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Pensadores vivos: Rüdiger Safranski

 

 

Rüdiger Safranski. Romanticismo. En esta obra narra cómo Herder a finales del siglo XVII salió de viaje por el mar, y cómo, en lo Inmenso, en lo Otro, se encontró a sí mismo. La subjetividad como lugar de prodigios, inmenso también, radicalmente humano, capaz de crear en esa Inmensidad mundos enteros.

Quiero traer aquí una vivencia personal. Ocurrió hace veinticinco años, en la cubierta de un barco que me llevaba a África, a mí y a mi moto, los dos dispuestos a atravesar el desierto de Sahara, una galaxia de mitos para mí en aquella época. Y sentí de pronto una brisa en la piel del cuerpo y del alma que no provenía de eso que, simplificando, mutilando, llamamos “mar”.

Volvamos a Rüdiger Safranski. En mi larga investigación sobre el poder de la magia en la Metafísica de Schopenhauer he tenido la suerte de leer una brillante obra de Rüdiger Safranski: Schopenhauer und die wilden Jahre der Philosophie. Eine Biographie (Carl Hanser Verlag, 1987) [Schopenhauer y los años salvajes de la Filosofía. Una biografía]. Hay una edición en español realizada por Tusquets (2008) y cuyo traductor es José Planells Puchades.

Mis tesis fundamentales sobre la piedra angular de la -bellísima- Metafísica de Schopenhauer discrepan completamente de las que Safranski expone en esta obra, pero no por ello dejo de aplaudir su enorme valor académico y estético, sobre todo por su energía filosófico-lingüística, por su singular pulso narrativo y reflexivo, por la limpieza y, a la vez, la capacidad de hechizo que tienen sus frases, muchas de las cuales son insólitamente cortas y simples para lo que es habitual en el lenguaje alemán. Y hay una frase en particular que irradia algo inefable sobre todas las demás. Es la primera:

“Este libro es una declaración de amor a la Filosofía”.

Es por tanto Rüdiger Safranski, como lo soy yo mismo, un enamorado de la Filosofía. ¿Cómo no serlo?

Más tarde disfruté también de forma excepcional con otra obra de Safranski: Romantik. Eine deutsche Affäre (Carl Hanser Verlag, 2007). La edición en español es una vez más de Tusquets (2009). La traducción la ha realizado Raúl Gabás.

También he disfrutado mucho escuchando a Safranski junto a Peter Sloterdijk en el programa televisivo Philosophischer Quarttet (ZDF). Este programa se emitió en la televisión alemana entre los años 2002 y 2012. Ahora hay mucho material disponible en YouTube. Desconozco si hay algo traducido al español.

Rüdiger Safranski (Rottweil, Alemania, 1 de enero de 1945). Estudió en Frankfurt y en Berlín Germanística, Historia, Historia del Arte y Filosofía. Tuvo entre otros profesores a Theodor Adorno. En 1976 se doctoró en la Universidad Libre de Berlín con una tesis cuyo título es Estudios sobre el desarrollo de la “Arbeiterliteratur” en la República Federal (Studien zur Entwicklung der Arbeiterliteratur in der Bundesrepublik). No sé cómo traducir “Arbeiterliteratur”. Quizás debería ser Literatura de/sobre los trabajadores. En cualquier caso no he tenido todavía el placer de leer la tesis de Safranski.

Es relevante señalar que fue Safranski uno de los socios fundadores del Partido Comunista alemán (Kommunistischen Partei Deutschlands).

Safranski se ha destacado internacionalmente como escritor de biografías. Aparte de la ya citada sobre Schopenhauer (1988), ha escrito sobre E.T.A. Hoffmann (1984), Heidegger (1994), Nietzsche (2000), Schiller (2004), Schiller y Goethe como amigos (2009) y, la última publicada, es sobre el propio Goethe individualmente (2013), el cual se presenta como un maestro de la vida, de la obra de arte que sería la vida. Estas biografías son una delicia para el lector, y en ellas Safranski ofrece mucho más que información: filosofa en privado, pero en voz alta, con gran elegancia, y con gran fuerza.

Aparte de su tesis doctoral, ha publicado también Safranski otras dos obras no biográficas: ¿Cuánta verdad necesita el ser humano? Sobre lo pensable y lo vivible [Wieviel Wahrheit braucht der Mensch? Über das Denkbare und das Lebbare. Hanser, München u. a. 1990]; y ¿Cuánta globalozación soporta el ser humano? [Wieviel Globalisierung verträgt der Mensch? Hanser, München u. a. 2003].

Expongo a continuación algunas consideraciones sobre las dos obras de Safranski con las que he dado comienzo a este artículo:

1.- Schopenhauer y los años salvajes de la Filosofía (Las citas que ofrezco se refieren a la edición alemana: Carl Hanser Verlag, 1987).

Tras su declaración de amor a la Filosofía, Safranski nos ofrece en esta obra una extensa y vibrante biografía de Schopenhauer y, a la vez, una imagen de su sistema filosófico. Esa imagen forma parte de una tradición hermenéutica que atribuye a Schopenhauer la idea de que el mundo, lo inmanente, agota lo existente, el ser en su totalidad.

Rüdiger Safranski afirma (p. 229) que la frase clave de Schopenhauer es de 1815 (“de la que todo lo demás se deriva”):

El mundo como cosa en sí es una gran voluntad, que no sabe lo que quiere; pues ella no sabe sino que simplemente quiere, justamente porque ella es una voluntad y no otra cosa.

Y dice Safranski:

Aunque Schopenhauer también partió de una filosofía trascendental, no llega a ninguna transparente trascendencia: el Ser no es sino ciega voluntad, algo vital, pero también opaco, que no señala hacia nada con sentido ni con designio. Su significado está en que no tiene significado, solo es. La esencia de la vida es deseo de vida, una frase que es confesadamente tautológica pues la voluntad no es nada sino vida. “Voluntad de vivir”, contiene solo una duplicidad lingüística. El camino hacia la “cosa en sí”, que también transita Schopenhauer, termina en la más oscura y espesa inmanencia: en la voluntad sentida en el cuerpo (p. 313).

En 2010 Rüdiger Safranski ha editado una selección de textos de Schopenhauer bajo el título Arthur Schopenhauer. Das große Lesebuch (Fischer Verlag, Frankfurt am Main, 2010). Y, sorprendentemente, en las páginas 23-24 encontramos a Safranski diciendo algo muy distinto a lo que acabamos de leer, dudando, arrastrado -supongo que gozósamente- por la enormidad todavía no bien medida de la metafísica de Schopenhauer:

El mundo de la voluntad quizás no es todo. Schopenhauer aclaró en un comentario a su obra principal: “que en mi filosofía el mundo no completa la total posibilidad del Ser”. Se trata de una sorprendente afirmación, pues significa que la negación [de la voluntad] no conduce a un muerto no-Ser [ersterbendes Nichtsein], sino a otro Ser. Cada gran filosofía tiene su inefabilidad, su misterio informulable. En el caso de Schopenhauer me parece que está en esta frase insinuado: “que en mi filosofía el mundo no completa la total posibilidad del Ser” [bei mir die Welt nicht die ganze Möglichkeit alles Seyns ausfüllt].

Esta crucial afirmación de Schopenhauer la encontramos en la página 740 de la segunda parte de su obra capital: El mundo como voluntad y representación (Sämtliche Werke, edición de Arthur Hübscher revisada por su mujer Angelika Hübscher, 7 volúmenes, F. H. Brockhaus, Mannheim, 1988).

En la Metafísica de Schopenhauer el “mundo” (lo que Schopenhauer entendía por mundo) es una parte minúscula de la totalidad, de lo que se es (de lo que somos) más allá de la puntualmente mundanal condición humana. De hecho, esa metafísica, ese modelo de totalidad construido con palabras que nos regalo Schopenhauer, tiene espacio semántico suficiente como para afirmar que somos en realidad una “Nada Mágica”, capaz, desde su omnipotencia, desde su libertad radical, de autoconfigurarse en cualquier modelo de mundo, en cualquier modelo de voluntad ya determinada.

