Feliz Navidad

 

 

 

Navidad. Es el nacimiento de un ser -Jesucristo- que se presupone capaz de crear un nuevo mundo para aquel que le escuche: un poeta descomunal que sería él mismo Poesía y que podría irrumpir en la conciencia de cualquier hombre como un amanecer de palabras.

No creo que haya habido nadie capaz de sintetizar mejor el mensaje de Jesucristo que el “anti-cristiano” Bertrand Russel [Véase]. Recordemos su frase fundamental, que lo dice todo:

“El odio es estupidez. El amor es sabiduría”.

Se podría dejar todo el cristianismo reducido (y sublimado) en una frase: “Jesucristo es amor y el amor lleva al cielo”.  De ahí se deduciría que el odio, como antítesis del amor, sería el no-Jesucristo (el Diablo, aquello cuya presencia impide el acceso al paraíso… y el paraíso no sería sino un modelo de mente y de corazón). El amor no lleva al paraíso sino que es ya el paraíso. El odio tampoco lleva al infierno: es ya el infierno. El Diablo es siempre un pobre Diablo.

Tenemos que evitar convertirnos en pobres Diablos y, sobre todo, no incitar a otros a que lo sean. Incitar al odio es incitar a ser un pobre Diablo. Es enfermar al otro, es condenarle a la estupidez. Una sociedad fallida es una sociedad de pobres -y estúpidos- Diablos.

Me preocupa la cantidad de incitaciones al odio que están produciéndose hoy en España. Todas de buena fe, no lo dudo, pero todas desde unos niveles excesivos de no-amor, de no-sabiduría (de estupidez).

Los modelos de mente y de corazón (es lo mismo) son siempre poéticos. Son mundos de palabras en los que se vive creyendo que la palabra no es palabra sino materia. Unamuno [Véase] afirmó, con extraordinaria lucidez, que eso que llamamos “mundo” nos lo dan hecho, que es una tradición social. Yo tengo la sensación de que vivimos en leyendas, en mitos tribales. Siempre. No hay otra forma de vivir. Lo otro es la Mística.

Jesucristo es Verbo, palabra genésica. Pura magia lógica. Él sabía que una palabra suya podía curar. Fue un mago de la palabra. E insistió en la palabra “amor” como clave para el acceso a un mundo que tendría, ya sí, la belleza que está acorde con la grandeza humana.  La Nueva Jerusalem de la que habla el Apocalipsis [Véase] no sería un simple regreso al paraíso, al Eden perdido, sino el acceso a algo más, no tan ingénuo y, por así decirlo, no tan inconsciente.

Amor. Palabra fabulosa pero también agotadora y empalagosa por tan manida. ¿Qué es el amor? Se me ocurre describirlo como un estado de conciencia en el que se sacraliza la existencia de lo amado, lo cual presupone su grandeza y su perfección. Jesucristo, que yo sepa, sugirió amar a todos los seres humanos. No solo a los buenos (no solo a los cristianos). Curiosamente creyó en nuestra capacidad de ser mejor de lo que algunos monoteístas creen que es su propio Dios (como Dios vengativo y castigador de los malos).

Estas reflexiones quizás me ayuden a aclarar algunos aspectos del texto que escribí sobre los desahucios en España. Partiendo de que realmente no necesitamos casi nada “material” para llevar una vida plena, y de que no es en sí malo jugar a que necesitamos lo que en realidad no necesitamos, me preocupaba mucho que con ocasión del problema de los desahucios no se estuviera respetando la grandeza humana: no se estuviera amando, en el sentido que he atribuido antes a la palabra amor. Me preocupaba también que hubiera un clasismo y un burgués materialismo en ciertos impulsos solidarios.

Veo que el discurso que propone la paralización de los desahucios parte de tres insalubres presupuestos:

1.- Para ser feliz hay que tener buena parte de las cosas que se venden en los mercados.  Y, por supuesto, hay que tener una casa. Por otra parte, como a mí me produce horror y vértigo imaginar mi vida sin las cosas que tengo, considero que aquellos que no las tienen viven en un infierno. La felicidad del ser humano estaría condicionada por sus posesiones. La visión marxista -que no fue más que un exceso de hipermaterialismo burgués- llevó la Economía al fondo del alma humana, para que lo fuera todo ahí dentro. Pero en realidad no somos Economía. Somos magos, chamanes, sublimes fieras salvajes que pueden transcender cualquier modelo económico y mirarlo desde arriba, desde lo alto de las rocas, como el que contempla una absurda danza tribal.

2.- Los desahuciados son pobre gente sin capacidades, incultos, no preparados, que han sido engañados, manipulados. Habría incluso cierta tendencia a pensar en una clase de quasi-ciudadanos que necesitarían la asistencia de otros -esos ya sí preparados, y con las ideas muy claras en temas de política y de moralidad. Estamos ante el esclavismo y el sacerdotismo, la conciencia de clase. Esta narrativa, paradójicamente, carece de amor: no se considera que los seres humanos sean -en sí- grandiosos, inteligentes, capaces. Mi experiencia me lleva a afirmar lo contrario. Yo no he visto esos “pobres tontos”. Lo que he encontrado por todos los rincones de la Humanidad es brillantez y astucia; aunque, eso sí, cierta tendencia a drograse con productos lógicos, con ideologías simplificadoras del infinito. Ah. También he visto cierta tendencia a hacer trampas a los demás. Y a uno mismo. Decir que los bancos, el sistema, etc, son los culpables de mi situación económica, es una trampa. Creo yo.

3.- Hay unos malos que tienen la culpa de la situación económica de otros buenos-inocentes. Esta leyenda incita, obviamente, al odio y, por lo tanto, si es que nos parece acertada la frase de Russel, presupone estupidez; esto es, error en el diagnosis.

Ha habido preciosas inteligencias que tras la lectura de mi texto sobre los desahucios me han sugerido que sea más duro con “los bancos”, con “los políticos”, con “el sistema”, etc. Creo obvio que la picaresca y la corrupción (ambas simples falta de respeto, mezquindad, miseria) son un gran problema de nuestra sociedad y que tenemos que trabajar mucho para minimizarlas. Sobre todo en nosotros mismos. Por eso se me ocurrió proponer un camino “hacia adentro”, una revolución individual: que cada uno haga manifestaciones, escriba pancantas, haga denuncias, en su propio interior. Pero con cariño, con respeto. Me preocupan las cazas de brujas, los tribunales populares, los gritos de odio hacia los malos. No hay malos. Ni siquiera nosotros lo somos. La realidad es infinitamente más compleja y más bella de lo que parece. Pero hay que mirarla con amor, esto es: con sabiduría, con profundidad. En ese esfuerzo creo que la Filosofía puede ser la palabra mágica.

En mi texto quise incitar en lo posible a la sabiduría, al no-odio, y, sobre todo, al auto-amor: a contemplar nuestro propio ser como algo sagrado, grandioso, con capacidades que todavía están por ser descubiertas. Quise combatir el “pequeñismo”, esto es: la presuposicion de que somos muy poca cosa.

Y es que creo de verdad, desde lo más profundo de mi corazón, que somos -todos- gigantescos, prodigiosos: tanto que podemos dejar -o no- que un Verbo como el de Jesucristo o el de Russel sean sol en nuestra conciencia.

Feliz Navidad.

 

David López

Es Cubells (Ibiza), 25 de diciembre de 2012. La fotografía que colorea el texto ha sido tomada en este lugar.