Unamuno [Véase aquí] cosió esta frase en el tejido de mitos de que dispone ese precioso mito que llamamos “Humanidad”:
“La fe no es creer en lo que no se ve; sino crear lo que no se ve”.
Pero en realidad solo cabe crear lo que se ve en la imaginación. En la caja mágica de la esperanza.
Hay otra frase de Unamuno que dice más –más si cabe-: “Creer es crear”.
¿Debemos incluir también lo visible -“el mundo real”- en lo creable? ¿Qué es lo visible, por cierto? ¿No es algo que está ahí, siempre, cosmizado, independiente de lo que quiera creer o no el ser humano?
Parece que hay algo exclusivo del “ser humano” que ofrece posibilidades aterradoramente fértiles. Ese algo es de lo que pretendo ocuparme en este texto: la fe.
“Tú ten fe y verás cómo consigues lo que estás soñando”.
¿Qué es esa fuerza descomunal? ¿Dónde se ejerce, en qué espacio? ¿Dentro de nuestra mente? ¿Dentro de la mente de Dios? ¿Hay diferencia entre ambas?
La palabra fe se ha considerado en ocasiones como un tipo de creencia que se circunscribe a lo religioso. Pero, ¿qué es lo religioso? ¿Lo religioso es tomar conciencia de un vínculo con la Omnipotencia, con lo divino, con nuestro yo esencial –único-?
¿Se puede crear, mediante la fe, al propio Dios, en tanto “Dios existente” (yo le llamo “Dios lógico”), como aseguraron el Maestro Eckhart y el maestro Feuerbach?
La foto que sobrevuela estos apuntes muestra a un grupo de hombres construyendo un andamio en un espacio que parece infinito. Es una imagen que me produce un extraordinario sobrecogimiento estético y metafísico. Y es que veo en ella un sumatorio que resquebraja mi mente y la deja con olor a infinito; mejor dicho: a infinita creatividad. Si efectivamente nuestra fe, o nuestra voluntad de crear, tienen efectos creativos -configurativos de realidades objetivas-, cabría visualizar en un todo armónico la suma de los actos de fe de todos los seres humanos: de todos los que existieron y existirán (si es que insistimos en atribuirlos a ellos –a nosotros- esa facultad excepcional de creer/crear).
Uno de los obreros -uno de los creyentes- de la foto parece estar fabricando el propio sol, al propio Dios-Sol; o a lo mejor el sol como esfera ígnea dentro del dibujo mítico que la Ciencia hace todavía del universo. Ese obrero, en cualquier caso, parece estar creando un “sol”: un decisivo foco de fuerza en el todo en el que él cree.
Trato de imaginar el rugido final de todos los actos de fe emanados de todos los seres humanos que existieron, que existen y que existirán. Y trato de pensar cuál puede ser la energía genésica resultante de ese gigantesco coro de sueños. Quizás cabría ver ahí la Creación con mayúscula (con un solo soñador de fondo, autodrifactado). Creación siempre viva, siempre fertilizando la nada. Creación ubicua y omnipotente, pero autodifractada en cada ser humano que es capaz de creer/crear: de tener “fe”.
Schopenhauer, en su obra Sobre la voluntad en la naturaleza, incluyó un sorprendente capítulo titulado “Magnetismo animal y magia”. Una sola convicción ilumina todas las frases de este capítulo. Es ésta: el ser humano tiene acceso en su interior a la omnipotencia: a algo capaz de dejar en suspenso las leyes de la naturaleza y de provocar fenómenos imposibles. Pero para ello hay que creer. Creer, por ejemplo, que una barra de metal puede curar (mesmerismo). Basta con creer. Y con imaginar. Creer en que lo imaginado puede fecundar la nada.
Imaginación. Fe. Esperanza de lo inesperable. ¿Alguien conoce los límites lógicos de lo esperable?
¿Y quién/qué cree en nuestro creer? ¿Quién sueña en nuestro soñar? ¿Cuánto hay todavía por crear? ¿Es el ser humano, como pensó Sartre, una nada que se tiene que configurar a sí misma, darse sentido a sí misma ante la -para Sartre-obvia inexistencia de Dios?
Quiero compartir el sobrecogimiento que me produce imaginar, atisbar, el sumatorio de actos de fe de todos los seres humanos, el estruendo de esa descomunal catarata de actos de fe (de sueños).
Mis ideas básicas se han desplegado, supongo que casi algorítmicamente, a partir de estas palabras de la Biblia: “Si no creeréis, no existiréis” (Isaías VII, 9)[1].
1.- Toda existencia (todo Maya/ toda bailarina) requiere fe (fe en que existe lo objetivo: un mundo que no depende de nosotros). Y dentro de lo existente estarían esos hombres a los que da el aviso el citado párrafo de la Biblia: si ellos no creen, no hay existencia, y sin existencia no existen ni ellos mismos: los seres humanos. Ellos deben creerse que su ser es ese: que son seres humanos fenoménicos, ahí, en los existente. En lo objetivo.
2.- Tener fe es creer en que lo que no se ve (postularlo). En este sentido la Ciencia siempre exige actos de fe. Popper habló de la religión de la ciencia.
3.- Sin fe (sin creación en definitiva) no existiría lo existente, lo objetivo: no habría ninguna bailarina bailando ante ningún sujeto. La fe, cuando es creadora, es la antítesis de la sabiduría (de la iluminación si se quiere). La sabiduría, cuando es absoluta, diluye el dualismo sujeto-objeto: incinera los mundos en la hoguera de la nada.
4.- El regreso a la Nada requiere la ausencia absoluta de fe: un nihilismo radical que permitiría, utilizando una expresión de D.T. Suzuki, estar con Dios antes de que Él dijera “hágase la luz”. [Véase “Nada”]
5.- Pero ahora, ahora que escribo esto, hay algo. Y ese algo, en caso de que efectivamente la fe sea creadora, habría que considerarlo fruto de la fe: de la fe de alguien… ¿Nuestra en el pasado? ¿De nuestros padres u otros seres que nos amaron y que mediante la fe nos fabricaron, o nos fabrican, esta realidad?
6.- Las masas de mitos que están ahí disponibles nos ofrecen modelos arquetípicos de realidad configurable en virtud de un acto de fe. Viviríamos en una especie de gigantesco mercado de sueños posibles. Un creador, un verdadero creador, sería alguien capaz de ofrecer sueños nuevos: nuevos modelos de mente: nuevas opciones de fe.
7.- Yo no sé qué se está construyendo con el soñar de todos los soñadores… con ese gigantesco andamio que están levantando, a la vez, todos los que creen en algo. ¿Qué está creando Dios a través del creer/crear de sus criaturas? ¿En qué cree Dios? ¿No sería maravilloso poder asomarse a su obra, con las manos entrecruzadas en la espalda, como si fuéramos jubilados?
8.- Salvador Paniker, en una obra titulada Asimetrías[2], afirmó que la fe es la confianza en la realidad. Es una preciosa definición.
Tener fe es confiar en que algo grandioso se está construyendo, siempre, a golpe de sueños. A golpe de creencias. Y que estamos implicados en esa grandiosa construcción.
David López
[1] Se trata de una cita de la Biblia que he encontrado en la siguiente obra: Raimon Panikkar, Mito, fe y hermenéutica, Herder, Barcelona, 2007. En ella hay un profundo estudio del fenómeno de la fe.
[2] En la sección de críticas literarias se pueden leer mis comentarios a esta obra.
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