Los juegos olímpicos son un fenómeno prodigioso. Y quizás lleven dentro el germen de un antiguo sueño, ya casi olvidado, ya casi insoportable, por ser demasiado exigente con nuestra capacidad de fabricar paraísos. Me refiero al sueño de una gran sociedad humana unida por la fraternidad, por el respeto, por la competitividad, por el afán de superación y por el juego limpio. Limpio, sí, pero juego. Competir, luchar, unos contra los otros… Desde Fichte cabría decir que la estructura metafísica fundamental de lo que hay se ha desplegado para que exista el combate, la lucha, la competición. Se podría decir quizás que Dios necesita crearse la apariencia de un “otro” hostil para no padecer algo así como un aburrimiento absoluto, infinito. Necesitamos combate, lucha, contra lo que sea. Todas las vías místicas, por ejemplo, no son sino fabulosas olimpiadas donde se lucha contra algo (aunque ese algo sea la propia necesidad de luchar… lo que permitiría el gran triunfo del abandono). Todo es lucha. Lucha sagrada, cabría decir.
El pasado 27 de julio sentí una alegría enorme. Y es que me pareció vislumbrar lo que podría ser una Humanidad cohesionada, vibrante, capaz de vincularse a la vez desde el respeto y desde el deseo de superar al otro, de ser mejor que el otro (incluyendo dentro de “lo otro” ese yo que aparece como limitado, como ya inamovible, en la pantalla de cine de nuestra mente).
El espíritu olímpico podría salvar el planeta entero, la economía intermacional, la Humanidad entera. A lo largo del próximo curso voy a iniciar una ontología de la empresa y, de paso, voy a intentar liberarme de una de las más asfixiantes bolsas de plástico conceptual que cubren nuestra cabeza. Me refiero a eso de “capitalismo”. Y es que si se supera el ya tedioso concepto de capitalismo (y todas sus demonizantes antítesis), la empresa (eso que sea exactamente “la empresa”, que todavía no lo sé muy bien) podría desenvolverse en un espíritu olímpico. Los discursos que apuntan a una Humanidad sin competitividad entre sus miembros son anti-humanistas (porque el ser humano necesita juego, competición, combate). El deporte reglado y fraternal, el deporte basado en el juego limpio y, a la vez, apasionado, es un prodigio de la cultura humana. Un sacramento.
En la ceremonia de presentación de los juegos olípicos de Londres-2012 se pudo ver un desfile grandioso: todos los países del mundo ahí, juntos, al son de la misma música, todos encarnados en cuerpos vibrantes, sonrientes, dispuestos, todos, a jugar limpio, a jurar en nombre de la Ética (esa gran diosa que podría reventar cualquier modelo pesimista sobre las posibilidades de lo humano).
Jugar. Jugar limpio. Pero no dejar de jugar. Porque estamos en un juego sagrado. Somos, en realidad, parte de ese juego sagrado. Reproduzco a continuación el baile de una de mis más queridas bailarinas lógicas. Se llama “Lila”. Proviene de la India védica. A partir de ella podría crearse una Humanidad exhultante de belleza.
लीला
“Lila”. Las dos vocales se pronuncian largas, sin prisa, como si estuviéramos en un ritual de magia sacra. Es una palabra que en sánscrito significa, entre otras cosas, juego. Juego sagrado. ¿Juego de quién? ¿Dónde? ¿Juego de Dios en la mente del hombre? ¿Por qué y para qué ese juego?
¿Y qué es, exactamente, eso de “jugar”?
Una pregunta fundamental en Filosofía es la siguiente: ¿Qué pasa aquí? ¿Qué es todo esto que se nos presenta como mundo ante la conciencia? ¿Cuál es el gran secreto del mundo? ¿Lo queremos saber?
Quizás esta preciosa palabra sánscrita nos ofrezca una sobrecogedora inmersión en el corazón del mismísimo Dios.
“Lila”. Ella quiere decirnos que estamos dentro de un juego: dentro del juego de Brahman: dentro de nuestro propio juego. Porque somos, en realidad, en nuestro ser verdadero, un mago descomunal auto-ocultado que opera en su propia carne/mente.
Me encontré por vez primera con una versión escrita de esta idea leyendo un libro de Luis Renou (El hinduismo, Paidós, Barcelona, 1991). Y leí lo siguiente:
“El Linga-purana hace hablar a éste [a Brahman] en los siguientes términos: “La conciencia fue creada por mí, y también la noción-de-yo en sus tres formas, la cual proviene de la conciencia; de ahí los cinco elementos sutiles, de ahí el espíritu y los sentidos corporales, el éter y las demás esencias, y lo que de ellas ha surgido: todo eso lo he creado yo, jugando”” (p. 64).
Jugando.
Y pensé entonces en la seriedad y la inmensidad de mis juegos de niño. Yo recuerdo haber permanecido eternidades en mi habitación, con no más de cuatro años, sintiendo que estaba en el taller de los dioses: una zona muy seria, seria de verdad, fabricando realidad: entrando y saliendo de ella, con mis soldados y mis indios y mis vaqueros de plástico.
Un niño jugando en solitario es un Dios visible, disfrazado de animal vulnerable, que opera -que oficia- en un mundo invisible para los adultos.
Muchos años más tarde -ya autoexpulsado de ese taller sagrado- me sorprendí, casi me asusté, leyendo estas frases de Novalis:
“La naturaleza es, por tanto, puramente poética, y así el cuarto de un mago, de un físico, un cuarto de niños, un trastero y una despensa” (Novalis; Escritos escogidos, edición de Ernst-Edmund Keil y Jenaro Talens, Visor, 1984, p.120).
Y, finalmente, creo que debo decir que he sentido algo inexpresable ante los fenómenos de Second Life o los SIMS.
Este diccionario lo he ido denominando “Las bailarinas lógicas”. El término lo tomé precisamente de la mitología hindú: quería visualizar las palabras-bailarinas como sacerdotisas de un juego que Vak (la diosa de la palabra) juega en nuestra mente. Pero, ¿es reamente nuestra nuestra mente?
“Lila”. Antes de exponer mis ideas sobre esta palabra crucial, creo que debemos detenernos en los siguientes lugares:
1.- “Lila” en en el hinduismo. Se dice que como concepto aparece, por primera vez, en el Brahmasutra 2.1.33. El Gita, por su parte, en mi opinión, explicita una especie de videojuego sagrado. Hay que jugar al karma, pero con distancia, con conciencia de su sagrada artificialidad. Brahman sería el gran mago que se transforma a sí mismo en el mundo. La fuerza dinámica del juego-mundo sería karma (acción condicionada y condicionante… todo conectado con todo en el gran juego del universo). Hay instrucciones para jugar bien. Instrucciones que se envía el Gran Jugador a sí mismo.
2.- El libro de Job (en mi opinión, un desagradable juego entre Dios y el Demonio). Estudié este libro de la Biblia con especial profundidad gracias a un brillante curso de doctorado que impartió la profesora Isabel Cabrera en la Universidad Complutense de Madrid (“Un modelo para el estudio de la mística”). Hoy creo que, dentro de la narración cristiana, la histórica entrada de Dios en el mundo -Jesucristo- podría significar un insólito acto de amor (compasión, identidad incluso) hacia simples criaturas de su propio juego creativo.
3.- Novalis. En el fondo del mundo habría un mago jugando. Recomiendo, aparte de la ya citada, estas dos publicaciones:
- Novalis (Plilosophical writings), traducción de Margaret Mahony Stoljar, State University of New York Press, Albany, 1997.
- Novalis (Gesammelte Werke), edición de Hans Jürgen Balmes, Fischer Verlag, Frankfurt, 2008.
