Este verano regresé, doce años después, a las montañas y a los cielos donde fui imaginando -y gozando y sufriendo- buena parte de mi novela El filósofo del martillo.
Y allí, con el pecho inundado por el color azul, quise grabar unas imágenes, y unas palabras, para que entraran en la “post-física” de internet. La calidad del vídeo es muy deficiente, pero no puedo evitar traerlo a este mundo que, sin darme cuenta, voy contruyendo; día a día. Un mundo (este blog) que surge de lo más profundo y vivo de mi ser, pero que, paradójicamente, se despliega en una “Materia” (por utilizar alguna palabra conocida) que me parece, por el momento, inerte. Gélida. Me refiero a esa novísima dimensión que al día de la fecha llamamos “Internet”.
Éste es el vídeo: