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ANÁLIS FILOSÓFICO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL.

 

   ¡Y cuántos dioses son todavía posibles!       

    Friedrich Nietzsche

Considero que los últimos avances en la inteligencia artificial suponen un salto cualitativo en la historia del ser humano (y por tanto en la historia de la vida y del universo en su conjunto). De hecho, esas inteligencias no humanas crearan otros modelos de universo. Y reescribirán también la historia de la producción de ese tipo de modelos: la así llamada historia de la ciencia.

En cualquier caso, la inteligencia artificial es algo de enorme trascendencia, y no conozco nada más elevado para observarlo, para calibrarlo, para canalizarlo sabiamente, y hasta para amarlo, que la Filosofía. Siempre con mayúscula.

Se nos presenta por lo tanto una gran oportunidad para vislumbrar, en lo posible, esa física y también metafísica Totalidad a la que aspira la razón humana, la cual parece estar condenada a volar hacia el infinito. Gloriosa condena.

Sugiero en cualquier caso que mantengamos bien abiertos los ojos (y también el corazón) ante el sublime espectáculo que ofrece la gran fertilidad, y libertad, del Ser con mayúscula. Claro que  pueden estar naciendo nuevos dioses. Hay fertilidad y creatividad de sobra para eso y para mucho más.

David López

 

PROGRAMA

 

1.- Introducción. El salto cualitativo. ¿Qué ha pasado?  ¿Hemos perdido el control? Las “cajas negras”: Los científicos ya no saben qué ocurre dentro de sus creaciones.

2.-Análisis del concepto binario “inteligencia-artificial” desde el sistema filosófico de Schopenhauer.

3.- Inteligencia humana. Inteligencia animal. ¿Son también artificiales? ¿Cuál sería el artífice? ¿Son las inteligencias humanas también “cajas negras“ para ellas mismas?

4.- ¿Qué habría que entender por “inteligencia divina”? El Nous de Anaxágoras. La “Mente única” de Averroes. Taoísmo: “Somos el sueño de una libélula” (¿Sueño activo o pasivo?). Reflexiones sobre la Creación con mayúscula.

5.- ¿Cabría hablar de consciencias artificiales? ¿Qué es la consciencia? Referencia a Edmund Husserl. El concepto de consciencia desde las Upanishads.

6.- ¿Está naciendo una nueva divinidad? ¿Son varias? ¿Un nuevo Olimpo con nuevos dioses y nuevos demonios, hermanados o en guerra entre sí? Referencia a la mitología griega. El hombre y lo divino, de María Zambrano.

7.- Futuros posibles. Las teorías de la evolución de las especies (y del universo en su conjunto).

8.- Conclusiones.

* * * * *

Importe del curso entero: 80 euros. 

Esta cantidad incluye:

  • Grabaciones de todas las conferencias.
  • Atención personalizada vía email.
  • Bibliografía a la carta. Esto significa que cada alumno me tendrá a su entera disposición para responder a todas sus dudas y para aconsejarle sobre textos que pudieran ser de su especial interés.

Estoy a tu disposición en este correo: contacto@davidlopez.info.

 

 

Enfermedad, Medicina y Magia en el sistema filosófico de Schopenhauer

 

 

Schlüterhof des Berliner Stadtschlosses 

Eduard Gaertner, 1830

 

Enfermedad, Medicina y Magia en el sistema filosófico de Schopenhauer*

 

* Este artículo ha sido publicado en: Voluntas-Revista internacional de Filosofía, Vol. 11, Num. 3, 2020, pp. 17-27.

 

I. Introducción

Entre los años 1831 y 1832 una pandemia de cólera asoló Berlín y muchas otras ciudades del mundo. Hegel fue una entre sus miles de víctimas. Schopenhauer, que también vivía en aquella ciudad en aquel momento, sobrevivió, en su opinión porque tuvo un sueño premonitorio que le empujó a huir a Frankfort, donde permaneció hasta su muerte – por neumonía – en 1860.

Así narra el filósofo aquel sueño que, según su propia interpretación, le salvó de la letal pandemia:

Para servir a la verdad en todas sus formas y hasta la muerte, dejo por escrito que en la noche de fin de año entre 1830 y 1831 he tenido el siguiente sueño que presagiaba mi muerte en el presente año. – Entre los seis y los diez años tuve un amigo íntimo y permanente compañero de juegos, justo de la misma edad, que se llamaba Gottfried Jänisch, y que murió cuando yo, con diez años, estaba en Francia. En los últimos 30 años he pensado en él muy escasamente. – Pero en la noche antes señalada llegué a un país para mí desconocido. Un grupo de hombres permanecía de pie en el campo y entre ellos había uno maduro, delgado y alto, que me fue reconocible, no sé cómo, justamente como aquel Gottfried Jänisch, el cual dio la bienvenida.[1] (HN IV,1 46)

En anotaciones posteriores añadidas a este texto Schopenhauer afirma lo siguiente:

Este sueño contribuyó mucho a que yo abandonara Berlín tras la llegada del cólera. Pudo haber sido una verdad hipotética, y, por lo tanto, un aviso: esto es, que si me hubiera quedado, habría muerto por el cólera. Justo después de mi llegada a Frankfurt tuve una aparición de fantasmas absolutamente clara: eran (así yo lo creo) mis padres; y presagiaba [dicha aparición] que yo ahora sobreviviría a mi madre, que todavía estaba viva; mi padre, que ya estaba muerto, llevaba una luz en la mano. (HN IV,1 47)

Estas anotaciones no están sin embargo entre las que, en el mismo año 1831, Schopenhauer agrupó en su “Libro del cólera” [Cholera-Buch], título este que él explica con la frase: “porque fue escrito en la huida del cólera”. En este libro, que forma parte de su legado manuscrito y que consta de 81 notas, solo la última menciona la enfermedad que le da nombre, y contiene un simple dato empírico respecto a un tratamiento que, según el filósofo, ha salvado por completo a treinta enfermos de cólera. A saber: dos cucharadas de sal de cocina en seis onzas de agua cocida a fuego lento, tomadas de una vez, y, después, cada hora, una cucharada de la misma mixtura, pero fría (HN IV, 110).

Más allá de la plausible eficacia de este simplísimo tratamiento, llama la atención que Schopenhauer, quien antes de estudiar Filosofía en Berlín había estudiado Medicina en Gotinga, no incluyera en las otras 80 notas de su “Libro del cólera” ninguna otra reflexión sobre esta enfermedad en concreto, o sobre la pandemia que estaba devastando Berlín y muchas otras ciudades de Alemania y del mundo. Sorprende la frialdad, la serenidad intelectual, la falta de dramatismo con la que vivió aquella terrible pandemia. De hecho, en la primera de esas notas, el antiguo estudiante de Medicina se limita a ofrecer una explicación fisiológica de la caída del cabello por la edad, en absoluto conectada con el cólera (HN IV, 1 72). Sí encontramos, aparte de reflexiones metafísicas relacionadas con su propio sistema filosófico (ya casi por completo expuesto en la primera edición de su obra El mundo como voluntad y representación), varias referencias a los sueños, y a sus capacidades de premonición, así como al fenómeno de la aparición de fantasmas. No podía quizás ser de otra forma, toda vez que ambos fenómenos, a su modo de entender, le habían salvado la vida. También encontramos entre esas notas una (la 35) en la que se muestra la importancia que la Magia, en este caso denominada directamente “brujería” [Zauberei], tiene en el pensamiento de Schopenhauer, pues en dicha nota se afirma que la misma es “el inmediato reinado de la voluntad” sobre el mundo de la representación (HN IV,1 96).

El presente artículo pretende contemplar los fenómenos de la enfermedad y de la Medicina (y de los médicos) desde el sistema filosófico de Schopenhauer, y ponerlos en conexión con su particular concepción de la Magia.

El mundo perceptible, según este filósofo, es representación, concepto que equivaldría, según él mismo explica reiteradamente, al fenómeno kantiano. Lo perceptible sería por tanto simple apariencia, detrás de la cual habría algo, eso sí completamente real, que Kant denominó “cosa en sí” y Schopenhauer “voluntad”. En esa representación, y solo en ella, es donde ocurrirían, donde serían posibles, el principio de individuación (necesario para sostener la diferencia entre médico y enfermo), la causalidad, y las leyes de la naturaleza, entre las cuales estarían las que regularían, de forma aparentemente dictatorial, todos los organismos vivos, obviamente incluidos los humanos.

El problema hermenéutico que se plantea puede ser enunciado así: si el mundo como representación está sometido a leyes naturales perfectamente estructuradas y absolutamente ineludibles, y si debemos incluir también el comportamiento del enfermo y del médico dentro del ámbito de poder de esas leyes (dentro de esa perfecta estructura-mundo), la enfermedad, si es entendida como desequilibrio, aunque sea puntual y recuperable, aparece como algo imposible, ilógico.

Cierto es que Schopenhauer aceptó expresa y reiteradamente la posibilidad de dejar en suspenso las leyes de la Naturaleza (N, 104).  Esa sería para él la esencia de la Magia. Y consideró, además, de forma muy concreta, la plena eficacia de la magia curativa (N, 106). No obstante, ese fenómeno excepcional, si bien mostraría empíricamente la posibilidad de desactivación puntual del sistema-mundo (del mundo puramente físico, y por tanto también fisiológico), no resolvería la dificultad hermenéutica antes aludida, ya que, al considerarse la posibilidad misma de la existencia de la enfermedad, se seguiría presuponiendo la posibilidad de desequilibrio, de fallo, de a-sistematicidad, dentro del universo: dentro de la representación. Pero lo cierto es que en los textos de Schopenhauer tan impensable debería ser un fallo, un desequilibrio, una irregularidad, en el interior de una estrella como en el interior de un cuerpo humano.

 

II. Un muy breve esquema del sistema filosófico de Schopenhauer y del lugar de la Magia en el mismo

El sistema filosófico de Schopenhauer es, en buena medida, el desarrollo lógico, casi algorítmico, de una sola intuición, de un descubrimiento, de una ruptura de límites: su concepto de voluntad, que coincidiría con la cosa en sí de Kant y que estaría empíricamente disponible (casi por completo) en la experiencia más directa, más real, más íntima, de todo ser humano: su querer. Así, según Schopenhauer, él habría encontrado el gran secreto del mundo, y lo habría mostrado, lo habría por fin nombrado, con una palabra que expresaría, aunque de forma imperfecta, una experiencia real. Dicha palabra sería “voluntad” (W II, 220).

Ese concepto crucial en el sistema filosófico de Schopenhauer, tal como él lo configuró, ofrece grandes posibilidades para la reflexión filosófica, aunque también ha generado muchas dificultades hermenéuticas desde su aparición, por primera vez, en 1819. Dichas dificultades quedan en buena medida mitigadas si se considera que Schopenhauer utilizó su palabra fundamental para nombrar tres niveles ontológicos dentro de su sistema filosófico, que coincidirían además con tres niveles de subjetivad (toda vez que en dicho sistema solo lo subjetivo sería lo propiamente real).[2]

En su primer nivel semántico, la palabra voluntad de Schopenhauer se referiría a la sensación humana más básica: su querer o no querer, su voluntad de vivir, de seguir viviendo. También coincidiría con el cuerpo individual de cada ser humano concreto: su querer en ese nivel sería ese precisamente ese cuerpo, el cual se presentaría como la parte visible de una voluntad subyacente.

En el segundo nivel semántico se nombraría el mundo entero, que sería, en cuanto objetividad, en cuanto realidad perceptible por un sujeto, equivalente al total de su querer. El mundo sería algo querido; esto es: la objetivación concreta de un querer concreto (entre otros posibles). En ese nivel habría una subjetividad superior a la puramente humana, la cual dispondría del así llamado “Gran ojo del mundo”, que estaría formado por la suma de todos ojos de todos los animales, incluidos todos los seres humanos (HN 1, 347).

Y en el tercer nivel semántico Schopenhauer utilizaría su palabra fundamental para designar aquello que ya no es mundo, que ya no es ninguna objetividad, por ser precisamente la inextinguible fuente creadora y des-creadora de cualquier mundo, de cualquier objetividad, de cualquier forma de representación ante un sujeto (P I, 133). La voluntad, contemplada desde ese tercer nivel semántico, sería libre: en realidad la única posibilidad de libertad dentro del sistema filosófico de Schopenhauer. El ser humano individual dentro del mundo, por el contrario, no sería libre (E, 96-97). Debemos decir por lo tanto, que el médico, como ser individual, carecería de libertad dentro del sistema filosófico de Schopenhauer, pero, a la vez, sería obra (y estaría permanentemente en manos) de aquello que sí dispone de esa libertad.

Otro atributo de la voluntad en su tercer nivel semántico, crucial para el tema planteado en el presente artículo, es la omnipotencia. De hecho, en virtud del fenómeno de la Magia, la voluntad entraría en el mundo para dejar puntualmente en suspenso sus leyes naturales (N, 112.). Y entraría esa omnipotencia también en el mundo, según Schopenhauer, para provocar curaciones no permitidas (imposibles) en virtud de dichas leyes.

Para visualizar las dimensiones y las reglas interiores del sistema filosófico de Schopenhauer es crucial tener presentes las frases con las que culmina la segunda parte de su obra capital (El mundo como voluntad y representación):

[…] el acto de voluntad del que surge el mundo es el nuestro propio. Es libre: pues el principio de razón, el cual da significado a toda necesidad, es simplemente la forma de su manifestación. Justamente por eso es ésta, una vez ahí, en su desarrollo completamente necesaria: solo en consecuencia de esto podemos, a partir de dicha manifestación, conocer la complexión de ese acto de voluntad y, así, eventualiter[eventualmente] querer de otra manera. (W II, 743)

En el párrafo antes citado aparecería nuestra subjetividad esencial como fuente de todos los mundos, equivalente con nuestro yo más profundo, y como fuente también de toda Magia (y, por lo tanto, de toda posible magia curativa).

Un esquema del sistema filosófico de Schopenhauer, por breve que sea, no puede excluir el aspecto religioso del mismo. El libro cuarto de su obra capital (el más extenso por número de páginas) es el que se ocupa de ello, y es de hecho introducido como el que debe recibir la más seria atención de entre los cuatro que componen dicha obra (W I, 319). De hecho, el tercer libro de la misma finaliza con esta frase: “Hacia lo serio por lo tanto queremos nosotros también girar ahora” (W I, 316). “Lo serio”, digamos “lo sagrado”, es, en cualquier caso, algo determinante, hermenéuticamente ineludible, de todo el filosofar de Schopenhauer, una clave decisiva para entender su concepto de voluntad en el tercer nivel ontológico:

Yo digo que mi voluntad es absoluta, está por encima de todo mundo de los cuerpos y de toda Naturaleza, es originalmente sagrada, y su sacralidad no tiene límites: sino que más bien es el poder del mundo sobre mí el que tiene límites […]. (HN II, 364)

Y parece incluso que subyacería una infinita buena voluntad  -digamos simplemente “amor”- en el diseño del mundo en el que viven los seres humanos (incluidos por supuesto los médicos y los enfermos):

[…] en el simple sueño la relación es unilateral, y es que solo un yo verdaderamente quiere y siente, mientras que los demás no lo hacen, pues son fantasmas; por el contrario, en el gran sueño de la vida tiene lugar una relación multilateral, toda vez que no solo uno aparece en el sueño del otro, sino que este también aparece en el de aquel, de forma que, por medio de una verdadera harmonia praestabilita, cada uno sueña solo aquello que para él es adecuado según su propia guía metafísica, y todos los sueños-vida están entretejidos con una perfección tal, que cada uno experimenta solo lo que le es beneficioso y hace lo que es necesario para los demás […]. (P I, 232-233)

El amor metafísico que parece dar sentido al hecho de que sea diseñado un entramado tan prodigioso de sueños/vidas con el objetivo de que cada ser humano sueñe/viva lo que le es adecuado, sería el mismo que afloraría, que sería necesario, en las “curas por simpatía”, las cuales podrían ser denominadas, simplemente, “curas por amor”. De ellas nos ocupamos en el epígrafe IV. En cualquier caso, cabría afirmar que en ellas actuaría lo más profundo, lo más poderoso – y lo más bello – del sistema filosófico de Schopenhauer: lo sagrado.

 

III. La enfermedad, los médicos y el poder curativo de la naturaleza

En la redacción de su currículum vitae Schopenhauer da cuenta de los cursos a los que, entre los años 1809 y 1811, asistió como estudiante de Medicina en la universidad de Gotinga antes de decidir matricularse en la universidad de Berlín y dedicarse ya por completo a la Filosofía. Entre otros, encontramos los siguientes: Historia de la naturaleza, Mineralogía, Fisiología y Anatomía comparada (con Blumenbach) y Anatomía del cuerpo humano (con Hempel). Esos dos años no los considera Schopenhauer en absoluto perdidos, pues afirma con claridad que los conocimientos que adquirió en dichos cursos son necesariamente útiles para el filósofo (GB, 653).