4.- Schiller. “Expresado con toda brevedad, el ser humano sólo juega cuando es hombre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es enteramente ser humano cuando juega”. Esta frase de Schiller la recoge Rüdiger Safranski en su obra Romantik (Eine deutsche Affare). Edición española: Rüdiger Safranski:Romanticismo (Una odisea del espíritu alemán), Tusquets, Barcelona, 2009. Schiller cree que en el juego del arte el ser humano es verdaderamente libre. La belleza -el arte bello- conduce a la libertad porque aumenta la sensibilidad. Y el juego crea distancia, perspectiva, civilización en su grado máximo. El hombre como “homo ludens”. Safranski utiliza estas palabras: (p. 43 edición española): “Por ejemplo, la sexualidad se sublima como juego erótico, ya así deja de ser meramente animal para volverse verdaderamente humana”. Sobre Schiller, aparte la ya citada de Safranski, creo que pueden ser interesantes las siguientes publicaciones:
- Schiller: Cartas sobre la educación estética del hombre (trad. J.Feijóo y J. Seca), Anthropos, Barcelona, 1990. Esta obra está disponible, gratis, y en su versión original aquí: http://gutenberg.spiegel.de/buch/3355/1
- Rüdiger Safranski: Friedrich Schiller, oder die Erfindung des deutschen Idealismus, Munic, Hanser, 2004. Edición española: Rüdiger Safranski:Schiller o la invención del idealismo alemán, Tusquets, 2006.
- F. C. Beiser: Schiller as philosopher, Oxford University Press, 2008.
- Schiller: arte y política, Antonio Rivera García (editor), Editum (Ediciones de la Universidad de Murcia), 2010.
5.- Kierkegaard. Dios creó el mundo por aburrimiento. La palabra “aburrimiento” lleva “horror” dentro. ¿Horror a qué? Quizás lo único de lo que carece Dios es de carencia, y de amenaza, y de otredad. Quizás todo esto, para recibir existencia, requiere una fabuloso acto de auto-engaño, de auto-olvido: la omnipotencia quiere sacar de sí un lugar donde jugar a la impotencia. Y crea un mundo, que no es sino un fabuloso juego sagrado.
6.- Sartre. En su obra “La náusea” este filósofo expresa el hastío ante un determinado cosmos, ante una determinada configuración de universales [Véase “Universales”]. Le acecha un aburrimiento pre-creacional. Necesita un juego que le estimule para seguir jugando el juego de la vida. Necesita un nuevo mundo con sus desafíos lúdicos. [Véase “Ser/Nada”].
7.- Emilio Lledó. En su obra Ser quien eres (Ensayos para una educación democrática), este autor apuntaba la necesidad de un nuevo discurso. Nuevos hechizos en realidad (nuevos juegos en nuestra mente). Sugiero la lectura de la crítica que en su día hice de la citada obra de Emilio Lledó. Se puede acceder a ella desde [Aquí].
Lo que el baile -el juego- de la palabra “Lila” provoca en mi mente y en mi corazón es más o menos lo siguiente:
1.- ¿Qué es, exactamente, “jugar”? Creo que con esa palabra nos referimos a la creación de dificultades artificiales, inexistentes, para generar determinadas emociones. Se juega para emocionarse (para provocar determinadas secreciones hormonales, dirían quizás los materialistas/hormonalistas). Quizás no se pueda vivir, en un cuerpo “físico”, sin determinadas secreciones. El sistema humano no estaría preparado para la ausencia de peligros, desafíos, conquistas, victorias, etc. Estamos ante creaciones de realidades virtuales. Jugar sería huir del aburrimiento, del horror del no-estímulo, de la no-vida. Una definición de juego podría ser ésta: “creación artificial de situaciones estimulantes”. En cualquier caso, no debemos olvidar que los animales también juegan.
2.- La clave de un buen juego estaría en ilusionar. La vida es ilusión en el sentido más amplio que pueda tener esta palabra. El mejor juego es el que más ilusiona: el que permite entrar -virtualmente- en un mundo de promesas y de amenazas.
