde venimos cuando venimos al mundo?” Esta pregunta fue tratada con especial profundidad por Kitaró Nishida [Véase]. Él habló de una Nada prodigiosa. Pero no de una desesperante nada de corte materialista-existencialista.

Esa Nada sería nuestro hábitat real — y a la vez nuestra esencia —: una “nada relativa” diría Schopenhauer, que es tal en cuanto que no es nada de lo que se conoce, de lo que es de este mundo, de lo que se puede incluso imaginar desde este mundo. Diríamos que su inmensidad revienta por dentro cualquier sustantivo, o cualquier sistema organizado de sustantivos. Una Nada sacra y sacralizante que es más de lo que cualquier ‘algo’ puede ser jamás. Ahí es donde estamos. Y eso es lo que somos. Me parece a mí.

Ofrezco unas breves reflexiones sobre algunas ideas de algunas obras de Sloterdijk. Estas ideas las he extraído básicamente de su obra capital: la trilogía Esferas. Las citas que aparecen en el presente texto se refieren a la edición alemana de Suhrkamp (Frankfurt am Main 1998). También haré referencias a un diálogo entre Sloterdijk  y Hans-Jürgen Heinrichs publicado en 2001 bajo el título Die Sonne und der Tod [El sol y la muerte]. Mis citas se refieren a la edición española de Siruela (Madrid 2003), la cual ofrece la traducción de German Cano. 

Estas son algunas de las ideas de Sloterdijk que burbujean por el momento en eso que sea mi mente (las traducciones de la trilogía Esferas, siempre muy mejorables, son mías):

1.- La metáfora de las esferas.

Esferas está compuesta por tres libros, tres metáforas esféricas: Burbujas, Globos y Espumas. Esferas… Serían hábitats geométricos artificiales — digamos míticos— pero imprescindibles para la vida humana. Creo que debe prestarse especial atención al prólogo que Sloterdijk ofrece como puerta de entrada a su trilogía, y en el que recuerda la famosa inscripción que, según se dice, se podía leer en la entrada de la academia de Platón: “Manténgase alejado de este lugar quien no sea geómetra”. Sloterdijk termina su prólogo afirmando que él redactaría así el cartel de entrada a su trilogía: “Manténgase alejado quien no esté dispuesto a elogiar la transferencia y a rechazar la soledad”.

2.- Transferencia [Übertragung]. Y Filosofía.

Oigamos a Sloterdijk en Burbujas (Primera parte de su trilogía): “De los excedentes del primer amor, el cual se desprende de su origen para, recomenzando libremente, avanzar en otro lugar, se nutre también el pensamiento filosófico, del que debe saberse especialmente que es un caso de transferencia de amor al todo. Nada ha dañado tanto el pensamiento filosófico como esa patética reducción temática que con razón y sin razón se basa en modelos psicoanalíticos. Por el contrario, hay que insistir en que la transferencia es la fuente formal de los procesos creadores, los cuales dan alas al éxodo de los seres humanos hacia lo abierto. No transferimos tanto incorregibles afectos [unbelehrbare Affekte] a personas extrañas, como tempranas experiencias espaciales a nuevos lugares y movimientos primarios a escenarios lejanos. Los límites de mi capacidad de transferencia son los límites de mi mundo” (p. 14).

3.- Estar en lo inmenso.

Así termina Burbujas: “De este modo cambia otra vez el sentido de En; teniendo en cuenta las guerras de globalización y los avances técnicos que darían su carácter a nuestro siglo, Ser-En significa: habitar lo inmenso. Kant había enseñado que la pregunta con la que el ser humano se asegura su lugar en el mundo debía ser: ¿Qué podemos esperar? Tras las des-fundamentaciones [Entgründungen] del siglo XX sabemos que la pregunta suena así: ¿Dónde estamos cuando estamos en lo inmenso?” (Burbujas, p. 644).

3.- Vida, construcción de esferas y pensamiento como distintas expresiones para lo mismo (Burbujas, p. 12). Me viene a la cabeza el comentario que Vivekananda hizo al segundo Yoga-Sutra de Pantañjali. Vivekananda afirmó en su ineludible obra Raja-Yoga (Ramakrishna-Vivekananda Center, Nueva York 1956) que el Yoga busca la eliminación de las formas de la mente, llamadas en sánscrito “Writtis” (literalmente “burbujas”). La eliminación de esas burbujas permitiría la contemplación de nuestro verdadero yo, el que es eterno, omnisciente, todopoderoso, libre… Cabría incluso confundirse, identificarse, con unas burbujas concretas de las que se forman en nuestra mente: identificarse con el yo ‘artificial’, el yo pensado, construido, burbujeante… Pero: ¿Quién/Qué fabrica esas burbujas tan hechizantes? Si, según Sloterdijk, la vida y el pensar y el construir esferas (burbujas) es lo mismo, ¿no podría apuntar el Raja Yoga a un estado de conciencia carente de vida?

