Martha Nussbaum.
En este artículo trataré de exponer lo que me ha hecho pensar y sentir su obra Political Emotions. Why Love Matters for Justice. Este texto termina abierto hacia arriba con una cita de Walt Whitman:
“América, eso solo somos tú y yo.”
Y dice entonces Martha Nussbaum:
“No deberíamos aspirar a nada menor”.
¿Qué aspiración es esa exactamente? Martha Nussbaum afirma que tiene la idea vaga de una sociedad capaz de utilizar el Arte al servicio de una especie de consenso emocional en el que se consagrara la emoción humana más sublime: el amor (algo así como “respeto caliente”).
Cree Martha Nussbaum que el respeto (virtud fría) es necesario pero no suficiente para que se construya una sociedad capaz de ofrecer la plenitud a los seres humanos. Y menos aún es suficiente una política basada exclusivamente en el intelecto racional. No ve ella justicia posible para el prodigio humano aunque todo el sistema político fuera una máquina perfecta (incluso desde el punto de vista económico).
Necesitamos ser amados, pero de verdad. No basta que un padre sea impecable en su conducta con los hijos si, en el fondo, no les ama.
Cree no obstante esta filósofa que, si bien la sociedad humana puede ser objeto de algo así como una transformación vertical infinita (¿hasta dónde?), el ser humano está esencialmente limitado. Es como es. Tiene las carencias que tiene. Y es así como hay que amarle, sin idealizarle.
No creo yo que el “ser humano” sea “como es”. Max Scheler [Véase] intentó perfilar ese ser en su preciosa obra Die Stellung des Menschen im Kosmos [El puesto del hombre en el cosmos]. Pero no lo consiguió. Afortunadamente para nuestra inconmensurabilidad. Toda ontología es siempre intelectualmente fascinante y expansiva, pero fallida, salvo cuando presupone un solo Ser. Somos mucho más que “humanos”, y lo que nos constituye y constituimos es mucho más que “Materia” o “Biología”.
Estoy intentando asomarme al pensamiento de Martha Nussbaum y, desde ahí, mostrar quizás que se apoya en una antropo-ontología que, en mi opinión, es minimalista (sociocéntrica sin quizás pretenderlo).
Puede incluso que el universal “ser humano” se nos quede pequeño [Véase aquí mi artículo sobre el tema filosóficamente crucial de los “universales”]. Y recordemos los miedos meta-antrópicos que Fukuyama expone en su obra El fin del hombre [Véase aquí].
Todo se nos queda pequeño porque, quizás, hay algo en el fondo del mundo y en nuestro propio fondo que no para de crecer-se, mediante una libertad y un orden que se nos escapan.
Libertad. Orden. En el modelo de sociedad que dice vislumbrar Martha Nussbaum se combina milagrosamente una especie de liberalismo de grandes alas (un impactante no a la prohibición del burka, por ejemplo), con un “totalitarismo” moral de mínimos valores incuestionables que cabría consensuar, una vez convertidos esos valores en guías “emocionantes”, “movilizadoras” a través del Arte.
El Arte habría sido una herramienta utilizada por todos los sistemas y regímenes políticos para cohesionar y rentabilizar las emociones humanas. Ahora se trataría de seleccionar y potenciar las emociones más excelsas para crear una sociedad humana tan excelsa como esas emociones. Entre esas emociones no estarían, obviamente, el odio, la envidia, la codicia, la ira, el rencor, el asco… Sí estaría el vínculo mágico del amor, del amor incluso hacia una patria (una tierra, una nación…). Martha Nussbaum -apoyada en Giuseppe Mazzini- considera que el patriotismo es una emoción útil, pues permitiría una expansión de los límites del egoísmo, una capacidad de identificación con algo colectivo… De acuerdo. Pero ya toca desmontar esas oxidadas catapultas. Hay demasiada gente que se ha fusionado con esas herramientas. Hay que salir de ahí con urgencia. Me parece a mí.
Ahora, creo yo, toca activar ese simple tú y yo que Whitman puso muy por encima de eso que sea “América”. Whitman era un poeta. Un mago. Un hechicero social. También los son los que mueven las almas y las manos de los seres humanos que dicen formar parte del autodenominado “Estado Islámico”.
Una guerra de magos librada en la galaxia del alma humana. ¿Qué/Quién mueve las manos de esos magos aparentemente individualizados? ¿Quién mueve los cerebros de los grandes narradores de nuestro tiempo? ¿La Materia? Nadie sabe lo que es eso [Véase mi bailarina lógica “Materia”]. ¿Una omnipotente Ley Física Unificada que, sometiendo a toda la Materia de todos los universos, habría alcanzado un estatus monoteológico jamás soñado por ninguna religión monoteísta?
Vietnam Veterans Memorial. Un monumento que, según Martha Nussbaum, es un ejemplo de Arte al servicio de emociones positivas: de Arte como activador y cohesionador de sentimientos que pueden ir construyendo la sociedad que ella vislumbra, que ella sueña. Yo creo que estamos ante algo que conmemora la estupidez y la decadencia tanto humana como social que puede provocar el patriotismo exacerbado (en este caso el de esa patria denominada a sí misma, de forma no coherente desde el punto de vista semántico, “Estados Unidos de América”).