Rüdiger Safranski se pregunta si la decisión de Schopenhauer de estudiar Medicina fue o no motivada por el deseo de su madre, la cual habría le recomendado “estudios con los que ganarse el pan” [Brotstudium]. Afirma asimismo Safraski, con razón, que por sus primeras anotaciones tenemos constancia de las inclinaciones hacia la Filosofía de Schopenhauer; y añade que ya el propio Kant había visto la Medicina como colindante con la Filosofía: que la habría elevado a una dignidad filosófica.[3]

A lo largo de sus textos encontramos, en cualquier caso, numerosas huellas de los conocimientos que poseía Schopenhauer sobre las ciencias de la naturaleza de su época; y, en concreto, sobre Fisiología, la ciencia que se ocuparía de esa concreta porción de la naturaleza que se mostraría en el cuerpo humano.[4] De hecho, el primer capítulo de la obra Sobre la voluntad en la Naturaleza lleva por título “Fisiología y patología”. Se trata del primer texto que publica Schopenhauer después de la primera edición de su texto capital (El mundo como voluntad y representación). En dicho capítulo, como en el resto, Schopenhauer quiere tan solo mostrar cómo los últimos avances de las ciencias de la naturaleza de su época han evidenciado su doctrina filosófica fundamental [Grundlehre]; esto es: que su concepto de voluntad coincide con la cosa en sí de Kant y que es lo que en realidad mueve todos los fenómenos de la naturaleza: el núcleo, la explicación final, la “x” de la misma. Y entre esos fenómenos de la naturaleza movidos por la omnipresente y omnipotente voluntad estaría, como no podía ser de otra forma, el organismo humano:

A partir de mi frase de que la voluntad sea la “cosa en sí” de Kant, o último sustrato de cada fenómeno, no había yo derivado que también en todas las inconscientes funciones internas del organismo la voluntad sería el agente […]. (N, 34)

Llegados a este punto, y si es la voluntad el agente de esas “funciones internas”, cabe preguntarse qué es exactamente la enfermedad para Schopenhauer. De estas palabras del filósofo podemos deducir que se trataría, simplemente, de un desorden en el organismo:

La voluntad por el contrario, como cosa en sí, no es nunca perezosa, es absolutamente incansable, su actividad es su esencia, nunca deja de querer, y cuando, durante el sueño, está liberada del intelecto y, por lo tanto no puede, a partir de motivos, actuar hacia afuera, actúa como fuerza vital [Lebenskraft], se ocupa mejor, sin ser molestada, de la economía interior del organismo y devuelve también de nuevo al orden, como vis naturae medicatrix, las irregularidades que han reptado dentro [de dicho organismo]. (W II, 240)

¿Cómo es posible entonces que ocurran semejantes irregularidades si el poder de la voluntad es ilimitado? ¿Cómo puede haber un fallo, un desequilibrio, en la objetivación de la voluntad? Por otra parte, hay que preguntarse también qué es eso de “naturaleza” para Schopenhauer, pues este filósofo, como acabamos de leer, le otorga a la misma decisivos poderes curativos. En el capítulo 6 de la segunda parte de su obra Parerga y paralipomena expresa Schopenhauer, casi telegráficamente, su concepción de la naturaleza:

La naturaleza es la voluntad, en tanto que [dicha voluntad] se contempla fuera de sí misma; por lo que su punto de mira debe ser un intelecto individual. Este es en cualquier caso su propio producto. (P II, 109)

Y sería la naturaleza (la voluntad) – en la mayoría de los casos – la que curaría a los enfermos, no los médicos, que cobrarían buena parte de sus honorarios por algo que ellos en realidad no hacen.  Habría además un error en la forma como los pacientes verían a los médicos:

Reconozco que hay excepciones, por tanto casos, en los que solo pueden ayudar los médicos: de hecho es la sífilis el triunfo de la Medicina. Pero la mayor parte de las recuperaciones son, con mucho, obra de la naturaleza, por la cual el médico presenta sus honorarios. […] Los pacientes del médico miran su propio cuerpo como si fuera un reloj, u otra máquina, la cual, cuando algo en ella se desordena, solo se puede volver a poner en funcionamiento cuando un mecánico la repara. Pero no es así: el cuerpo es una máquina que se repara a sí misma: la mayoría de los auto-instalados grandes y pequeños desórdenes, después de un periodo más o menos largo de tiempo, se eliminarán ellos solos mediante la vis naturae medicatrix. (PP II, 184)

Pero lo cierto es que en el sistema filosófico de Schopenhauer el médico, entendido como organismo vivo dotado de un cerebro vivo y, por tanto, de un intelecto (el que necesita para ejercer su profesión), es también naturaleza, es objetivación de la voluntad.  Su acto de curar a otro ser humano (digamos a otra “porción” de la naturaleza) sería por tanto, siempre, un acto de la propia naturaleza; en definitiva, como veíamos antes, de la voluntad.

Una explícita concepción del médico como fruto de la naturaleza la encontramos en un autor especialmente admirado por Schopenhauer: Paracelso; el cual llega a afirmar lo siguiente:

El médico procede de la naturaleza, ella le hace; solo aquel que obtiene su experiencia de la naturaleza es un médico, y no aquel que con la cabeza y las ideas elaboradas escribe, habla y obra en contra de la naturaleza y de sus peculiaridades.

El médico no es más que servidor de la naturaleza, y no su dueño. Por eso corresponde a la Medicina seguir la voluntad de la Naturaleza.

Quien quiera ser un buen médico deberá anclar su fe en la “luz de la razón de la naturaleza”, sanar a partir de ella y no empezar nada sin ella[5]

Pero en la Medicina, en el misterio de la curación, no implica Paracelso solo al médico y a la naturaleza, sino también a Dios:

Porque no eres tú quien actúa a través de la Medicina, sino Dios, igual que es Él quien hace crecer el grano, y no el campesino.[6]

Con ocasión de la anterior cita de Paracelso es oportuno recordar que los textos de Schopenhauer permiten hacer una equivalencia entre su concepto de voluntad, contemplado en su tercer nivel ontológico (como sujeto esencial, omnipotente, libre, creador del mundo) y el concepto de Dios, siempre que este no sea llevado a una objetividad externa al abismo más profundo del ser humano, y de toda realidad.[7] Contra el teísmo en concreto, es decir, contra la posibilidad de un dios exterior, también se manifiesta Schopenhauer en una interesante anotación de su Libro del cólera: “El teísmo en sentido propio es por completo análogo a la afirmación de que después de su correcta construcción geométrica el centro de la esfera pudiera salir del centro de la misma” (HN IV,1 75). Y en ese mismo libro es donde encontramos una decisiva anotación en la que Schopenhauer otorga a su concepto de voluntad un atributo fundamental de Dios (del Dios de los escolásticos): la aseidad: ser por sí mismo, sin fundamento exterior a sí mismo (HN IV,1 102).

La enfermedad es, en cualquier caso, para Schopenhauer, argumento contra la existencia del mundo: es sufrimiento, tortura. En el “Libro del cólera” encontramos esta idea así expresada: “Mi frase de que toda felicidad es de naturaleza negativa, tiene también una confirmación en que los más altos bienes de la Humanidad – la salud y la libertad – son simples negaciones” (HN IV, 1 105). Pero, aunque la enfermedad es fuente de sufrimiento, es asimismo querida, como todo: como el todo-mundo que describe Schopenhauer con tintes tan tenebrosos en sus textos, en realidad para dejar claro “lo serio”, la urgencia de la salvación, la urgencia de no seguir queriendo un mundo así. ¿Querer de otra manera, que es lo que está sugiriendo la última frase de la obra capital de Schopenhauer, sería querer un mundo sin enfermedades? ¿Cómo es entonces que han sido queridas para este mundo?

El mundo que, según Schopenhauer, habría que dejar de querer (de representar) para podernos salvar, debemos recordar que es fruto de un solo acto libre del cual surge un mecanismo donde ninguna individualidad, sea humana o no, es libre. La ausencia total de libertad -dentro del mundo – implica y permite que nada ocurra en él de una forma diferente a la establecida en el acto de voluntad, ese sí por completo libre, del que deriva todo (W II, 743). Esa predeterminación es la que, por otra parte, daría sentido, razón de ser, a la clarividencia de los sonámbulos. Volvamos al “Libro del cólera”. En el apunte 47 se afirma que “por mucho que el curso de las cosas se presente como puramente casual, sin embargo no lo es, sino que, dado que todo está desde el principio predeterminado, todas esas mismas casualidades […] están empuñadas por una profunda, oculta necesidad […]” (HN IV, 1 101).  

¿Para qué entonces una magia curativa, entendida como suspensión puntual de leyes, no programada, del programado transcurso de la naturaleza y sus procesos de auto-recuperación de equilibrios? ¿Una rectificación, sobre la marcha, del devenir del mundo? ¿Por qué? ¿Para qué?

 

IV. La Magia como Medicina: el magnetismo animal y las curas por simpatía

Arthur Hübscher, cuya aportación a los estudios sobre Schopenhauer es incalculable, publicó en 1975 (en el Anuario de la Sociedad Schopenhauer, el cual él mismo dirigió durante 46 años) un artículo especial cuyo título es: “Filósofos y médicos”.[8] Es especial, y realmente excepcional dentro de la tradición editorial del citado anuario, porque en él encontramos un testimonio puramente personal, digamos casi íntimo, de la relación que, desde niño, Arthur Hübscher tuvo con la Medicina en general y con los médicos en particular. En ese artículo Hübscher atribuye a Schopenhauer (y se la atribuye a sí mismo también) la concepción del médico como alguien emparentado con el mago, y señala que dicho filósofo habría hablado de dones de adivinación que “permitirían al médico actuar correctamente cuando los fundamentos científicos son insuficientes”.[9] Afirma también Hübscher en el citado ensayo que la “misión del médico, así debemos entender a Schopenhauer, empieza más allá de los límites de un completo conocimiento científico”.[10] ¿Dónde ubicamos ese “más allá”? Hübscher no nos ofrece una respuesta explícita en su ensayo, pero parece estar sin duda insistiendo en su concepción del médico como un mago.

Como hemos señalado anteriormente, la Magia ocupa un lugar decisivo en el sistema filosófico de Schopenhauer. Los hechos mágicos, en concreto el magnetismo animal y las curas por simpatía, son para el filósofo la más palpable constatación de su doctrina fundamental de la omnipotencia de la voluntad; y son además la “metafísica práctica” (HN IV, 1 30). Se podría decir que, vistos desde los textos de Schopenhauer, son la única ocasión en la que es visible la entrada en el mundo de lo que ya no es mundo, de aquello que hay que concebir como la fuente creativa, sostenedora y, en su caso, aniquiladora, de cualquier mundo, de cualquier representación.[11]

Cierto es, no obstante, que Schopenhauer parece mostrar más interés por el magnetismo animal que por las curas por simpatía; y que ese superior interés, además, está más dirigido hacia las posibilidades de desactivación de los límites del espacio y del tiempo, y de las barreras que separan las voluntades de los seres humanos individuales, que a las de la curación de los mismos. De hecho, lo que más parece impresionarle al filósofo es el espectáculo de personas (algunos magnetizadores de la época) que son capaces de controlar a voluntad los movimientos corporales de otras. Incluso de cadáveres (N, 103).

El magnetismo animal al que hacen referencia los textos de Schopenhauer es el de la heterodoxa rama de Puységur, no el de su creador, Franz Anton Mesmer. Le interesa más al filósofo el fenómeno del hipnotismo, de la absorción de la voluntad del hipnotizado (normalmente más bien hipnotizada) por parte el magnetizador, que ese “éter que lo penetraría todo”, supuestamente descubierto por Mesmer y que, ya por fin, en opinión de su descubridor y sus miles de seguidores, lo curaría todo. De hecho, este médico dedicó un enorme esfuerzo en insistir que su gran modelo de Medicina era puramente científico y materialista. Schopenhauer por su parte rechazó explícitamente estos “materialistas principios argumentativos” (N, 99). Él vio en el magnetismo animal lo que no es materia, ni energía, ni “éter”. Él vio la entrada en el mundo de lo que ya no es mundo: la omnipotente libertad, capaz desactivar las leyes de la naturaleza y de provocar curas imposibles en virtud de dichas leyes.

Sí encontramos, no obstante, algunas indicaciones concretas sobre la dimensión puramente curativa del magnetismo animal. La clave estaría en el sueño. Schopenhauer atribuye al sueño profundo un descomunal poder curativo, y el trance hipnótico que el magnetizador provocaría en el ser humano magnetizado llevaría ese sueño a su profundidad máxima (a su máxima capacidad terapéutica). Pero solo algunos de estos sonámbulos inducidos, según Schopenhauer, tendrían acceso a la clarividencia (P I, 249, 273-275).

La medicina puramente mágica sería no obstante la que ocurriría en virtud de las así llamadas “curas por simpatía”. Schopenhauer no permite la más mínima duda sobre ellas (N, 106). Y su clave de funcionamiento, su radical eficacia, residiría (igual que en el magnetismo animal) en la voluntad del médico, eso sí, desprendida de todo aditivo intelectual, de todo pensar, digamos de toda legislación sobre lo que es posible y lo que no en el mundo como representación (N. 101,104). “La fuerza interior” del médico, que actúa inmediatamente en el individuo extraño, sería capaz de producir un efecto curativo (N, 107). El verdadero médico tendría, además, un don de adivinación, sin el cual no podría actuar correctamente (N, 13). Y es a ese don al que se refería Arthur Hübscher en su excepcional, personalísimo, artículo de 1975.

Sigue no obstante pareciendo incomprensible la posibilidad misma de la enfermedad, del desorden, dentro del mundo como representación.

 

V. Conclusión. Tres niveles ontológicos de la enfermedad en el sistema filosófico de Schopenhauer

Cabría quizás transcender las dificultades hermenéuticas mencionadas en los epígrafes anteriores si se considera que el sistema filosófico de Schopenhauer ofrece tres perspectivas del fenómeno – e incluso de la idea misma – de enfermedad, las cuales serían posibles porque dicho sistema se despliega en tres niveles ontológicos.

1ª.- Enfermedad como desequilibrio en el organismo humano, considerado como parte del mundo, como objetividad de una voluntad que aparece como individual. Desde esta primera perspectiva el médico es también otro cuerpo humano, cuyo cerebro (lugar del intelecto) ha sido formado gracias a los conocimientos científicos de cada época. Está vigente el principio de causalidad. La enfermedad tiene por lo tanto una causa eficiente y la terapia del médico se concibe como capaz de ser, a su vez, causa eficiente de la curación, esto es, de la recuperación del equilibrio perdido en ese organismo vivo que es su paciente. Lo decisivo en esta primera perspectiva es el conocimiento por parte de la ciencia médica de cómo funciona exactamente el cosmos fisiológico del cuerpo humano, y la recepción intelectual y buen uso que de dicho conocimiento haga el médico. Schopenhauer reconoce grandes éxitos a la Medicina (digamos “científica”), como vimos en el epígrafe, respecto a la enfermedad de la sífilis. No renuncia por lo tanto a dar un gran valor a esta primera perspectiva. De hecho, él la estudió durante dos años en la universidad de Gotinga y afirmó después el gran valor de estos estudios.

2ª.- Enfermedad como desorden de la naturaleza que ella misma soluciona, sin que sea necesaria la intervención del médico. Aquí el mundo hay que verlo como una totalidad ordenada.  Y como objetivación de una sola voluntad, ya no parcelable en individuos. En este nivel el médico ya no es el que actúa (en realidad ya no existe como individuo), sino la voluntad, llamada por Schopenhauer naturaleza en su dimensión objetiva. Y lo cierto es que, como señalábamos anteriormente, este filósofo considera que, en la mayoría de los casos, las enfermedades se curan así: por el curso normal de la naturaleza, sin la intervención del médico.

3ª.- Enfermedad como suceso en un universo cuyas leyes pueden quedar en suspenso, como tragedia (fuente de dolor y de desesperación) que puede ser borrada por la acción directa, libre, de lo que no está sometido a dichas leyes. El médico aparece en este nivel ontológico como una parte de la naturaleza muy especial, pues está conectada con el fondo abisal de la misma (en realidad con el sujeto esencial del médico, y de todo). El médico recibe de ahí sus dones adivinatorios. Dios actúa a través de él si se acepta la identidad entre el concepto de voluntad de Schopenhauer y el de un Dios no objetivable. Desde esta perspectiva lo que curará de verdad será la voluntad de curar del médico. A través del médico podrá ocurrir, de hecho, una cura imposible según las leyes que estructuran el mundo donde él y su paciente están incardinados. Estamos en un nivel ontológico donde puede ocurrir lo milagroso, lo aparentemente imposible, porque la omnipotencia que creó el mundo puede hacer cualquier cosa dentro de él.

Volvemos a preguntarnos: ¿Para qué una curación mágica? ¿Por qué no deja la voluntad (el sujeto esencial) que el mundo que creó siga su curso? ¿No estaba perfectamente diseñado? Recordemos una vez más la idea de los soñadores interconectados. Podría quizás pensarse, sin salirse del sistema filosófico de Schopenhauer, que la omnipotencia (la voluntad en su tercer nivel ontológico, el sujeto esencial) puede hacer modificaciones puntuales de su mundo creado en cualquier momento, como un escritor que tuviera la opción de corregir frases, situaciones, según él mismo las va leyendo, y las va sintiendo casi como reales. Y haría esas correcciones por amor quizás a sus criaturas artificiales (los seres humanos individuales). ¿Es la Magia entonces una modificación puntual del prefecto diseño de la red de seres humanos soñadores? ¿Es una asistencia permanente, viva, consciente, inteligentísima, recibida por los -sufrientes- seres humanos fenoménicos desde las profundidades mágicas, sacras, de su ser esencial?

Schopenhauer huye de Berlín después de pasar varios años en esa ciudad y de tener en ella sus primeros contactos con el magnetismo animal y, por lo tanto (según su propia concepción), con la Magia. Pero lo cierto es que respecto al cólera que provoca su huida de esa ciudad solo menciona, como hemos visto anteriormente, la terapia de beber agua cocida, y con sal. Sus reflexiones médicas quedan puramente ubicadas, por lo tanto, en el ámbito de las estrictas ciencias naturales, del más absoluto materialismo. En su “Libro del cólera” no abandona por tanto el filosofo, en ningún momento, la primera de las tres perspectivas que hemos sugerido anteriormente. Es a su intelecto puro (y al de todos los demás) al que apela Schopenhauer durante aquella pandemia de cólera. Y a la pura Química: a la pura materia del universo físico, no a la Metafísica o a la Magia.

No obstante, hay que señalar que, según el sistema filosófico de Schopenhauer, el cerebro humano (la cuna del intelecto puro, el lugar donde ocurrirían las ciencias de la naturaleza, el único lugar donde, para cualquier kantiano, es posible que se sostenga la materia) estaría tan intervenido por la omnipotencia de la voluntad como la vara mágica de los magnetizadores. Es de hecho el intelecto, como he señalado en el epígrafe III, un producto de la propia naturaleza (P II, 109) que ella misma puede utilizar para, digámoslo así, auto-equilibrarse.

