Casi todas las noches contemplo el horizonte desde mi casa de Sotosalbos.
En ese oscuro límite brillan las luces de dos pueblos dormidos: dos misteriosas algas. Me fascina esa imagen. Su fuerza estética y filosófica es extraordinaria.
Cuando viajo en coche también me quedo hipnotizado por esas extrañas algas de luz y de sombra que se extienden por nuestro planeta. Muchas veces he tratado de imaginar los ríos internos que corren por el interior de esos seres: hombres, mujeres, niños, ancianos: dormidos, soñando, tocándose, amándose, odiándose, hablando, soñando, llorando, riendo…
Todas esas algas de luz, de sombras y de sueños, ahí, en silencio, sobre el planeta Tierra. Rodeadas de galaxias y de dioses.
Recuerdo ahora la última vez que sobrevolé Delhi. Era de noche. La ciudad tenía zonas no iluminadas por energía eléctrica. Yo la vi cubierta por una materia onírica, la vi sumergida en un océano no físico. Recuerdo que traté de imaginar el rugido onírico de todas aquellas almas en red. Y recuerdo que tuve la sensación de estar contemplando a un viejísimo dios sucio, o una amalgama de dioses amontonados, o un animal gigantesco y mórbido.
Son imágenes de eso que sea la “Humanidad”. Una palabra que, desde una asumida irracionalidad, me propongo sacralizar en este texto.
Se me ocurre ya una arbitraria definición:
“Humanidad”: cuerpos, corazones y mentes humanos vibrando en red.
En cualquier caso, creo que estamos ante una de las bailarinas más preciosas de este diccionario. Yo la amo. Absoluta e irracionalmente. Y creo que merece la pena creer en ella: en esas algas de luz que aparecen en la oscuridad de los horizontes y de las carreteras.
Un recorrido previo, todavía por desarrollar:
1.- Humanismo. Origen del concepto. El humanismo como sacralización de textos latinos y griegos. Uso de la palabra “Humanismo” en el siglo XX. Anti-humanistas: el estructuralismo y el marxismo.
2.- Sartre: el existencialismo es un humanismo. La divinización de la nada humana.
3.- Demonizaciones y huidas de la Humanidad. El fenómeno de los renunciantes en la India védica. El Raja Yoga o el abandono de la conciencia humana (y, por tanto, del hechizo implícito en la creencia en que haya “Humanidad”).
4.- El club “Humanidad” y sus posibles invitados. Reflexiones sobre los derechos de los animales. Para reflexionar sobre este asunto me permito recomendar la lectura de una crítica que hace algunos meses hice de un libro de Adela Cortina: Las fronteras de la persona (Taurus). Esta crítica, que abrió nuevos y muy fértiles espacios a mi reflexión filosófica, es accesible desde (aquí).
5.- Posibles transformaciones –culminaciones- de la Humanidad. San Agustín y la Ciudad de Dios. Schopenhauer: la Humanidad, que es malvada, no tiene futuro. El proyecto cientista-democratista-ilustrado. Jane Leade: la salvación por la magia.
Algunas de mis ideas provisionales, siempre provisonales:
1.- “Humanidad” es un simple nombre. Una bailarina lógica. Algo que le ocurre a un lenguaje. Un hechizo en definitiva. Los distintos discursos lo utilizan y lo utilizarán según lo exijan sus modelos de cosmos. Una vez “sentido” ese cosmos –cosmos humano si se quiere- y una vez incorporada una mente y un corazón en una de esas redes de sueños –con sus modelos de pasado y de futuro-, se tiene acceso a las energías que ahí se mueven: el amor, el amor que fluye concretamente en ese cosmos de “personas” (tengo que utilizar esta palabra para entendernos). Quiero recordar aquí mis reflexiones sobre las palabras “amor” y “cosmos”. Y también mi insistencia en que observemos con atención el amor –sí, amor- con el que se abrazan los cuerpos y almas de personas pertenecientes a modelos de humanidad como el etarra o el de los talibanes.
2.- Me parece obvio que el sentimiento humanitario es una forma de egoísmo. Pero me parece un egoísmo bellísimo.
3.- Creo, a diferencia de los historicistas y los estructuralistas, que esas prodigiosas algas de luz que me hechizan en mis noches solitarias están formadas por magos. Quiero decir que ahí dentro se fabrican mundos, que late la aseidad: la potencia creativa infinita. Son algas autoconfiguradas. Son talleres de dioses. En ellos cabe hacer cosas prodigiosas: nuevos mundos, nuevos paraísos. Y nuevos infiernos.
4.- La clave estará, una vez más, en la textura lingüística de los sueños que se compartan dentro de esas algas. Esas algas se mueven por ideas, por modelos de belleza, por sueños compartidos. Como afirmé en mi pasada conferencia, aún son posibles nuevos tejidos poéticos que movilicen mentes y corazones: nuevas configuraciones de la luz de esas algas.
5.- Probablemente sea imposible –y hasta nocivo, como diría Heráclito- la paz absoluta entre todas las diferentes algas que están entrelazadas en eso que estoy llamando “Humanidad”. Pero no hay que descartar el nacimiento de ideas que puedan ilusionar a todos. Aunque sea un momento.
Cuando camino por parajes solitarios y me cruzo con un miembro de la “Humanidad” –de cualquiera de los modelos actuales- siento algo grande. La sonrisa que nos cruzamos es el símbolo de algo sagrado que debe custodiarse en todos los templos.
En un bosque de albaricoques del Ladakh –rodeado de desiertos y montañas sin tamaño- una indígena, joven, bellísima, me ofreció una taza de té. Dije que sí. Me lo trajo, me lo bebí a su lado, en silencio, sin tiempo, ante su atenta mirada, y quise pagar. Pero ella no aceptó mi dinero. Fue imposible darle una sola rupia a aquella hada agrietada y polvorienta.
Finalmente opté por darle las gracias. Y sonreír. Ella me devolvió la sonrisa en medio de aquel desierto.
Eso es la Humanidad. Creo yo.
David López
Sotosalbos, 18 de enero de 2013.