4.- Esferas II (Globos).

Dice Sloterdijk: “Si te tuviera que expresar en una sola palabra el motivo dominante del pensamiento europeo en su época metafísica, dicha palabra solo podría ser: globalización”. “Tener un lugar en la Naturaleza significa, ahora, a partir del encuentro entre Ser y Círculo, tener un lugar en una gran bola, sea central o periférico” (Globos, pp. 47-48). Parecería, no obstante, que Sloterdijk fomenta una salida de cualquier modelo de “gran bola”: la libertad y el vuelo del pensamiento y del sentimiento humanos hacia “lo abierto”: lo no abarcado por geometría alguna, terrenos vírgenes para… ¿Crear nuevas esferas?… ¿Siempre por transferencia de ese primer amor sentido dentro del seno materno?

La Edad Moderna como cambio de situación cósmica del hombre. El modelo antiguo, según Sloterdijk, consideraba al planeta Tierra como la cloaca del cosmos en cuyo centro final estaría el infierno. Sloterdijk señala que la antigua imagen europea de mundo  sería “infernocéntrica”. Copérnico habría emancipado la Tierra, la habría sacado de esa miserable situación central. La Era Moderna, a diferencia de lo sostenido por Freud, no habría herido el narcisismo del ser humano al proclamar que la Tierra no era el centro del universo. La herida, según Sloterdijk, habría venido de la “incesante expansión del mecanismo, en detrimento de la ilusión del alma” (El sol y la muerte, pp. 187-193). Una humillación producida por las máquinas. 

Desaparición del firmamento, de la imagen de universo-contenedor. Según Sloterdijk la historia de las ideas en Europa habría dejado el globo terráqueo solo, en mitad de lo indefinible, del caos. Se perdería así “el confort del contenedor”, “la idea confortable de habitar en una casa bien organizada para todos”. Sloterdijk cree que con estas pérdidas — motivadas por las “evidencias” de la Ciencia — se “agudiza el problema de adónde vamos realmente cuando nosotros venimos al mundo”. Yo creo que creemos que venimos a la leyenda que nos cuenten los que nos acojan al nacer. Las leyendas serán nuestra comida, nuestra segunda matriz nutricia, en este caso puramente lógica. Esas leyendas quizás puedan ser ubicadas en una Biología, en un gran sistema secretor de fantasías. Pienso en una síntesis entre Levi-Strauss [Véase] y Humberto Maturana.

Máquinas enemigas del hombre. Sugiero aquí la lectura de mi aún no bien perfilada bailarina “Máquina” [Véase]. Yo creo que todo mundo (en cuanto conjunto ordenado de sustantivos) es una fantasía poética, una máquina poética, capaz de encajar en la primera definición que de máquina ofrece la Real Academia Española: “Artificio para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza”. Esa fuerza es la ilusión humana (ilusión de grandes placeres futuros, alcanzables, programables). Y es también el Eros. Ambos (Ilusión y Eros) requieren siempre un mundo montado y dado por real, una estructura de ideas ya convertida en cielo, algo que amar, un foco al que dirigir ‘nuestra’ energía. Cualquier arte-facto (si es que son obra del hombre, si es que son artificiales) sería un producto de esa gran máquina ilusionante, erotizante. No creo, por otra parte, que haya diferencia ontológica entre lo que Sloterdijk llama “máquina” o “mecanismo” y lo que llama “Naturaleza”. Bailarinas lógicas. La magia de Vak.

La globalización. “La globalización actual es la consecuencia del movimiento del capital especulativo que circunda la tierra bajo la forma de noticias a la velocidad de la luz. De ahí que este tipo de globalización equivalga a una suerte de destrucción del espacio. El concepto de globalización actual tiene, pues, connotaciones amenazadoras, por mucho que sea alabado por los retóricos del neoliberalismo como una gran oportunidad para la humanidad (El sol y la muerte, pp. 196-197). No veo yo claro que exista realmente algo novedoso en la historia de la humanidad que deba ser denominado “globalización”. En cualquier caso, Sloterdijk parece ser un filósofo del espacio, como Heidegger lo fue del tiempo. El problema es que no es fácil detener nuestra inteligencia en qué sea exactamente eso de “Espacio” o “Tiempo”. Son dos realidades que se presuponen, pero que no se pueden pensar, ni mirar, ni sentir siquiera, por mucho que leamos a Kant. E, incluso, a Newton.

4.- Esferas III (Espumas).