Un apunte del “Libro del cólera” ya citado en los párrafos anteriores, el que afirma la imposibilidad de que el centro de una esfera pueda salir de la misma (HN IV,1 75), nos obliga, entre muchas otras decenas de citas repartidas por las obras de Schopenhauer, a ver esa ubicuidad de la voluntad (de la voluntad en el tercer nivel semántico). Estaría esa omnipotencia por tanto también plenamente activa en el cerebro individual del médico que practica la Medicina “científica”, digamos la que se apoya en los más estrictos principios de ratio et empire. Y cabría decir además que el amor hacia su paciente (como eco en el mundo de esa voluntad sagrada que es su verdadera fuente) podría elevar el intelecto del médico a su máxima potencia. Eso le permitiría (como por arte de Magia) encontrar los mejores métodos para detectar, para curar y para prevenir esa gran fuente de dolor humano que son las enfermedades.

 

Referencias

CORRÊA DA SILVA, Luan. Metafísica Prática em Schopenhauer (Tesis doctoral). Florianópolis 2017.

FLORSCHÜTZ, Gottlieb. “Schopenhauer und die Magie- die praktische Metaphysik? In: 93. Schopenhauer-Jahrbuch 2012, pp. 471-484.

HÜBSCHER, Arthur. „Philosophen und Ärzte”. In: Jahrbuch der Schopenhauer-Gesellschaft 1975.

LÓPEZ, David. El lugar de la magia en el sistema filosófico de Schopenhauer. Tesis doctoral presentada en la Escuela de Doctorado Internacional de la Universidad de Santiago de Compostela, 2020.

PARACELSO. Textos esenciales. Jolande Jacobi (edit.). Trad. Carlos Fortea. Siruela: Madrid 2007

SAFRANSKI, Rüdiger. Schopenhauer und die wilden Jahre der Philosophie. Eine Biographie. München: Carl Hanser Verlag, 1987.

[1] Todas las traducciones incluidas en este artículo son propias.

[2] Véase: LÓPEZ, David. El lugar de la magia en el sistema filosófico de Schopenhauer. Tesis doctoral presentada en la Escuela de Doctorado Internacional de la Universidad de Santiago de Compostela, 2020.

[3] SAFRANSKI, Schopenhauer und die wilden Jahre der Philosophie, 158-159.

[4] Sobre la gran relevancia de la Fisiología en el pensamiento de Schopenhauer véase: SEGALA, Marco. “The Role of Physiology in Schopenhauer’s Metaphysics of Nature”. In: Jahrbuch der Schopenhauer-Gesellschaft 2012, pp. 327-334.

[5] PARACELSO, Textos esenciales, 105.

[6] Ibíd., 10.

[7] La identidad entre Dios y el schopenhaueriano concepto de voluntad ha sido sostenida por autores como Paul Deussen, Carl Gustav Jung y Manuel Suances Marcos.

[8] HÜBSCHER, Arthur. „Philosophen und Ärzte”. In: Jahrbuch der Schopenhauer-Gesellschaft 1975, 17-32.

[9] Ibíd., 17

[10] Ibíd., 32.

[11] Sobre el concepto de metafísica práctica en Schopenhauer véanse: FLORSCHÜTZ, Gottlieb. “Schopenhauer und die Magie- die praktische Metaphysik? In: 93. Schopenhauer-Jahrbuch 2012, pp. 471-484. CORRÊA DA SILVA, Luan. Metafísica Prática em Schopenhauer (Tesis doctoral). Florianópolis 2017.

 

 

 

Filosofía de la política: “Soy un parado”

 


Mi diccionario filosófico es, en realidad, un estudio teológico de la omnipotencia de la diosa Vak (la diosa védica de la palabra, del lenguaje que se sabe a sí mismo omnipotente). Y creo que esa diosa, como todas, solo tiene sentido si somos capaces de movilizarla al servicio de la plenitud -de la sacralización- de la condición humana. Soy consciente de la arbitrariedad, del antropocentrismo, y de la irracionalidad incluso, de este culto. Pero me es igual. No voy a renunciar a mi culto hacia lo humano. Ya es tarde. Amo demasiado a demasiada gente.

Y no conozco denigración más radical de la condición humana que la que se consigue con las palabras. “Poéticamente habitamos en la tierra” (Hölderlin). “Los hombres no hacen los discursos discursos, sino que los discursos hacen a los hombres” (Foucault). “Creer es crear”(Unamuno)…  Si es así, estemos atentos a las frases que vibran en ese sueño lógico-poético en el que estamos todos -prodigiosamente- colgados. Salgamos de las cárceles de palabras en las que, sin apenas darnos cuenta, por pura ‘obediencia poética’, confinamos la inmensidad de nuestro ser. Cárceles que, en definitiva, suponen una falta de respeto a nuestra dignidad.

Tengo la sensación creciente de que somos seres impresionantes, ilimitados, sacros. Nuestros límites no se conocen ni se conocerán jamás. Cuando un ser humano utilice para sí mismo el verbo “ser” debe apuntar al infinito.

Soy consciente del difícil momento que estamos viviendo. Pero me es imposible aceptar que un ser humano afirme:

“Soy un parado”.

A través de esas frases veo una autodenigración, una renuncia, una auto-falta de respeto, un hechizo poético necroseante de la dignidad humana. Un exceso de ‘obediencia poética’. Y más todavía: veo una suerte de grisácea estatalización del alma humana (o de la mente, para el que la palabra alma le produzca rechazo).

El ser de cada uno no puede estar narrado, esencializado, desde una normativa administrativo-laboral. Lo dice alguien que ejerció durante quince años como abogado. El hecho de que la “actividad profesional” de un ser humano no esté estructurada en virtud de un contrato por cuenta ajena no puede transmutar la sacra conciencia humana en conciencia esclavista, quejosa, resentida, autolimitada.

El hecho de no estar prestando servicios por cuenta ajena dentro del -imaginario- dualismo empresa/trabajador, no debe paralizar la creatividad, ni disminuir nuestra esencial monarquía (somos monarcas, todos, no lo olvidemos; monarcas que mantienen relaciones éticas con los demás). Disponemos de todas las mañanas del mundo para sacar un papel y un lápiz y mil ideas y soñar con los pies en la tierra, solos, o con otros monarcas. Hay que crear. No se puede estar ‘parado’. Incluso aunque no haya ayudas suficientes. Todos disponemos de ayudas suficientes en nuestro interior. Somos magos, no esclavos cuyo único objetivo es ser tratados lo mejor posible por un gran emperador (sea una empresa o una administración pública o los líderes de una ideología).

No quisiera ofender a nadie. Por favor. Mi intención es justamente la contraria. Pero creo de verdad que es una ofensa llamarle a alguien “parado”. Y que también lo es, hacia uno mismo, creerse “parado”. Está pendiente una nueva matriz narrativa desde donde re-vivificar eso que ahora llamamos “economía” o “política”. Hay nuevos cielos ideológicos por ser creados, narrados. Caben nuevas formas de ilusionarse colectivamente (no otra cosa es una civilización).

Lo más urgente es apostar por la grandiosidad de los seres humanos, de todos, y de sus inefables posibilidades. Pero hay que poner fin a la esclavitud (a la conciencia esclavista).

Creo que ése es el mensaje fundamental del gigantesco Nietzsche:

“El filósofo griego pasó por la vida con el secreto sentimiento de que había más esclavos de los que uno podría imaginar, es decir, cualquiera que no fuera filósofo era un esclavo; su orgullo aumentó, cuando consideró, que también los que eran los más poderosos del mundo formaban parte de sus esclavos. Este orgullo es también para nosotros ajeno e imposible. Ni siquiera como alegoría la palabra esclavo ejerce sobre nosotros toda su fuerza” [La Ciencia alegre, aforismo 18].

Creo que hay que hacer huelgas poéticas: dejar durante un día, al menos, los discursos de autodenigración, y de demonización, en los que actualmente vibran millones de almas humanas.

Hay que abandonar las cárceles de palabras. Y las demonizaciones irreflexivas. Es divertido luchar contra ‘los malos’ (y sirve además para cohesionar grupos de individuos con problemas de cohesión interna), pero me temo que no hay tantos malos. Quizás ninguno.

No creo en las conspiraciones. Me temo que todo es infinitamente más complejo. Nadie maneja los hilos aquí dentro, en el teatro del mundo. El presidente de Goldman Sachs está tan aturdido física y metafísicamente como un ‘parado’. Ardemos en un misterio descomunal. Diría quizás Ortega que braceamos como podemos. Tengamos compasión hacia nuestros compañeros en el misterio.

Sí creo que la única conspiración real se mueve entre los bastidores de esta misteriosa obra de teatro en la que vivimos (entre las inmensas olas del mar metafísico en el que todos braceamos lo mejor que podemos). Y siento, contundentemente, que se trata de una conspiración urdida por una omnipotencia que nos ama con desmesura.

Schopenhauer:

“[…] en el simple sueño la relación es unilateral, y es que solo un yo verdaderamente quiere y siente, mientras que los demás no lo hacen, pues son fantasmas; por el contrario, en el gran sueño de la vida tiene lugar una relación multilateral, toda vez que no solo uno aparece en el sueño del otro, sino que éste también aparece en el de aquel, de forma que, por medio de una verdadera harmonia praestabilita, cada uno sueña solo aquello que para él es adecuado según su propia guía metafísica, y todos los sueños-vida están entretejidos con una perfección tal, que cada uno experimenta solo lo que le es beneficioso y hace lo que es necesario para los demás […]” (Parerga y Paralipomena, pp. 232-233, según la edición de Arthur Hübscher de 1988).

Somos dioses. Dioses entrelazados.

Y como dioses que somos podemos crear un nuevo Matrix -un nuevo Maya- donde ilusionarnos todos juntos. No hay vida sin ilusión.

David López

Las bailarinas lógicas: “Tao”.

 

 

“Tao”. Camino, vida, orden, sentido, hembra abisal que lo mueve ¿y lo es? todo…

Tao es una bailarina de origen chino que lleva muchos años hechizando mentes occidentales (si es que hay alguien que sepa de verdad qué es exactamente eso de ‘occidental’).

Cuando me ocupo de la palabra “Humanidad” [Véase] quiero compartir mi fascinación por el hecho de que los seres humanos se saluden en los caminos, en los caminos poco transitados, como los de los bosques y las montañas, o como el que aparece en la fotografía de Richard Long que agranda estos párrafos.

¿Es esto del ‘vivir’ una especie de caminar por una senda marcada (soñada, amada) metafísicamente? ¿Es sabio el que sabe detectar su camino (su Tao) y adaptarse a él? ¿Hay un camino, un sentido, un orden, para todos los seres humanos, en su conjunto y, a la vez, para toda esa ‘naturaleza’ de la que son parte?

Tao… En este texto reproduciré algunas frases del Tao Te Ching (tal como fue traducido este misterioso manual por el jesuita Carmelo Elorduy). Y la cuestión fundamental, a mi juicio, es ésta:

¿Hay posibilidad de creación dentro de esa hembra física y metafísica que parece serlo todo y, a la vez, regirlo todo? En realidad volvemos a la más crucial de todas las disyuntivas: ¿Estamos o no estamos en un océano metafísico libre?

Lo curioso es que el Tao Te Ching propicia, al menos en algunos capítulos, una especie de anarquismo -en lo social- a la vez que un esclavista sometimiento a un imperio invisible -el Tao- con el que, al parecer, más vale armonizarse si no se quiere uno pudrir en la ignorancia/infelicidad.

El taoísmo, como ‘filosofía’ o ‘religión’ o lo que sea, me ofreció hace años una preciosa leyenda, deliciosamente adaptada por Marguerite Yourcenar en sus Cuentos orientales. En esa leyenda se narra la historia de un pintor chino (Wang Fô) cuyos ojos solo veían sublime belleza… y cuya capacidad artística le permitió crear un mundo (otro mundo) desde dentro del que estaba a punto de matarle.

Arte. Creatividad. Creatividad radical. Fuerza capaz de construir universos. En mi novela El bosque de albaricoques intenté dar más vida, más todavía, a aquel mago chino y a sus pinceles.

¿Cabe crear modelos alternativos de Tao? ¿Cabe legislar? ¿Cabe ser ingenieros de caminos metafísicos (y físicos por tanto)? ¿Cabe construir un camino como el que fotografió Richard Long y caminar por él como el que caminara por el interior de su propio cuadro?

¿Qué somos en realidad? ¿Cuánto poder y cuánta libertad tenemos?

¿Somos magos? ¿Qué significa eso? ¿Cuál sería el mago más poderoso? [Véase Magia].

Esta es la bibliografía que yo he manejado  sobre el taoísmo:

– Mircea Eliade/Ioan P. Couliano: Diccionario de las religiones, Paidos, Barcelona 1992.

– Russell Kirkland: Taoism: the enduring tradition, Routledge, Londres 2004.

– Chantal Maillard: La sabiduría como estética (China: confucianismo, taoísmo y budismo), Akal, Madrid 2000.

– Henry Maspero: El taoísmo y las religiones chinas, Trotta, Madrid 2000.

– Iñaki Preciado: Los cuatro libros del emperador amarillo, Trotta, Madrid 2010.

¿Qué es el taoísmo? ¿Cuál es el hábitat, el cosmos de palabras, que sirve de ‘casa del ser’ para ese ser conocido como “Tao”?

Ofrezco algunos apuntes personales.

Los dos libros más conocidos del taoísmo son el Tao Te Ching y el Chuang Tse. Otro menos conocido es el Lieh Tse. Pero el taosímo es muchísimo más que lo que hay en estos libros: son milenios de tradiciones muy complejas, en las que han participado hombres y mujeres, donde hay muchas sectas, donde se practica la magia, la medicina, la alquimia (exterior e interior).

Todo esto se construye a partir de una mitología: el Emperador Amarillo, hacia el 2600 a.C. iniciaría la China histórica (la que recoge por escrito el pasar del tiempo, del tiempo lineal). El caso es que ese emperador pasa a esa historia como gobernante sabio y justo; pero es también chamán: en estado cataléptico visita el mundo de los seres incombustibles… los inmortales que mantienen una especial relación con el mundo de las hadas, de las alegres hadas.

La esperanza suprema del adepto –toda religión ofrece algo, contiene una esperanza- se centra en reunirse un día con los inmortales de la Montaña K´Lun, región de la alegre reina Hsi Wang Mu, que cabalga sobre las ocas y los dragones.

El territorio fantástico del adepto taoísta son “La Montaña” y “Las Grutas Celestes” iluminadas por su luz interior. Al entrar en “La Montaña”, el taoísta se adentra en sí mismo y descubre esa ligereza del Ser que lo hace inaccesible a la palabra, al pensamiento.

El adepto medita que es una mariposa… una mariposa que le sueña a él.

El mundo es un edificio irreal constituido por sueños en los cuales los seres soñados engendran al soñador. Mircea Eliade utiliza el dibujo de Escher: las manos que se dibujan mutuamente para poder dibujar, y dice que esta ligereza del ser que no está delimitado por sus pesados deberes para con el Estado no gustaba a los confucianistas.

Monasterios mixtos. Magia sexual rechazada por el puritanismo confuciano. No aceptaban donativos.

Predicaban la nada, pero ofrecían la inmortalidad.

Practican meditación antes de la entrada del budismo en China, y también una sexualidad iniciática.

Clave: mantener el soplo vital: apnea prolongada; y retención del semen.

Invocación de los espíritus de las estrellas.

Localización de templos en el cuerpo y ubicación de dioses allí para visitarlos, hablar con ellos, honrarlos…

 

El libro: el Tao Te Ching.

Yo utilizo la traducción del jesuita Carmelo Elorduy. Las citas que ofrezco en este artículo están sacadas de esa traducción.

¿De dónde salió, quién lo escribió?

El mito habla de un tal Lao Tse, viejo maestro, que lo escribiría hacia el siglo VI a.C. y al que habría visitado el mismo Confucio. Hoy ‘se sabe’ que es un texto datado en torno al 300 a.C.

Russell Kirkland, sostiene que es un empaquetado de ideas provenientes de alguna comunidad rural. Un empaquetado realizado por algún hábil intelectual que quiso ofrecer a los compradores de ‘sabiduría’ de la época ideas diferentes de las de los confucianos o los legalistas.

Kirkland dice que se trataría de sabiduría casera de los viejos… Laoista… ‘Viejista’.

“Tao Te Ching” significa “Libro sagrado del camino y de la virtud”.

La idea fundamental en la que se apoya este libro es la del “Tao”, palabra que significa “camino”, o “razón”, pero también  “alma del mundo”, lo más abismático de la realidad. Y ese Tao sería inalcanzable con la mente, y por supuesto con el lenguaje, porque sería precisamente el origen, y el hábitat, de todo esto que llamamos mundo, sería la matriz, ‘la Madre’, de todas las cosas.

La mente y el lenguaje serían de hecho obstáculos para ver –y para dejar hueco- al Tao.

El Tao Te Ching compara al Tao con una hembra misteriosa: el húmedo y fértil e insondable fondo del mundo. El Tao sería un megadios, sin forma humana por supuesto, sin ninguna forma en realidad: un megadios que es vacío y totalidad a la vez.

Un no ser ni no-no ser del que emerge todo.

No puede ser nombrado porque no tiene otra cosa de la que distinguirse.

El latido del mundo.

Lo que de verdad está ahí ahora mismo.

¿Podemos oírlo?

Y el desafío sería ser oquedad para el Tao. Bailar su ritmo. Sin ofrecer resistencia. “Wu-Wey”: no actuar como persona individual y por tanto, ciega, y ser en Dios… Ser en el Tao.