Political emotions comienza con una introducción extensa e intensa, seguida por tres bloques de contenido y un epílogo cuyo punto culminante lo contruyen esas frases genésicas a las que antes he hecho referencia:
“América. Eso solo somos tú y yo” (dice Walt Whitman)
“No deberíamos aspirar a nada menor” (dice la propia Martha Nussbaum).
¿A qué debemos aspirar exactamente?, me pregunto yo. ¿A un paraíso psíquico, físico, político y económico consensuado por todos los seres humanos? No lo veo realista. Ni saludable.
En ese generoso paraíso parece que habría que dejar fuera sensaciones como el asco hacia la corporalidad humana, incluyendo en la misma todas sus secreciones. Apunta Martha Nussbaum a una toma de conciencia sobre la posibilidad de que ese asco esté narrativamente inducido al servicio del racismo. Cierto es que la relación de eso que sea el ser humano con su propio cuerpo y el de los demás ha sido históricamente conflictiva. Y cierto es también que un humanismo consecuente no puede enfocarse en una aséptica idealidad, en un inocuo esquema mental, sino en el ser corpóreo concreto que suda, que excreta, que no siempre huele bien. Aceptación y sacralización de la convulsa galaxia biológica que se nos dice que conforma nuestra individualidad corpórea. Martha Nussbaum ofrece en su obra Political Emotions una metafísica del cuerpo antitética a la que parece que ofrecía Hipatia de Alejandría a sus alumnos. Una anécdota recogida por María Dzielska nos habla de cómo la filósofa alejandrina, con la intención de desactivar el enamoramiento que hacia ella (y su cuerpo) sentía uno de sus alumnos, le mostró su paño íntimo, el cual contenía la huella su menstruación. El cuerpo real humano como imposible objeto de amor verdadero. La antítesis de los planteamientos de Martha Nussbaum, la cual ha dedicado muchas páginas al tema del asco. Todos sabemos que cuando amamos a alguien de verdad, nada de su cuerpo ni de su alma nos da asco. ¿Cabe amar de verdad a todos los seres humanos… y a Todo (incluidos nosotros mismos, con nuestro secretor cuerpo y nuestra sospechosa mente)?
Inclusión. Grandeza. Ampliación de los ámbitos de lo amado, de lo sagrado (fluidos menstruales incluidos). Quizás Martha Nussbaum estaría conmigo de acuerdo en la creación y sacralización de un espacio prodigioso (una matriz política) donde, desde el Arte, desde la gran Filosofía, y desde el hechizo amoroso, puedan desplegarse e interfecundarse incontables modelos de paraíso; y donde, además, se abran espacios no finitos para que quepa esa enormidad que denominamos “ser humano individual” (enormidad que se puede asfixiar dentro de una “identidad nacional” o dentro de una “ideología”).
Pero para conseguir eso se debe utilizar el amor. ¿Qué entiende Martha Nussbaum por amor? Encontramos algunas indicaciones concretas en un epígrafe del capítulo 7 que lleva por título “El aumento de la empatía a partir del espíritu del amor” (la traducción es mía, hecha a partir de la edición alemana de Suhrkamp, 2014, que es la que he utilizado para este trabajo). Para dar un contenido a la palabra “amor” Martha Nussbaum se apoya expresamente en las investigaciones y propuestas de Donald Winnicott:
“[…] el gozoso conocimiento de que el otro es un ser valioso, especial y fascinante; el deseo de comprender el punto de vista del otro; diversión y juego en común; intercambio y eso que Winnicott denomina “empática interacción”; gratitud hacia un comportamiento amoroso y sentimiento de culpa por los propios deseos o comportamientos agresivos; y, finalmente, confianza y el deber de controlar las exigencias impulsadas por el terror”.
“Pero la confianza no surge solo de normas de equidad. Tiene poco que ver con ellas. Será posible gracias al comportamiento amoroso de los padres, combinado con el asombro, el amor y la creatividad del hijo […]”
“Ese es esencialmente el pensamiento que está detrás de la Religión de la Humanidad de Tagore, detrás del “sí” de Mozart y detrás de este libro: “Este día de dolor, de veleidad y de locura solo el amor puede finalizarlo con satisfacción y felicidad”.”
La frase anterior pertenece al libreto que Mozart y Lorenzo da Ponte escribieron para Las Bodas de Fígaro; y es la escogida por Martha Nussbaum como bienvenida a quien quiera entrar en su libro.
Amor. Está pendiente una reflexión metafísica extrema sobre lo que parece querer indicar esa palabra. Me parece en cualquier caso de enorme interés filosófico e incluso cosmológico la posibilidad de que ese “sentimiento” pudiera finalmente encender todos los pechos humanos en red. ¿Adónde nos llevaría eso? ¿A qué fenómenos políticos, biológicos y hasta físicos? ¿Qué prodigios están todavía por surgir de eso que sea la ley de la evolución?
En cualquier caso, y regresando en los confinamientos de la polis, creo obvio que en los actuales mítines políticos y en las hogueras digitales de FaceBook o Twitter, el amor (es decir la grandeza, la inteligencia y la belleza) no tiene apenas presencia. Hay que acometer una elegante revolución política.
David López
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