3.- Pero creo que también se juega cuando no se juega. El juego meramente artificial supliría carencias del juego de la vida. ¿Qué juego es ese? ¿A qué estamos jugando? Creo que se trata de la lucha, constante, fascinante, por fabricar nuestro cosmos soñado, por hacerlo visible, habitable, para nosotros, y para nuestros seres queridos. Jugamos a cosmizar el infinito, el caos que nos amenaza. Jugamos el gran juego de la vida, que es jugar con Dios a que se perfeccione su Creación.
4.- El aburrimiento. La gran amenaza (decía Schopenhauer). Creo que dentro de no muchos años habrá seres humanos bostezando de tedio -sufriendo de absurdidad- frente a los ventanales de una casa construida en algún anillo de Saturno, al atardecer. El ser humano rutiniza, banaliza, cualquier prodigio. Por eso tiene que crear nuevos mundos, para no aburrirse. Tiene que crear nuevos cielos y nuevos infiernos muy ilusionantes. Las grandes narraciones de las ideologías políticas juegan ahí: creando grandes malos, grandes amenazas, grandes causas… para jugar, para seguir vibrando de emoción en el juego sagrado de la vida.
5.- En estados de meditación profunda no existe el aburrimiento [Véase “Meditación“]. Se podría decir entonces que solo se aburre la mente, o una determinada función del cerebro. Pero siempre regresamos al mundo -yo al menos-porque amamos este juego, esta ilusión. Lo cierto es que si convertimos la meditación en un elemento fundamental de nuestra rutina diaria, el juego de la vida aumenta su capacidad de fascinarnos. Y no sólo eso, sino que aumentan también nuestras capacidades de jugar bien. Es curioso: el juego de la vida se puede jugar mejor o peor. Si se juega bien, hay grandes premios: grandes experiencias. Y las instrucciones del juego están repartidas en varios soportes. Recordemos el Gita, entre otros manuales de ayuda.
6.- Un juego explícitamente artificial y especialmente exitoso en nuestra tribu es el fútbol. Se podría decir, desde Schiller, que es una muestra de civilización avanzada, de sublimación de fenómenos salvajes como la guerra entre grupos humanos. Impresiona ver cómo ese juego sacude y moviliza mentes, corazones y cuerpos. Se producen incluso fenómenos identitarios (de construcción del “Yo”) que, en ocasiones, pueden ser muy denigradores de la condición humana. [Véase “Yo“]. Hace algunos años escribí para el Diario 16 una columna sobre este poderoso juego. Se puede leer [Aquí].
7.- Las bailarinas lógicas. Los hechizos de las palabras. Los juegos del lenguaje. Creo sostenible que el mundo entero que se presenta como tal ante “nuestra conciencia” -el universo, todos los dioses o no dioses, materia o energía, etc.- no es más, ni menos, que un juego del lenguaje: un gran juego de bailarinas lógicas a las órdenes de Vak (que sería uno de los avatares de Brahman; o de Dios, si se quiere). Nuestro mundo es un juego de palabras. Un juego del lenguaje, si se quiere evocar a Wittgenstein.
Y creo que cabe crear nuevos juegos, nuevos mundos, nuevos cielos bajo los que seguir ilusionándose sin perder el respeto al principio de veracidad. Caben honestas irrupciones de prodigios todavía por estrenar. Me refiero a nuevas ilusiones para ser compartidas por eso que llamamos “Humanidad” [Véase].
Porque creo que sin ilusión no hay sacralidad; y que sin sacralidad no hay Humanidad.
Por último. Cabría elevar el deporte a lo sacro, a una religiosidad devota del misteriosísimo cuerpo humano, devota de la ilusión, devota de la Ética y devota de la Creación (es ahí, en ese jardín prodigioso, donde se practica el deporte).
David López
Es Cubells (Ibiza), 29 de julio de 2012.