Según Sloterdijk este tercer libro ofrece “[…] una teoría de la época actual bajo el punto de vista de que la vida se despliega de forma multifocal, multiperspectivista y heterárquico. Su punto de partida está en una no-metafísica y no-holística definición de la vida: su inmunización ya no puede ser pensada con los medios de la simplificación ontológica, del resumen en la pulida bola total. Si la Vida opera sin límite formando múltiples imágenes espaciales, no es solo porque cada mónada tiene su propio medioambiente, sino más bien porque todas están entrelazadas con otras formas de vida y están compuestas por incontables unidades [de vida]” (Espumas,  pp. 24-25).

“La alegre imagen mental [Denkbild] espuma nos sirve para recuperar postmetafísicamente los descubrimientos premetafísicos del mundo” (Espumas, p. 26)

5.- El seno materno.

Según Sloterdijk los seres humanos vienen “de dentro”, y vienen demasiado pronto. En la medida en que son criaturas entregadas al éxtasis del mundo, los seres humanos quedan marcados por su nacimiento prematuro y por su inmadurez. “Las madres humanas conceden a sus descendientes un mecenazgo biológico al poner a su disposición sus propios cuerpos como refugios originarios, o a modo de un arca íntima, una ciudad previa a la ciudad; es más, incluso, como yo trato aquí de mostrar, como un cosmos previo al cosmos”. “¿Cómo puedo arrojar luz sobre el hecho de que tengamos que vérnolas con la sustitución de una forma pequeña relativamente maternal por otra forma más grande, relativamente no maternal? Y es que, a decir verdad, nunca podemos tener constancia del momento en el que comenzó a despuntar nuestra propia vida”. Ese misterioso momento estaría, según Sloterdijk, “lejos del recuerdo lingüísticamente organizado […]”. La más importante de todas las tesis filosóficas sería, para Sloterdijk: “el hombre viene al mundo”. Las citas anteriores pueden encontrarse en las páginas 199-201 de El sol y la muerte

6.- Biotecnología.

Sloterdijk considera la idea de que la creación, digamos, ‘natural’, fuera obra de un Dios chapucero, y se remite a teologías mediterráneas de los siglos II. y IV. a.C. “A partir de ese momento resultaba factible la idea de que lo existente podía haberse creado de la mano de un Dios chapucero […] Los modernos ingenieros genéticos argumentan aquí, dicho sea de paso desde una posición de fuerza, pues ellos pueden con toda razón apuntar al hecho, que los hombres aquejados de enfermedades hereditarias no representan buenos ejemplos de un arte divino de creación. Si estos hombres son simples productos defectuosos de una mano azarosa, ¿por qué no han de ser legítimas a priori las medidas encaminadas a la compensación del azar? […] Los cabalistas fueron los primeros a los que quedó claro que Dios no era ningún humanista, sino un informático. Él no escribe textos, escribe códigos. Quien pudiera escribir como Dios, daría al concepto de escritura un significado que ningún escribiente humano ha entendido hasta el momento. Los genetistas y los informáticos escriben ya de otra manera. También en este sentido ha comenzado una época poshumanística” (El sol y la muerte, pp. 133-136).

En 1999 Sloterdijk generó una polémica en Alemania con ocasión de su posicionamiento respecto de las cuestiones éticas que plantea la ingeniería genética. Ante la posibilidad de que el ser humano sea “chapucero” en sus obras, en la creación de sus “homúnculos”, propone Sloterdijk una moratoria; algo así como un tiempo prudencial para que la tecnología se desarrolle lo suficiente. Es interesante la forma cómo Sloterdijk conecta este debate con los clásicos debates teológicos. Los monoteísmos creacionistas considerarían que Dios despliega la Creación de forma perfecta, que no cabe la chapuza. Otras líneas teológicas sí considerarían la posibilidad de dioses chapuceros. La ingeniería genética convertiría de alguna forma al hombre en un Dios que podría mejorar las “chapuzas” que hace la Naturaleza (enfermedades hereditarias, v.gr.) pero que, a su vez, aun siendo ya Dios,  tendría que tener cuidado con sus propias chapuzas. Sí considera Sloterdijk que estamos en el fin de una civilización, de un mundo, y el comienzo de otro (una síntesis entre Naturaleza y tecnología). Y considera como fecha decisiva para ese cambio la clonación de la oveja Dolly (el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta; 1996).

7.- Un conocimiento “extrafilosófico, preferentemente poético o mítico”.