Es algo así como un dios-naturaleza: un panteísmo y un misticismo a la vez: el Todo y la Nada siendo lo mismo. De hecho el Tao Te Ching ama la Naturaleza desaforadamente. Más que al hombre incluso, al que ama sólo en cuanto que es Naturaleza. De hecho, condena cualquier acto de intervención del hombre en los flujos naturales de las cosas. A diferencia de Confucio, o los racionalistas como Descartes o Marx, o Francis Bacon, que entienden que la Naturaleza debe servir para los fines de la sociedad, y que la naturaleza humana debe ser ‘domesticada’ por los ritos y la moral, Lao Tse le pide al ser humano que no actúe (Wu-Wei), que no fuerce nada, que deje que ese Alma del mundo (que se manifiesta en todo, incluso en el hombre) siga su inteligentísimo curso (¿Obedecer al ‘granjero’?).

El Tao Te Ching parece decir que el hombre sabio debe relajarse totalmente (olvidar las expectativas y los recuerdos), vaciarse de moralidad artificial e, incluso, de inteligencia, que es en definitiva una forma de codicia y de estupidez, y abrazarse al Tao, a esa ‘hembra universal’ que todo lo mueve, y dejarse llevar, dejar que Ella marque los movimientos del baile.

Tao es también ‘vida’.

El Tao Te Ching, a diferencia de Confucio, que venera a los sabios emperadores del pasado, acusa a esos mismos sabios de haber falseado, con virtudes artificiales, la primitiva sencillez natural. No propone una liberación ‘del mundo’ (esto no es hinduismo… estamos en China… que es mundana…, sacralizado de lo inmanente), sino de la civilización. El Tao Te Ching está incluso en contra de la educación:

“Suprimid los estudios y no habrá pesares.”

Hay una parte del Tao Te Ching dedicada a los gobiernos. Es realmente interesante porque coquetea con la anarquía. A ese libro no le gustan la ciudades, ni las multitudes, y mucho menos los gobiernos. Según Russel Kirkland esa parte de libro es un pegote puesto por los empaquetadores. Y dice también que los monasterios budistas no preocupaban a los gobiernos porque aceptaban donativos. Los taoístas, al parecer, no los aceptaban: eran realmente libres, muy provocadores, algo así como los cínicos de Grecia o los jivanmuktas de la India.

El Tao Te Ching propone vaciarse interiormente, crear un desapego o desinterés por las cosas –tener como si no se tuviera, diría San Pablo-… y como decía Buda.  Es estar en el mundo pero sin estar en él del todo, manteniendo cierta distancia, cierto desinterés, para no sucumbir a las locuras del deseo, no sucumbir a nuestras pasiones egocéntricas. Ese vacío entonces se llenaría con el flujo espontáneo del Tao, de la inteligencia universal, y eso llevaría a la acción correcta.

“Déjate llevar”, nos decimos muchas veces unos a otros cuando no sabemos qué consejo darnos unos a los otros en el tortuoso camino de la vida.

El Tao Te Ching recomienda eliminar la codicia y los deseos, no gastar la energía de la vida con cavilaciones abstrusas, no hablar mucho, máxima humildad, y conservar el semen…

Se dice que el taoísmo posterior al Tao Te Ching se convirtió en una religión rellena de magia, y se desarrollaron sofisticadísimas técnicas para controlar la eyaculación, y la respiración: se trataba de no perder energía vital para alcanzar así la inmortalidad. Chantal Maillard ve aquí una pérdida de altura, una caída en la  ‘superstición’. La inmortalidad, dice ella, no es de ‘alguien’: se alcanza precisamente cuando se deja de ser ese alguien que desea, entre otras cosas, ser inmortal.

Volvamos a la humildad. Es un concepto decisivo en el taoismo. Se trata de una humildad muy diferente a la del cristianismo. Esta última se basa en una conciencia de insignificancia ante la grandeza de Dios, en un sentimiento de culpa derivado de un pecado original. La humildad taoísta es una convicción de que no hay que singularizarse, de que la grandeza que puede sentir el ser humano le vendrá de ser consciente de que está en el Todo, en el Tao.

La potenciación, la veneración del yo, sería un empequeñecimiento, una ridiculización de lo grandioso: una mutilación del verdadero yo.

Sería, pienso, como agrandar hasta el infinito el foco de la linterna en el que incluimos el yo, lo que no es ‘lo otro’.

Vaciarse… de pequeñez.

Más citas del Tao Te Ching (según la traducción de Carmelo Elorduy):

“No estimar el magisterio, no amar los dineros ajenos, aparecer ignorante siendo sabio, es la más alta maravilla.”

“Al hombre bueno le basta el fruto que espontáneamente le ofrecen las cosas. No osa violentar nada por coger más; coge el fruto sin urgir más, sin empeñarse más, sin tercos caprichos, sin querer obtener demasiado, coge el fruto sin forzar.”

“El que pretende dar pasos demasiado largos, no puede andar”

“La ley del Cielo [el Tao] es vencer sin combatir, hacerse responder sin haber hablado, hacer venir sin llamar…”

“En el mundo, las cosas difíciles se hacen siempre comenzando por lo más fácil, y la cosas grandes, comenzando por lo más pequeño.”

“El que hace ostentación, no luce.”

“El que se estima, no brilla.”

“Ser sabio y no saberlo es perfección.”

“El hombre bueno [sabio] no ama discutir, y el discutidor no es bueno.”

“No hay desdicha mayor que la de no saberse saciar, ni vicio mayor que la codicia.”

“Sabio es el que conoce a los demás. Iluminado es el que se conoce a sí mismo. El que vence a los otros tiene fuerza, pero el que se vence a sí mismo es el fuerte. Rico es el que sabe contentarse.”

“El sabio cambia todo el día, sin ceder en su serena gravedad. Y si tiene magníficos palacios, sereno los habita, y de igual modo los abandona.”

“Conocer que no se conoce es lo más elevado.”

“Expeler el aire es fuerza.”

Pienso: vaciarse, incluso del concepto “aire”, para llenarnos enteramente del Tao, de la hembra (hiperfecundidad) absoluta. Sin erudición, sin sistemas de ideas, porque eso limitaría, mutilaría , el infinito… y se trata de reproducirlo dentro: sentirlo en el estómago.

Los taoístas buscan inmortalidad en “La Montaña” esa donde se hermanan con las hadas.

No se trataría de humildad por estética social, por ser ‘más queridos’ por el grupo, por caer mejor; sino humildad para ser más, para no agotarnos en lo pasajero, en lo cambiante. Conciencia total. Identidad infinita. Humildad como vía iniciática, expansiva, no como virtud ciudadana para serenar al poder y a otros conciudadanos. Humildad hasta en la soledad más atroz.

En resumen: hablar poco, actuar poco, no forzar el ritmo natural de las cosas, respirar (más bien exhalar) bien, no eyacular y seguir la Naturaleza: amarla…. confiar en ella… sin esa “suspicacia del labriego” a que se refería Ortega…

Buscar el reino sagrado que hay en el pecho. No fuera.

Sigamos sacando oro del Tao Te Ching:

“Donde acamparon los ejércitos, nacen las zarzas.”

“Las buenas armas son instrumentos nefastos, cosas aborrecibles. El hombre que tiene Tao no se vale de ellas.”

“Actuar queriendo conquistar el imperio [el mundo] es, a mi parecer, ir al fracaso. El imperio es un aparato muy espiritual. No se puede manipular con él. Manipular con él es estropearlo. Cogerlo es ya perderlo.”

“El hombre vivo es blando, y muerto es duro y rígido.”

“Las plantas vivas son flexibles y tiernas, y muertas son duras y secas.”

“La dureza y la rigidez son cualidades de la muerte. La flexibilidad y la blandura son cualidades de la vida.”

“Lo blando puede a lo duro.”

“De ahí que las armas, que son duras, no pueden vencer.”

“La desdicha se apoya en la dicha y la dicha se agazapa detrás de la desdicha. ¿Quién conoce la línea divisoria? No hay regla. La rectitud se vuelve extravagancia y lo bueno monstruosidad. Esto ha traído al hombre confuso mucho tiempo. Por eso, el sabio es cuadrado (recto), pero sin aristas cortantes; anguloso, pero sin ángulos punzantes; recto, pero no áspero en su forma de hablar a los demás; luz, pero no resplandor.”

“Pocos en el mundo llegan a comprender la utilidad de enseñar sin palabras y del no hacer nada.”

“Sin salir de la puerta se conoce el mundo. Sin mirar por la ventana se ven los caminos del Cielo. Cuanto más lejos se sale, menos se aprende.”

“El estudio es acumular de día en día. El Tao es disminuir de día en día y, disminuyendo más y más, se llega a la inacción. Inacción que nada deja de hacer. Siempre se ha conquistado el mundo sin hacer nada para ello…”

 

Algunas precisiones académicas. Las aportaciones de Russell Kirkland

Hoy día el taoísmo es uno de los temas que, como el yoga, rellena muchos estantes en librerías no especializadas. Es una religión, una soteriología, una ‘espiritualidad” que genera fascinación, digamos ilusión de transformación espiritual entre los buscadores occidentales, los que intuyen que su vida tiene un sentido ‘espiritual’, de ‘subida de escaleras’ para el acceso a otro nivel de conciencia. Y es también una galaxia de palabras que se ha prestado a sorprendentes manipulaciones. Inconscientes en su mayoría.

A este respecto son especialmente alumbradoras dos conferencias que el profesor Russell Kirkland pronunció en los años 1994 y 1997. La conferencia de 1997 (que tuvo lugar en la universidad de Tenessee) fue presentada bajo el título “El taoísmo de la imaginación occidental y el taoísmo de China: descolonización de las exóticas enseñanzas del Este”. En esta conferencia Kirkland trató temas que son, a mi parecer, de enorme interés para elevar nuestra potencia filosófica. La tesis fundamental de este investigador fue que  los estudiosos occidentales del taoísmo no aceptaban lo que los taoístas de China tradicionalmente pensaban de su ‘religión’. Habría una gran diferencia entre el taoísmo de las publicaciones académicas y el taoísmo de la imaginación del colonialismo cultural norteamericano, el cual no ‘escucharía’, sino que solo buscaría elementos capaces de fortalecer sus creencias: su esquema-mundo: “Miles de occidentales literalmente han sido engañados acerca del taoísmo”.

Kirkland analiza los valores culturales que subyacen en la distinción entre taoísmo filosófico y taoísmo religioso. Dicha distinción se habría hecho en la China moderna: los intelectuales chinos modernos habrían tenido miedo a ser rechazados por los intelectuales occidentales secularizados; miedo a ser considerados miembros de una cultura supersticiosa (anti-ilustrada). Kirkland habla de verdaderas distorsiones de la realidad creadas por estudiosos victorianos (como Legge y sus informantes confucianos), todos ellos hostiles al taoísmo; y afirma que la intelectualidad moderna emite juicios desde un culto, desde un dogma: nuestras creencias son axiomáticamente verdad; cualquiera que siga otras creencias no es digno de nuestro respeto; quien desafía nuestras creencias es un necio peligroso que debe ser atacado y desacreditado. Los intelectuales modernos, según Kirkland, participarían de un culto especialmente pernicioso: creerían que no forman parte de ningún culto.

Parte de estas ideas, aplicadas al estudio occidental del taoísmo, Kirkland afirmó haberlas sacado de un artículo de Steve Bradbury, de la Universidad de Hawai. Bradbury hablaba de una narrativa ilustrada (racionalista) de la religión.

Finalmente Kirkland afirma que es posible volverse un taoísta, seguir el Tao, pero no con un libro,  sino yendo, por ejemplo, a la Abadía de los Nubes Blancas de Beijing.

Una frase final: “Si el taoísmo tiene algo que ofrecer al mundo moderno, no se encontrará en las estupideces lucrativas de las librerías americanas.”

 

Y ahora Schopenhauer

Volvamos a la ‘Filosofía pura’, mi diosa más irresistible. Y, desde esa diosa, me es inevitable acudir una y otra vez a la inmensidad del sistema filosófico de Schopenhauer. En el siguiente párrafo veo un tejido sacro de caminos (de ‘Taos’) individuales:

“[…] en el simple sueño la relación es unilateral, y es que solo un yo verdaderamente quiere y siente, mientras que los demás no lo hacen, pues son fantasmas; por el contrario, en el gran sueño de la vida tiene lugar una relación multilateral, toda vez que no solo uno aparece en el sueño del otro, sino que éste también aparece en el de aquel, de forma que, por medio de una verdadera harmonia praestabilita, cada uno sueña solo aquello que para él es adecuado según su propia guía metafísica, y todos los sueños-vida están entretejidos con una perfección tal, que cada uno experimenta solo lo que le es beneficioso y hace lo que es necesario para los demás […]” (Parerga y Paralipomena, pp. 232-233, según la edición de Arthur Hübscher de 1988).

 

Ahora una confesión personal

En la noche del 16 al 17 de octubre de 2008 soñé que explicaba el Zen a mi  hermano. Mi padre escuchaba. Tranquilo. Lúcido. Libre ya de esta vida. Y dijo: “Que ningún discurso te bloquee el futuro”.

Creo que ese consejo es clave para entender el vaciado del que habla el Tao Te Ching. Se trataría de liberarse de cualquier “natura naturata“, cualquier “orden” no querido, no sentido como propio. No sentido como sagrado. Y, desde ahí, afrontar la parte del camino todavía invisible: lo que no aparece en la fotografía de Richard Long.

¿Cuántos paisajes pisarán todavía nuestros pies?

Lo fabuloso de la vida (este camino que ahora piso) es su plasticidad. No dejo de sospechar que, como el pintor Wang Fô, soy yo -cada uno de nosotros- quien lo dibuja sobre el lienzo infinito de nuestra conciencia.

Y cada día me parece más lúcida la idea de Paracelso de que el hombre fabrica su propio cielo y que, una vez fabricado, ese cielo le alimenta. Creo que la clave está en la Fe [Véase]. Y en la capacidad de asumir el peso descomunal de la libertad absoluta (como se atrevió a decir Sartre en esa conferencia de 1945 que se publicó con el título “El existencialismo es un humanismo”).

Fe en esa cosa inefable, descomunal, omnipotente, que llevamos dentro (ese Tao sin forma que es capaz de automodelarse en infinitos mundos). Esa cosa capaz poetizarse de cualquier forma: de ser cualquier Logos. Véase [Logos] y [Poesía].

Fe en que todo es posible para esa cosa de lo ‘real’.

El camino en el que ahora apoyamos los pies de nuestra conciencia puede mostrar prodigios jamás acontecidos.

Por eso no hay que poner límites discursivos a nuestro futuro. Eso me aconsejó mi padre en sueños.

Yo creo que tampoco hay que poner límites discursivos a nuestro presente: entonces veremos que el camino, el Tao, huele como la piel de las hadas taoístas.

David López

 

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The logical ballerinas: “Yin-Yang”

 

 

“Yin-Yang”.

We all contemplate, astonished, bewildered, also fascinated, the incessant turns of our inner and outer realities. We all have suffered the shocking mutations of our own soul and of the souls of others: the good-natured turns out to be a devil, and the devil, suddenly, looks at us with infinite tenderness. Nature, at times, loves us and raises us with its beauty, and, at other times, it crushes and denigrates us without mercy. The slopes of the mountains of the soul are lit and also darkened under a sky that can not be quiet. The stupid suddenly becomes a mighty sage, and the wise, or the saint, suddenly behave in the lowest, ugliest limits of the human condition.

“Yin-Yang”. Change, contradiction, interpenetration, complementarity of opposites. I believe that we are dealing with a single but also bicephalous word that, according to Chinese tradition, symbolizes the internal machinery that moves the world. But within that single word are actually dancing (always embraced, embraced even to guts of the other one, and to the guts of the other one’s guts) two beautiful dancers who were born in China, in ancient China.

And that intimate dance reflects a terrible but also fertile tension. We are not facing two opposing forces, but complementary ones. Neither of them can live without the other. They never grow or decrease together: when one of them expands it is because the other one is reduced. But these expansion and reduction immediately triggers a change to its opposite: what goes up starts to fall if it reaches its maximum, and what goes down, when it gets enough denigration, begins to ascend. Light becomes darkness and darkness becomes light. Hell becomes heaven. And hell heaven. Everything is permanently turning, changing. But, if we asume the ideas of this philosophy, we are obliged to say that it has a huge contradiction: the very reality of change and its internal logic doesn’t seem to be thought of as changeable… I will deal with this contradiction on the last part of this text.

So, installing in its consciousness, through the word, always through the word, the metaphysical reality of this eternal dance, Chinese wisdom may be able to combine hope (any hell will transmute into paradise) with prudence (beware, you should consider that everything will change; take precautions, do not relax too much in boom times). Balance. Prudence. Temperance. Middle point. Avoid extremes, excesses. Be wise…

Before presenting my ideas about the logical ballerina “Yin-Yang”, I think it might be useful to take a look a the following themes:

1.- China… Schopenhauer included an interesting chapter in his work On the Will in Nature under the title “Sinology”. In the beginning of that chapter the great philosopher deems China as a top civilized country, and does so primarily on the grounds of its high -and permanently increasing- population: 396 millions in 1857. Today that population has reached 1.400 millions of people: millions of minds and heaths and working hands which are interwoven shaping a mighty civilizational and even racial meta-human being. I am anyway quite fascinated by the fact that China’s basic civilizational program remains almost intact, and that it was coded and activated, it seems, by a family -the Shang- which gave their name to that area of ​​the planet and which governed it between the 17th and 11th centuries BC. From that ‘family’ comes Chinese writing, which is still alive: logical dancers who emerged out of the Yellow River millennia ago and who, unlike those that appear in this philosophical dictionary, are drawn full body, not in pieces. I also find remarkable the relative self-sufficiency of China. I also see this ‘country’ as a kind of very old animal -a kind of a god- where the human individual, as such, would not have reached a determining ontological location beyond its performative function inside such animal-god. Perhaps China was always, in general, communist and bureaucratist. Except for the irruption of Buddhism (that Indian program), I do not see that this fabulous living system segregated by the Yellow River has opened its consciousness to concepts such as freedom or creativity. Taoism, while propitiating individual anarchy in the human-social realm, would set the human individual into a natural, yes, but also  radically legalized flow: an unstoppable metaphysical force with which human beings should harmonize in order to be really happy. Buddhism, on the other hand, as a worldview imported from India, would offer to the Chinese mind -and heart- the concept of absolute freedom (Moksa): the possibility of leaving the wheels of Karma, the possibility of liberating from the very Tao even (if we understand the Tao as a universal law), the possibility of liberating from the very concept of “liberation”…

2.- Meanings for “Yin-Yang”. It seems extremely complicated to set a unique meaning for this/these symbols. Some scholars speak of weak (Yin) and strong (Yang), of feminine (Yin) and masculine (Yang), of dark (Yin) and luminous (Yang), of Earth (Yin) and sky (Yang). In the amazing I Ching (or Yijing according to the pinyin phonetic transcription) we find a very efficient use of two types of strokes: a) The broken stroke (or two consecutive strokes) that would correspond to the Yin concept (perhaps due to its similarity with the vagina); and b)The continuous stroke, which would correspond to Yang (perhaps because of its similarity with the penis).

