“Navidad”.
Es una palabra capaz de bailar músicas muy diferentes según sea la textura ideológica de las mentes humanas.
A mí, a pesar de todo lo que ha llovido desde la Ilustración, a pesar de que no soy cristiano, y a pesar de los claroscuros del consumismo, me sigue pareciendo una palabra preciosa y un ritual fértil.
Navidad. Nacimiento. ¿De qué? De la Fe. La Fe significa que podemos propiciar que irrumpan en nuestra conciencia -y en la de los “otros”- paraísos ahora inimaginables. Es cuestión de trabajo, de bajar a nuestro taller de los mundos (un lugar donde se da forma a la Materia).
Creo que una clave para conseguir este prodigio creativo es el amor; a los otros y a nosotros mismos. Esto significa, en mi opinión, un trabajo constante de sacralización del yo. Del mío y del tuyo. Una sacralización que solo es posible desde una conciencia testigo que ama a esas individualidades -la mía incluida- pero que no se agota en ninguna de ellas. Una conciencia que sabe que entrará y saldrá de muchos mundos y de muchos yoes aparentes. Pero siempre sagrados.
Yo supongo que Jesucristo no estaría demasiado en desacuerdo con estas ideas. O quizás sí. No sé. Pero, en caso de no estar de acuerdo, quiero creer que me amaría con su energía infinita, aunque yo no sea cristiano.
Yo deseo que ocurra una Navidad eterna en vuestras conciencias: una fe absoluta en que sois sagrados ( y en que estáis rodeados por seres sagrados).
Feliz Navidad queridos amigos.
David López
Madrid, 25 de diciembre de 2010.