La expresión “Nada mágica” es una propuesta mía, no de Schopenhauer: una herramienta hermenéutica que puede ser útil para vislumbrar el imponenente tamaño que tiene su sistema metafísico.

En cualquier caso esa herramienta hermenéutica ha sido decisiva para desarrollar mi trabajo Die Magie in Schopenhauers Metaphysik: ein Weg, um uns als „magisches Nichts“ zu erkennen [La Magia en la Metafísica de Schopenhauer: un camino para conocernos como “Nada mágica”]. Este trabajo, como ya he anunciado en posts anteriores, está a punto de ser publicado en Schopenhauer-Jahrbuch (Königshausen & Neumann, Würzburg). Muy pronto espero traer aquí ese texto -que está escrito en alemán- y una traducción al español. Creo que merece la pena. Es una delicia filosófica, un lujo para la mirada, seguir a Schopenhauer en su intento de legitimar recíprocamente la Magia y su sistema filosófico. Y creo, honestamente, que es precisamente la Magia la mejor puerta de entrada a esa soprendente galaxia de frases, la mejor perspectiva para contemplar lo que ahí emerge.

2.- Romanticismo.

Esta obra me ha ofrecido algunos contenidos interesantes sobre los vínculos entre la Magia y la Filosofía. Estos contenidos están en el sexto capítulo, que es el que Safranski dedica a Novalis. No es éste el momento de que exponga mi visión sobre la filosofía mágica de Novalis y su impactante similitud con el fondo del sistema filosófico de Schopenhauer (ambos quizás igualmente hechizados por ideas muy extremas del kantianamente hechizado Fichte).

Sí creo, no obstante, que merece la pena traer aquí una deslumbrante afirmación de Novalis:

“El mago más grande sería aquel que pudiera también hechizarse a sí mismo, de manera tal que sus hechizos se le presentaran como fenómenos autónomos creados por otros. ¿No será ese nuestro caso?”

La cita está disponible en: Novalis Schriften [Escritos de Novalis], edic. Richard Samuel-Paul Kluckhohn, 4 volúmenes, Bibliographisches Institut, Leipzig, 1928, vol.II, p. 394.

Sí, Novalis. Podría ser ese nuestro caso. Podría ser que estuviera ahí todo dicho. ¿Dicho por quién, a quién? ¿Por “qué” a “qué”?

Volvamos a Safranski. Romanticismo. Quisiera ofrecer ahora mis reflexiones sobre unos momentos de esa obra (la traducción es mía, y es dudosa):

– “El romanticismo es una época deslumbrante del espíritu alemán, con gran irradiación sobre otras culturas nacionales. El romanticismo como época ha pasado, pero lo romántico como mentalidad [Geisteshaltung] permanece […] Lo romántico es fantástico, ingenioso, metafísico, imaginario, impulsivo, exaltado, abismal. No está obligado al consenso, no necesita ser socialmente provechoso, ni siquiera estar al servicio de la vida. Puede amar la muerte. Lo romántico busca la intensidad hasta llegar al dolor y la tragedia. Con todo esto no es lo romántico especialmente adecuado para la Política. Cuando se derrama en la Política, debería estar unido a una fuerte dosis de realismo. Y es que la Política debería basarse en el principio de prevención del dolor, del sufrimiento y de la crueldad. Lo romántico ama lo extremo, una Política racional el compromiso” (p. 392).

– “Por otra parte no deberíamos perder lo romántico, pues la racionalidad política y el sentido de la realidad es demasiado poco para la vida. […] El romanticismo provoca curiosidad hacia lo completamente otro. Su desatada fuerza imaginativa nos ofrece el espacio de juego que necesitamos, si es que consideramos, con Rilke, que:

en el mundo interpretado

no nos sentimos confiados en nuestro hogar.

Es una traducción mía, muy criticable, incluso por mí mismo. Ofrezco el original:

daß wir nicht sehr verläßlich zu Haus sind

in der gedeuteten Welt.

Con esta frase de Rilke (que es un recorte sacado de la Primera Elegía de Duino) concluye la obra de Safranski. Cabría afirmar que es precisamente ese “mundo interpretado” lo que el propio Safranski denomina “realidad”, como algo contrapuesto a “lo romántico”. Tengo la sensación de que esos “mundos reales” son productos poéticos puntualmente aquietados por el consenso de las tribus humanas (por decirlo de alguna manera). El romanticismo como actitud filosófica, epistemológica incluso, intensifica la potencia de la mirada hasta el punto de dejar traslúcidos los tejidos de fantasía que constituyen las “realidades puras y duras”; y hasta el punto de tomar conciencia de la autoría de esos tejidos cosmizadores.

Parecería que Safranski quiere proponer una medida de higiene poética. Parecería que quiere crear un traje de máxima protección anti-vírica que impidiese la entrada de los virus imaginativos propios del romanticismo en el ámbito de la Política, esfera ésta donde solo habría que estar a los hechos de la realidad pura y dura y trabajar por un consenso destinado a la “prevención del dolor, del sufrimiento y la crueldad” (p.392).

No veo que el objetivo de la Política deba ser la prevención del dolor, del sufrimiento. Cuidado. El sufrimiento no voluntario es fuente de sublimación, de creatividad, de elevación. Sugiero la lectura de mi bailarina lógica “Tapas (Sufrimiento creativo)”. Se puede entrar en ella desde [Aquí].

El desafío, creo, no sería tanto crear ese himen entre dos mundos, como iluminarlos, ambos, con la luz de la Filosofía: saber que la Política está hechizada con bailarinas lógicas [Véanse aquí], saber que podemos analizar las consecuencias que su baile puede provocar en el sacro ser humano (mi humanismo es conscientemente irracional, y no puede fundamentarse a sí mismo), saber que contamos con una gran fuerza poética capaz de construir, de custodiar, de desinstalar si acaso, mundos enteros.

Afirma Safranski (p. 393) que la “tensión entre lo romántico y lo político pertenece a la todavía más abarcante tensión entre lo imaginable y lo vivible”. He traducido la palabra alemana “Vorstellbaren” como “imaginable”. “Vorstellung” puede traducirse al español, efectivamente, como “imaginación”, aunque también como “presentación”, “representación” o, incluso, como “obra de teatro”. Schopenhauer da comienzo a su obra capital afirmando “Die Welt ist meine Vorstellung“. Normalmente esta famosa frase se traduce como “El mundo es mi representación”. Podría traducirse también como “El mundo es mi imaginación”. No creo que el “mundo vivible” al que se refiere Safranski sea distinto que el imaginado. El peligro, en Política, está en dejarse atrapar por mundos imaginados por otros, sobre todo si esos mundos no son creados desde el amor, sino desde odio (es decir, desde la estupidez). La Filosofía sería experta en mundos, en tejidos de mundos. Y en amor también.

Por ello la Filosofía es ineludible para la Política.

Eso de “mundo” cabe también pensarlo como un sumatorio de sustantivos, una tradición social (Unamuno), una ficción que no ha nacido de un engaño deliberado sino de una multimilenaria epidemia de hechizos. No hay demonios conspiratorios, solo hombres de buena fe que no son lo suficientemente lúcidos como para saber que no hay demonios.

Sospecho, en cualquier caso, que lo que de verdad hay -la realidad pura y dura- nos es inimaginable.

“El mundo” es algo así como un dibujo, o una programación (autolimitación/protección) de la mirada. Por eso, en el fondo, lo vemos con cierta extrañeza, porque todos somos románticos, todos sentimos algo que no queda simbolizado en ningún sistema-mundo (“el mundo interpretado” al que parece que se refirió Rilke).

Todos, en algún momento, hemos sentido en la piel del alma la brisa de lo Inefable, de lo no interpretado. Por eso filosofamos con estupor maravillado.

Safranski filosofa con ese estupor, pero desde la calma. Es un gran placer tanto leerle como escucharle. Gracias amigo por tu precioso trabajo.