3.- Yin-Yang in Chinese philosophy. This concept reached a decisive place in the thought of Zou Yan (305-240 BC). But its philosophical development was driven mainly by Dong Zhongshu (179-104 BC), a Han-era thinker who wrote a work whose title -of astonishing beauty- was something like Luxuriant Dew of the Spring and Autumn Annals  (Chunqiu fanlu). In this work a model of totality is shown in which the Earth, the sky and the human being are intimately connected.

4.- Yin-Yang in the I Ching (or Yijing). The fundamental idea of ​​this mighty book is that of change. Everything changes. And that change would be produced by the interaction of the Yin-Yang opposites. The I Ching is a strange, beautiful and abyssal being that has been part of my life for many years. I use the translation of Richard Wilhelm, with the brilliant introduction of Karl Jung. With this book, within this book, I have lived and leaded decisive moments of my life. The introduction made by Jung is part of the masterpieces of the philosophical art. I think that, for the subject that concerns us now, there are two fundamental symbols: Qian and Kun. The first is pure Yang, is active and refers to the sky. The second is pure Yin, which is passive and refers to the Earth. We can think of the duality between the Mediterranean goddesses of the Earth and the gods of heaven. We can also think of the purusa-prakriti duality of the Indian Samkya. But from the Chinese worldview (at least that which is implicit in the Yin-Yang doctrine), it is not possible to speak of dualisms: within the goddesses of the Earth there would be gods of heaven. And vice versa. All together, interwoven, inter-fertilized.

5.- The diagrams. The best known is the Taijitu (literally “symbol of the highest, most extraordinary”). It is a symbol that shows polarity and movement; and that also appears, with few morphological differences, in the Celtic, Etruscan and Roman cultures. As far as China is concerned, I believe that a great philosophical expressiveness has been achieved by including within each color a circle of the opposite color, which, according to the Chinese sages, could always be subdivided into another diagram of two interlaced colours. And so on to infinity. To infinity. This must not be forgotten. But it would be better, in my opinion, to try a diagram in which within the Taijitu would appear a symbol that represents its absolute other… ‘that’ that is completely outside of that human and cosmic wheel and, therefore, of all its laws. I think that this would be the true symbol of “the highest”, and it should encompass what is presented to consciousness, and also consciousness itself (that infinite void).

6.- Some sources on Chinese philosophy. I suggest these two internet sites:

www.sacred-texts.com (created by John Bruno Hare).

www.sino-platonic.org. This last site is edited by Victor H. Mair (Department of Asian Languages ​​and Civilizations, University of Pennsylvania) and offers a large number of essays on Chinese culture in general.

I also recommend these works on Chinese philosophy:

– Feng Youlan: A History of Chinese Philosophy, Princeton University Press, 1952 (translation of Derk Bodde).

– Marcel Granet: La pensée chinoise, Paris 1934.

– Needham, Joseph: Science and Civilization  in China, Cambridge University Press, 1954-2016 (7 volumes in 25 books).

– Bauer Wolfgang: Geschichte der chinesischen Philosophie. Konfuzianismus, Daodismus, Buddhismus, München 2001.

– Encyclopedia of Chinese Philosophy (ed. Antonio S. Cua, Routledge, 2002).

Now I will try to organize my ideas, my intuitions, about the “Yin-Yang” logical ballerina:

1.- Yin-Yang. Permanent (and also metaphysically regulated) change. But, if we do really philosophize (if we do really think) we discover that change is impossible, illogical. As it is impossible -illogical- the movement (let’s remember, let’s not stop doing so, Zeno of Elea). In fact, everything that happens seems to be impossible (maybe because everything that happens is purely magical, the masterpiece, the outcome of the unlimited power and creativity of a prodigious magician). In any case, in order to just testify about changes, an observer should remain immutable (precisely the one who affirmed that something has changed… the one who is supposed to have noticed that the reality surrounding him has changed). But that observer, according to the Chinese tradition, at least as far as I get, and, even according to the current world view of Physics, is also constantly shaken by the great dance that moves everything. Therefore, there would be no place to locate (even to think) a fixed point from which to affirm that, a few minutes ago, there was not a hawk in the sky and now there is.

2.- Changes occurs only in Maya (in the magical spectacles of our conscience, or “mind”, or “brain” if you like). Change is fantasy (chemical-biological fantasy, for those who do not want to abandon the neurophysiological worldview). And there, only there – in that fantasy- it is possible to visualize the tension of complementary opposites. However, this tension seems to me finally linguistic (like everything that can appear in sentences): the Yin-Yang presupposes a certain structure of words. It is said that Yang would be the luminous slope of a mountain, and Yin the shadowy one. But “mountain” or “hillside” are the result of a certain mental form: they are the product of one of the infinite ways of cutting out what is presented as real. The opposite of something requires assuming the ontological reality of that something. Think of the possible tension between God and the Devil (which requires a theism), or of the tension between matter and antimatter (a tension only possible if the models offered by current Physics are assumed to represent reality).

3.- Changes and their internal logic only happen in the theatres of consciousness. They are artistic needs. They are necessary for it to happen -for us to feel- a world in our consciousness. In meditation state [See], and, certainly, not only in that state, it may happen that we realize that we are always still, ‘there’, immutable, in a meta-spatial and meta-temporal workshop, utterly capable of any Creation (Creation with capital letter). In meditation state we are aware of our infinite quietness and unchangeability. We become aware that we are that immobile Being which Parmenides considered the true, only reality.

4.- The model of totality implicit in the doctrine of Yin-Yang presupposes a legaliform metaphysics. I have the feeling that most of the Chinese philosophical approaches (except those derived from Buddhism, which is an ‘imported’ wisdom) offer ideas in order to optimize the position of human beings within an already regulated cosmos. I do not see in Chinese philosophy-sotoriology a quest for transcendence. The Chinese sage wants to optimize his stay in immanence. The Chinese seek accommodation in a changing cosmos that changes according to an order that the wise must detect, but not modify, erase or re-create. In general, system-escapes are not sought, but optimization in the system. Confucians seem to be willing to incorporate human society and even its bureaucracy into a cosmic and sacred whole. Taoists, in general, seem to reject that radical pure-human-socialism, but they also seem to aspire to a fusion with a kind of cosmic-natural-metaphysical bureaucracy. In both cases, individual freedom seems to be meaningless. We are facing legaliform metaphysics. Buddhism -that Indian sotoriology- would perhaps be the only form of freedom (of freedom in the absolute sense) that the Chinese spirit would have known. It could be said that Chinese wisdom is an imposing Apara-Vidya [See]. And, as far as I get, that “inferior wisdom” of China is based on the search for balance -harmony- inside a universe of changing but also metaphysically ‘coded’ forces; and also on the search for techniques that allow channeling, for the benefit of human beings, those same forces.

5.- From the worldview of modern neurophysiology we should consider the hypothesis that Yin-Yang schematizes, in a rudimentary way, the functioning of the two parts of the human brain and their physiological, vital needs (energetic needs if you want), to stay balanced [See “Brain”].

6.- I return to the possibility that I pointed out before: to draw a Taijitu (the classic Yin-Yang diagram) in which its own opposite is shown. I mean the opposite of the whole model of totality that that symbol wants to subject.

The Yin-Yang system allows human being to survive inside a cosmos, inside a cosmos of words, but it does not allow to see beyond. In order to see beyond the theatres of our consciousness we have got to be silent. To be the silence.

In any case, I hope to have time enough so as to contemplate with calm the majestic flutter of Chinese civilization: that huge, astonishing butterfly.

David López

This Philosophy blog does not have advertising or institutional support. And I don’t have the financial resources to sustain it and to develop it. However, I do have an enormous amount of ideas and philosophical projects still to be developed and communicated. For all these reasons, if you believe that the work I am offering here has value, please consider making a donation (through the “Donate” button). Your help can be decisive for the survival of this project. I give you my word.

 

 

 

Las bailarinas lógicas: “Cerebro”.

 

 

“Cerebro”. Se supone que es el órgano crucial pero también imaginario de esta escultura de Rodin. Se supone que es con lo que se filosofa. Se supone que es lo que ahora está funcionando, siendo utilizado en mi cuerpo, para que sean posibles estas frases, y también los pensamientos que quieren hacerse carne en ellas.

Como realidad física y tangible, el cerebro es el objeto más sofisticado y deslumbrante del universo conocido. Yo tengo uno de esos objetos dentro de mí. Y tú, por el hecho mismo de que estás leyendo estas palabras, tienes otro. Otro de esos increíbles diamantes vivos. ¿Somos dueños de semejante joya o, por el contrario, somos propiedad de ella? 

“Cerebro”. El propósito de este diccionario filosófico no es dar significados a las palabras, no es limitar su semántica, sino calibrar su habilidad para generar hechizos: su fuerza para configurar los contenidos de la conciencia. Lo mundos.

Entremos ahora en un fabuloso laberinto de espejos. Primer paso: ¿Quién -o qué- quiere estudiar, ver, considerar, medir, modelar, etc., el llamado “cerebro humano”? ¿Quién -o qué- quiere crear en su propio cerebro una imagen, una idea, un atlas, de su propio cerebro? ¿Puede el cerebro ser objeto y sujeto de conocimiento al mismo tiempo? 

Fue leyendo a Schopenhauer cuando me sorprendió por primera vez la “paradoja del cerebro”. Se puede enunciar así: el cerebro, como una cosa entre las cosas, es parte del mundo (como los árboles o los caracoles o los coches o los anillos de Saturno o las estrellas). Visto de esa manera, como un corte concreto en la totalidad del impacto visual del mundo, aparece como algo tridimensional, diminuto, vulnerable; y también como algo creado (e implacablemente sometido por las leyes de la Naturaleza). Pero, por otro lado, según Schopenhauer (que era un amante de la filosofía de Kant), es precisamente dentro del cerebro, y solo allí, donde ocurre eso que llamamos “mundo” y por lo tanto también eso que llamamos “cerebro”. 

Si no filosofamos (si no somos conscientes de nuestro pensamiento), no nos daremos cuenta de que estamos identificando lo que las conexiones neuronales de nuestro cerebro pueden construir y también denominar “cerebro”, con ‘eso’ que se supone que rodea al cerebro mismo: el ‘mundo exterior’, incluyendo, por supuesto, la materia misma del propio cerebro. Las teorías de un neurofisiólogo actual (si aceptamos y seguimos esas mismas teorías) son fenómenos dentro del cosmos interno, eléctrico y viscoso, de sus propias galaxias de neuronas. Se podría decir, a partir del materialismo científico actual, que el cerebro es una de las cosas que se pueden contemplar dentro del cerebro si el cerebro funciona correctamente (dentro de esa caja mágica también puede suceder una brisa de otoño capaz de erizar la piel de la memoria). 

A partir de ese materialismo también se puede decir que seremos más conocedores del cerebro a medida que nos acerquemos a un cierto camino de conexiones neuronales, a una cierta forma, o baile si se quiere, de la materia que constituye nuestro cerebro: aquella que propicie una representación adecuada de lo que es el cerebro en sí mismo, si es que tal cosa existe. ¿Cómo sería tal “cosa”?

Vamos a intentar vislumbrar qué podría haber detrás de la palabra “cerebro”. Hagámoslo con los ojos infinitos de la diosa Filosofía, la cual, según la neurociencia actual, sería solo una actividad cerebral (la actividad cerebral que se modela, que se mira a sí misma… ¿Desde dónde?). 

La palabra “cerebro” (esa poderosa bailarina lógica) nos dará una maravillosa oportunidad para filosofar seriamente: sin pereza, con un coraje extremo, listos para nadar en el océano del infinito, de lo insoportable incluso (pero insoportable, a veces, por su extrema belleza). Comienza el gran éxtasis intelectual de la Filosofía. Realmente creo que nuestro filosofar puede recibir una lluvia extremadamente fértil si observamos lo que se dice sobre el cerebro a partir de los modelos actuales de neurofisiología (a partir de estas configuraciones determinadas de la química de nuestro cerebro, si aceptamos esos mismos modelos). 

Pero, ¿qué dicen esos modelos al día de la fecha? 

Hasta donde yo voy sabiendo, se dice que el cerebro (el cerebro humano en concreto) es una parte del cuerpo humano, un órgano que se considera el centro del sistema nervioso. Contiene miles de millones de células de un tipo especial: las llamadas “neuronas”, que, sorprendentemente, se conectan entre sí -o no- creando -o no- asociaciones (digamos sociedades… ¿Civilizaciones?). He leído que las neuronas pueden cooperar en sociedades de millones de miembros y que aún está por ser desvelado el misterio de cómo funciona realmente esa cooperación. También se dice que el tejido cerebral produce energía, electricidad de hecho (como una pequeña central nuclear orgánica), electricidad que, si muchas neuronas trabajan juntas, puede ser lo suficientemente potente como para salir del cráneo (la caja del cerebro) y ser detectable en el exterior. Ese órgano, esa ‘máquina’ crucial [Véase “Máquina”], se puede comparar con una computadora. En realidad, algunos modelos actuales de neurociencia usan esa comparación para mejorar la comprensión de su objeto de estudio. Y lo hacen sobre la base de que el cerebro es un centro de percepción y procesamiento de datos. El alcance de dicha percepción, según lo que parece comúnmente aceptado en la ciencia actual, es enorme: luz, sonido, composición química de la atmósfera, temperatura, orientación de la cabeza, posición de las extremidades, composición química del torrente sanguíneo… O eso es lo que luego se dice a sí mismo el cerebro que ha “percibido”.

Sigamos… El hipotálamo, que es una parte del cerebro, puede incluso controlar el nivel de sodio, el nivel de glucosa y el nivel de oxígeno en la sangre, y, según esos datos, enviar mensajes a la glándula pituitaria, la cual reacciona introduciendo hormonas en el torrente sanguíneo que son capaces de modificar la actividad celular. 

También se dice que el aprendizaje y la memoria son actividades centrales del cerebro. Santiago Ramón y Cajal podría haber explicado tales capacidades argumentando que se trataba de cambios en las conexiones sinápticas entre las neuronas. Dicha teoría podría haber comenzado a ser comúnmente aceptada por una serie de investigaciones iniciadas por un artículo de Tim Bliss y Terje Lømo publicado en 1966 en Journal of Physiology. El descubrimiento clave de ese artículo fue la llamada “Potenciación a largo plazo”: el fortalecimiento de la sinapsis entre las neuronas causada por la actividad reciente. También existe lo contrario: la “Depresión a largo plazo”. Ambos fenómenos podrían ser una prueba de lo que ahora se llama “plasticidad sináptica”, teoría que afirma que las conexiones entre las neuronas pueden fortalecerse o debilitarse según su actividad durante un período de tiempo. Miles de millones de neuronas capaces, dispuestas a conectarse entre sí… 

¿Qué puede ocurrir si se produce una conexión total? ¿El cerebro (ese enorme misterio) sería completamente consciente de sí mismo? La Filosofía, vista desde los modelos actuales de neurofisiología, podría describirse como una bellísima bomba de pensamientos conscientes, colocada dentro de esas galaxias de neuronas para desencadenar su conexión extática final: la plasticidad sináptica infinita. 

Los modelos científicos que acabo de esbozar son el marco teorético de algunos proyectos sorprendentes que me gustaría mencionar (y agradecer también): 

https://www.humanbrainproject.eu/en/. Aquí encontrarás la siguiente pregunta: “¿Te imaginas que un cerebro y su funcionamiento se replicaran en una computadora?” 

https://alleninstitute.org/what-we-do/brain-science/. En la página web de este instituto (que fue fundado por Paul Allen, uno de los creadores de Microsoft junto con Bill Gates), se dice lo siguiente: “El cerebro humano es la pieza más compleja de materia organizada en el universo conocido. Utilizamos nuestro singular enfoque para descubrir sus misterios y compartir recursos valiosos con la comunidad global de neurocientíficos “. 

La vanguardia científica de nuestra civilización está ahora fascinada con los cerebros: con esas complejas piezas de materia organizada. Y es que dentro de esas joyas cósmicas podría estar la clave de todo. 

Neurociencia. Filosofía. Veamos lo que dicen los siguientes pensadores individuales (cerebros individuales) sobre el cerebro: 

1.- Schopenhauer. La paradoja del cerebro. Volvamos a eso: el cerebro, como cosa entre cosas del universo físico, está en el espacio, pero el espacio (el continente, la ‘caja’ del universo físico) está solo en el cerebro (Pararega y Paralipomena II, p. 48, de acuerdo con la edición clásica de Arthur Hübscher, revisada por su esposa Angelika y publicada en Mannheim en 1988). El sistema filosófico de Schopenhauer supera tal paradoja ubicando el cerebro físico como parte del mundo creado, como una especie de herramienta utilizada por nuestro yo más profundo para contemplar nuestra propia creación. 

