Cábala. Algunos no quieren que esta bailarina lógica lleve la letra c delante y reclaman que siempre se escriba con la letra k: Kábala.
En cualquier caso, significa tradición: entrega sucesiva de un gran secreto que se cree que Dios incorporó a su Creación para ser usado por los seres humanos (en realidad para ser usado por él mismo dentro de su gran obra de Arte, diría yo).
Estamos ante una bailarina hebrea de mirada penetrante. Una bailarina cubierta con mil velos dispuestos a retirarse ante el sabio. Una bailarina, cuyos ojos, siempre medio abiertos, siempre medio cerrados, están pintados con tierras de muchos mundos.
En el cielo de estas frases aparece el monte donde se supone que Moisés fue contactado por Dios; y donde recibió de esa omnipotencia, de esa omnicreatividad, una información decisiva. Algunos lo denominan monte Sinaí. Otros Gebel Musa (Monte Moisés). Me parece una montaña sorprendentemente bella y salvaje.
Cabría visualizar esa montaña como la parte interior de un usb, un enchufe, un puerto de entrada utilizado por Dios para introducir datos, manuales de instrucciones, en su Creación (en su prodigioso programa, o en su prodigioso hechizo si se quiere).
Leamos Éxodo 3.1-6 (Nácar-Colunga):
Apacentaba Moisés el ganado de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Llevóle un día más allá del desierto; y llegado al monte de Dios, Horeb, se le apareció el ángel de Yahvé en llama de fuego de en medio de una zarza. Veía Moisés que la zarza ardía y no se consumía, y se dijo: “Voy a ver qué gran visión es ésta y por qué no se consume la zarza”. Vio Yahvé que se acercaba para mirar, y le llamó de en medio de la zarza”: ¡Moisés! ¡Moisés!” Él respondió: “Heme aquí”. Yahvé le dijo: “No te acerques. Quita las sandalias de tus pies, que el lugar en que estás es tierra santa”, y añadió: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro, pues temía ver a Dios.¿Por qué tenía miedo de mirar a Dios? No es ilógico pensar la posibilidad de que se pueda morir de belleza. Recodemos cuando nos hemos convulsionado, nos hemos sentido sacados del mundo, por algo extremadamente bello. ¿Qué podría pasar si la intensidad de esa belleza se elevara millones de grados, miles de millones de grados?
El caso es que Moisés recibió instrucciones para salvar al pueblo de Israel, que estaba esclavizado en Egipto. Y las siguió. Y regresó con ese pueblo (ya salvado, al menos políticamente) al pie de esa montaña ‘abierta’: al pie de esa especie de agujero negro con forma de monte por el que entraba Dios en su Creación.
Pero subió solo. Porque se lo ordenó su Dios. Porque quizás solo Moisés era considerado capaz de soportar la brutal presencia de Dios. Leamos ahora Éxodo 19, 21-22 (Nácar-Colunga):
Yahvé dijo a Moisés: “Baja y prohíbe terminantemente al pueblo que traspase el término marcado para acercarse a Yahvé y ver, no vayan a perecer muchos de ellos. Que aun los sacerdotes, que son los que se acercan a Yahvé, se santifiquen, no los hiera Yavé”.Poco después, Moisés recibió la Ley (la Torá). Pero, según la tradición rabínica, Dios habría transmitido a Moisés una doble Torá: la escrita (que sería exotéricamente accesible a todo el pueblo por la simple lectura de las Sagradas Escrituras) y la oral (la Torá secreta, esotérica, solo transmisible de maestro a discípulo, digamos “upanishádicamente”). De esa tradición oral surgiría el Talmud, texto fundamental del judaísmo rabínico.
Estamos ante lo que se conoce como “esoterismo judío”. Hay quien habla también de la magia judía.
He entrado en la Cábala gracias a mi admirado amigo Álvaro Calle Gliugueri. A él le debo una introducción escueta pero luminosísima de algo que, desde hace muchos años, moviliza su generosa inteligencia y su espacioso corazón.
A mí, por el momento, me interesa sobre todo ensayar un dibujo del modelo de totalidad desde el que opera la Cábala: cómo ve esa tradición la ‘Caja Total’, dónde se creen que están esos sabios, cuál es el objetivo final de su sabiduría.
Lecturas recomendables: Pico de la Mirandola: Conclusiones místicas y cabalísticas. Merece ser leída la edición de Obelisco (Barcelona 1982), a partir de la traducción de Eduardo Sierra, con introducción de Julio Peradejordi.
También deben ser leídos: Gershom Scholem, Ben Shimon Halevi y Gerald Schroeder… Este último autor ha realizado un intento de legitimar la narración literal del Génesis con los datos que ofrece lo que, según él, es la Ciencia actual. Yo no he realizado todavía un estudio de su propuesta, pero sí voy a ofrecer algunas reflexiones en torno a este intento de fusión de dos sistemas de verdades (este hibridismo lógico-cósmico). La página de Schroeder es esta: http://www.geraldschroeder.com.
Un precioso libro sobre la Cábala que cayó hace algún tiempo en mis manos es este: Mario Satz, Árbol Verbal (Nueve notas en torno a la Kábala), Altalena, Madrid 1983. Me lo regaló, con emoción, una querida alumna cuya nombre es Paloma Marugán. En esta obra hay frases así: “La escritura es la huella del ciempiés del espíritu sobre la roca de los siglos” (p. 9). Y así: “El poder sobre el lenguaje era la meta de todo kabalista zohárico. Este poder no se traducía, no debía traducirse en un dominio sobre el otro, sino sobre uno mismo”.
A continuación ofrezco algunas imágenes y reflexiones que ha desencadenado en mí la bailarina lógica Cábala:
1.- Transparencia. Transparencias. El modelo del Ser (el modelo de totalidad) desde el que parece pensar y sentir el cabalista está construido con transparencias. Todo lo que se presenta ante el hombre —textos incluidos— sería transparente: sería una epidermis que serviría para transmitir un misterioso magma de mensajes. Todo estaría hablando a través de transparencias: cualquier hecho, cualquier relación entre cosas, tendría significado, si se está lo suficientemente atento para atravesar su epidermis, su velo lógico. Pensemos en un simple cartel publicitario en la carretera. De pronto leemos en él un texto que contiene un mensaje fundamental para nuestra vida.
2.- Y transparentes serían también, como hemos señalado antes, los propios textos; cualquier texto, como, por por ejemplo, el Nuevo Testamento. Según algunas escuelas cabalistas, en ese texto, Dios habría condensado toda la Verdad con mayúscula, y también todas las verdades con minúscula, incluidas las leyes de la Física y de la Política. Así, bastaría con retirar los velos lógicos que cubren ese texto presuntamente absoluto para ser absolutamente sabio; o todo lo sabio que se puede ser desde la condición humana, que supongo que no será mucho (hay niveles de sabiduría que incineran al sabio en la hoguera del infinito).
3.- Si consideramos las conclusiones a las que he ido llegando con la palabra “Logos” [Véase], cabría decir que el sabio cabalista lo que consigue es atravesar la carne interior de su cosmos (de su mente, si se quiere) y visualizar la estructura de ideas con que se ha construido ese cosmos: vería el programa, la arquitectura lógica, que sostiene su mundo. Y esa arquitectura se presentaría en cualquier punto al que accediera su mirada, al menos su mirada ‘intelectual’ o ‘mental’ (que es la que es tomada por un Logos, por un discurso de totalidad, si se quiere). Gerald Schroeder, por ejemplo, viviría en un cosmos construido, al menos, con dos sistemas de ideas (las que ofrecen sus textos sagrados y las que ofrece eso que llamamos “Ciencia”). Schroeder, cuando busque, cuando calcule, encontrará siempre ese cosmos híbrido, porque, precisamente, es el que vertebra su mirada. Lo curioso es que se intente legitimar la narración literal del Génesis con la narración literal de algunas hipótesis científicas (hipótesis que están siempre amenzazadas de vacuidad, de ser un hechizo entre hechizos, de ser, dentro de algunos años, un sueño tribal).
4.- El cabalista manejaría una especie de maquinaria de rayos x lógicos que le permitiría ver la estructura del cosmos que, precisamente, modela su mirada. Porque toda mirada humana requiere ser finitizada (cosmizada, ‘logificada’). Toda mirada es ciega porque es intra-cósmica; es decir: intra-lógica. Toda mirada es onírica.
5.- Dos pilares fundamentales de la Cábala son el monoteísmo (hay un Dios omnipotente y creador) y el árbol de la vida (un dibujo que representa algo así como el proceso de alejamiento y regreso a sí mismo del propio Dios). Ese árbol simbólico, tan esencial en la Cábala, se ha explicado de muy diversas maneras. Hay quien ve en él un modelo de los distintos estados de conciencia a los que puede ir accediendo el hombre hasta llegar a lo más alto de su condición (Kéter, la corona). O, dicho al reves, y de forma descendente: el árbol de la vida de los cabalistas muestra los distintos niveles de conciencia a los que puede llegar a bajar Dios: marcaría el límite máximo de lo que ese ser es capaz de alejarse de sí mismo.
6.- Ahora quisiera compartir aquí un vértigo, una ventana extrema: ¿Y si los textos sagrados fueran de verdad sagrados? ¿Y si fueran membranas vivas, permanentemente regadas con la sangre omnipotente del Dios que los instaura en su Creación? Quiero decir: ¿y si el texto tuviera una dimensión metafísica que se nos escapa? ¿Y si el que leyera un texto sagrado como la Biblia, o cualquier otro, sagrado o no, estuviera en contacto con un tejido metafísicamente membranoso? El cabalista vería a través de las paredes celulares de su cosmos: los textos sagrados serían lugares de entrada, y de uso, para lo que no es pensable desde aquí dentro.
7.- El árbol de la vida, desde la perspectiva de la Cábala, sería algo así como la huella que dejaría Dios en su paso por la finitud. O, mejor explicado quizás: un sistema prediseñado -un radical legaliformidad- que permitiría a lo que es infinito y metaforme vivir, vivir en un mundo: dudar, jugar, sufrir, amar transparencias. Ser un ser humano, en definitiva.
Finalmente, cabría decir desde el monoteísmo cabalista que el arbol de la vida es el arbol de la vida de Dios. Y que cada hombre sería una nueva oportunidad de vida para el propio Dios. De ahí su carácter sagrado. El del hombre, quiero decir. Y de ahí el que no podamos jamás perderle el respeto.
El hombre, cada hombre, en sus diversos niveles de conciencia, sería un árbol metafísico: el árbol donde Dios consigue acceder a la vida plena, esa imponente tormenta de luces y de sombras .
David López