David López

 

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Las bailarinas lógicas: लीला (“Lila”).

 

लीला

“Lila”. Las dos vocales se pronuncian largas, sin prisa, como si estuviéramos en un ritual de magia sacra. Es una palabra que en sánscrito significa, entre otras cosas, juego. Juego sagrado. ¿Juego de quién? ¿Dónde? ¿Juego de Dios en la mente del hombre? ¿Por qué y para qué ese juego?

¿Y qué es, exactamente, eso de “jugar”?

Una pregunta fundamental en Filosofía es la siguiente: ¿Qué pasa aquí? ¿Qué es todo esto que se nos presenta como mundo ante la conciencia? ¿Cuál es el gran secreto del mundo? Por cierto: ¿Lo queremos saber?

Quizás esta preciosa palabra sánscrita nos ofrezca una sobrecogedora  inmersión en el  corazón del mismísimo Dios.

“Lila”. Ella quiere decirnos que estamos dentro de un juego: dentro del juego de Brahman. Dentro de nuestro propio juego. Porque somos, en realidad — en nuestro ser verdadero — un mago descomunal auto-ocultado que opera en su propia carne/mente.

Me encontré por vez primera con una versión escrita de esta idea leyendo un libro de Luis Renou (El hinduismo, Paidós, Barcelona 1991). Y leí lo siguiente:

“El Linga-purana hace hablar a éste [a Brahman] en los siguientes términos: ‘La conciencia fue creada por mí, y también la noción-de-yo en sus tres formas, la cual proviene de la conciencia; de ahí los cinco elementos sutiles, de ahí el espíritu y los sentidos corporales, el éter y las demás esencias, y lo que de ellas ha surgido: todo eso lo he creado yo, jugando” (p. 64).

Jugando.

Y pensé entonces en la seriedad y la inmensidad de mis juegos de niño. Yo recuerdo haber permanecido eternidades en mi habitación, con no más de cuatro años, sintiendo que estaba en el taller de los dioses: una zona muy seria, seria de verdad, fabricando realidad: entrando y saliendo de ella, con mis soldados y mis indios y mis vaqueros de plástico.

Un niño jugando en solitario es un Dios visible, disfrazado de animal vulnerable, que opera (que oficia) en un mundo invisible para los adultos.

Muchos años más tarde — ya autoexpulsado de ese taller sagrado — me sorprendí, casi me asusté, leyendo estas frases de Novalis:

“La naturaleza es, por tanto, puramente poética, y así el cuarto de un mago, de un físico, un cuarto de niños, un trastero y una despensa” (Novalis; Escritos escogidos, edición de Ernst-Edmund Keil y Jenaro Talens, Visor, 1984, p.120).

Y, finalmente, creo que debo decir que he sentido algo inexpresable ante los fenómenos de Second Life o los SIMS.

Este diccionario lo he ido denominando “Las bailarinas lógicas”. El término lo tomé precisamente de la mitología hindú: quería visualizar las palabras-bailarinas como sacerdotisas de un juego que Vak (la diosa de la palabra) juega en nuestra mente. Pero ¿es nuestra nuestra mente?

“Lila”. Antes de exponer mis ideas sobre esta palabra crucial, creo que debemos detenernos en los siguientes lugares:

1.- “Lila” en en el hinduismo. Se dice que como concepto aparece, por primera vez, en el Brahmasutra 2.1.33. El Gita, por su parte, en mi opinión, explicita una especie de videojuego sagrado. Hay que jugar al karma, pero con distancia, con conciencia de su sagrada artificialidad. Brahman sería el gran mago que se transforma a sí mismo en el mundo. La fuerza dinámica del juego-mundo sería karma (acción condicionada y condicionante… todo conectado con todo en el gran juego del universo). Hay instrucciones para jugar bien. Instrucciones que se envía el Gran Jugador a sí mismo.

2.- El libro de Job (en mi opinión, un desagradable juego entre Dios y el Demonio). Estudié este libro de la Biblia con especial profundidad gracias a un brillante curso de doctorado que impartió la profesora Isabel Cabrera en la Universidad Complutense de Madrid (“Un modelo para el estudio de la mística”). Hoy creo que, dentro de la narración cristiana, la histórica entrada de Dios en el mundo — Jesucristo — podría significar un insólito acto de amor (compasión, identidad incluso) hacia simples criaturas de su propio juego creativo.

3.- Novalis. En el fondo del mundo habría un mago jugando. Recomiendo, aparte de la ya citada, estas dos publicaciones:

  • Novalis (Plilosophical writings), traducción de Margaret Mahony Stoljar, State University of New York Press, Albany, 1997.
  • Novalis (Gesammelte Werke), edición de Hans Jürgen Balmes, Fischer Verlag, Frankfurt, 2008.

4.- Schiller. “Expresado con toda brevedad, el ser humano sólo juega cuando es hombre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es enteramente ser humano cuando juega”. Esta frase de Schiller la recoge Rüdiger Safranski en su obra Romantik (Eine deutsche Affare). Edición española: Rüdiger Safranski: Romanticismo (Una odisea del espíritu alemán), Tusquets, Barcelona 2009. Schiller cree que en el juego del arte el ser humano es verdaderamente libre. La belleza -el arte bello- conduce a la libertad porque aumenta la sensibilidad. Y el juego crea distancia, perspectiva, civilización en su grado máximo. El hombre como “homo ludens”. Safranski utiliza estas palabras: (p. 43 edición española): “Por ejemplo, la sexualidad se sublima como juego erótico, ya así deja de ser meramente animal para volverse verdaderamente humana”. Sobre Schiller, aparte la ya citada de Safranski, creo que pueden ser interesantes las siguientes publicaciones:

  • Schiller: Cartas sobre la educación estética del hombre (trad. J.Feijóo y J. Seca), Anthropos, Barcelona 1990. Esta obra está disponible, gratis, y en su versión original aquí: http://gutenberg.spiegel.de/buch/3355/1
  • Rüdiger Safranski: Friedrich Schiller, oder die Erfindung des deutschen Idealismus, Munic, Hanser, 2004. Edición española: Rüdiger Safranski: Schiller o la invención del idealismo alemán, Tusquets, 2006.
  • F. C. Beiser: Schiller as philosopher, Oxford University Press, 2008.
  • Schiller: arte y política, Antonio Rivera García (editor), Editum (Ediciones de la Universidad de Murcia), 2010.

* Mi artículo sobre Rüdiger Safraski puede leerse [Aquí].

5.- Kierkegaard. Dios creó el mundo por aburrimiento. Más adelante me ocupo brevemente de esta sorprendente palabra (y del sorprendente concepto que ella simboliza)

6.- Sartre. En su obra “La náusea” este filósofo expresa el hastío ante un determinado cosmos, ante una determinada configuración de universales [Véase “Universales”]. Le acecha un aburrimiento pre-creacional. Necesita un juego que le estimule para seguir jugando el juego de la vida. Necesita un nuevo mundo con sus desafíos lúdicos. [Véase “Ser/Nada”].

7.- Emilio Lledó [Véase]. En su obra Ser quien eres (Ensayos para una educación democrática), este autor apuntaba la necesidad de un nuevo discurso.  Nuevos hechizos en realidad (nuevos juegos en nuestra mente). Sugiero la lectura de la crítica que en su día hice de la citada obra de Emilio Lledó. Se puede acceder a ella desde [Aquí].

Lo que el baile -el juego- de la palabra “Lila” provoca en mi mente y en mi corazón es más o menos lo siguiente:

1.- ¿Qué es, exactamente, “jugar”? Creo que con esa palabra nos referimos a la creación de dificultades artificiales, inexistentes, para generar determinadas emociones. Se juega para emocionarse (para provocar determinadas secreciones hormonales, dirían quizás los materialistas/hormonalistas). Quizás no se pueda vivir, en un cuerpo físico, sin determinadas secreciones. El sistema humano no estaría preparado para la ausencia de peligros, desafíos, conquistas, victorias, etc. Estamos ante creaciones de realidades virtuales. Jugar sería huir del aburrimiento, del horror del no-horror, del no-estímulo, de la no-vida. Una definición de juego podría ser esta: “creación artificial de situaciones estimulantes”. En cualquier caso, no debemos olvidar que los animales también juegan.

2.- La clave de un buen juego estaría en ilusionar. La vida es ilusión en el sentido más amplio que pueda tener esta palabra. El mejor juego es el que más ilusiona: el que permite entrar -virtualmente- en un mundo de promesas y de amenazas.

3.- Pero creo que también se juega cuando no se juega. El juego meramente artificial supliría carencias del juego de la vida. ¿Qué juego es ese? ¿A qué estamos jugando? Creo que se trata de la lucha, constante, fascinante, por fabricar nuestro cosmos soñado, por hacerlo visible, habitable, para nosotros, y para nuestros seres queridos. Jugamos a cosmizar el infinito, el caos que nos amenaza. Jugamos el gran juego de la vida, que es jugar con Dios a que se perfeccione su Creación.

4.- La palabra española “aburrimiento” lleva dentro  el prefijo ab (que suele significar la idea de separación o abstracción respecto de algo) y el verbo horrere (que significa “tener miedo”). “Separase, abstraerse del miedo”. No emociones ante algo supuestamente amenazante. Quizás lo único de lo que carece Dios es de carencia, y de amenaza, y de otredad. Quizás todo esto, para recibir existencia, requiere una fabuloso acto de auto-engaño, de auto-olvido: la omnipotencia quiere sacar de sí un lugar donde jugar a la impotencia. Y crea un mundo, que no es sino un fabuloso juego sagrado.La gran amenaza (decía Schopenhauer). Creo que dentro de no muchos años habrá seres humanos bostezando de tedio -sufriendo de absurdidad- frente a los ventanales de una casa construida en algún anillo de Saturno, al atardecer. El ser humano rutiniza, banaliza, cualquier prodigio. Por eso tiene que crear nuevos mundos, para no aburrirse. Tiene que crear nuevos cielos y nuevos infiernos muy ilusionantes. Las grandes narraciones de las ideologías políticas juegan ahí: creando grandes malos, grandes amenazas, grandes causas… para jugar, para seguir vibrando de emoción en el juego sagrado de la vida.

5.- En estados de meditación profunda no existe el aburrimiento, quizás porque no hay separación de nada [Véase “Meditación“]. Se podría decir entonces que solo se aburre la mente, o una determinada función del cerebro. Pero siempre regresamos al mundo -yo al menos-porque amamos este juego, esta ilusión. Lo cierto es que si convertimos la meditación en un elemento fundamental de nuestra rutina diaria, el juego de la vida aumenta su capacidad de fascinarnos. Y no sólo eso, sino que aumentan también nuestras capacidades de jugar bien. Es curioso: el juego de la vida se puede jugar mejor o peor. Si se juega bien, hay grandes premios: grandes experiencias. Y las instrucciones del juego están repartidas en varios soportes. Recordemos el Gita, entre otros manuales de ayuda.

6.- Las bailarinas lógicas. Los hechizos de las palabras. Los juegos del lenguaje. Creo sostenible que el mundo entero que se presenta como tal ante “nuestra conciencia” -el universo, todos los dioses o no dioses, materia o energía, etc.- no es más, ni menos, que un juego del lenguaje: un gran juego de bailarinas lógicas a las órdenes de Vak (que sería uno de los avatares de Brahman; o de Dios, si se quiere). Nuestro mundo es un juego de palabras. Un juego del lenguaje, si se quiere evocar a Wittgenstein.

Y creo que cabe crear nuevos juegos, nuevos mundos, nuevos cielos bajo los que seguir ilusionándose sin perder el respeto al principio de veracidad. Caben honestas irrupciones de prodigios todavía por estrenar. Me refiero a nuevas ilusiones para ser compartidas por eso que llamamos “Humanidad” [Véase].

Porque creo que sin ilusión no hay sacralidad; y que sin sacralidad no hay Humanidad.

David López