“De ahí que Esferas sea, en términos generales, y a pesar de sus rasgos narrativos e imaginativos, una empresa que no descuida la argumentación y que no puede renunciar a tomar parte en el envite que se desarrolla en la cúspide de esa pirámide legitimadora de los juegos de la verdad” (El sol y la muerte, p. 202). Sloterdijk parece estar desplegando lo que María Zambrano [Véase] llamó “razón poética” (ya desplegada explícitamente por Nietzsche, entre otros, e inconscientemente por todos). En cualquier caso, creo yo, no habría posibilidad de salir de la gramática, de ese infinito reglado del que habla Chomsky [Véase]: ahí dentro — en el infinito modulado por la Gramática — debería ocurrir, si ocurre, que sea dicho lo que es, lo que hay, lo que pasa, y a quién le pasa, y dónde le pasa: que acontezca, por fin, el advenimiento de una semántica perfecta: que alguien diga el Ser. Hegel lo intentó.

8.- ¿Dónde estamos?, se pregunta Sloterdijk con genuino temblor filosófico.

Vuelvo a los primeros párrafos de este texto. Kitaró Nishida [Véase] se ocupó con brillantez de “la lógica del lugar”. Y propuso la expresión Zettai Mu. Estaríamos en la Nada, sí, pero esa nada superaría cualquier “algo” pensable o imaginable.

9.- Cuerpos sociales vertebrados por los grandes medios de masas como conjuntos dispuestos a autoexcitarse.

“Es precisamente aquí donde cabe cifrar la misión del filósofo en la sociedad […]: demostrar que un sujeto puede ser interruptor de la información, y no un simple canal de transmisión que sirva de paso a las epidemias traumáticas y oleadas de excitación. Los clásicos expresaban esto con la palabra reflexión”.

10.- Crítica de la razón participativa.

La cuestión de cómo pertenece el hombre al mundo, o a lo que sea que le envuelve y transciende. Sloterdijk está en contra de la recuperación de modelos pretéritos, de ideas históricamente pasadas, que sirvan para dar sentido a la participación del hombre en lo que le transciende, en el todo, por decir algo. A este respecto hace una lúcida referencia a la necesidad de simplificación (recordemos a María Zambrano afirmando que cuanto más miedo tiene el ser humano, más busca el sistema). Sloterdijk, por su parte, afirma que en “las reducciones de la complejidad solo cabe elegir entre lo terrible y lo no tan terrible del todo”. ¿Por qué terrible? Mi opinión es justamente la contraria. A más empatía con la complejidad, más belleza, hasta llegar a empatizar con la complejidad infinita que nos subsume y que nos nutre, lo cual implicaría la empatía con la belleza infinita, que es lo que hay; creo yo. Pero sigamos oyendo a Sloterdijk: “Lo que aquí está en liza no es sino una participación en la complejidad como tal”. “Al fin y al cabo, no podemos vivir en ninguna otra parte que no sea el caos, en una caos compensado, eso sí, con ordenaciones”. “En realidad, no son los dioses los que nos faltan, ellos no son más que grandes simplificadores; lo que falta es un arte del pensar que sirva para orientarnos en un mundo dotado de complejidad. Lo que falta es una lógica que fuera suficientemente poderosa y dúctil para empezar a acoger la complejidad, la ausencia de definición última y la inmersión”. “Yo preferiría hablar a este respecto de inteligencia informal, toda vez que bajo este epígrafe se incluyen las filosofías poéticas y el pensamiento ligado a las obras artísticas”. El sol y la muerte,  pp. 345-347.

Pero esa lógica que añora Sloterdijk para que el ser humano pueda por fin decir el mundo, no podrá ser otra cosa que una forma de hacer frases gramaticalmente correctas. Quizás Nietzsche se equivocó y sí cabe librarse de Dios aunque no nos hayamos librado de la Gramática. Del Dios contra el que lucha Nietzsche quizás sí, al menos en su versión menos profunda. Pero hay una Diosa de la que no podrá librase nunca la Filosofía, entendida como actividad lingüística. Me refiero a la diosa Vak: la Palabra consciente de sí misma. Quizás toda Filosofía no es más que una Teología cuyo objeto es esa diosa.

Novalis dijo que la Filosofía tradicional era Logología. Él quiso proponer otra: una Filosofía mágica, creadora de mundos, no ‘conocedora’ de mundos previos a la propia actividad filosófica.

Y el mundo ‘creado’ en los textos de Sloterdijk tiene una luz especial, tiene algo salvaje, gigantesco, muy atractivo y subyugante, en la línea salvaje de Heidegger. A mí me gusta leerle y escucharle, casi siempre, a pesar de lo mucho que discrepo con él.

Creo en cualquier caso que Sloterdijk es un pensador realmente vivo. Y vivificante. Es un placer leerle y escucharle, casi siempre, porque es realmente un filósofo.

David López

 

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