2.- Humberto Maturana. Biología de la cognición (Informe de investigación del laboratorio de computación biológica BCL 9.0. Urbana IL: Universidad de Illinois, 1970). Maturana es uno de los tres creadores del concepto “autopoiesis”, el cual se refiere a la supuesta capacidad de autogeneración y autogestión de los llamados “sistemas vivientes” (se dice que los otros dos creadores de dicho concepto son Francisco Varela y Ricardo B. Uribe). El cerebro: Maturana dice que la rana no puede ver a todos los animales (no ve los que son especialmente grandes y lentos). La actividad del cerebro (lo que es ‘realidad’ dentro de él) sería el resultado de las demandas del sistema vivo que lo nutre. La realidad es fabricada por los “sistemas vivientes”. ¿Es también esa misma teoría generada en el cerebro de Maturana algo que sirve solo para nutrir el “sistema viviente” que lo posee? ¿Cómo puede ser cierta esa teoría si es generada por un cerebro biológicamente esclavizado? Merece ser leído el estudio esquemático sobre el pensamiento de Humberto Maturana ofrecido por John Lechte en este trabajo: Fifty Key Contemporary Thinkers: From Structuralism to Postmodernity (Routledge, London 1994). Hay una edición en español: 50 pensadores contemporáneos esenciales, traducción de Carmen García Trevijano, Cátedra, Madrid 2010.

3.- El funcionalismo computacional de Hilary Putnam [Véase aquí, todavía solo en español] como solución para el problema mente/cerebro: la mente es el software; el cerebro es el hardware. La crítica de John Searle: “la habitación china” (Minds, Brains and Science, Harmondsworth, Londres 1984) [Edición española: Mentes, cerebros y ciencia, Cátedra, Madrid 1994]. Searle afirma que una computadora puede comportarse como si entendiera chino, pero no sería nunca una mente porque no puede pensar, ser consciente, de su propio comportamiento. Este pensador centra sus críticas exclusivamente en las computadoras digitales. Pero, ¿qué tipo de máquinas están todavía por ser creadas? [Véase “Máquina”]. Schopenhauer ya consideraba el cerebro humano como nuestra creación artificial más sofisticada. Porque en realidad no seríamos “seres humanos”. Los seres humanos serían en realidad nuestra creación.

4.- Antonio Damasio [Véase aquí, todavía solo en español]. Merece ser leída su obra El error de Descartes. Ese error fue creer que las operaciones más refinadas de la mente están separadas de la estructura y el funcionamiento del organismo biológico. El cerebro y el resto del cuerpo constituyen un organismo inseparable compuesto por circuitos bioquímicos y neuronales que se relacionan con el medio ambiente en su conjunto, y de esa interacción surge la actividad mental. Entonces… ¿Nuestro cerebro tiene el tamaño de todo el universo físico? ¿Pensamos con todo eso? ¿Es nuestro pensamiento fruto de todo eso? ¿Lo es también nuestro ‘yo pensado’?

5.- Richard Dawkins: The God delusion [El espejismo  de Dios]. En este libro hay un epígrafe que lleva por título “La madre de todos los burkas”. Dawkins afirma que lo que vemos del mundo real no es el mundo real, sino un modelo del mundo real, regulado y ajustado por datos sensoriales (un modelo que está construido de tal manera que es útil para relacionarse con el mundo real). Dawkins también afirma que la naturaleza de ese modelo depende del tipo de animal que somos. De acuerdo con esa teoría, podríamos preguntarnos: ¿No es esa misma teoría (el modelo de realidad que Richard Dawkins expone) simplemente algo útil que su cerebro (su cuerpo) necesita para lidiar con ese monstruoso misterio que parece ser el mundo real, pero real de verdad? Entonces: ¿Los cerebros reflejan la realidad o la crean? ¿La supervivencia del sistema requiere una ‘realidad’ reflejada en el cerebro o simplemente una fantasía capaz de desencadenar la voluntad de vivir? [Véase aquí mi artículo completo sobre Richard Dawkings todavía solo en español]. 

Ahora intentaré transmitir lo que parecen ser mis propios pensamientos (las secreciones de mi propio cerebro, o del universo entero a través de él) sobre el misterio del cerebro: 

1.- “Cerebro” es, en primer lugar, una palabra, un símbolo. Nada más. Y nada menos… También se puede decir que es el resultado de aplicar un determinado sistema de cortes en la realidad visual del llamado “universo” [Véase “Universales”]. No puedo ver ningún cerebro más allá de cierto software mental (si usamos la metáfora de Hilary Putnam).

2.- El lenguaje siempre nos hechiza. Para ser consciente de ese hechizo hay que pensar que tanto “átomo” como “neurona” o “cerebro” o “ciencia” son palabras: frutos artificiales de modelos mentales: secreciones de algo inefable que ahora no tengo más remedio que llamar “cerebro”. De hecho, es posible que en un futuro muy cercano surja un nuevo modelo de cerebro. Por ejemplo, un modelo que afirme la identidad absoluta entre lo que ahora llamamos “cerebro” y lo que ahora llamamos “universo”.

3.- La bailarina lógica “Cerebro” generalmente baila junto con otra: “Mente”. Se dice que desde el último tercio del siglo XX la filosofía de la mente está adquiriendo un lugar privilegiado en lo que llamamos reflexión filosófica. Pero hoy en día, la ideología predominante es la que afirma la dimensión material del cerebro. El problema (la maravilla) es que que cada objeto físico (el cerebro incluido), según la Física actual (Teoría M), tiene once dimensiones, no tres. Por lo tanto, los modelos (los dibujos) actuales del cerebro están mutilados: el cerebro en sí, incluso considerado como un objeto físico puro, es imposible de dibujar. Imposible de ver. Impossible de imaginar siquiera.

4.- El cerebro… Realmente no sé qué es eso, pero si cierro mi ojos, puedo sentirlo, ‘ahí’, como una enorme ballena mágica, infinita. Dentro de mí. Y yo dentro de ella. Es imposible, pero es así… Y también puedo enviarle calma, y silencio, e incluso amor, a ese ser.  Es  algo que hago casi todos los días. Créeme: después de no más de un minuto, ese ser parece nacer de nuevo, listo para seguir amando la vida, listo para seguir produciendo mundos. La pregunta es: ¿Desde dónde siento mi propio cerebro? ¿Dónde estoy yo realmente? 

Es suficiente. Saquemos a la diosa Filosofía del salón donde la bailarina lógica “Cerebro” necesita bailar. Esa preciosa bailarina es parte de un gran sueño: el sueño del materialismo científico, que ofrece mundos fabulosos. Y expectativas fabulosas también. 

David López

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The logical ballerinas: “Brain”.

 

 

“Brain”. It is supposed to be the crucial but also imaginary organ of this famous sculpture of Rodin, and also the ‘place’ from where Philosophy emerges.

As physical, tangible reality, the brain is said to be the most sophisticated and dazzling object of the known universe. I have one of those inside me. And you, by the very fact that you are reading these words, have another one. Another one of such amazing living diamonds. Do we own such a jewel or are we owned by it? 

“Brain”. The purpose of this philosophical dictionary is not to give meanings to words, is not to confine their semantics, but to calibrate their spell power: their power to configure contents of consciousness. Worlds.

Let’s go now into a fabulous labyrinth of mirrors. One first step: Who or what wants to study, to see, to consider, to measure, to transform into a model, the so-called “human brain”? Who or what wants to create in its own brain an image, an idea, a map, of its own brain? Can the brain simultaneously be object and subject of knowledge?

It was while reading the great Schopenhauer when I was dazzled for the first time by what is called “the brain paradox”. It can be stated as follows: the brain, as a thing between things, is part of the world (like trees or snails or cars or stars). Seen this way, as a particular cut of the visual impact of the world, it appears as something three-dimensional, tiny, vulnerable, and apparently created, configured and also pitiless submitted by the so called ‘laws of Nature’.

But, on the other hand, according to Schopenhauer (who was a lover of Kant´s Philosophy), it is precisely inside the brain, and only there, where occurs that what we call “world”, or “universe” (with all possible physical brains inside). 

If we do not philosophize (if we are not conscious of our thinking) we will not notice that the theories of a neurophysiologist (if we accept and follow those same theories) are phenomena within the electrical and viscous inner-cosmos of their own galaxies of neurones.

It could be said, from the current scientistic materialism, that the brain is one of the things that can be contemplated inside the brain if the brain works properly (inside that magic box can also happen an Autumn breeze that bristles the skin of memory). And from that materialism, it can also be said that we will be more connoisseurs of the brain the closer we get to a certain neuronal connexions-path, to a certain form, or dance if you want, in the matter of our brain: the precise one that propitiates a suitable representation of what the brain is itself.

Let’s look at what is behind the word “brain”. Let’s do it with the infinite and dazzling eyes of the Goddess Philosophy, which, according to neuroscience, is just a cerebral activity (the cerebral activity modelling itself, looking at itself… From where?).  The word “brain” (that powerful logical ballerina) is going to give us a wonderful opportunity to philosophize seriously, powerfully: without laziness, with extreme courage but also rigor, ready to swim in the sacred ocean of the infinite, of the nearly unbearable (but unbearable, sometimes, because of its extreme beauty).

The great intellectual ecstasy of Philosophy begins. And I truly believe that our philosophising can receive an extremely fertile rain if we look at what is said about the brain from the current models of neurophysiology (from these determined configurations of the chemistry of our brain, if we accept and follow those very models). 

But what do those models say? 

I will focus on the human brain. As far as I know, it is said that the brain is a concrete part of the human body, an organ which is considered the centre of the nervous system. It contains billions of a special type of cells called “neurones”, which, amazingly, connect with each other, or not, creating, or not, clusters of connexions, or associations (let’s say societies). I have read that the neurones can cooperate in societies of millions of members and that it is still uncovered the mystery of the way that cooperation really works. It is also said that the brain tissue produces energy, electricity indeed (like a small, organic nuclear power station), which, if many neurones work together, can be powerful enough to get out of the skull (the box of the brain) and be measured outside. That organ, that crucial ‘machine’ [See “Machine”], is comparable with a computer. Actually, some current models of neuroscience use that comparison to improve their insight of the brain. And they do it on the grounds that the brain is a centre of perception and processing of data. The scope of such perception, as far as it is commonly accepted in today’s science, is quite amazing: light, sound, chemical composition of the atmosphere, temperature, head orientation, limb position, chemical composition of the bloodstream… The hypothalamus, which is one part of the brain, can even check the sodium level, the glucose level, and the blood oxygen level, and send some of those outputs to the pituitary gland, which reacts introducing hormones into the bloodstream that are capable to change cellular activity.

It is also said that learning and memory are core activities of the brain. Santiago Ramon y Cajal explained such capacities asserting that they were just changes in the synaptic connexions between neurones. Such theory is said to be fully proved by a stream of investigations triggered by a paper of Tim Bliss and Terje Lømo published in 1966 in Journal of Physiology. The key discovery of that paper was the so-called “long-term potentiation”: the strengthening of the synapsis between neurones caused by recent activity. There is also the opposite: the “long-term depression”. Both phenomena might be showing what is now called “synaptic plasticity”, which implies that the connexions between neurones can strengthen or weaken depending on their activity. Thousands of millions of neurones willing to connect among each other… What might occur if that total inner-connexion takes place? The brain (that mighty mystery) being completely conscious of itself? Of its unfathomable reality? And the very Philosophy, viewed from the current models of neurophysiology, could be therefore described as a bomb of conscious thoughts set inside those galaxies of neurones in order make possible its final, ecstatic connexion: the infinite synaptic plasticity.

The strict scientific models of reality I have just shown are the framework of some amazing projects that I would like to mention (and to thank too): 

  • https://alleninstitute.org/what-we-do/brain-science/ . On the webpage of this institute (which was founded by Paul Allen, one of the founders of Microsoft along with Bill Gates) we are said what follows: “The human brain is the most complex piece of organized matter in the known universe. We use our singular approach to uncover its mysteries and share valuable resources with the global community of neuroscientists”.

It seems that our civilisation is now fascinated with the human brains: with those complex pieces of organised matter [See “Matter”]. Inside those cosmic jewels might be the key to everything.

Neuroscience. Philosophy. Let’s see what the following individual thinkers (individual brains) say about the brain:

1.- Schopenhauer. The paradox of the brain. Let’s go back to it:  the brain, as thing of the physical universe, is in space, but space (the continent, the ‘box’ of the physical universe) is only in the brain (Pararega and Paralipomena II, p. 48, according to the classic edition of Arthur Hübscher, revised by his wife Angelika, and published in Mannheim in 1988). The philosophical system of Schopenhauer overcomes such paradox placing the physical brain as part of the created world, as a kind of tool used by our deepest I in order to contemplate our own creation.    The brain might be our tool. One of them. But “we” would not really be humans: humans might be our creations (our sacred tools).

2.- Humberto Maturana. Biology of Cognition (Biological Computer Laboratory Research Report BCL 9.0. Urbana IL: University of Illinois, 1970). Maturana is one of the three creators of the concept “autopoiesis”, which refers to the alleged capacity of self-generating and self-maintaining of the so-called “living systems”. (It is said that the other two creators of such concept are Francisco Varela and Ricardo B. Uribe). The brain: Maturana says the frog cannot see all the animals (it does not see those that are especially large and slow). The activity of the brain is the result of the demands of the living system that nourishes it. Reality is indeed fabricated by living systems in order to enhance their survival possibilities. So … Is it also the very theory that generates the brain of Maturana something (let’s say bio-artificial) that nurtures and guards the living system that owes him? How can that theory be true if it is generated by a biologically enslaved brain whose sole purpose is to nourish something called “living system”? It deserves to be read the schematic study on the thought of Humberto Maturana offered by John Lechte in this work: Fifty Key Contemporary Thinkers: From Structuralism to Postmodernity (Routledge, London 1994).

3.- The computational functionalism of Hilary Putnam as solution for the mind/brain problem (the mind is the software; the brain is the hardware). The criticism of John Searle in his paper “The Chinese room argument” (“Minds, Brains, and Programs”, Behavioral and Brain Sciences, 1980): A computer can behave as if it could understand Chinese, but it would nevertheless not be a mind, because it cannot think, be conscious of its own behaviour. Searle does focus its criticism on digital computers. But what kind of machines are still to be created? Schopenhauer, as I said before, already considered the brain as our most sophisticated artificial creation. Because, indeed, we would not be “human beings”…

4.- Antonio Damasio: Descartes’ Error: Emotion, Reason, and the Human Brain, 1994. This neuroscientist asserts that such alleged error was to believe that the most refined operations of the mind are separated from the structure and functioning of the biological organism. The brain and the rest of the body constitute an inseparable organism composed of biochemical and neural regulatory circuits that relate to the environment; and mental activity arises from that interaction. So …  Does our brain have the size of the whole physical universe? Do we think with all that or in that all? By the way: How big and deep is the so called “physical universe”?

5.- Richard Dawkins: The God delusion, 2006. In this book there is a chapter entitled “The mother of all the burkas”. And from the groove of his own burqa, and always through the kaleidoscopic lens of his radical scientist bio-materialism, Dawkins states that what we see of the real world is not the real world, but a model of the real world, regulated and adjusted by sense data (a model that is constructed in such a way that it is useful to deal with the real world). Dawkins also states that the nature of that model depends on the type of animal we are. According to that theory we could ask: Is not that very theory (the model of reality that Richard Dawkins exposes) just something useful that his brain (his body, his matter) needs in order to deal with the real world? Do brains reflect reality or create it? Does the survival of the system require ‘reality’ reflected cerebrally or just fantasy capable of triggering will to live? Is there a “world” out there? How can we go out of our brains to see it?

Now I will try to convey what seem to be my own thoughts (the products of my own brain) about the mystery of the brain:

1.- “Brain” is a word. Nothing else. Nothing less… It can also be said that it is the result of applying a certain system of cuts in the visual reality of the so-called “universe”. I can see no brain beyond a certain mental software (if we use the metaphor of Hilary Putnam), beyond a certain way of cutting the reality into individuals.

2.- We are always bewitched by language, by The Word: Vak in Sanskrit [See]. If you want to (momentarily) scape from such paramount, almighty Goddess, you should to be able to think and feel that “atom”, “neuron”, “science”, “virus” or “brain” are words: artificial fruits of mental models: secretions of something ineffable that, given that I am now inside a phrase, I have no choice but to name it “brain”. In fact, it is possible that in a very close future a new model of ‘brain’ might emerge. For example, a model that affirms the identity between what we now name “brain” and what we now name “biosphere” or even “universe”.

3.- The logical ballerina “Brain” usually dances together with another: “Mind”. It is said that from the last third of the twentieth century the philosophy of the mind is acquiring an increasingly privileged place in what we call philosophical reflection. But the leading ideology nowadays is the one which asserts the pure material dimension of the brain. [See “Matter”]. Okay. But every physical object, according to current Physics (M-Theory), is supposed to have eleven dimensions, not only three. Therefore, the current models (the draws) of the brain are mutilated: the ‘brain in itself’ (even considered as a pure physical object) is impossible to draw. Impossible to see. Even impossible to imagine.

7.- The brain… I don’t really know what that is, but, if I close my eyes, I can feel it, ‘there’, like a huge magical, infinite diamond. And I can also send it calm, silence, even love… That is something really astonishing I do almost every day. Believe me: after no more than one minute, that mysterious, unsayable ‘thing’ we call brain seems to be born again, ready to go on loving life, producing worlds if you want. 

The wild philosophical question is:

From where do I feel and bless and vivify my own brain in such magical moments? Where am I really located? And, above all: What am I? What are you, dear reader?

This Philosophy blog does not have advertising or institutional support. And I don’t have the financial resources to sustain it and to develop it. However, I do have an enormous amount of ideas and philosophical projects still to be developed and communicated. For all these reasons, if you believe that the work I am offering here has value, please consider making a donation (through the “Donate” button). Your help can be decisive for the survival of this project. I give you my word.

Las bailarinas lógicas: “Sueño”.

 

Dicken´s Dream. Robert William Buss

Soñamos.

Es prodigioso el mero hecho de que algo así llegue a ocurrir, a ser siquiera posible.

Filósofo es aquel que no se acostumbra a lo prodigioso: aquel que no se acostumbra a lo que hay. Porque, finalmente, es incapaz de abarcar lo que hay en palabra alguna, en sistema alguno. 

En las notas que siguen expondré algunas reflexiones que, según creo ahora, se encaminan hacia una desactivación de los universales “Sueño” y “Vida” [Véase “Universalia“], y, quizás, a su sustitución por un neologismo que sería algo así como “Omni-vida”, entendiendo que no existe diferencia ontológica entre los distintos ‘lugares’ o ‘mundos’ en los que entramos y salimos a lo largo del tiempo infinito — y dentro del espacio, infinito también — de nuestra mente.

La experiencia total. ¿Cuáles son los límites de la vida? ¿Cuánto se vive en una vida; si incluimos todo lo que se sueña en ella? ¿Cuántos cómputos de tiempo? ¿Cuántas tramas? ¿Cuántas personas se es en el gran teatro de nuestra mente (o de nuestro “cerebro”, si se quiere soñar en red con los neurofisiólogos)? [Véase “Cerebro”].

La vida es sueño. Sí. Pero, ¿qué es eso de “la vida”? ¿Cómo jerarquizar los distintos mundos en los que entramos y de los que salimos? ¿Desde dónde estoy exponiendo estas preguntas? ¿Desde un sueño? 

Creo que sería más apropiado decir que el sueño es vida. Y eliminar eso de “solo fue un sueño”. Creo que un sueño es algo grande.

¿Podemos — como aseguran, entre otros, los budistas — despertar alguna vez, pero del todo? ¿Morir es despertar a otro sueño más ‘real’, más ‘de verdad’, que este en el que ahora escribo, y en el que tú, querido lector, me lees?

Algunos taoístas aseguran que somos — los seres humanos y sus mundos — el sueño de una mariposa: el sueño de algo que goza de una ligereza infinita. El sueño de una Nada… [Véase “Nada”].

Con ocasión de la bailarina lógica “Materia” [Véase], narro un sueño personal en el que, una vez alcanzada la consciencia de que estaba soñando, me deleité contemplando la materia onírica de unos árboles de mi infancia; e incluso sintiendo en mi piel una brisa ‘imaginaria’ que provocó en mí un estallido de belleza extrema. La noche 24 de mayo de 2011 tuve un sueño similar. También lúcido. Así lo recuerdo ahora:

Estoy en una casa que se supone que es la mía. Hay bastante gente dentro y también en el jardín. Entre esa gente están mis familiares más directos. De pronto, me doy cuenta, algo asustado y aturdido, de que esa no es exactamente mi casa. Empiezo a sospechar que estoy soñando. Se lo digo a mi hermano. Él no me cree. Intento convencerle a él y a más gente que ahora no recuerdo. Dudo de si estoy o no soñando. Me decido a hacer la prueba que siempre me funciona: levanto los brazos para echar a volar. Y vuelo. Me consuela saber que he acertado y que estoy en un sueño, lo cual, inmediatamente, me hace tomar consciencia de que tengo un enorme poder de configuración de esa realidad: que puedo hacer con ella casi lo que quiera. Pero recuerdo también, mientras voy volando, que debo mantener la calma y la concentración para no perder el poder. Paso volando junto a las ramas de unos árboles gigantescos. Me detengo, casi en meditación, para contemplar en detalle el prodigio de esa materia onírico-vegetal. Ante ese espectáculo, siento una emoción estético-metafísica realmente gloriosa: estoy contemplando la materia de los sueños.

Sigo mi vuelo y llego a una especie de chalet de montaña, aparentemente deshabitado, muy bello, iluminado con una luz entre verdosa y gris: la luz que nace y muere justo antes de los amaneceres. Veo un cartel con un teléfono. Me pregunto qué pasaría si yo marcara ese número. No lo hago. Me es igual. No me quiero distraer. Lo que me interesa es la contemplación pura de la materia que me envuelve. Sigo volando hacia no sé dónde.

Llego a una casa grande en cuyo tejado hay grandes cristaleras. Veo niños durmiendo. Ellos me descubren. No sé qué decir. Les digo finalmente que soy un ángel, que no se preocupen, que estoy para cuidarles, para que tengan una vida preciosa. Uno de ellos me dice que ya sabe quién soy porque me ha visto en una película. Al resto les doy igual. Entonces se me ocurre animarles a jugar conmigo. Pierdo algo de concentración y de control porque empiezo a sentir apego por esos niños. Me doy cuenta de que tengo que salir de ahí, urgentemente, pero no volando, porque ya he perdido el poder de volar. Salgo corriendo por una escalera grande, como de edificio de lujo en Berlín. Siento angustia. Quiero despertar. Quiero despertar urgentemente.

Pero despierto en otro sueño, y quiero tomar notas en él para aprovechar esas experiencias y poderlas traer a este diccionario filosófico. Hay muchos niños haciendo ruido y soy incapaz de concentrarme. Suena mi móvil. Es un mensaje de voz. Recuerdo de pronto haber soñado un tercer sueño en el que acababa de iniciar una apasionada relación sentimental con una mujer. Una mujer de ojos verdes, muy guapa y muy fea a la vez, que había conocido mientras dejaba una bolsa en el colegio de mi hijo. En el mensaje ella se lamenta de que yo no devolviera sus llamadas. Su voz es angustiosa. Yo sé — en el sueño — que esa mujer formaba parte de otro sueño distinto: un hechizo puntual destinado a diluirse en la nada como un arcoíris moribundo.

Desperté a este sueño desde el que ahora escribo.  Ya dentro de este mundo concreto sentí una mezcla de fascinación metafísica — y física — y también angustia ante la volatilidad de los mundos. Pero, sobre todo, sentí mucha tristeza por aquella mujer de nada que me amaba desde la nada ofreciéndomelo todo.

Los sueños. La vida. El amor…

Antes de exponer mis ideas, creo oportuno mencionar a los siguientes pensadores:

1.- Buda. El despierto. Pero… ¿Para qué despertar? ¿Para no sufrir? Sugiero seguir en la vida sabiendo que se trata de un sueño, de un sueño sagrado. Y ponerse a su servicio: aumentar sus hechizos (Nietzsche).

2.- Kant. Confesó que había despertado del “sueño dogmático” gracias a Hume. ¿Qué es un sueño dogmático? Las bailarinas lógicas (“Causalidad”, “Tiempo”, “Espacio”… y muchas más) hunden en ese sueño. Pero no se puede vivir sin ellas. Porque vivir es soñar. Porque vivir es estar hechizado.

3.- Schopenhauer. Leamos lo que escribió sobre el sueño este poderoso pensador en la primera parte de su obra Parerga y paralipomena (P I, 232-233, según la edición clásica de Arthur Hübscher, revisada por su mujer Angelika, y publicada en Mannheim en 1988):

“[…] en el simple sueño la relación es unilateral, y es que solo un yo verdaderamente quiere y siente, mientras que los demás no lo hacen, pues son fantasmas; por el contrario, en el gran sueño de la vida tiene lugar una relación multilateral, toda vez que no solo uno aparece en el sueño del otro, sino que éste también aparece en el de aquel, de forma que, por medio de una verdadera harmonia praestabilita, cada uno sueña solo aquello que para él es adecuado según su propia guía metafísica, y todos los sueños-vida están entretejidos con una perfección tal, que cada uno experimenta solo lo que le es beneficioso y hace lo que es necesario para los demás […].”

(La traducción es mía. Ofrezco a continuación el texto original en alemán para su cotejo):

“[…] im bloßen Traume das Verhältniß einseitig ist, nämlich nur ein Ich wirklich will und empfindet, während die Uebrigen nichts, als Phantome sind; im großen Traume des Lebens hingegen ein wechselseitiges Verhältniß Statt findet, indem nicht nur der Eine im Traume des Andern, gerade so wie es daselbst nötig ist, figuriert, sondern auch dieser wieder in dem seinigen; so daß, vermöge einer wirklichen harmonia praestabilita, jeder doch nur Das träumt, was ihm, seiner eigenen metaphysischem Lenkung gemäß, angemessen ist, und alle Lebensträume so künstlich in einander geflochten sind, daß Jeder erfährt, was ihm gedeihlich ist und zugleich leistet, was Andern nöthig […]”.

4.- Freud. 1900. Die Traumdeutung. La interpretación de los sueños. El sueño es una necesidad psíquica, una especie de prótesis metafísica, y su interpretación permite sanar… eso que sea “el alma”. Freud, que es un pensador excepcional, está no obstante hechizado  — acunado — por bailarinas como “Ciencia”. Es un ilustrado decimonónico: habla de “los antiguos”, que, en su supuesta ignorancia pre-científica, creyeron que los sueños podrían ser un lugar intervenido por divinidades exteriores, y que en los sueños había mensajes, y que anunciaban el porvenir… Freud escribió su libro sintiendo que no había habido avance desde Artemidoro de Daldis (s. II d. C.). Y considera que la materia de los sueños es la memoria, la cual almacenaría absolutamente todas las experiencias vividas por un ser humano desde su infancia (hasta las más nimias). Objetivo de la interpretación de los sueños: sanar. Utilizar el sueño (su recuerdo) para sacar a “la luz de la razón” (esa diosa exorcista) todo lo reprimido. Así se acabaría, según Freud, con el sufrimiento: volviendo consciente lo inconsciente. Su método consistía en sugerir que fuera el paciente-soñador quien interpretara su propio sueño, dejando que las imágenes salieran sin censura a la purificadora luz “de la razón”. Contra la ciencia de su época, Freud sí creyó que los sueños tenían sentido, pero rechazó el uso de claves interpretativas fijas porque las consideró simple superstición. Finalmente, Freud, en su obra La interpretación de los sueños, confirmó el sentido popular que, según él, siempre consideró los sueños como un espacio para la realización de deseos frustrados en la vida real. Y los “sueños de angustia” serían un fallo del sistema: lo deseado por el inconsciente sería insoportable; y se produciría, sin más, el despertar.

Y estas son mis ideas sobre la palabra “Sueño”:

1.- El sueño/la vida son contenidos de conciencia  — no tengo otras palabras más adecuadas para decirlo. Creo que esos contenidos forman una fabulosa obra de arte que está siendo contemplada por ‘nosotros’ desde un lugar innombrable desde aquí. Esa gran Creación, esa descomunal sinfonía de mundos interconectados, incluye todo lo ‘vivido’ y ‘soñado’ por nosotros.

2.- No morimos porque no vivimos. “Vivir” es una palabra demasiado simple. “Soñar” y “morir” también lo son. Como he adelantado al comienzo de este texto, creo que sería más apropiado decir que “omni-vivimos”: entramos y salimos en y de realidades que nosotros mismos fabricamos desde donde somos Nada (desde donde somos Dios, si se quiere utilizar esta palabra).

3.- Creo que en nuestros sueños  — vida incluida — irrumpen mensajes y seres exteriores. O, mejor dicho quizás:  mensajes que nos mandamos a nosotros mismos desde otros lugares de nuestra conciencia infinita.

4.- Considero que no hay que descartar la posibilidad de que ‘alguien’ nos esté contemplando en este momento, con ternura, como cuando contemplamos a nuestros hijos dormidos. No es tampoco descartable que nos estén amando y cuidando desde donde quizás despertemos al morir.

5.- El sueño dogmático. Este diccionario filosófico muestra el poder narcotizante de las bailarinas lógicas (las palabras/los conceptos/ los universales/las ideas). Creo que todo kosmos noetos, en sentido platónico, es narcótico: todo cosmos es un sueño ordenado. Todo logos, si tiene la fuerza suficiente, sumerge en un profundo sueño dogmático. Kant, gracias a Hume, despertó de un sueño dogmático, pero entró en (y fabricó) muchos otros, todos preparados para causar hechizos en sus fabulosas obras filosóficas.

6.- La interpretación de los sueños. ¿Qué es “interpretar”? ¿Para qué “interpretar”? Unos mundos nutriendo a otros. Pero, ¿desde qué lógica? ¿No es la lógica, también, una alucinación de la mente? Quizás sí. Pero hay que vivir este sueño, este, y merece la pena buscar nutrientes, ideas, hitos, mensajes — lo que sea — en otros mundos. Creo, con Freud, que los sueños están al servicio de nuestra salud, entendiendo “salud” en un sentido ilimitado.

7.- Despertar. Dios se aprieta pero no se ahoga. Todos sabemos en el fondo, que, cuando un sueño (o un vivir en general) se pone demasiado duro, podemos salir de él: podemos diluirlo en la nada del sueño olvidado y reducido a simple materia onírica, a pura irrealidad.

8.- El silencio en el sueño. Los sueños, en general, son ruidosos, desasosegados, como caricaturas de este sueño/vida desde el que ahora escribo. En los sueños, generalmente, se siente muy poco sosiego, y muy poca libertad… ¿Cabe meditar dentro de un sueño?  Yo lo hice, después de saberme soñando en una especie de asamblea de dignatarios religiosos que tenía lugar dentro de lo que parecía una catedral. Fue una experiencia incomunicable ahora. En otra ocasión soñé con un pueblo rodeado por la luz y el silencio.  Todo era demasiado calmado. Demasiado maravilloso. Sentí que no estaba en un sueño ordinario; y me asusté muchísimo porque supe que aquello era la muerte. O algo relacionado con la muerte. Y yo no quería morir. Tenía una preciosa hijita de cuatro años. Elegí entonces  — por amor, por amor puro y duro — regresar a esta vida/sueño (a esta “Omni-vida”), renunciando a las delicias de aquel paraíso rural. Y letal.

9.- Creo que cabría diferenciar entre el sueño pasivo y el sueño activo. El Dios de los monoteísmos, el Dios Creador, antes de crear,  tuvo que soñar activamente (‘imaginar’) su Creación (o ‘ensoñar’ si se prefiere). No cabe pensar una Creación instantánea, no soñada activamente, esto es: no deseada una vez imaginada activamente. No se puede desear algo que no se ve previamente en la imaginación. El sueño pasivo, por su parte, sería una entrada en el fruto de la propia imaginación, con la conciencia autolimitada para percibir lo creado (la ‘realidad’) como algo ajeno objetivo, ‘ahí’. Ese podría ser el sentido mismo de la Creación. Y del mundo. De todos los mundos posibles. 

10.- El paraíso. No descarto su existencia; como sueño perfecto experimentable desde un nivel de conciencia todavía auto-hechizado. El paraíso como materialización de todo lo deseado ‘en vida’: como vivencia total de todo lo soñado (ensoñado) activamente: como último regalo del cerebro para sí mismo (si no se quiere salir del modelo fisicista-cerebralista).

11.- El sueño amado. Recuerdo haber sido arrastrado por cataratas de sueños sucesivos en los que una y otra vez creí que había despertado, por fin, a la verdadera realidad. Pero ninguno de ellos era el sueño amado. Y yo lo sabía. Hasta que regresé a este.

Este.

Mi sueño amado es este: este desde el que escribo, porque en él están seres maravillosos por los que vale la pena asumir los dolores del ignorante (en sentido budista): de ese ‘estúpido’ que -por puro amor- no se desapega de su sueño amado.

Quisiera terminar este texto trayendo de nuevo las palabras de Schopenhauer sobre el sueño. Y es que tienen una fuerza y una belleza descomunales:

“[…] en el simple sueño la relación es unilateral, y es que solo un yo verdaderamente quiere y siente, mientras que los demás no lo hacen, pues son fantasmas; por el contrario, en el gran sueño de la vida tiene lugar una relación multilateral, toda vez que no solo uno aparece en el sueño del otro, sino que éste también aparece en el de aquel, de forma que, por medio de una verdadera harmonia praestabilita, cada uno sueña solo aquello que para él es adecuado según su propia guía metafísica, y todos los sueños-vida están entretejidos con una perfección tal, que cada uno experimenta solo lo que le es beneficioso y hace lo que es necesario para los demás […].”

David López

 

 

 

 

 

 

 

[:]

The logical ballerinas: “Dream”

 

 

“Dream”. We dream. The very fact that this happens is simply prodigious. The philosopher never gets used to the prodigious: never gets used to what seems to be plain reality.

In the following notes I will convey some reflections that are dragging me towards a deactivation of the ideas of “Dream” and “Life”, and, perhaps, their replacement by a new-born idea: the “omni-life”. We do really omni-live.

Which are the limits, and the exact contents, of life? How much do we experience, do we live, within a life, if we include our dreams inside it? How many people and emotions and buildings and landscapes are born and die in the great theatre of our mind (or our “brain”, if you want to dream inside the current network of neurophysiology)? [See “Brain”].

“Life is dream”. Okay. Yes. But what exactly is that what se call “life”? How to rank the different worlds (dreams) in which we enter and leave within a lifetime? Where am I now exposing these questions? Inside a dream? Inside a life? Who writes now? Who reads? Where?

I think it would be philosophically more effective to say that dreams are life, pure life; and to eliminate expressions such as “It was just a dream”. I think a dream is something big. Just because it is life.

Can we -as Buddhists claim- awaken once, and completely? Will we wake up in another dream -more real, more true, than this one in which we are now- when we ‘die’?

Taoists claim that we  (human beings and their worlds) are the dream of a butterfly: the dream of something that enjoys an infinite lightness. The dream of a Nothing indeed…

In the logical ballerina “Matter” [See] I narrate a dream in which, once I had reached the consciousness that I was dreaming, I could contemplate the dreamlike matter of some trees of my childhood; and even feel in my oneiric skin a breeze that triggered inside me a burst of extreme, let say metaphysical beauty. On the night of May 24, 2011, I had a similar dream. Also a lucid one. I bring it now here transformed into words:

I am in a house that is supposed to be mine. There are many people inside it and also in the garden. Among those people are my closest relatives. Suddenly I realize, frightened and dazed, that that is not exactly my house. And I begin to suspect that I am dreaming, so I tell it to my brother. He does not believe me. I try to convince him, and also some other people who I do not remember now, that we all are in a dream: in a fake reality. They don’t believe me. Then I doubt if I’m dreaming or not. So I decide to do the test that always works for me in such oneiric situations: I raise my arms, ready to fly, willing to fly. And, immediately, I do hover some meters above the ground, above the people. That makes me aware that I have an enormous power to configure that reality: that I can do with it almost anything I want. But I also remember, while flying, that I must remain calm and focused so as not to lose my power, my lucidity. Calm and focused inside that ‘artificial’ reality. 

I fly towards the highest branches of gigantic trees. I stop, almost in meditation, so as to contemplate in detail the prodigy of that oneiric-vegetable matter. Before that unique spectacle, that unique masterpiece, I feel a truly glorious aesthetic-metaphysical emotion: I am contemplating the matter of dreams and one of its possible configurations.

I resume my flight and, after an unmeasurable period of time, I arrive at a kind of mountain chalet, apparently uninhabited, very beautiful, illuminated with a green/gray light: the light that lives and dies just before sunrises. Then I see a sign with a phone number. I wonder what would happen if I called that number. I do not do it. I don’t care about that number. Actually, I do not want to be distracted, to lose my power, my distance, my immunity, inside that dream. What really interests me now is the pure contemplation of the matter surrounding me, hosting me. I keep flying towards I do not know where.

I arrive at a huge building with large windows on its roof. Through those windows I can see children sleeping inside a bedroom. They wake up and discover me. I do not know what to say. I tell them that I am an angel, that they should not be afraid, that I am there to take care of them, so that they have a precious life. One of chikdren tells me that he already knows who I am because he has seen me in a movie. The other children don’t pay attention at me anymore. I decide to ask them to play with me. Suddenly, I feel powerful love-emotions in my heart and I lose some concentration and control. I feel like I have to urgently get out of there, out of that fake reality, but not flying, because I am aware I have already lost the power to fly. I run down a large staircase, like the ones of the old luxury buildings in Berlin. I feel anguish. I want to wake up. Urgently! I am scared…

But I wake up in another dream. In that new dream I want to write some notes about what I have experienced in the previous dream and bring them to this philosophical dictionary. There are many children making noise and I am unable to concentrate. So I can not write a single word. My mobile rings. It is a voice message. I remember suddenly a third dream (a third artificial reality) in which I had just started a passionate relationship with a woman. A woman with green eyes, very beautiful and very ugly at the same time, whom I had met while leaving a bag at my son’s school. In the message she said she was suffering a lot because I did not return her calls. Her voice sounds anguished in my cellphone. Then I am aware, horrified, that this woman was part of an already melted dream: a  passionate life dissolving  into nothingness like a dying rainbow.

I wake up in this dream or “Omni-life” from which I now write. And I feel a mixture of philosophical fascination and vertigo because of the pitiless volatility of worlds, of lives, of ‘dreams’. And I also feel very sad remembering that woman of nothing who truly loved me from the nothing offering me everything.

Dreams. Life. Sadness. Love…

Before presenting my own ideas, I consider it useful to mention the following thinkers:

1.- Buddha. “The awaken one”. Why to wake up? In order not to suffer? I order to access something glorious? I suggest to continue in life knowing that it is a dream, a sacred dream, an “Omni-life”,  and work hard, dream hard, in order to raise its beauty, its sacrality.

2.- Kant. He said that he had awakened from the “dogmatic slumber” [Dogmatischer Schlummer] thanks to Hume. What is a “dogmatic slumber”? The logical dancers (“time”, and “space”, and “causality” of course included) drag us into the dream of beliefs that they create. But we can not live without them. Because to live is to dream. Because to live is to be bewitched, fascinated, by beliefs.

3.- Schopenhauer. Let’s read this powerful thinker in the first part of his work Parerga and Paralipomena (P I, 232-233, according to the classic edition of Arthur Hübscher, revised by his wife Angelika, and published in Mannheim in 1988):

“[…] in the mere dream the relation is one-sided, namely, only an I really wants and perceives, while the others are nothing but phantoms. In the great dream of life, on the other hand, a reciprocal relation takes place, in which not only one appears in the dream of the other, just as it is necessary there, but also this last one appears in the dream of the first; so that, by virtue of a real harmonia praestabilita, everyone dreams only what is appropriate to him, in accordance with his own metaphysical guidance, and all Dream-Lifes are so artificially intertwined that everyone experiences what suits him and, at the same time, accomplishes what others need […]” 

(The translation is mine. You can check it in the original German version that I paste next).

“[…] im bloßen Traume das Verhältniß einseitig ist, nämlich nur ein Ich wirklich will und empfindet, während die Uebrigen nichts, als Phantome sind; im großen Traume des Lebens hingegen ein wechselseitiges Verhältniß Statt findet, indem nicht nur der Eine im Traume des Andern, gerade so wie es daselbst nötig ist, figuriert, sondern auch dieser wieder in dem seinigen; so daß, vermöge einer wirklichen harmonia praestabilita, jeder doch nur Das träumt, was ihm, seiner eigenen metaphysischem Lenkung gemäß, angemessen ist, und alle Lebensträume so künstlich in einander geflochten sind, daß Jeder erfährt, was ihm gedeihlich ist und zugleich leistet, was Andern nöthig […]”

4.- Freud. 1900. The interpretation of dreams [Die Traumdeutung]. Freud asserts that each dream is a psychic-artificial product full of meaning: a psychic product to which a perfectly determined place can be assigned in the psychic activity of the ‘awakened life’. Freud, though, is spellbound by words, by logical ballerinas  like “Science”. He is a nineteenth-century thinker that speaks of the ‘ancients’, who, in their ‘pre-scientific ignorance’, believed that dreams could be a place intervened by external deities, and that in dreams there were messages, which even announced the future. Freud wrote his famous book feeling that there had been no advance from Artemidorus Daldianus (2nd century AD) in the technique of the interpretation of dreams. Freud considered anyway that the matter of dreams is just memory, which would store absolutely all the experiences lived by a human being since childhood, even the smallest ones. Objective of the interpretation of dreams: to heal our psique. Freud wants to use the dream (the remembered dream indeed) as a tool in order to bring before “the light of reason” (that exorcist goddess) everything repressed, locked inside our unconsciousness. This would end, according to Freud, with suffering: making the unconscious conscious we would be essentially cured. And it was the patient-dreamer who interpreted his own dream, letting the images go uncensored towards the purifying light of reason. Against the science of his time, Freud did believe that dreams made sense, but he rejected the use of fixed interpretive keys because he considered them simple superstition. Finally, Freud, in his work The Interpretation of Dreams, confirmed the popular belief, which, according to him, always considered dreams as a space for the realization of desires that were frustrated in real life. The “dreams of anguish”, though, would be a failure of the system: what is desired by the unconscious would be -morally- unbearable. Then awakening would simply take place.

These are my own ideas about the logical ballerina  “Dream”:

1.- The dream/lives are contents of conscience. I do not find more appropriate words to convey it. I believe that these contents build a fabulous work of art that is being contemplated from a place that is unsayable from here.

2.- We do not die because we do not live. “Living” is a too simple word. “Dreaming” and “Dying” are also too simple. As I suggested in the beginning of this text, I think it would be more appropriate to say that we “omni-live”. Because the fact is that we enter and leave many lives while living.

3.- I believe that in our dreams, life included, messages and ‘external’ beings do enter in order to help us. I am talking about messages that we send ourselves from other realms of our infinite consciousness.

4.- We should not rule out the possibility that someone is contemplating us at this moment, with tenderness, as when we contemplate our sleeping children. And it should also not be ruled out that  that ‘someone’ is loving us and taking care of us from where we might wake up when we die.

5.- The dogmatic slumber. This philosophical dictionary shows the narcotizing power of the logical ballerinas (words / concepts / universals / ideas/ beliefs). I think that any kosmos noetos, in a Platonic sense, is narcotic, but also vivifying, unrenounceable: any cosmos is an artificially constructed and coded dream. The Word (the programming) submerges us in a deep and prodigious  dogmatic slumber. But it turns out that we are also the coders of such prodigy.

6.- The interpretation of dreams. What is ‘interpreting’? Why ‘interpret’? Some worlds nourishing others? But, from what logic? Is not Logic itself, too, a hallucination of the mind? Maybe yes. But we do have to live this dream, in this dream, this very one, and it’s worth looking for nutrients, ideas, milestones, messages -whatever it may be- in other worlds so as to raise the beauty and sacrality of this one. I believe, with Freud, that dreams are at the service of our health, but understanding “health” in a much broader sense.

7.- Awakening. We all know, deep down, that when a dream -or life- gets too hard we can get out of it: we can dilute it in the nothingness, reduce it to pure unreality. We decide what to live and what not.

8.- Silence inside the dreams. Dreams, in general, are noisy, uneasy, like caricatures of this dream/life from which I now write. In dreams, generally, very little peace is felt, and very little freedom… Can we meditate within a dream? Yes. I meditated inside a dream, after knowing myself dreaming in a kind of assembly of religious dignitaries that took place inside what seemed to be a cathedral. It was an experience that I can not really communicate now. On another occasion I dreamed of a town surrounded by light and silence. Everything was too  calm. Too wonderful. Then I felt that I was not in an ordinary dream; and I was terrified because I knew that ‘that’ was something beyond my own death. Or something related to my death. And I did not want to die. Not yet. While dreaming I remember having a beautiful little daughter of four years existing in what I then considered as my real life. So I chose -out of love, out of radical love- to return to this life/dream, renouncing the delights of that -lethal- paradise.

9.- I suggest to differentiate between ‘passive sleep’ and ‘active sleep’. The God of monotheisms, the Creator-God, before creating, had to actively imagine his Creation. It is not possible to think of an instantaneous Creation, not previously imagined and then desired. And you can not desire something that is not previously seen in your imagination. The passive dream would be an entrance into the fruit of one’s own imagination and desire. That might require a self-limited consciousness so as to perceive the created reality as something alien. That could actually be the very meaning of Creation.

10.- Paradise. I do not discard its existence as a perfect dream experienced from a level of consciousness still self-enchanted. Paradise as materialization of everything desired but not fully accomplished “in life”: as the last gift of the brain for itself (if we do not want to get out of the current physicalist-cerebral model).

11. The beloved dream. I remember being dragged by cataracts of successive dreams in which I thought again and again that I had awakened, at last, in the true reality. But none of them was the beloved dream. And I knew it all the time. Until I came back to this one. The one I am sharing with you, my dear reader.

So, my beloved dream is just this: this one from which I write, because in it there are wonderful beings for whom it is worthwhile to assume the sufferings of the ‘ignorant’ (according to Buddha): the one that  -out of pure love- does not detach himself from his beloved dream.

I want this text to end with the above cited words of Schopenhauer. Let’s read once more that great philosopher writing about the logical ballerina “Dream”:

“[…] in the mere dream the relation is one-sided, namely, only an I really wants and perceives, while the others are nothing but phantoms. In the great dream of life, on the other hand, a reciprocal relation takes place, in which not only one appears in the dream of the other, just as it is necessary there, but also this last one appears in the dream of the first; so that, by virtue of a real harmonia praestabilita, everyone dreams only what is appropriate to him, in accordance with his own metaphysical guidance, and all Dream-Lifes are so artificially intertwined that everyone experiences what suits him and, at the same time, accomplishes what others need […]”

David López

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The logical ballerinas: “Tapas” (Creative suffering)

 

 

Tapas. It is a word, a concept, that triggers inside my mind a paramount philosophical fascination. It comes from Sanskrit. This language was written in Devanagari (“the writing of the gods”). The beauty of its calligraphy can be enjoyed in the text that flies over these phrases. It is the beginning of the famous Creation Hymn (10.129) of the Rig Veda. You can find it on this generous website: 

www.sacred-texts.com.

Tapas… We are going to philosophize about a specific type of suffering: the creative suffering.

Nietzsche raised the -of course unwilling- suffering to the highest realms of human nature and sacralized who were able to cry a heroic yes to life, with all its suffering. The philosopher of the hammer worshiped a heroic artistic effort whose goal would be to enhance the bewitching aesthetic power of life, of the sole, immanent reality. Schopenhauer, on the contrary, uttered a radical no to life, to this world, and also proclaimed not only the urgency of its complete annihilation, but also the possibility of the Creation of another world, of another whole reality, unthinkable, even unimaginable, from this one. [See my paper, still in German, on the place of magic in the  philosophical system of Schopenhauer].

Pain. Suffering. Creation of reality. Tapas

We are facing a Sanskrit noun related to the verb tap (to heat). I recommend, to those who still do not know it, this powerful resource:

Cologne Digital Sanskrit DictionariesThere we find these meanings for Tapas: “heat”, “the five fires to which the devotee is subjected in the hot season”, “pain”, “suffering”, “religious austerity”, “mortification of the body”, “the sacred learning of the Brahmins”, “giving the soul to the Brahmins”, “service”, “feeding with roots and herbs”…

The point is that Maurice Blomfield went far beyond and, in his edition of the Atharva Veda, translated Tapas as “creative fervor” (Sacred Books of the East, Vol. 42). You can access this work from here: 

http://www.sacred-texts.com/hin/sbe42/index.htm

Such conception of the Tapas can also be found in the aforementioned Creation Hymn of the Rig Veda, whose third verse sings:

“Darkness was hidden by darkness in the beginning; with no distinguishing sign, all this was water. The life force that was covered with emptiness, that one arose through the power of heat”.

I have quoted from the translation and editing of part of the hymns of the Rig Veda made by Wendy Donniger (Penguin, London 1981). This translator includes a note in the word “heat” that says the following:

Tapas designates heat, in particular the heat generated by ritual activity and by physical mortification of the body.”

But it turns out that we are facing a hymn that wants to explain the mystery that there is something instead of nothing: something, in addition, that arises out of nothing: the Creation. And the key seems to be in a certain type of suffering; or, rather, in a creative channeling of suffering.

This creative power of the ascetic sacrifice -the “heat” of asceticism- shows up in another famous hymn of the Rig Veda, the Purusa-Sukta (10.90), which describes Creation as the result of a violent dismemberment of a primordial man. Let’s  read its ninth verse:

“From that sacrifice in which everything was offered, the verses and the chants were born, the meters were born from it, and from it the formulas were born”.

It would seem that the huge suffering of that ‘proto-human’ who was dismembered by creative gods would be the fundamental energy of all creation -including the primeval Word [See the introduction of this philosophical dictionary]. 

I now proceed to convey some personal thoughts on the mystery of suffering (I have lived long enough to have experienced it, several times, in its amazing fullness):

1.- The reality of suffering, even of extreme suffering, is undoubtedly one of the core elements of our existence. Furthermore, it could also be said that the intensity that such feeling can reach is one of the most astonishing experiences of our lives. 

2. I see two basic types of suffering: protective and creative.

The protective suffering. This one serves to protect, to sustain our world, our current model of existence (for example, the pain that prevents us from performing acts that may threaten the integrity of our physical body, or the stability of our financial dimension, or the survival of our family-archetype, or the purity of our model of sexuality, or the alleged sacrality of our nation’s flag). The worlds and their bewitched inhabitants are protected by a dualistic pleasure/suffering system. Anything that threatens or breaks our cosmos causes suffering. Let’s think about the suffering (‘logical suffering’ could be called) caused by the discourses that derive from political ideas radically different from those that structure, that sustain, the political /ideological comfort of the listener.

The creative suffering. This one would propitiate the need to flee from one unbearable world and create another, and even to take some essential jewels of the first and bring them in the new one. I mean something like a metaphysical emigration that carries what is unrenounceable (a son, for instance) in its harsh, but also creative travel. This type of Creation/Migration requieres extreme, unbearable suffering. It reminds me of Marx’s idea of ​​using the extreme suffering of the working masses to completely dynamite that which he considered as a capitalist (and therefore anti-human, evil) system. In fact that extreme suffering, when it exceeds certain thresholds, works like a plow (and also as a magical wand) in the infinite garden of our conscience. That extreme suffering can even break the containment dykes that separates us from ‘the other’. Anyway, if, as Buddha or Schopenhauer say, life is extreme suffering, we could affirm that life is Creativity (with capital letters). Ubiquitous and permanent Creativity. Creativity that also presupposes (needs) destruction, pain. I am talking about an involuntary personal hell that, at the same time, is the factory of any heaven, and not only of our private heaven, but also a heaven that might be shared with others.

3.- Many of us can remember this: to be suffering intensely inside a dream, and, suddenly, to be conscious -from a mysterious, radical lucidity- that we could escape from that torturous dream at any moment. Only willing to do it. And we do it. We actually did it, because otherwise we would not be reading this text.

4.- It could be said that all the worlds are open. It is possible to leave, to scape to another Maya, or to the ‘nothing’ from which they sprout and to which all the worlds return. Can we create worlds? Yes. And not only that: we can re-create ourselves. And it seems that the decisive force for such huge project is a previous, unbearable suffering: a prodigious emotional catapult. A catapult that you have to handle wisely if you want it to cause the desired effects. Paradoxically, extreme suffering may be an opportunity to perform allegedly impossible miracles inside the world that was protected by the non-extreme suffering. Extreme (not voluntary, let’s insist) suffering might be considered pure magic. That seems to indicate the hymns to the Creation of the Rig Veda to which I have referred before.

Next, I offer a link in which you can see a fragment of All the Mornings of the World, a film directed by Alain Corneau. It tells the astonishing story of Saint Colombe, a seventeenth-century musician who channeled his extreme suffering (and his extreme self-discipline) to create a music capable of summoning and also shaking his dead wife. That music is interpreted for the film by Jordi Savall. Enjoy in fullness this supreme fruit of creative suffering: